LAS LECCIONES DE EFESO
Basándonos en los libros de Hechos y Apocalipsis
Índice del Tema
Libro de Hechos de los Apóstoles
1. La ciudad de Efeso
2. La iglesia en Efeso
3. Reunido con los ancianos de la iglesia de Efeso
- La advertencia de Pablo a los ancianos de Efeso
- ¡No todos son como Pablo!
Libro de Apocalipsis
- Jesucristo dirigió expresamente su Palabra a los de Efeso
- ¿Una iglesia que trabaja duro, pero no agrada al Señor?
4. Veamos el proceso acontecido en la iglesia de Efeso
- Dokimazo: ¡poner a prueba!
- Del dolor a la amargura
- ¿Quiénes son los falsos hermanos?
- Comprendiendo mejor acerca del fenómeno de la infiltración
5. ¿Qué pasó con la iglesia de Efeso?
Estudio bíblico
El mensaje de Jesucristo por medio de Juan, al responsable o responsables de la iglesia sita en la que fuera muy importante ciudad de Efeso, es de importancia muy especial para nosotros, los que vivimos al final de los últimos días.
Si prestamos atención a lo acontecido en esa congregación surgida en los albores de la Iglesia, podremos aprender muchos conceptos que nos son muy relevantes, y obtendremos una comprensión mayor de lo que acontece en estos tiempos muy finales.
Pero veamos someramente acerca de aquella ciudad.
1. La ciudad de Efeso
Hacia el año 96 d. C. la ciudad de Efeso era la más importante de la provincia romana del Asia proconsular (Asia Menor); centro postal y administrativo, y era casi tan importante como Antioquía. Para los gentiles y paganos de la época, dicha ciudad era llamada “Guardiana del Templo”, el dedicado a la diosa Artemis (o Diana, en latín) (ver Hchs. 19: 23-41).
No fue, si no hacia el año 52 de nuestra era, que el cristianismo penetró en la ciudad por el ministerio de Priscila y Aquila (Hchs. 18: 18, 19), siendo Pablo el fundador de aquella iglesia. Pablo se afincó en Efeso por espacio de dos años (ver Hchs. 18 y 19). Posteriormente a Pablo, fue Juan quien se afincó allí, teniendo bajo su cuidado tanto esta iglesia, como las otras seis de Asia a las cuales se les dirigen las respectivas cartas del Apocalipsis.
Contemplando la revelación del libro de Apocalipsis al respecto, vemos que el Señor tenía un interés muy especial por esa iglesia de Asia Menor. En gran manera formada por gentes de origen gentil (Hchs. 19: 8, 9), representó un gran triunfo del evangelio en una tierra en primera instancia ajena a la Palabra de Dios.
“El ”’Templo de Artemisa”’ en la ciudad de Éfeso, dedicado a la diosa Artemisa, denominada Diana por los romanos. Su construcción fue comenzada por el rey Creso de Lidia. De grandes dimensiones y hermosa arquitectura, era considerada una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo”.
2. La iglesia en Efeso
La primera noticia de fuente bíblica que tenemos al respecto del incipiente ministerio en Efeso por parte del apóstol Pablo, la encontramos en el libro de Hechos de los Apóstoles, cuando en su segundo viaje misionero llegando de Corinto para ir a Jerusalén se detuvo en dicha ciudad, dejando allí a Aquila y Priscila, entrando en una sinagoga y discutiendo con los judíos por muy poco tiempo, habiéndoles comunicado su intención de volver a ellos (ver Hchs. 18: 18-21).
Sabemos que pudo cumplir su deseo, porque en su tercer viaje misionero, después de recorrer las regiones superiores, volvió a la metrópoli (Hchs. 19: 1). Allí tuvo experiencias de poder del evangelio, de las cuales fueron testigos muchos. Por más de dos años, a partir de Efeso, “todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús” (Hchs. 19: 10).
Acompañando a la exposición sencilla y auténtica de la Palabra, “Dios hacía milagros extraordinarios por mano de Pablo de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían” (Hchs. 19 11, 12).
Tanta fue la fama de todos esos actos divinos, que algunos quisieron imitarle al intentar echar fuera demonios, pero éstos vivían muy alejados de la vida del Señor, y por tanto, consiguieron algo muy distinto a lo que esperaban (ver Hchs. 19: 13-16).
