Una esperanza viva
1ª Pedro 1:4
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1Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia,
2elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.
3Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,
4para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros,
Al entrar en el tema de este año hay dos cosas que deberíamos considerar primero “el valor o lo valioso de algo” tiene que ver con su precio.
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Cuanto más caro es un articulo… más valioso es, los cuadros más caros no pueden estar expuestos al público sin unas grandes medidas de seguridad, tanto es así que hay coleccionistas de los más bellos cuadros, que los compran en secreto y los guardan en cámaras acorazadas sin que nadie lo sepa y sólo ellos y unos poco allegados puedan disfrutar de su belleza.
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El valor de algo hace que no sólo sea deseable y que nos atraiga, sino que sea una delicia poseerlo, están dispuestos a cualquier cosa por conservarlo.
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Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia,
En su comunicación Pedro usa la estructura común de la correspondencia en el mundo antiguo. A diferencia de las cartas modernas, era la costumbre poner primeramente el nombre del autor, luego el nombre del destinatario, y después un saludo.
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2elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.
La carta va dirigida a los a los expatriados de la dispersión. En Deuteronomio 4.37 y 7.6-8 vemos que la elección de Israel era la base de su salida de Egipto y de su peregrinación en el desierto. La idea de Pedro es igual: La elección es la causa de su posición social de extranjeros transeúntes. Dios los escogió para ser los «expatriados de la dispersión».
La existencia cristiana como «los expatriados elegidos de la dispersión tiene su fundamento en la acción de Dios, «según la presciencia de Dios Padre»
Presciencia no es simplemente un proceso mental sino es una decisión soberana de Dios. La presciencia de Dios es un acto de la voluntad de Dios que lleva a su elección como expatriados.
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En relación con su situación, los lectores pueden estar confiados de que el rechazo humano no indica que Dios, su Padre (1.17; 1.3,23) les rechace. El plan de Dios para ellos es firme.
Pedro les recuerda a sus lectores que el Espíritu los ha purificado. La santificación, que denota la separación del pecado y la dedicación a Dios, comenzó en su conversión (como Pablo) pero también es un proceso continuo. En el transcurrir de la vida el cristiano debe andar como el anduvo.
En la siguiente frase Pedro explica el propósito de Dios para estos «expatriados escogidos»: para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo.
Pedro alude al establecimiento de la antigua alianza descrita en Éxodo 24.1-8. Después que Israel salió de Egipto, llegó al Monte Sinaí y ahí entró en pacto con Jehová. Moisés esparció la sangre de los sacrificios sobre el altar (v. 6) y luego le leyó al pueblo el libro del pacto. Israel prometió obedecer la ley (v. 7), y «Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas» (v. 8). Este texto era importante a la iglesia primitiva en su explicación del significado del nuevo pacto
Pedro, con base en el mismo pasaje, les recuerda a sus lectores que entraron al nuevo pacto con Dios por medio de su compromiso de obediencia en su conversión. Y por la sangre de Cristo que ratifica el pacto y sella a los cristianos en su relación con Dios.
La muerte de Cristo, simbolizada en su sangre, les dio también el perdón de sus pecados y así abolió la barrera que prohibía una relación entre Dios y quienes habían vivido en pecado bajo la sombra del juicio divino (4.3-5). Ahora, en el nuevo pacto, podían acercarse a Dios confiadamente.
Desde el principio de esta epístola Pedro intenta recordarles a los cristianos que han hecho un pacto inquebrantable e inalterable con Dios por medio de la muerte de Cristo y su compromiso de obediencia.
3Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,
“…Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo…”
Pedro comienza esta carta alabando a Dios – el único y verdadero Dios, quien merece nuestra alabanza y adoración. “Dios aquí es adorado por ser el Autor de un acto de misericordia en Cristo, por medio del cual se nos concede una esperanza firme de poseer una herencia celestial.
