Madame Guyón y su herejía centenaria
Son muchas las páginas de internet que en el presente siguen promocionando los escritos de Madame Guyón (Jeanne Marie Bouvier de la Motte Guyon), una mística francesa del siglo 17 adherente de la disciplina Quietista. Esta escuela enseñaba que para obtener la perfección, el hombre debía permanecer pasivo. Debía abandonarse a Dios al punto de ni siquiera preocuparse por su salvación. Este estado podía obtenerse por medio de la oración. El Quietismo enfatizaba la limpieza de la vida interior e incluía en el paquete la creencia de que uno podía ver a Cristo en forma visible. En los tiempos anteriores a Guyón, durante la Edad Media, este concepto se manifestó en lo que se conoce como “misticismo nupcial erótico”, y algunas visionarias creían que estaban casadas con Jesús. Madame Guyón y los Quietistas fueron aun más lejos y practicaron un misticismo esencial, la creencia de que el ser del visionario se unía con el ser de Dios para formar uno. Esta idea persiste hoy en la Nueva Era y algunas religiones mundiales.
Algunos cristianos en el sector evangélico parecen haberse enamorado de la práctica de la oración contemplativa. Se entiende, por lo tanto, que recomienden el material de Madame Guyón. La contradicción consiste en que las enseñanzas de Guyón están plagadas de conceptos de religiones paganas, mientras que muchos evangélicos modernos critican las prácticas de las iglesias evangélicas con el pretexto de que tienen su origen en las religiones paganas.
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Para probar el punto tomemos la siguiente cita de Madame Guyón:
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“Me apresuro a decir que la clase de oración de la que hablo no es una oración que proviene de la mente. Es una oración que comienza en el corazón … Oración ofrecida al Señor desde la mente no sería adecuada. ¿Por qué? Porque su mente es muy limitada. La mente puede poner atención sólo una cosa a la vez. La oración que sale del corazón no es interrumpida por el pensamiento”. (Guyón, Experimentando las Profundidades de Cristo).
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El tipo de oración enseñado por Guyón era una forma de meditación en la cual el alma es vaciada de todo deseo e interés personal y espera pasivamente ser poseída por Dios, exactamente igual que en el hinduismo. La Biblia condena este tipo de vaciamiento del alma y nos recomienda ser sobrios en una actitud de vigilancia ante los peligros espirituales (1 P. 5:8). La Escritura nunca dice que la mente no debe ser empleada durante la oración. Por el contrario, nos ordena “ceñir los lomos del entendimiento” (1 P. 1:13) y velar en oración (Col. 4:2). Estos y otros pasajes describen el uso de la mente, por ejemplo, Lucas 10:27, donde se nos da mandamiento de amar al Señor con toda nuestra mente.
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Directamente desde el manicomio
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De acuerdo con la autobiografía de Madame Guyón, ella intentó entrar en un convento pero sus planes fueron frustrados por sus padres, quienes la casaron a la edad de 15 años con un hombre 22 años mayor que ella. A pesar de la fortuna financiera de la pareja, Guyón expresa que el matrimonio no fue feliz, y que su posesivo marido y su tiránica suegra abusaron de ella constantemente.
Esto la llevó a tratar de escaparse de la realidad volcándose hacia su interior. A la edad de 19 años conoció un sacerdote que le declaró: “Es, Madame, porque usted busca afuera lo que tiene dentro. Acostúmbrese a buscar a Dios en su corazón, y lo encontrará allí”.
Extrañamente, Guyón nunca escribió acerca de su conversión, o de cómo nació de nuevo. Todo lo que escribió lo hizo a partir de la presuposición de que Cristo estaba en su corazón.
Comienza así un viaje a su interior donde sus trances o éctasis y sus estados eufóricos son las credenciales más sólidas de su misticismo demencial. En 1680, Madame Guyón se unió a un grupo dirigido por el padre La Combe, hombre con el cual desarrolló una relación muy interesante. Madame Guyón creía que podía hablar con La Combe en silencio. Veamos una porción de su autobiografía, por demás interesante:
“Durante esta extraordinaria enfermedad, la cual continuó por más de seis meses, el Señor me mostró gradualmente que había otra manera de conversar entre las almas que eran solamente Suyas, aparte de las palabras. Tú me hiciste concebir, Oh Palabra Divina, que cuando Tú estás siempre hablando y operando en un alma, no obstante ahí dentro Tú pareces en profundo silencio, existe una forma de comunicación en Tus criaturas, en un silencio inefable. Yo escuché entonces un lenguaje que nunca había sido conocido por mí antes.
