UNA VUELTA A LA VERDAD…
Empezando por el principio
¡Imposible!
José. Un perfecto ateo. Jamás pisaba una iglesia. Y mucho más que esto, no permitía que ninguno de sus amigos le hablase de Dios. Era el perfecto ejemplo de lo que un padre jamás hubiera querido ver en su hijo. En clase, sus compañeros creyentes eran siempre el objeto de sus burlas. Actualmente es muy fácil encontrarlo con sus amigos hablando del fruto del Espíritu.
Luís. Durante muchos años escuchó a los mejores enseñadores, evangelistas y teólogos de nuestro país. Sus padres eran personas que siempre habían amado al Señor. . . pero jamás se comprometió con el evangelio y asistir a la iglesia no era precisamente su deporte favorito. Nadie pudo llegar a su corazón.
En pocos meses ha ganado más almas para Cristo que muchos de nosotros.
Carlos. El mayor ejemplo de agnóstico de toda la ciudad. Sus palabras hirientes y blasfemas hacían época. Cuando le obligaban a ir a la iglesia lo único que permanecía en aquel lugar era su cuerpo. Jamás quiso entender una sola palabra del evangelio.
Si lo encuentras ahora lo primero que te dirá es lo que ha aprendido en el último estudio bíblico.
Cuando hablabas de estas personas con dirigentes y pastores de las iglesias, todos decían que su salvación era prácticamente IMPOSIBLE. ¿Qué ocurrió? ¿Quién hizo el milagro?
Enrique y Tomás. Dos de los siervos escogidos de Dios, frente a frente, chillando, acusando, ¡casi pegándose! El inusitado “ring” era una iglesia — una iglesia muy buena, sólida, predicadora de la Palabra. ¡Los dos eran ancianos! El tema era el estilo de música presente en el culto de adoración por la mañana. Justamente acababan de salir de expresar su amor al Señor y alabar juntos Su nombre, y ahora estaban peleándose.
Dos meses después, Enrique confesó tener una amante; Tomás se marchó de la iglesia con grandes raíces de amargura.
María tenía una voz preciosa que llegaba al corazón. Podía conducir a multitudes enteras a la presencia de Dios. Al salir de la iglesia aquella mañana se paró para saludarme. Pero, en vez de un saludo agradable, lanzó una descarga de insultos. La acusación se basaba en el hecho de que no le gustaba ningún tipo de organización en el culto de comunión. Como pastor yo estaba estorbando al Espíritu Santo al imponer a la congregación mi esquema organizativo. Yo no tenía ningún derecho a dictar la forma en que el pueblo de Dios debía adorar. La cuestión real era que yo le había limitado el tiempo que iba a hablar antes de cantar un solo, para facilitar la progresión del culto. En su opinión la verdadera adoración no podía tener lugar dentro de límites o restricciones impuestas humanamente. Hoy está bajo tratamiento psiquiátrico.
Antonio se levantó lentamente de su asiento. Nuestro tiempo de adoración había sido especial aquella mañana y yo estaba deseando tomar el pan y el vino en la presencia del Señor. El era un querido santo, amado, respetado, hermano pero estaba envejeciendo. Comenzó su disertación con un pasaje bíblico poco claro y sacado de su contexto. Saltó de los versículos a un monólogo condenando cualquier problema que el mundo haya podido llegar a conocer. Antes de que acabase, todos habíamos comprendido cada faceta de sus propias tendencias y opiniones personales. Concluyó con la bendición acostumbrada: “Que el Señor bendiga Su santa palabra”. La congregación susurró su respuesta tradicional, ”Amén”.
Sólo puedo conocer lo que significa adorar a Dios cuando mi corazón está apegado a Su corazón. . . Cuando todo mi ser está totalmente fundido en el ser de Dios. |
Aunque parezca mentira, todos estos ejemplos tienen que ver con la adoración. Hemos cambiado los nombres para que nadie pueda identificar los hechos con un lugar concreto, pero son historias reales. El milagro que hizo cambiar la vida de los tres primeros fue algo tan sencillo como encontrarse en la presencia de Dios. Luis lo definió perfectamente cuando dijo, “ES LA PRIMERA VEZ QUE PUEDO HABLAR CON DIOS EN TODA MI VIDA.” Así es la adoración bíblica, algo tan íntima y especial que nos lleva a la presencia del Señor, cara a cara con nuestro Creador.
