La Inquisición Española parece ser el caballito de batalla favorito (junto con las Cruzadas) de los que forman las huestes hostiles al cristianismo. Como cristiano evangélico yo siempre podría sacudirme la increpación de mis hombros aduciendo que nuestra afiliación con el cristianismo comienza a partir del siglo 16 con la Reforma. Si bien la Inquisición Española se inició en el mismo siglo, fue la iglesia católica la que estuvo directamente relacionada con la persecución. Esta sería una forma rápida de esquivar el bulto, pero no muy honesta.
La fuente primaria en la preparación de este artículo es la colección de ensayos, The Inquisition, editado por Brenda Stalcup, y The Spanish Inquisition de Henry Kamen, obras invalorables que a su vez son utilizadas como base para el ensayo de J.P. Holding en http://www.tektonics.org/qt/spaninq.html.
Desde ya notifico al lector que intento neutralizar la acusación de los escépticos mostrando que existen circunstancias mitigantes que justificaron en parte las medidas tomadas por las autoridades eclesiásticas de la época. Anticipo, como no podía ser de otra manera, las reacciones virulentas y acusaciones de algunos evangélicos que me señalarán como simpatizante del catolicismo, o en el peor de los casos, de ser un católico infiltrado para destruir el evangelicalismo. Afortunadamente, mis estudios y artículos son testigos a mi favor que muestran más allá de toda duda que soy tan crítico del catolicismo como el mejor.
Vayamos ahora a la información.
¿Dónde ocurrió la Inquisición?
Contrario a la noción popular, España fue solamente uno de los lugares donde la Inquisición tomó lugar. En realidad, la institución inició sus actividades en Francia en el siglo 13 y eventualmente se propagó por toda Europa Occidental en una variedad de formas y con diferentes objetivos, para desvanecerse gradualmente luego de seis siglos, con períodos de intensa actividad intercalados con otros de poca o ninguna. Los últimos documentos históricos marcan el final en España en 1808. La versión española es la que nos ocupa hoy por ser la más utilizada en los ataques modernos contra el cristianismo, pero antes un poco de trasfondo.
¿Por qué una Inquisición?
No hace mucho un comercial de televisión mostraba varias celdas de un centro de detención donde los prisioneros eran huevos de gallina. De pronto las celdas se abrían automáticamente mientras se escuchaba una voz (supuestamente de un carcelero) diciendo, “Bad rap eh?” que flexiblemente significa “¿Acusado injustamente, no?” Acto seguido se ve una procesión de huevos caminando a ritmo bamboleante hacia la libertad. La idea detrás del comercial era que los huevos de gallina, luego de ser catalogados como perjudiciales para la salud por mucho tiempo, ahora, a la luz de nuevas investigaciones se halló que la conclusión previa fue errónea.
¿Podríamos estar ante un caso semejante en el tema de la Inquisición Española? Si bien los elementos de prueba que la historia provee no son suficientes para absolver totalmente las motivaciones ni a los arquitectos de la institución, yo creo que existieron razones directas y circunstanciales que explican la necesidad para la aplicación de las medidas que el clero tomó en ese momento histórico. La Inquisición fue un instrumento de sobrevivencia social.
Brenda Stalcup señala que en la Era del Oscurantismo, la Iglesia Católica (IC en adelante) “era la única institución estable que proveía liderazgo y orden”. Stalcup cita al historiador Bernard Hamilton para afirmar la noción de que la IC, “como la portadora de una tradición más civilizada en medio de un mundo barbárico, tuvo que involucrarse en actividades políticas y sociales que formaban parte de su misión esencial, pero que ella sola estaba en condiciones de ejercer”.
La información histórica revela que con excepción de unos pocos judíos y musulmanes, el resto de los pueblos en la Europa Occidental dependían de la IC para definir su propósito y su sobrevivencia. Cualquier acción que socavara la estructura social era una amenaza para el bienestar físico, mental y espiritual de la sociedad del “todo”. Henry Kamen es de la misma opinión y afirma que la IC llenó un rol que ninguna otra institución podía llenar.
Visto y considerando, entran los Cátaros al escenario francés. El Catarismo era una herejía que enseñaba el dualismo espiritual, o sea, la existencia de dos dioses, Satanás y Dios, ambos iguales en estatus y poder. El primero había creado el mundo físico, y por ende todo lo material era malo.
El segundo era un Dios de amor, el cual ellos adoraban, y siendo espíritu jamás se encarnaría. Como es obvio, Cristo no pudo ser Dios y la cruz pierde toda relevancia, y en efecto, los Cátaros repudiaron la cruz. También creían que Satanás creó al hombre y que Dios, en su misericordia, le dio un alma. Entre otras cosas, promovían la pobreza, el vegetarianismo y la abstinencia, y por supuesto, que la IC era un instrumento de Satanás, un punto que continúa siendo debatido hasta el presente.