Yo gradualmente percibí que cuando el padre La Combe entró, no pude hablar más. Se formó en mi alma la misma clase de silencio hacia él, que la que se formaba en relación a Dios.
Comprendí que Dios estaba dispuesto a mostrarme que los hombres en esta vida podían aprender el lenguaje de los ángeles (Nota del autor: ¿caídos?). Yo fui gradualmente reducida a hablar con él solamente en silencio. Fue entonces que nos entendimos el uno al otro en Dios, en una manera impronunciable y divina.
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Nuestros corazones hablaban entre ellos, comunicando una gracia que las palabras no pueden expresar. Era como un nuevo país, para él y para mí; tan divino que no puedo describirlo. Al comienzo esto era hecho en una manera perceptible, o sea, Dios penetraba en nosotros en una forma tan pura y tan dulce, que nos pasábamos horas en este profundo silencio, siempre comunicativos, sin poder pronunciar una palabra.
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Fue en esto que aprendimos, por nuestra propia experiencia, las operaciones de la Palabra celestial para reducir las almas en una unidad con ella misma, y a que pureza puede uno llegar en esta vida.
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Me fue dado el comunicarme de esta forma con otras buenas almas, pero con esta diferencia: Yo no hice nada sino comunicar a ellas la gracia con la que ellas estaban llenas, mientras que estaban cerca mío, en este sagrado silencio, el cual infusionaba dentro de ellas una fuerza y una gracia extraordinaria; pero yo no recibía nada de ellos; mientras que con el padre La Combe había un flujo y un retorno de comunicación de gracia, el cual él recibía de mí, y yo de él, en la más grande de las purezas.”
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(“En este silencio sagrado” – de la biografía de Madame Guyón)
Teniendo en cuenta este tipo de lenguaje usado por Guyón, su relación “espiritual” especial con La Combe, y la idea de los quietistas de que el hombre podía alcanzar la perfección a través del desprendimiento de su personalidad al grado de que acciones pecaminosas no constituyen pecado cuando se alcanza este supuesto estado, podemos entender cómo el padre La Mothe cuando la acusó de hereje, también sugirió la existencia de una conexión inmoral entre Guyón y La Combe (Guyón, op. cit., p. 353-357).
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Claro queMadame Jeanne Guyón misma dijo que ella había alcanzado el punto donde ya no era capaz de pecar. Decía que el pecado involucraba el yo, y ella se había liberado del yo, por lo tanto ya no podía pecar. La siguiente cita puede vertir luz sobre esta noción:
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“En la Francia del siglo 17, los quietistas Monsieur de Molinos, Madame Guyón y Arzobispo Fenelon, condenaron el esfuerzo humano. Ellos creían que para obtener la perfección, el hombre
debía permanecer pasivo. Debía abandonarse a Dios al punto de ni siquiera preocuparse por su salvación. Este estado puede obtenerse por medio de la oración. Cuando realmente se le alcanza, es imposible pecar. Las tentaciones podrán venir, y aun hacer que el quietista lleve a cabo acciones que para otros serían pecado. Pero debido a que el cristiano ya no tiene una voluntad propia, sus acciones no constituyen pecado”.
(Eerdmans’ Handbook to the Histoy of Christianity, p. 498)
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Para contestar esta absurdidad de Guyón & Cía. , sólo necesitamos recordar lo que 1 Juan 1:9 nos dice: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”. Es imposible mejorar esta refutación.
El anti-intelectualismo y el rechazo de la razón
Madame Guyón también nos previene de usar la mente para razonar:
“Aparta de ti toda reflexión, pues verás que te resulta difícil razonar cómo Dios te guía. Si te has empeñado en perseguir a la razón, puedes llegar a ser todo un experto en ello, y puedes llegar a convencerte a ti mismo de seguir tu propio camino. O peor, razonarás que estás siguiendo a Dios.” — Torrentes Espirituales, Capítulo 17.
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Es obvio que Madame Guyón promovió el “abandono”, pero el abandono de la capacidad de razonar. Lo cierto es que los cristianos no tenemos ninguna razón válida para rechazar el uso de la razón.