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La palabra, “Bendito” (‘eulogetos’), es la que se usa regularmente para exaltar a Dios, y darle gracias. Era una forma judía de orar. El término significa, literalmen
te, ‘hablar bien de de Dios.
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“…que según su grande misericordia…”
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Pedro va a recordar la salvación que los creyentes tienen en Cristo. Pero antes de hacerlo, y antes de alegrarles con el recuerdo de todas las bendiciones espirituales que tienen en Cristo, el apóstol quiere enfatizar que todo es por pura gracia – por la gran misericordia de Dios. ¡No merecen nada de lo que han recibido! Porque antes de conocer al Señor, sus vidas estaban de espaldas a Dios.
La palabra, “misericordia”, apunta al hecho que el nuevo nacimiento, y todo lo que fluye de ello, no lo recibimos como recompensa de algunas buenas obras que hayamos hecho, sino que se debe al favor de Dios; Su bondad para con nosotros pues Dios “es rico en misericordia”.
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“…nos hizo renacer…”
El verbo “renacer” está en presente, que confirma que el nuevo nacimiento es un evento que ocurre en un momento dado, cuando Dios obra en la vida de una persona, generando una nueva naturaleza por el Espíritu Santo.
Al haber nacido de nuevo, el creyente tiene una nueva naturaleza, que viene a ser “la naturaleza divina” (2ª Pedro 1:4). La nueva naturaleza es necesaria, porque la ‘vieja naturaleza no podía tener comunión con Dios por el pecado.
El concepto de ‘renacimiento’ es importante para lo que Pedro va a decir, en el v.4, acerca de la “herencia” del creyente. Una herencia que se basa en ser hijos de Dios, y por ello Sus herederos (y coherederos con Cristo).
“…para una esperanza viva…”
Todo el mundo anhela tener alguna ‘esperanza’. Sin embargo, como Pablo afirma, en Efe.2:12, antes de conocer al Señor, todo ser humano vive “sin esperanza”. Toda esperanza humana, que no toma en cuenta a Dios y a la revelación bíblica, es vana, inservible. Una de las primeras cosas que la persona experimenta, al nacer de nuevo, es la esperanza que Dios le concede (ver Efe.1:18). Esta esperanza tiene que ver con la resurrección y la vida eterna.
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Los creyentes a quienes Pedro escribe estaban pasando por momento difíciles; les hacía falta tener esperanza para poder afrontar las pruebas, presiones y persecuciones que les azotaban. Por eso Pedro comienza esta carta hablando de la tremenda esperanza que el creyente tiene, aún viviendo como extranjero y peregrino en este mundo.
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La esperanza del creyente es “viva”. No es algo frío, inerte o carente de poder; no es una mera ilusión, una utopía, o un deseo incierto de tener algo. Más bien, es algo fuerte y vital; algo fundamental para el bienestar del creyente en esta vida, en medio de todas las luchas que padece. Esta esperanza vitaliza y fortalece la vida del creyente.
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“…por la resurrección de Jesucristo de los muertos”
Pedro relaciona el nacimiento nuevo con la resurrección de Cristo. El mismo poder que le resucitó, está obrando en el creyente. Cristo resucitó de la muerte física; el creyente ha resucitado de una muerte espiritual.
La experiencia es la misma del apóstol Pedro (y los demás apóstoles), quienes experimentaron el nuevo nacimiento, como resultado de la resurrección de Cristo.
Cuando comenzaron a seguir a Cristo, su esperanza estaba en que Cristo era el Mesías, quien iba a restaurar la nación de Israel a su verdadera gloria, como ‘cabeza’ de las naciones. Esta esperanza murió, cuando Cristo fue crucificado. Pero renació una esperanza eterna, con la resurrección de Cristo y fue comprendida con la venida del Espíritu Santo de la promesa.
4para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros,
“…para una herencia…”
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La palabra “herencia” apunta al hecho de que las cosas que vamos a recibir de Dios, en la eternidad, la vamos a recibir de gracia, y no como el pago por algunas buenas obras que hayamos hecho (ver Rom. 4:4).