Decimos todo esto, haciendo hincapié en el hecho de que los creyentes efesios, a raíz de todas estas cosas, fueron testigos sin igual de las mismas, y conocieron de primera mano, no sólo el amor, sino también el poder de Dios (Hchs. 19: 17). Tanto fue así que, “muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos”; todo ello en el contexto del verdadero arrepentimiento, haciendo obras dignas del mismo, como podemos leer en Hchs. 19: 19.
El relato del libro de Hechos nos enseña que efectivamente, la Palabra del Señor crecía y prevalecía poderosamente (v. 20), de todo lo cual muchos fueron testigos.
3. Reunido con los ancianos de la iglesia de Efeso
“Enviando, pues, desde Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia” (Hchs. 20: 17)
En el contexto del tercer viaje misionero, volviendo de Filipos de Macedonia, pasando por Troas (Asia Menor), a la postre el apóstol Pablo llegó a Mileto, localidad marítima y cercana a Efeso. No queriendo detenerse allí en su periplo a Jerusalén y habiéndose propuesto navegar dejando de lado Efeso, hizo llamar a los ancianos de dicha iglesia para exhortarles.
“Ruinas de Troas”
Pablo, en obediencia al Señor iba a Jerusalén “ligado en espíritu y sin saber lo que realmente le iba a acontecer” (Hchs. 20: 22), pero sabiendo que el Espíritu Santo por todas las ciudades le daba testimonio de que le esperaban prisiones y tribulaciones (V. 23).
A diferencia de los falsos apóstoles de entonces, y de los que pululan hoy en día de plena “apostolitis”, Pablo sí era un verdadero apóstol de Cristo, que sufría por causa del Nombre. El mismo les decía así a los ancianos de Efeso en Mileto:
“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hchs. 20: 24)
Además, Pablo sabía que no iba a verles más, y ellos lloraron, echándose al cuello de Pablo y besándole, doliéndose en gran manera justamente por eso (v. 38). Tal era el inconmensurable aprecio que le tenían aquellos hombres.
Y Pablo partió para siempre de sus vidas…
“Imagen de Pablo despidiéndose de los ancianos de la iglesia de Efeso en Mileto”
- La advertencia de Pablo a los ancianos de Efeso
Pasaron los años, pero el recuerdo de su amado apóstol perduró. Esos hombres tuvieron en Pablo el mejor ejemplo de cómo debía ser un siervo de Dios (Hchs. 20: 17-21). Querían a Pablo con un amor difícilmente superable (Hchs. 20: 37, 38). Pero Pablo, en su final encuentro con ellos en Mileto, cuando se despidió de ellos definitivamente, en su camino hacia Jerusalén, por el Espíritu Santo les advirtió lo siguiente:
“Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios. Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el
rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno” (Hechos 20: 26-30).
Pablo les amonesta diciéndoles que, después de haberles hecho saber todo el consejo de Dios, sin rehuir anunciarles alguna cosa (Hchs. 20: 27), debían mirar por ellos mismos, de cómo andaban e iban a andar ante el Señor, así como debían mirar por “todo el rebaño en que el Espíritu Santo les había puesto por obispos (o ancianos) (v. 28).
Todo ello era vital, por el hecho de que él sabía que irremisiblemente después de su partida entrarían en medio de ellos, falsos hombres de Dios (lobos rapaces), que iban a causar destrozo en el rebaño, y aún, de entre ellos mismos se iban a levantar hombres que iban a enseñar herejías con el fin de arrastrar a los discípulos hacia su terreno y favor (v. 29) ¡Pablo con excelsa claridad les advirtió!
- ¡No todos son como Pablo!
De alguna manera, Pablo intentaba advertirles que no todos iban a ser como él, es decir, siervos verdaderos del Señor. Que muchos vendrían a ellos una vez él les hubiera dejado, y se iban a presentar como apóstoles del Señor, pero no lo serían. Iban a ser lobos rapaces que no iban a perdonar al rebaño. Pero ellos evidentemente no lo comprendieron – como veremos más adelante – sino que a causa del gran amor que le tenían, ciega e ingenuamente, sin prestar atención a la advertencia de Pablo, iban a creer que todos eran como el bendito Pablo.