Sin la razón, es imposible comprender la verdad de Dios. El razonar es una habilidad dada a los hombres por Dios. Isaías 1:18 evidencia que Dios desea que los hombres razonemos: “Venid luego, dice Jehová, y razonemos juntos” (Reina Valera Revisada).
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La verdad es que Dios en su soberanía escogió revelar su verdad en palabras e ideas expresadas en forma racional. Esta es otra prueba de que Dios siempre quiso que los humanos hiciéramos uso de la razón.
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El argumento que a menudo escuchamos contra lo expresado anteriormente es: “Dios es libre de hacer lo que quiera, y si él decide comunicarse con nosotros por medio de un tipo de misticismo, ¿quién se lo va a impedir? ¿Quién es usted para imponerle a Dios la forma en que debe de comunicarse?”
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La declaración parece tener sentido, sobre todo porque contiene una verdad. Esa verdad es que Dios es libre de actuar como mejor lo disponga. Pero la falacia consiste en ignorar que Dios no es libre de violar su propia naturaleza, y ésta es una naturaleza racional.
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Su naturaleza no es algo que se impone desde afuera, sino que se trata de su misma esencia. Dios no cambia (He. 1:12; 13:8), y no puede mentir (Tit. 1:2). La cuestión no es lo que Dios es capaz de hacer, sino lo que Dios ha determinado hacer, y la evidencia apunta a que Dios no ha demostrado de ninguna manera, ni por ejemplo ni por declaración directa, que la experiencia mística es uno de los métodos escogidos por él para lograr sus propósitos.
Por consiguiente, argumentar que Dios nos habla por medios místicos simplemente porque podría hacerlo si él quisiera, es equivalente a decir algo que Dios no ha dicho. De esta forma la prohibición de Deuteronomio 18:20 es transgredida.
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Debido a la selección soberana de Dios, el cristiano está limitado estrictamente a usar su capacidad de raciocinio cuando se relaciona con Dios. Esto puede irritar a algunos cristianos sinceros que basan su relación con Dios en un mero emocionalismo.
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Esto no significa que las emociones no sean parte del acto de adoración a Dios. Los seres humanos tenemos emociones, y hemos sido creados de forma que si somos personas emocionalmente saludables, tendremos emociones que serán compatibles con lo que creemos. Por lo tanto, emociones tales como gozo, paz interior, felicidad por la certeza de nuestra salvación, expresiones de alabanza a Dios, lágrimas y estremecimiento ante la grandeza de la obra de Dios en nuestras vidas, agradecimiento inconmensurable por su salvación, admiración y amor por su Palabra y su Ser, etc., deben ser naturales en mayor o menos medida en la vida de un cristiano.
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Pero debemos reconocer que todas estas emociones o sensaciones son el producto del conocimiento adquirido al conocer las verdades de Dios expresadas en sus promesas, y estas promesas fueron reveladas a nosotros en forma articulada y racional, no a través de estados autoinducidos de hipnosis, lapsos de euforia, o bajo la ilusión de ser absorbido dentro del ser de Dios, o haciendo morir los sentidos, tal cual lo ponía Madame Guyón (Madame Guyón, Madame Guyon An Autobiography. Chicago: Moody Press, sin fecha, pp. 84,85).
La herejía de Madame Guyón
La siguiente porción de la autobiografía de Madame Guyón, bien podría titularse “Triste pero cierto”:
“Tras haber salido del estado de prueba del que he hecho mención, vi que había purificado mi alma en vez de ennegrecerla como había temido. Poseía a Dios de una forma tan pura, y tan inmensa, que nada podría igualarse. En cuanto a los pensamientos o deseos, todo estaba tan limpio, tan desnudo, tan perdido en la divinidad, que el alma no tenía movimiento egoísta alguno, por muy delicado o plausible que fuera; tanto las potencias de la mente como los propios sentidos estaban maravillosamente purificados. A veces me sorprendía de no encontrar ni un solo pensamiento egoísta … Al compartir mi alma de las cualidades de su Esposo, también parece compartir de Su inmensidad. Mi oración se encontraba en una apertura y sencillez inconcebibles. Era nacida, por así decirlo, de lo alto, fuera de mí misma. Creo que a Dios le agradó bendecirme con esta experiencia. Al principio de la nueva vida Él me hizo comprender, para bien de otras almas, la simpleza y conveniencia de este pasar del alma a Dios. Cuando iba a confesarme, sentía tal inmersión del alma en Él que a duras penas podía hablar. Esta ascensión del espíritu, desde el cual Dios atrae al alma tan poderosamente, no hacia sus más íntimos recesos, sino hacia Sí Mismo, no toma lugar hasta después de la muerte del yo. De hecho, el alma sale de sí misma para entrar en su objeto divino”. (subrayados nuestros) (Autobiografía de Madame Guyon (2da. parte), p. 5, http://estudios.iglesia.net/pdf/madameguyon2.pdf)
A vuelo de pájaro, el lector capacitado puede notar que, al menos intermitentemente,
1) Ella alcanzaba un estado de impecabilidad,
2) Ella alcanzaba completa absorción por parte de la divinidad (era uno con Dios).
