El Jesucristo preexistente en Isaías 6
1 En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo.
2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban.
3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos, toda la tierra está llena de su gloria.
4 Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.
5 Entonces dije: !!Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
Isaías 6:1-5
El tema de las teofanías en el Antiguo Testamento continúa siendo un gran dolor de cabeza para los enemigos de la Trinidad. Para algunos, como los unitarios socinianos y los pentecostales unicitarios, el hecho de que Dios haya aparecido en forma humana a algunos personajes del AT constituye un serio problema, sobre todo a la luz de Juan 1:18, donde dice que al Padre jamás nadie le ha visto. El verso es contundente y no hay forma de escaparse de su gramática. Si al Padre nunca nadie le ha visto, es obvio que el personaje que aparece en el AT es la Segunda Persona de la Trinidad, Jesucristo. Como la teología de estos sectarios enseña que Jesucristo no fue preexistente, sino que comenzó a existir en cierto punto de la historia, es obvio que se ven forzados a retorcer los pasajes relacionados con las teofanías para evitar el colapso de su teología.
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Usualmente tratan de confundir al lector redefiniendo lo que es una teofanía. Por ello es importante tener en claro que una teofanía es una aparición corporal de Dios en forma humana. No es una visión ni un sueño. La palabra hebrea ra’ ah significa que estas apariciones fueron manifestaciones literales de Dios en cierta clase de forma física que pudo ser vista y oída por el hombre. No se trató de visiones de la mente sino de apariciones físicas detectadas por los ojos (Gn. 18:2). La palabra ra’ ah es la palabra hebrea común para describir lo que es visible a los ojos del hombre y en la conjugación hebrea niphal significa “aparecerse, presentarse, hacerse visible, ser visto”. Es obvio que este tipo de apariciones fueron percibidas con los sentidos del hombre natural. como la vista, el oído y el tacto. Por información detallada, ver: “Las Teofanías – Jesucristo en el AT”, http://iberoag.org/2009/02/12/las-teofanias-jesucristo-en-el-antiguo-testamento/
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Navegando la red nos hemos encontrado con un artículo en la página unitaria de Mario Olsese (¿dónde más?), titulado “El Error Apreciativo de Pablo Santomauro en Isaías 6:1-3: http://apologista.wordpress.com/2010/03/24/el-error-apreciativo-de-pablo-santomauro-en-is-61-3/. El trabajo es un claro ejemplo de cómo enturbiar las aguas para mostrar que lo que Isaías vio no fue una aparición de Jesucristo en forma humana, a pesar de que Juan escribió en el NT que Isaías vio la gloria de Jesús en Isaías 6.
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Pasemos por alto el hecho de que el artículo abunda en ataques personales contra mí y analicemos el pasaje de Isaías objetivamente. Notemos que Isaías no dice: “Mi mente o espíritu han visto a Jehová”, como si la escena fuera solamente una visión interna en su cabeza. Isaías explícitamente dice: “…han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”. Es más, el v. 1 dice claramente “vi yo al Señor”. Esto indica que no estamos frente a una visión o un sueño, el texto es claro en cuanto a que el profeta vio con sus propios ojos. Reitero, ésta no fue una vision interna en su mente, sino una escena real, externa y física. Isaías vio una manifestación externa y física (tangible) de Jehová. Es obvio que fueron sus ojos los que presenciaron esta teofanía. Esta verdad es reafirmada por el hecho de que Isaías temió por su vida, no solamente pore star conciente de su propia pecaminosidad, sino también porque vio a Jehová de los ejércitos (v.5).
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El autor del artículo en la página de Olcese tiene el descaro de crear una nueva categoría de teofanía a la cual llama “teofanía antropomórfica”, como si hubiera otro tipo de teofanías. En realidad mete en la misma bolsa a las visiones, sueños y trances que algunos profetas tuvieron. El autor compara la aparición de Cristo en Isaías 6 con la visión de Daniel en Daniel 7, a la cual llama erróneamente una “teofanía”. Desafortunadamente para él, el texto no deja dudas de que lo que Daniel describe es una visión interna (Is. 7:1-2,7,13,15).
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Sin duda, el artículo da para ser refutado extensivamente, pero no lo haremos porque el planteo es tan simple y tan erróneo, que deja en evidencia la desesperación del autor por atenuar el impacto aniquilador de las teofanías sobre la posición unitario-sociniana que niega la preexistencia de Cristo. <>
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