¿Pueden los sacerdotes católicos perdonar pecados?
La iglesia católica enseña que si bien solamente Dios puede perdonar pecados, le ha placido a Dios hacerlo por medio de la Iglesia Católica [Catecismo, 1441,1445]. En consecuencia, es responsabilidad del sacerdote juzgar al pecador. El “Padre” debe hacer varias preguntas antes de establecer la seriedad del pecado y la culpabilidad de la persona, para luego discernir si el pecador está verdaderamente arrepentido y decidido a no repetir el pecado. Basado en estos datos y su criterio, el sacerdote decide si perdonar o no perdonar al pecador. En la práctica, el sacerdote ni siquiera le da vueltas al asunto y termina siempre perdonando al individuo y la farsa llega a su fin.
El pasaje bíblico que la Iglesia Católica usa para apoyar esta doctrina es Juan 20:23, en las palabras de Jesús mismo:
…habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.
La Iglesia de Roma enseña que estas palabras del Señor dan a los sacerdotes el poder para juzgar y perdonar a los cristianos que han caído en pecado. ¿Es este verso correctamente interpretado por la Iglesia Católica? No. Como Warren Wiersbe dice, “Juan 20:23 jamás puede ser interpretado como que Jesús le dio a un grupo selecto de gente el poder de perdonar pecados y permitir que la gente entre en el cielo. No existe una élite espiritual para tratar con los pecados del mundo”. Estas son las razones:
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Sólo Dios puede perdonar pecados. El perdonar pecados es parte de la naturaleza o esencia de Dios, un atributo incomunicable, tan incomunicable como lo es su Deidad. Sólo Dios conoce el corazón y puede saber a ciencia cierta quién se arrepiente genuinamente.
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Ni aun Dios puede perdonar pecados arbitrariamente. El perdón de los pecados se da sólo por medio del sacrificio de Cristo en la cruz. Aun en el Antiguo Testamento la persona era perdonada como un adelanto (a crédito) por la futura obra de Jesús, su vida y su muerte. De ésto se deduce que para que una persona pueda ser perdonada por Dios, la persona debe “estar en Cristo” – haber nacido de nuevo – y ésto sólo lo puede saber Dios en última instancia. Por lo tanto, ningún hombre puede tener la autoridad para perdonar pecados, debido a su naturaleza finita y pecaminosa.
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El erudito del idioma griego, Julius Mantey, estableció ya hace algunos años la fuerte posibilidad de que el texto de Juan 20:23 haya sido alterado para justificar la absolución sacerdotal. La traducción del griego original debió rendirse en la última parte: “les han sido retenidos [los pecados]”, en lugar de ………. Mantey agrega que el texto indica que los apóstoles y el resto de los discípulos presentes (Lc. 24:46-48 – pasaje paralelo) deben tratar como perdonados sólo a los que han sido perdonados por Dios [1]. En otras palabras, no debemos andar por ahí llamando “hermano” a cualquiera.
Otros puntos que pueden ser de peso para demostrar que la interpretación católica es forzada:
a. A través del Antiguo Testamento vemos que tanto David (Sal 32:5), como Nehemías (Neh. 1:4-11), Daniel (Dn. 9:3-19) y Esdras (Esd. 9:3-19) confesaron su pecado directamente a Dios. No hubo un sacerdote, ni un ritual ni un sacramento de por medio. Sólo hubo hombres quebrantados confesando frente a su Creador. Cuando llegamos al Nuevo Testamento vemos que los cristianos también podemos venir directamente a Dios a confesar nuestros pecados (He. 4:16; 1 Jn. 1:9; 2:1,2). Los confesionarios son un desperdicio de madera.
b. Una preguntas interesantes para nuestros amigos católicos serían: ¿Cómo es posible que un cura juzgue a un individuo desconocido o anónimo (al que ni siquiera puede ver con claridad) basado en una conversación de unos pocos minutos? ¿Cómo puede un hombre discernir el corazón de otro hombre y medir la seriedad de su pecado, su grado de culpabiliad y la profundidad de su arrepentimiento, y luego asignar la reparación necesaria para satisfacer la justicia divina? ¿Quién es el único que puede perdonar perdonar pecados (Mr. 2:7)? [2]
c. Lo más aberrante de todo este sistema católico-romano es la negación total de la suficiencia del sacrificio de Cristo en la cruz. Según el Catecismo Católico, luego de ser perdonado el pecador debe cumplir con las penitencias que le impone el confesor. Actos de penitencia como rezos especiales, ayunos, auto-privación, dar dinero a los pobres, etc., son asignados al feligrés [Catecismo, 1460]. Algunos católicos participan en actos extremos como auto-flagelación, el uso de ropas que causan dolor, cadenas con púas, caminar de rodillas hacia una capilla o iglesia, y dormir en un piso de piedra. La Biblia, por el contrario, enseña que Cristo satisfizo completa y perfectamente la pena de todos nuestros pecados en la cruz (1 Jn. 2:2). La idea católica de la confesión y penitencia es equivalente a decir que la sangre de Cristo es insuficiente y que Dios requiere más de nosotros, lo que por ende convierte a la persona en su propio salvador, al menos en parte.
Terminamos mencionando otro aspecto lamentable del sacramento de la penitencia. ¿Cuál es la impresión del pecador una vez que confiesa un pecado serio y el sacerdote le dice que puede hacer expiación simplemente con unos pocos Ave Marías y Padre Nuestros? El pecador puede llegar a la conclusión que pecar contra Dios no es una ofensa grave. <>
Referencias:
- Evidence that the Perfect Tense in John 20:23 and Matthew 16:19 is mistranslated, Julius Mantey, Journal of the Evangelical Theological Society, Vol. 16, No. 3, Summer 1973, pp 129-138.
- James G. McCarthy, The Gospel According to Rome, pp 82-83.
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