3) Ella poseía las cualidades divinas de Dios, incluyendo la infinitud.
Madame Guyón creía y manifestó que podía lograr una unión completa con Dios o deificación, o sea, ser absorbida por Dios. Veamos la siguiente declaración: “Tan perdida estaba mi alma en Dios, que El le comunicaba Sus cualidades, despojándola de todo lo que mi alma tenía de ella misma” (Madame Guyón, An Autobiography, p. 239). Este es un concepto pagano que no tiene fundamento en la Escritura y puede ser catalogado directamente como una herejía. El creyente es un hijo de Dios, pero no es absorbido dentro de Dios ni es partícipe de su esencia divina. Sólo Jesucristo es el Hijo unigénito de Dios y puede decir que él es uno con Dios, refiriéndose a que él es de la misma naturaleza de Dios.
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Solamente Cristo habita en la luz inaccesible que ningún hombre ha visto ni puede ver (1 Ti. 6:15). En Apocalipsis 22:3, en los nuevos cielos y nueva tierra, aun allí, Dios sigue siendo Dios
y tendrá “sus siervos” que “le servirán”. Dios es Dios, y aunque el creyente es su hijo adoptado en Cristo, no es Dios ni nunca lo será.
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Cuando Pedro dice en 2 Pedro 1:4 que el creyente es partícipe de la naturaleza divina, se refiere a que el creyente comparte las cualidades morales de Dios, o sea, lo mismo que la Biblia expresa cuando dice que somos conformados a la imagen de Dios. 2da. Pedro 1:4 es similar a lo que Efesios 4:24 proclama cuando dice, “vestíos del nuevo hombre, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad”. Colosenses 3:10 dice: “[revestíos] del nuevo hombre, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”. Técnicamente, Madame Guyón cayó en la misma trampa milenaria que produjo la caída original, la que prometió a Eva que llegaría a “ser como Dios” (Gn. 3:5).
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Madame Guyón pensó que estaba enamorada de Dios, pero realmente estaba enamorada de sí misma. Consumió gran parte de su vida en sus devocionales personales. No conoció el verdadero evangelio de Jesucristo ella misma, por eso NO pudo transmitirlo a otros. Cuando hablaba de la gracia de Cristo, siempre lo hizo entremezclándola con la gracia sacramental católica.
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En su autobiografía declaró: “Tu estabas en mi corazón, y sólo demandabas que yo dirigiera mi mente have mi interior para hacerme percibir Tu presencia …. El reino de Dios está entre vosotros”. (Madame Guyon An Autobiography. Chicago: Moody Press, pp. 72-73). Guyón retuerce este pasaje para hacerle decir que el reino de Dios está dentro de nosotros. Si bien los adeptos de la Nueva Era y otros ocultistas abusan de las palabras de Lucas 17:21 para promover su doctrina panteísta, Jesús usó la declaración para transmitir otro concepto.
La palabra griega “entos” se puede traducir literalmente como “entre” o “en medio”, tal como lo hacen las versiones Reina Valera y otras. Jesús estaba hablando de él mismo estando en medio o entre aquellos a los que dirigía su palabra. El reino estaba entre ellos en la persona misma de Jesucristo, y ellos no se habían percatado. El versículo siguiente (v.22) confirma esto con Cristo hablando de días futuros cuando su presencia física sería quitada de en medio de ellos.
Guyón, pensando que Dios siempre había estado en su corazón (ninguna experiencia de salvación se le conoció, ni jamás narró), creía que el fuego de Dios devoraría todo lo que restaba del “yo”, liberándola de faltas y trayendo un estado de vida perfecto y sin pecado. (Madam Guyon An Autobiography, Moody Press, sin fecha, p. 73).