Alguien podría objetar que en realidad estas creencias no constituían ningún peligro para la IC. ¿Por qué no dejar solos a los Cátaros? Después de todo, cada loco con su tema. Pero el problema era también que estos amigos se negaban a hacer votos de lealtad a las autoridades, una posición que tenía el potencial de socavar tanto los poderes eclesiásticos como los seculares.
A nuestros amigos evangélicos que puedan pensar que la IC no representaba el verdadero cristianismo en esa época, les recordamos que eso no es cierto. A pesar de las muchas desviaciones de la IC en ese momento, y contrariamente a lo que algunos protestantes piensan, no existió ninguna iglesia independiente, no denominacional, auténticamente bíblica, en alguna esquina (o cueva) durante la Edad Media.
Algunos han tratado de superar este argumento razonando que mientras que haya habido unos pocos individuos que permanecieron bíblicamente ortodoxos, aparte de la iglesia institucional u organizada, entonces esos individuos selectos constituyeron la Iglesia auténtica de Dios (un remanente) — por lo tanto la Iglesia nunca fue vencida. Si bien este tipo de pensamiento tiene un elemento de verdad, no es enteramente correcto. Es cierto que la Iglesia tiene una dimensión invisible y una local, pero también tiene una dimensión visible y organizacional (Jn. 17:21).
Mientras que la Iglesia es primariamente una comunidad de creyentes, también funciona como una institución por medio de la cual los creyentes son ministrados en la Palabra y las ordenanzas (bauti
smo y santa cena). La Escritura no da lugar para una distinción marcada entre las dimensión espiritual y la organizacional de la iglesia, como algunos quieren enseñar.
Aclaradas estas cosas, podemos ahora sí, darnos cuenta del peligro que los Cátaros representaban en ese momento. Sus ideas y sus acciones no eran equivalente a una mera protesta cívica, sino a las de un grupo terrorista detonando bombas en las instalaciones del Congreso o la Casa Presidencial. Los que objetan a las medidas tomadas por la IC no comprenden lo que estaba en juego, por ello también critican las acciones permitidas por Dios en el Antiguo Testamento. En ambos casos se trataba de sociedades en estado prácticamente embrionario y cuya fragilidad requería ua defensa radical en caso de amenaza.
En general, el pagano moderno y el evangélico también, no tiene la menor percepción de que tan seria era la amenaza proveniente de filas cátaras para el orden social y la cadena de sobrevivencia, y aun para la relativa seguridad de la salvación existente en la época. La sociedad de hoy, al menos en los países democráticos, se puede dar el lujo de tolerar manifestaciones de disentimiento. Ellas no tienen el potencial de derribar los cimientos de la sociedad, pero no fue así en la Edad Media. A medida que la sociedad europea fue madurando, la amenaza de los grupos heréticos fue disipándose y naturalmente el proceso de la Inquisición se fue desdibujando hasta desaparecer por completo.
Volviendo a los Cátaros, una vez que desaparecieron la Inquisición se extendió a otros países y encontró nuevos objetivos. En España fue detrás de judíos y musulmanes que reclamaban ser convertidos al cristianismo, pero que secretamente profesaban no haberlo hecho. Los judíos fueron en muchos casos denunciados por otros judíos, no por motivos religiosos sino sociales. En Alemania los perseguidos fueron los Valdenses y un grupo de panteístas.
Y comienza la Inquisición
El Papa Inocencio III trató primero de actuar moderadamente, enviando en 1198 monjes Cistercianos a la región de Francia donde el Catarismo estaba tomando fuerza. La misión era predicar al pueblo de la zona e identificar a los líderes del movimiento. Parte del proceso, obviamente, era ser inquisitivo (indagar cuidadosamente), de ahí deriva el sustantivo “Inquisición”.
Este proceso de investigación no fue fácil ya que el campesino promedio no practicaba la abstención ni hacía votos de pobreza, ni se conformaba con vegetales nada más, y además continuaba asistiendo a los cultos de la Iglesia Católica. Por ello era difícil distinguir a los simpatizantes del movimiento. Quiere decir que el Catarismo era más insidioso de lo que aparentaba, por lo cual puso a las autoridades religiosas en una encrucijada ya que ellas se consideraban responsables por el bien espiritual de su rebaño, del cual tendrían que responder ante Dios un día.
Algo importante: fueron los Cátaros los que dieron el primer golpe mortal en 1208 cuando un noble local asesinó a uno de los representantes del Papa Inocencio. Este acto injustificado catapultó la Cruzada Albigense con la consecuente desvastación de la tierra de los Cátaros por los siguientes 20 años. La ciudadanía común protegió o ayudó a escapar a los líderes Cátaros mientras que la Cruzada degeneró en una batalla política que Inocencio no pudo controlar.