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Es muy apropiado hablar de esta herencia, al comienzo de la carta. La gran mayoría de los creyentes a los cuales Pedro se dirige, eran personas sencillas, esclavos y pobres. Les habrá animado mucho escuchar acerca de la herencia que tenían en Cristo, antes de ser desafiados a soportar las pruebas (v.6), y luchar por vivir en santidad (v.14-15).
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“…incorruptible, incontaminada e inmarcesible…”
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Vale la pena estudiar cada palabra que Pedro usa:
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“incorruptible” La palabra indica algo que no tiene ninguna causa de decaimiento o debilitamiento; que no sufre cambios (negativos).
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Muchas herencias (fortunas) se desvalorizan y hasta desaparecen, antes que el heredero pueda comenzar a gozarlas. ¡Eso no pasará con esta herencia divina!
Las cosas que este mundo valora, tienden a deshacerse con el tiempo (1ª Cor. 9:25); son pasajeras. La herencia que Dios tiene para Sus hijos no tiene esta característica: es eterna.
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“incontaminada”. Significa algo que no puede ser ensuciado o contaminado.
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“inmarcesible”. Algo que no puede marchitarse. Esta palabra indica que Pedro está comparando la herencia con una flor. Al no marchitarse, la herencia siempre está en perfectas condiciones – hermosa, brillante, y llena de perfume- como una nueva flor.
Muchas veces Satanás nos tienta con cosas terrenales; cosas, que a nuestros ojos son tan hermosas y deseables. En esos momentos es importante recordar este versículo, y tomar en cuenta que todo lo hermoso de este mundo está destinado a marchitarse.
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“…reservada en los cielos para vosotros”
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El verbo (‘tereo’) significa ‘guardar’. En algunos contextos, esta palabra se usa en el sentido de ‘vigilar’ (Mat 27:36, 54; 28:4); en otros, se usa en el sentido de ‘reservar’ para usar posteriormente (Juan 2:10; 12:7).
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Para el pueblo de Israel, la herencia era algo terrenal y material. Para el creyente, la ‘herencia’ es algo celestial. Como dijo el Señor Jesús, la ventaja de tener nuestra ‘herencia’ en el cielo, es que allí no entran ladrones a robar, ni polillas a descomponer; nuestra ‘herencia’ está totalmente segura (ver Mat 6:19-20, y Lucas 12:33).
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¿En qué consiste esta herencia? En parte, es Dios mismo y gozar una comunión íntima con Él (Sal 16:5). También consiste en las recompensas celestiales, en ser hechos semejantes a Cristo (1ª Juan 3:2).
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Si la herencia del creyente está “en los cielos”, entonces tiene el deber de poner su mirada en cosas celestiales y no en las cosas de la tierra (ver Col 3:1-3).
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En 1ª Cor. 9:25, Pablo comenta que la gente de este mundo hace mucho esfuerzo, y se sacrifica tremendamente por ganar una corona que pronto se marchitará. Cuánto más el creyente debe estar dispuesto a luchar y a sacrificarse por obtener aquella herencia que nunca se marchitará. Esta era una palabra muy apropiada para las personas a quienes Pedro estaba escribiendo.
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El creyente experimenta muchas luchas en este mundo. Se tiene que privar de muchas cosas…y el ‘mundo’ no lo entiende; piensa que está loco. Pero en realidad, el creyente goza tremendos privilegios. Pedro comienza esta carta dando gracias a Dios por estos privilegios, y lo hace para recordar a los creyentes estas cosas, para animarles.
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1. Han Gozado la Misericordia de Dios (v.3a)
2. Han Gozado un Nuevo Nacimiento (v.3b)
3. Gozan de una Esperanza Viva (v.3b)
4. Goza de una Tremenda Herencia eterna
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Usado con permiso de Esther Rodríguez; 2010
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