El Significado del Bautismo
“Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.” (Gálatas 3:27).
En la epístola del apóstol Pablo a los Romanos 6:3-6, tenemos una porción de gran trascendencia teológica. Se refiere al bautismo, acto eclesiástico ordenado por el Señor Jesucristo, una vez que el candidato expresa públicamente su fe ante la iglesia y el mundo. Aunque el apóstol escribe por el año 58 d.C. a todos los creyentes que están en Roma, es lo mismo como si se dirigiera a todos los creyentes de todo el orbe en el presente siglo, puesto que la Biblia es la Palabra de Dios al genero humano. Tengamos siempre presente que todo cuanto encierra la Biblia – su revelación, sus doctrinas, sus lecciones – es para el conocimiento de la salvación que nos da Cristo. ¡Cuán inmenso es el amor de Dios!
Sobre la grandeza de este amor divino, nos cuenta Clarence M. Ball de Oklahoma: “Hace algunos años que al realizar un vuelo, el avión ascendió por encima de las nubes, y, quedé fascinado al contemplar un arco iris. Desde el lugar donde estábamos veíase un círculo completo. Estando en la superficie solamente se consigue admirar una parte del mismo. El piloto me llamó la atención a una sombra que se destacaba en el centro del arco iris, y me explicó que era la sombra de nuestro avión. El arco iris, con sus vivos colores, bien puede representar el amor de Dios como círculo que abarca a todas sus criaturas – cobrizos, morenos, amarillos, negros y blancos. Todos son de alto valor ante su vista. Cada uno ocupa precisamente el centro de ese círculo, que es el amor maravilloso de Dios, ya que su amor divino circunda a todos, donde quiera que se encuentren. El arco iris del amor de Dios nos anuncia que Él jamás abandonará a los que son suyos. No es posible quedar fuera del circulo de su amor y protección.”
¡Dios entregó a su Hijo por amor a nosotros! Cristo Jesús murió, fue sepultado y resucitó. Reconociendo a tanto amor, el candidato al bautismo será obediente a las ordenanzas divinas. El Señor Jesús dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:18-20).
Lo observado es:
- Creer de corazón al evangelio enseñado.
- Bautizar a aquellos que reciben este evangelio; y
- Enseñar a los creyentes que sigan cumpliendo tales enseñanzas.
La práctica del bautismo en la iglesia primitiva, según el Nuevo Testamento, vemos que tenía lugar sobre aquellos que hacían profesión de fe cristiana, sobre los que se arrepentían de sus pecados y vivían una nueva vida en Cristo. Ello representa que los tales son admitidos como miembros visibles de la gran comunidad cristiana, por estar revestidos de Cristo por la fe.
El bautismo representa que el creyente (no al niño recién nacido que no puede creer, que no sabe lo que es tener fe) al introducirse en el agua y sumergirse en ella, es sepultado juntamente con Cristo, es decir, unido a su muerte expiatoria; así como al levantarse del agua y salir de ella, es resucitar con Él por la gloria del Padre, manifestando públicamente su nueva vida, su nueva creación espiritual. Simboliza que ha resucitado gloriosamente a una nueva naturaleza en Jesús.
En la obra salvadora son inseparables la pasión y la resurrección de Jesús. Si aquella muerte sobre el Gólgota no hubiera sido seguida de la gloriosa resurrección, hubiera carecido de toda eficacia nuestra salvación. Pero la realidad fue muy distinta. Recordemos las palabras del apóstol Pablo: “Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.” “Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.” “MAS AHORA CRISTO HA RESUCITADO DE LOS MUERTOS; PRIMICIAS DE LOS QUE DURMIERON ES HECHO” (1 Corintios 15:14, 17, 20). Por lo tanto, el bautismo representa la sepultura de Cristo, y el candidato creyente, al bautizarse, se identifica con Cristo; muere con Él, es sepultado con Él y resucita a una vida nueva con Él. Si Él no hubiera resucitado, no podríamos realizar los bautismos de los creyentes en Cristo. El bautismo, pues, simboliza la muerte del hombre viejo y la emergencia del “hombre nuevo”, de la nueva criatura en Cristo.
Tengamos en muy alto concepto esta santa formalidad establecida por el Señor Jesús, y por su glorioso significado, admirativamente, exclamamos todos: ¡Gloria a Dios por la manifestación de su inmensa amor y su poder salvador!
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