Hoy en día ocurre tres cuartos de lo mismo, muchos creen que todos los que suben a un púlpito con la Biblia en la mano, son verdaderos maestros, y no se plantean nada más. Me comentaba una hermana el otro día, que cuando ella se entregó a Cristo, por mucho tiempo creía que en las iglesias, todos eran del Señor, y que para ella fue un gran golpe cuando entendió que eso no era así. Fue un shock para ella.
Lo que hace sabio a un creyente, es que, sin dejar la inocencia, abandona toda ingenuidad. Eso no lo consiguieron aquellos hombres buenos de Efeso como estaremos viendo, con todas sus consecuencias.
Teniendo todo esto en mente, prosigamos.
“Mapa de la situación de Mileto y Efeso, en la costa de Asia Menor”
Libro de Apocalipsis
Pasaron casi cuarenta años después de la experiencia de los ancianos de Efeso en Mileto con Pablo, cuando ahora el Señor Jesús les envía un mensaje altamente admonitorio y realmente grave; un ultimátum: habían perdido el primer amor, y por tanto, debían recordar de dónde habían caído, arrepentirse y volver a hacer las obras primeras; de lo contrario, pronto Él iba a quitar el candelero de su lugar. Ese candelero era Su misma presencia por el Espíritu en la citada iglesia (ver Ap. 2: 3-5).
¿Qué es lo que ocurrió en la iglesia de Efeso?
- Jesucristo dirigió expresamente su Palabra a los de Efeso
Antes de nada, démonos cuenta lo importante para Dios que era la iglesia de Efeso, que el Señor Jesucristo por medio de Juan, se dirige a ella. En el libro de Apocalipsis, la primera iglesia a la que se dirige Jesús es a la de Efeso, “Escribe al ángel de la iglesia en Efeso…” (Ap. 2: 1)
El Señor le da mandato expreso a Juan de que escriba a la persona (o personas) que tiene la responsabilidad de la iglesia de Efeso, diciéndole seguidamente:
“… El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro…”
El verbo tener habría que traducirlo mejor por “sujetar con firmeza” (“ho kratón” en gr.).
Cristo tiene el dominio de las iglesias porque es Su Señor. Cristo es también el que se pasea por en medio de los siete candelabros (es decir, de las siete iglesias; y por extensión, de toda Su Iglesia). Ese “pasearse” tiene el sentido de estar en constante vigilancia. Es interesante constatar que es a la iglesia en Efeso a la que Cristo se presenta como el que tiene el dominio y potestad sobre los ministros y las iglesias.
- ¿Una iglesia que trabaja duro, pero no agrada al Señor?
El Señor les dice por medio de Juan a los responsables de la iglesia en Efeso, que conocía sus obras, su trabajo duro y su paciencia (v. 2). Es menester señalar que esa iglesia trabajaba para el Señor, y el Señor así lo reconoce…Entonces, ¿Cómo es posible que tuviera tanta queja de cómo estaba andando dicha congregación?
Nos va a ser de gran importancia entender el entresijo de todo esto, para poder sacar conclusiones que nos den luz en cuanto a nuestro propio caminar ante Dios.
En los vers. 2b y 3, vemos que el Señor les dice además:
“… y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado” :
Vemos que el mismo Señor reconoce que una vez descubiertos los malos, no los habían podido soportar. Que habían probado a los que se decían apóstoles, hasta el punto de darse cuenta de que no lo eran, sino que eran mentirosos. Evidentemente, la iglesia (incluido el pastor y ancianos) había sufrido a causa de gentes que sólo tenían “apariencia de piedad pero que negaban la eficacia de la misma” (2 Timoteo 3: 1-5), es decir, falsos obreros.
El Señor les reconoce que habían sufrido, que habían tenido paciencia, y hasta les reconoce que habían trabajado duramente por amor de Su nombre, y sin desmayar…Entonces, de nuevo, ¿qué es lo que estaba mal?