Este caos hizo que Roma desarrollara una nueva táctica – “La Inquisición” oficial establecida en 1215. Un acto similar volcó las simpatías del pueblo español hacia la Inquisición en España cuando ciertos judíos “cristianizados” dieron muerte a uno de los inquisidores en una catedral. Este hecho desencadenó una reacción similar a la reacción contra los musulmanes luego del derribamiento de las Torres del Comercio en Nueva York.
El proceso
El método era simple. Los cristianos deberían de encontrar a los herejes y entregarlos a un tribunal eclesiástico especial para juicio. Aquellos que eran encontrados culpable eran excomulgados y luego entregados a las autoridades seculares para recibir el castigo correspondiente, el cual consistía usualmente en exilio y confiscación de propiedades. Por favor, nótese que no se condenaba a la persona a ser ejecutado, sino que el castigo lo excluía o separaba del orden social que ellos estaban amenazando (en España, en particular, la ejecución por fuego pasó a ser la pena normal para los que no se arrepentían).
Por los siguientes 25 años la Inquisición siguió su curso y el típico proceso (el cual fue seguido en España luego) era el siguiente;
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Uno o más inquisidores llegaban a un pueblo o villa y predicaban contra la herejía.
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Se decretaba un período de gracia de 7 a 30 días para que lo herejes abjuraran y recibieran una sentencia ligera. Se ordenaba a los ciudadanos a que denunciaran a los herejes. Rehusar obedecer resultaba en excomulgación – reitero, aislamiento del orden social – un castigo apropiado para aquellos que socavaran el orden social del cual dependían sus vidas.
Como era de esperarse, algunos abusaban el sistema y reportaban a vecinos indeseables sólo para deshacerse de ellos. Kamen anota en su libro ejemplos de testigos que usaron la Inquisición para resolver viejas enemistades. El inquisidor no utilizaba los salvaguardas propios del sistema legal moderno, y aceptaba los testimonios sin mayores objeciones – una forma de proceder que haría palidecer a los juristas modernos.
Cabe esclarecer que esa era la norma para la jurisprudencia, aun en la esfera secular, en esa época. Y créase o no, aun lo es hoy en día en ciertas naciones. Como nota al margen, digamos que los mismos que critican la Inquisición, no dicen absolutamente nada cuando el mismo procedimiento judicial es usado en el mundo del islam hoy en día. Es obvio que existe un doble estándar de parte de ellos.
Kamen escribe acerca de la version española: “Judicialmente la Inquisición no era mejor ni peor que los tribunales seculares, pero se perjudicó a sí misma en el departamento de relaciones públicas al no hacer conocidos sus métodos”. El miedo cundió hasta el punto de que la gente temía hasta de sus vecinos debido a que se comenzaron a reportar toda clase de cosas como crímenes, ej., no saberse el credo y comer carne en la cuaresma se interpretaban como señal de judaísmo (España, 1492). En 1560, comer carne en la cuaresma se interpretó como señal de luteranismo y hasta se acusaba a la gente de haber hecho eso 30 o 40 años antes.
¿Corres
ponde culpar a Dios, la religión o el cristianismo en estos casos? Veamos:
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Los inquisidores usaron el sistema judicial vigente para procesar las causas. El modus operandi del sistema legal en la antigüedad desde los tiempos de Roma era el mismo. Los métodos para obtener una confesión incluían intensos interrogatorios, y en los casos extremos, retiro de alimentos y tortura. Ese era el método empleado por las cortes seculares en el siglo 12. Sumado a esto, la IC creía firmemente que el destino eterno del alma era mucho más importante que el cuerpo. Para los inquisidores, unos momentos o días de sufrimiento eran el necesario precio a pagar para evitar el tormento eterno. El escéptico podrá decir que estoy especulando, pero en el papel esto es corroborable con los documentos de la IC. Aun el evangélico que a estas alturas ya me debe haber declarado anatema, no puede refutar este razonamiento porque él mismo enseña que Dios permite el sufrimiento para que el pecador busque la salvación y escape lo sufrimientos de la eternidad.