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Ciertamente, Guyón tenía muy poca reverencia por el Cristo bíblico. Prefería experimentar lo que ella llamaba el “Cristo en el centro del alma” (Ibid., p. 77), un Cristo creado por su propia imaginación.
Otras extrañas doctrinas de Guyón
1) “Los cristianos puede reclamar sanidad y no debilitar el reclamo orando porque se haga la voluntad de Dios”. (Madame Guyon An Autobiography, Chicago: Moody Press, pp. 283-284, 289) ¿No nos recuerda esto a lo que hoy proclama la Confesión Positiva? En boca de Guyón esto no tiene ni pies ni cabeza ya que ella pasó la mayor parte de su vida enfermísima, y probablemente hasta sufría de epilepsia.
2) Guyón afirmaba que ella tenía acceso a las mentes y los corazones de otros (Ibid., pp. 299-301). Esto no es de extrañarse porque los superespirituales de este tipo son lo contrario de lo que dicen ser, y su carnalidad se evidencia más cuando tratan de colocarse por encima de otros hijos de Dios. Se trata de simple orgullo.
3) Ella declaró que sus trances, en los cuales no podía hablar por espacio de días, eran de Dios y eran buenos (Ibid., p. 281). En realidad, Guyón recibió visitaciones demoníacas. Leamos sus propias palabras en el capítulo 5 de su autobiografía:
“Después del accidente que me ocurrió (caída del caballo) del que maravillosamente me recuperé pronto, el Diablo empezó a declararse mí enemigo más abiertamente, escapándose esto fue monstruoso. Una noche, cuando yo menos pensaba en él, algo muy monstruoso y espantoso se presentó. Parecía una especie de cara formada por una tenue luz azulada. No sé si la llama misma compuso esa cara horrible o apariencia; porque era confusa y pasó rápidamente, que yo no pude discernirla. Mi alma descansó en su situación de calma y convicción, y después no apareció nunca más de esa manera. Cuando me levanté a medianoche para orar, oí ruidos espantosos en mi cámara y después de que me hube acostado todavía fue peor. Mi cama a menudo se agitaba durante un cuarto de hora, y se rompieron todas las cortinas. Todas las mañanas mientras esto continuó, aparecían desgarradas y hechas añicos, a pesar de todo no sentí miedo ………. Hice uso de mi pequeña luz para examinar el cuarto y las cortinas, al mismo tiempo el ruido era más fuerte. Cuando él vio que no estaba asustada, él se marchó súbitamente, y no me atacó nunca más personalmente”. (Autobiografía de Madame Guyon (2da. parte), p. 5, http://estudios.iglesia.net/pdf/madameguyon2.pdf)
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Por cierto que las mismas cosas son narradas por los evangelistas de la televisión hoy en día, quienes parecen tener pase libre a la dimensión espiritual, sea celestial o infernal, y nos deleitan con sus visiones. Poco ha cambiado en el mundo de los fraudes espirituales.
4) Guyon reclamó haber escrito bajo la inspiración directa de Dios, a menudo sin estar conciente de que estaba escribiendo. Reclamó haber encontrado dentro de sí misma, “tesoros latentes de conocimiento y sabiduría” (Madame Guyon An Autobiography. Chicago: Moody Press, pp. 321-22). Llegó al extremo de decir que sus escritos eran dictados por el Espíritu (Ibid., p. 324).
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Es evidente que Guyón estaba usurpando la posición de Jesucristo, “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col. 2:3)
Conclusión:
La evidencia aportada nos muestra que Madame Guyón era más bien una medium que reclamaba para sí la habilidad de clarividencia, telepatía, y escritura automática. También fue una notable hereje en cuanto a violar las doctrinas de la naturaleza de Dios, reclamar para ella las cualidades de Dios, estados de impecabilidad temporarios, y predicar otro Jesús y otro evangelio.
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Cómo es que cristianos sinceros pueden creer esta maraña de distorsiones que incurren en el terreno de lo ocúltico, y aun recomendarlas a otros, publicarlas en libros y en “websites”, está fuera del alcance de nuestra comprensión. ¡Cuidado con los escritos de Madame Guyón! Contienen verdades, pero mezcladas con grandes errores. Sus escritos y métodos en cuanto a oración y vida espiritual no son un camino sabio a seguir para el pueblo de Dios. <>
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