De nuevo insistimos en el punto trágico: habían dejado su primer amor (v. 4) ¿por qué?…
“La apariencia de piedad sólo puede llegar a engañar al hombre, jamás a Dios”
4. Veamos el proceso acontecido en la iglesia de Efeso
Recordemos: en un principio, aquellos hombres de Dios de Efeso pensaron ingenuamente que todos los que se decían siervos de Dios lo eran, porque pensaban que todos serían como su amado Pablo, muy a pesar de que el propio Pablo les había advertido hasta la saciedad de que eso no era así (Hchs. 20: 28-31)
De hecho, todo lo que Pablo les advirtió en su día, ocurrió. Los falsos obreros y falsos apóstoles llegaron a la iglesia – por un lado y por otro – afloraron en ella. Unos tenían falsa doctrina (entre otros, judaizantes y pre-gnósticos). Otros buscaban su propio provecho, aun y siendo algunos de ellos de “entre ellos mismos” (Hchs. 20: 30).
Vayamos por partes. En la misma declaración del Señor por medio de Juan, podemos entender que es lo que ocurrió, si vamos al griego original.
Cuando leemos en Apocalipsis 2: 2b “… y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos…”, este “probar”, es en griego “epeírasas”, y se emplea en el sentido de “experimentar una prueba”, ordinariamente amarga.
Lo que realmente ocurrió a los de la iglesia de Efeso, es que experimentaron la amargura de los falsos apóstoles, después de haberles aceptado sin más en un principio y por cierto tiempo.
No es que pusieron a prueba desde un principio a los que se llamaban apóstoles, por lo cual se hubiera empleado el verbo “dokimazo”, es decir: “poner a prueba”, sino que experimentaron la amarga prueba de hallarlos falsos, cuando el daño ya estaba hecho.
En otras palabras, como en
su día confiaron en Pablo, confiaron en ellos sin más, y se sintieron defraudados y traicionados cuando después de cierto tiempo, se dieron cuenta de que eran falsos hermanos.
- Dokimazo: ¡poner a prueba!
Como decimos, lo que debían haber hecho era precisamente dokimazo, es decir, poner a todos a prueba antes de aceptarlos como lo que pretendían ser. La Palabra nos enseña que primeramente, antes de ordenar o reconocer uno u otro ministerio, hay que ponerlo a prueba (dokimazo):
“…sean sometidos a prueba primero…” (1 Timoteo 3: 10a)
Si esto último es para con los diáconos, imaginemos la importancia tremenda que tiene para los ministerios. Todos tienen que ser sometidos a prueba.
Lo que ocurrió con los de Efeso, es que, una vez se dieron cuenta de que eran falsos obreros, no los soportaron (bastásai en gr. Es decir: “cargar a cuestas”), es decir, no cometieron la insensatez de cargar con ellos, sino que los desecharon, – por tanto – implícitamente reconociendo su error al haberlos aceptado sin más.
En esto último demostraron firmeza y lealtad al Señor.
El precio de su ingenuidad: el dolor
No obstante, como resultado de su ingenuidad, se habían sentido traicionados, decepcionados por hombres que se decían servidores de Dios. Desafortunadamente, ante la adversidad y el dolor de sentirse engañados, la reacción final no fue la correcta. Sus corazones paulatinamente, se endurecieron, y como resultado de ello, perdieron el primer amor: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (v. 4)
“El dolor es muchas veces inevitable, pero el verdadero problema es la amargura y el resentimiento”
- Del dolor a la amargura
La ingenuidad puede ser la causante del dolor, pero no necesariamente de la amargura. Los de Efeso entraron en amargura de corazón por no haber sabido que hacer con ese dolor.
Vayamos de nuevo por partes. El “primer amor”, es el amar a Dios: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mt. 22: 37). Se puede pretender servir a Dios, pero no amarle, y eso de nada sirve. Se deja de amarle cuando en la vida de uno, entra la amargura, y eso puede ocurrir por varias razones. Veamos lo que presumiblemente ocurrió en la iglesia de Efeso.
Cuando uno – por ingenuidad o no – se ve traicionado por ciertos llamados hermanos, especialmente, si esos hermanos se supone que son siervos de Dios, ante el dolor que es inevitable y lógico, sólo existen dos caminos, uno el bueno, y el otro el malo:
- Perdonar y bendecir al adversario, y apoyarse en el Señor y en Su gracia a pesar del dolor.
