Un punto de vista sobre la España Católica
“España cada vez se está volviendo más laica y el postmodernismo define un cambio en la forma de pensar de una buena parte de los españoles. Acabamos de terminar la Semana Santa (2010), llena de procesiones y demostraciones de pasión por las imágenes que sacan a procesionar a la calle. La llamada “España profunda” se ve en esos hombres y mujeres que lloran al paso de la imagen de su Cristo preferido o su Virgen favorita. Esos son los verdaderos católicos, podríamos decir. Pero detrás de todo eso, hay miles y miles de personas que asisten a esas procesiones como a una fiesta tradicional, folclórica, transmitida de padres a hijos, o simplemente curiosos, turistas, etc.”
“Podríamos hacer una encuesta seria entre ellos y comprobar que el 90% no es practicante, o sea, no va a los actos religiosos con asiduidad, ni siquiera cree en todo lo que ve y un 99% no cree en obedecer la Biblia y mucho menos creer que haya que respetarla como a la Palabra de Dios. Esa mayoría puede bautizar a sus hijos al nacer, puede pagarles la celebración de su primera comunión e incluso puede que al ser mayores, algunos de ellos se casen por la Iglesia Católica, pero siempre lo harán como algo cultural heredado, una tradición típica, algo que “siempre se ha hecho”, pero la gran mayoría no hacen y celebran esos ritos católicos como algo en lo que crean ni que sigan devotamente. Incluso el funeral que se celebra en los entierros para “rezar” por el alma del difunto, es un acto social para congregar a los familiares y conocidos del difunto, y como una manera de transmitir la muerte de este para “invitar” a aquel que no haya podido presentar sus condolencias durante el acto del entierro, al que también asiste un cura aunque la persona enterrada haya confesado una y otra vez que él no cree en ningún Dios. “
“Ese es el panorama de las personas a las que hay que presentar el Evangelio. Por eso, uno de los métodos más efectivos para hacerlo es el del testimonio personal, diario, allí donde el Señor nos ponga: nuestros hogares, nuestros trabajos, etc. Yo por ejemplo, tengo una compañera de trabajo que me ha confesado claramente que no cree en Dios ni quiere saber nada de religión. Lo primero que hizo cuando le entregué un folleto fue devolvérmelo alegando que había leído algo sobre Dios en él. Sin embargo, cuando se enfrentó a un grave problema familiar, aproveché para decirle que oraría por ella y simplemente me contestó: gracias. Pero creo que es muy importante ver que nosotros tenemos una esperanza, un consuelo, una firmeza que ellos no tienen cuando llegan los problemas y esa es una puerta para llegar a estos corazones endurecidos.”
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