¿Y los otros ejemplos? Muchos tienen el deseo sincero de trabajar para Dios, pero su visión queda reducida a formas y costumbres externas. ¿Qué le ha sucedido a la adoración? Tenemos más libros y seminarios acerca del tema que nunca antes. Tenemos grandes iglesias con coros, solistas estupendos y toda una industria mercantil de casetes y compactos de adoración. ¿Por qué aún nos peleamos por la adoración? ¿Por qué el culto de adoración es un punto tal de conflicto en lugar de un momento de enfocarnos juntos en el Señor? ¿Por qué la adoración es tan difícil y controvertida?
LA ADORACION HACE LLORAR A DIOS
Adoración: Las lágrimas de Dios fluyen como una cascada por sus mejillas.
Adoración: Parece ser la excusa para todo en estos días — evangelismo, crecimiento de la iglesia, modificación social, etc., etc…
¡La adoración se ha vuelto tan complicada! Dios suspira y derrama otra lágrima.
El problema de la adoración no es nuevo. En realidad, los problemas con los que tropezamos hoy son tan antiguos como la Biblia misma. La advertencia de Dios no ha cambiado en absoluto.
“… oíd la palabra del Señor, gobernantes de Sodoma; escuchad la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra: ¿Qué es para mí la abundancia de vuestros sacrificios?- dice el Señor.
Harto estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de ganado cebado;
la sangre de los novillos, corderos y machos cabríos no me complace.
Cuando venís a presentaros delante de mi, ¿quién demanda esto de vosotros,
de que pisoteéis mis atrios?
No traigáis más vanas ofrendas, el incienso me es abominación. Luna nueva y día de reposo,
el convocar asambleas: ¡no tolero iniquidad y asamblea solemne! Vuestras lunas nuevas
y vuestras fiestas señaladas las aborrece mi alma; se han vuelto una carga para mí,
estoy cansado de soportarlas. Y cuando extendáis vuestras manos, esconderé mis ojos de vosotros; sí, aunque multipliquéis las oraciones, no escucharé .Vuestras manos están llenas de sangre.
Lavaos, limpiaos, quitad la maldad de vuestras obras de delante de mis ojos, cesad de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad la justicia, reprended al opresor,
defended al huérfano, abogad por la viuda.
Isaías 1: 10-17
Dios odia la adoración: aquella que no es más que forma y tradición muerta. Dios aborrece que tomemos la adoración como un juego, y que su Palabra no signifique nada en nuestra vida diaria. Más aún que nuestro corazón esté completamente frío en su presencia, y después nos presentemos ante los demás como piadosos y verdaderos adoradores. Dios odia nuestra adoración. El llama adulterio espiritual a nuestras formas y tradiciones sin vida, –¡pecado!
Venid ahora, y razonemos – dice el Señor – aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque rojos como el carmesí, como blanca lana se quedarán.
Si queréis y obedecéis, comeréis lo mejor de la tierra; pero si rehusáis y os rebeláis,
por la espada seréis devorados.
Ciertamente, la boca del Señor ha hablado…”
Isaías 1: 18-20
Sin embargo, Dios ama adoradores que le adoren. Las Escrituras describen a Dios como nuestro novio y esposo: alguien que nos ama ardientemente. Nosotros adoramos a Dios porque estamos locamente enamorados de El. No lo podemos remediar. Se nos escapa de la boca — en cada conversación, en cada pensamiento. Dios ama el oír el sonido de adoradores que expresan su amor. Para El, los sonidos surgidos del corazón de un verdadero adorador son un incienso aromático, un sacrificio de alabanza (Hebreos 13:10).
HABLANDO DE AMOR
¿Recuerdas la primera vez que te enamoraste? Te sentías raro. Tenías un nudo en el estómago. Incluso comenzabas a sudar cada vez que pensabas en esa persona especial. No podías quitártela de la mente. Y cuando entraba por la puerta — ¡AH! No importaba lo que estuvieras haciendo o diciendo. Esa persona era tan especial, tan querida, que no existía absolutamente nada más en el mundo en ese preciso momento.
Cuando amamos a alguien parecemos realmente tontos. Hacemos tonterías y suspiramos. Se nos pone la cara lánguida. Escribimos poemas y perdemos horas y horas simplemente pensando, contemplando y disfrutando de la presencia de nuestro ser querido. Y, ¿por qué será que adultos maduros, que saben más, observan con tanta nostalgia a esas parejas tontas, ridículas, que expresan su amor? ¿Por qué muchas parejas mayores, serias, miran de reojo a dos jóvenes amantes que se abrazan?