- Amargarse.
La consecuencia de esto último es SIEMPRE la pérdida del primer amor.
Leemos en Hebreos 12: 14, 15; “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”
El proceso de la amargura
Los de Efeso habían perdido el primer amor a causa de la amargura y el consiguiente endurecimiento del corazón. Expliquemos mejor esto.
Ante una situación de continuo dolor, que genera en amargura, la carne del hombre dice: “Ya no voy a darme más ni a confiar más en nadie, de esta manera no volveré a sufrir”.
De ese modo, una vez heridos, ya no queremos ser heridos más, y buscamos el aislarnos del mundo exterior creando una coraza que nos “proteja” de la gente, para no experimentar de nuevo dolor. Como cristianos, si hemos sufrido por causa de otros presuntos hermanos (o hermanos verdaderos), en esa misma tesitura ocurre lo mismo, nos aislamos de ellos aun y yendo a la iglesia.
Este es el razonamiento típico; la búsqueda de una autoprotección. El problema es que, cuando obramos así, lo hacemos en el espíritu contrario al amor (ver 1 Corintios 13), ya que el amor siempre espera, cree y sufre, en total dependencia de la gracia del Señor.
El error primero de los de Efeso fue el de la ingenuidad. No probaron convenientemente a esos apóstoles, y supusieron que eran verdaderos, dejándoles actuar con total libertad. Luego, ante la realidad de su falsedad, en vez de humillarse y reconocer su error, lo que hicieron fue endurecer el corazón. Ese fue su pecado.
Este es el fruto de la amargura, que genera con el tiempo muerte espiritual (Ap. 2: 5c)
¿Qué podemos aprender más de todo esto?
- ¿Quiénes son los falsos hermanos?
Contrariamente a la actuación de los de Efeso, dejando toda ingenuidad de lado y para un mejor manejo de las situaciones, nos convendrá, y mucho, entender que dentro de la obra de Señor existen varios tipos de falsos hermanos. Veámoslo.
- Los que se engañan a sí mismos creyendo que son de Cristo, pero no lo son, y dañan.
- Los que saben que no lo son, pero por alguna razón interesada quieren estar en la iglesia.
- Los que son en realidad agentes infiltrados que tienen órdenes de sus superiores para hacerse pasar por cristianos y desde dentro buscar el destruir la iglesia (estos serían Illuminatis, brujos, satanistas, rosacruces, agentes del Vaticano, etc. etc.)
Cuando comprendemos el cariz del asunto, esto nos ayuda a saber que hacer en cada momento, y sobre todo a no caer en la trampa de la amargura.
“Lobos rapaces vestidos de piel de cordero en medio de corderos”
A todos ellos nos enseña la Escritura que hay que perdonar y bendecir, entendiendo que una vez hemos procedido así, de ellos nos deberemos apartar (ver 2 Timoteo 3: 5).
“Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio” (Tito 3: 10, 11)
Siempre que sea posible, deberemos discernir quien es quien, o quien es qué.
- Comprendiendo mejor acerca del fenómeno de la infiltración
El hecho de entender lo que está ocurriendo, nos ayudará a no tomarnos el asunto de una manera personal, y por tanto demasiado dolorosa.
Es preciso entender que el ataque contra la Iglesia es fuertísimo en estos últimos finales días, que no todo es oro lo que reluce, y que hay más infiltrados en nuestras filas de lo que nos atreveríamos a soñar.
Esto empezó en Efeso (la primera iglesia citada en el contexto de “las cosas que son” en el libro de Apocalipsis, 1: 19), y se ha llevado adelante de una manera cada vez más feroz, aunque a veces opacada, sobre todo desde el levantamiento jesuita de la Contrarreforma, a raíz de la declaración conciliar de Trento, y sin lugar a dudas, en toda su manifestación en estos últimos años (2 Ts. 2: 3). Recordemos que el “misterio de la iniquidad” está ahora en su máxima expresión.