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Una vez que se alcanzaba una confesión, la sentencia variaba desde el ayuno y oración hasta un período de encarcelamiento. En los casos de aquellos que habían cometido asesinatos se les daba cadena perpetua. Las ejecuciones eran reservadas para los no arrepentidos o heréticos consuetudinarios. La herejía era considerada como una forma de felonía o traición contra la seguridad eterna, una enfermedad que debía ser erradicada. La herejía y los herejes atentaban contra las bases mismas de la sociedad. Durante el surgimiento del cristianismo en el imperio romano, el gobierno consideró nuestra fe como una amenaza subversiva que fomentaba la deslealtad contra los dioses romanos. Eran estos dioses romanos los que, según los poderes de turno, conservaban la cohesión de las estructuras de la sociedad y el orden en el imperio. No estamos frente a un tema que es exclusivamente cristiano, sino a un patrón de sobrevivencia social aplicado por las sociedades a los efectos de preservarse a sí mismas. Estas sociedades antiguas no habían llegado al nivel de desarrollo de las actuales sociedades del mundo occidental moderno, donde el disentimiento y la controversia no son vistos como una amenaza que puede derribar el sistema.
¿Y la tortura?
Por supuesto que la tortura es la peor ignominia que pende sobre el recuerdo de la Inquisición. Fue aquí donde la naturaleza humana asestó su mejor golpe y causó toda clase de problemas. Los interrogadores (o torturadores) podían, por ley, usar tormento físico solamente una vez por cada prisionero, pero como era predecible se las arreglaron para “suspender” las sesiones y continuarlas al siguiente día.
Conviene recordar aquí que comparada con los métodos del aparato penal secular del momento – que incluían quemar al reo por falsificación y ejecución por robo, ser destripados o hervidos hasta la muerte – la Inquisición realmente no fue una página de horror en la historia. Lamentablemente, una de sus prácticas más terribles fue que ante las denuncias post mortem procedió a exhumar cadáveres e incinerarlos públicamente, para luego confiscar sus propiedades y dejar a sus familias totalmente en la indigencia (aunque no fueran herejes).
La situación en las prisiones era terrible. Como en toda cárcel de la antigüedad, las celdas era pequeñas y superpobladas de tal modo que los prisioneros no podían ni recostarse ni pararse. Corresponde señalar que en España, al menos, las condiciones eran mejor que en las prisiones seculares, al punto que un fraile en prisión por un delito común, muchas veces recurría a hacer una declaración hereje para que lo transfirieran a una cárcel de la Inquisición.
Por otra parte, los registros históricos revelan muchos ejemplos de oficiales de la iglesia siendo indulgentes. Desafortunadamente, en ocasiones las turbas tomaron ventaja de las leves penas impuestas por los tribunales de la Inquisición, procediendo a tomar por la fuerza las cárceles y ejecutando prisioneros por su cuenta.
Sin la intención de minimizar las atrocidades de la Inquisición, pero tratando de ser objetivo, digamos que en un período de cuatro siglos, las ejecuciones en España no pasaron de dos mil. Este es un número muy inferior al reportado usualmente en páginas y libros seculares extremistas.
Finalmente, es de orden puntualizar que:
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La Inquisición llegó a España no por iniciativa de la Iglesia, sino por pedido especial del rey y la reina.
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Aunque reiterativo, las condiciones de vida en las prisiones españolas eran superiores a las del resto de Europa, y aun las prisiones de la Inquisición superaban a las seculares.
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En muchos casos, las cadenas perpetuas eran reducidas a 10 años y el prisionero podía pagar su sentencia con arresto domiciliario, o viviendo y trabajando en monasterios u hospitales.
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De acuerdo con Kamen, en la mayor parte de España no existía el menor temor por los tribunales de la Inquisición. Esta imagen es muy distinta a la que pintan los escépticos, quienes hablan de toda España temblando. Kamen presenta documentación fehaciente de un sacerdote en Urgel, España, diciendo que él “no reconocía la Inquisición y que no daba un rábano por ella”. Kamen nota que la Inquisición no pudo hacer nada contra el sacerdote, ni pudo ejercer ninguna autoridad sobre su diócesis.
Conclusión
No es correcto acusar al cristianismo por la Inquisición. El verdadero culpable es la naturaleza humana. Sin embargo, el aparato propagandístico anti-cristiano ha tenido un éxito total en ganar las mentes del público y aun los mismos cristianos evangélicos, quienes no hemos sido capaces de separar verdad de ficción.
A aquellos que puedan culparme de defender lo indefendible (así va por lo general el argumento) o ser un infiltrado jesuita en filas evangélicas, les quiero recorder, una vez más, que las acciones de la Iglesia Católica en la era medieval, con todos sus errores y sus carencias, representaron, a nuestro pesar, al cristianismo. No existía en aquella época una iglesia “verdadera” subterránea o clandestina que se reunía en las cuevas y los montes ocultándose de la “Gran Babilonia”. La Iglesia Católica Medieval era la Iglesia. De lo contrario las puertas del Hades hubieran prevalecido contra ella. Desde la Reforma hasta hoy, otro gallo es el que canta. <>
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