¿Por qué? Porque Dios nos ha hecho para expresar amor. Esto es una parte inherente de Su imagen implantada en nosotros (ves cap. , “Hesed”). ¡Amamos amar! Amamos soñar con la expresión del amor, sentir amor, beber de su belleza. Eso es Dios en nuestro interior.
“Nosotros amamos, porque El NOS AMO PRIMERO” 1 Juan 4:19.
. . . no he adorado verdaderamente hasta que haya involucrado todo mi ser, todo mi cuerpo–todo de todo–en una encarnación de mi profundo amor. |
La imagen de Dios incluye la capacidad y el deseo de recibir y expresar amor hacia otro. Dios nos creó para usar nuestras emociones, nuestras mentes, nuestros corazones, y ¡desde luego que sí! incluso nuestros cuerpos, para expresar amor hacia otra persona.
¿Recuerdas la primera vez que fuiste rechazado en serio? Abriste tu corazón a otra persona, compartiste todo tu ser, y te dieron la espalda. Aunque el amor de Dios hacia nosotros es mucho más profundo que el mero amor humano, podemos comprender Su decepción cuando su propia creación, nosotros, rehusamos corresponder a su amor. Dios lo dio todo para que pudiéramos vivir eternamente con El. ¡Cuán a menudo pecamos contra El, sencillamente ignorando la íntima relación de amor a la que Dios nos ha llamado!.
“Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros.” Romanos 5:8.
Dios hizo todo lo posible para mostrarnos Su amor. Expresó la opinión que le merecíamos cuando voluntariamente murió en nuestro lugar. ¡Qué expresión de amor! Comprometió todo su ser, ofreciéndose a sí mismo como sacrificio por nosotros.
Ahora, ¿qué quiere Dios de nosotros a cambio? ¡Amor! Una respuesta de sumisión amorosa al Creador y Proveedor de todo cuanto somos y necesitamos. Eso es verdadera adoración.
“Nosotros le amamos a El porque El nos amó primero”.
¿Necesita Dios nuestro amor? No. Pero lo quiere.
¿Por qué? Porque somos Su creación. Porque hemos llegado a ser Sus hijos. Porque Dios nos hizo para expresar amor y quiere recibir de nosotros lo mejor que tenemos. El es padre, creador, marido, amigo, y tantas otras
cosas que nos faltaría tiempo siquiera para imaginarlas. ¡Y El se enorgullece de serlo! Cuando no adoramos a Dios, decepcionamos a Aquel que es el amor absoluto, y perdemos el sentido más profundo de nuestra vida.
ADORACION: UNA DEFINICION BIBLICA
Cuando a Cristo se le preguntó por la más simple y pura definición de lo que Dios desea de nosotros, El respondió:
“El Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con toda tu fuerza.” Marcos 12:29-30.
Esto es adoración: El uso de todo mi ser para expresar mi más profundo amor por otro. Sea que esté expresando amor por mi esposa, mis niños, o mi Señor, no he adorado verdaderamente hasta que haya involucrado todo mi ser, todo mi cuerpo–todo de todo–en una encarnación de mi profundo amor. Sólo puedo conocer lo que significa adorar a Dios cuando mi corazón está apegado a Su corazón. Cuando amo lo que El ama. Cuando pienso como El piensa. Cuando todo mi ser está totalmente fundido en el ser de Dios.
Dios no quiere más cultos, nuevos métodos, ni ideas creativas. El Señor no ha pedido más teólogos. Dios nos quiere a nosotros. Dios desea que sus hijos expresemos nuestro amor por El.
Este mandamiento sobrepasa a todos los demás. Escucha cómo han sintetizado hombres piadosos lo que debe ser nuestra adoración, de acuerdo a lo que se ve en el versículo:
“Dios nos ha dado una mente para conocerle, un corazón para amarle, y una voluntad para obedecerle y un espíritu para adorarle.” John Benham.
“La adoración es la respuesta del creyente en su totalidad — la mente, las emociones, la voluntad, y el cuerpo — a la totalidad de lo que Dios es, dice y hace.” A. W. Tozer.
“Adorar es avivar la conciencia mediante la santidad de Dios, alimentar la mente con la verdad de Dios, purgar la imaginación con la belleza de Dios, abrir el corazón al amor de Dios, dedicar la voluntad al propósito de Dios.” William Temple.
De Dr. Jaime Fernández Garrido, Cara a Cara, Editorial Vida. Usado con permiso, 2009.
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