“Es evidente que el interés mayor de Satanás es el de intentar destruir la Iglesia de Cristo, y consecuentemente a los cristianos. No puede levantar a su hijo de perdición mientras los verdaderos cristianos estemos aquí. Para ello ha constituido toda una impresionante organización espíritu-secular: la Gran Ramera”
“Interesante este organigrama piramidal que les ofrecemos aquí: “la estructura básica de los Illuminati y su relación con los cuerpos satánicos colaboradores” – (según el investigador Fritz Springmeier)”
Pero volviendo a la cuestión, el problema, según el contexto de lo que vemos que ocurrió en la iglesia de Efeso, no fue tanto acerca de los infiltrados y falsos ministros en ella, sino la reacción ulterior en el corazón de los verdaderos hermanos ante e
sa eventualidad, los cuales se endurecieron y se amargaron, obrando ya no en el amor, sino en sus solas propias fuerzas, debido a que la incredulidad y la amargura hicieron acto de aparición, y por tanto no podían recibir la indispensable gracia de Dios (He. 12: 15), insistimos en ello.
Se llega a “servir” al Señor, pero sin el espíritu debido. De esta manera, a la postre, estas obras son correctas en su forma, pero muertas en sí mismas.
Además, a causa del vacío por no tener ese primer amor o amor genuino que se solía experimentar, uno se vuelve activista. Hacer y hacer cosas “para Dios” con el fin de llenar el hueco que surge con la partida del genuino amor. De nada sirve esto ante Él.
5. ¿Qué pasó con la iglesia de Efeso?
Conforme a Ap. 2: 5, los de Efeso debían arrepentirse y hacer las obras primeras – es decir – hacer las obras de Dios en el Espíritu de Dios, con la motivación y actitud correctas, en el contexto de la gracia de Dios (Ef. 2: 10).
El Señor les urge a que vuelvan al inicio de todo. El lugar es en el propio corazón. Allí es de dónde surge la amargura (Mr. 7: 15), y allí es dónde la sanidad es necesaria a causa del arrepentimiento y limpieza del pecado por la sangre de Cristo (1 Juan 1: 9).
El Señor les dio un plazo; esa es Su paciencia. Vemos que como plazo de tiempo que es, conlleva en sí una limitación de dicho tiempo. Una vez cumplido el plazo, si no ha habido un cambio, el Señor promete que quitará el candelero o candelabro de su lugar. Esto no puede significar otra cosa que la remoción de la presencia del Espíritu Santo de dicha iglesia, y que tal iglesia deja automáticamente de ser de Cristo.
Desafortunadamente, no se hizo caso a la Palabra del Señor, y el candelero fue quitado una vez cumplido el plazo de tiempo. Sólo queda de aquel templo cristiano de Efeso, ciertas ruinas a muchos metros bajo tierra.
Lamentablemente, eso no sólo ocurrió a la iglesia de Efeso, sino a todas las iglesias – así como a individuos – que no procedieron o proceden conforme a esa directriz del Señor.
El Señor es paciente, pero la paciencia si es eterna, niega la justicia. Por lo tanto la paciencia siempre deberá ser limitada en cuanto a la verdad y la consecuente justicia.
Concluyendo
Nos es muy necesario andar en el temor de Dios, por lo tanto, no andando en ningún interesado y partidista concepto de justicia. La Biblia es muy clara cuando dice:
“Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión; pero Jehová pesa los espíritus” (Proverbios 16: 2)
Ese fue el pecado de los de Efeso. Se creyeron justos en sí mismos, y habían perdido el primer amor. Y eso fue así, no porque experimentaron el dolor de la traición, el cual no es pecado en sí mismo, sino porque dolidos, siguieron el camino de la amargura y del resentimiento, el cual es absolutamente contrario al amor…y ¡Dios es amor!
Nos será menester esgrimir la verdad acerca de los falsos apóstoles, falsos profetas y falsos maestros; y si públicamente enseñan herejía y engaño, públicamente habrá que reprenderles, y así proceder en consecuencia, siguiendo el ejemplo del mismo Señor, el cual reprendió, exponiendo a la luz pública los pecados y herejías que se hallaban en las diferentes iglesias del Apocalipsis (y por tanto, en la Iglesia Universal), pero siempre en amor y por amor.
Espero que este ensayo haya podido ayudar a muchos. Esta ha sido mi intención y motivo del mismo.
Dios les bendiga.
© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España.
Marzo 2009, http://www.centrorey.org/
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