EL HOMBRE INTERIOR
Efesios 3: 16, “…conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu…”
¿Cómo serán las riquezas de su gloria? Son ilimitadas y están disponibles para todo verdadero hijo de Dios… ¿Para ser ricos en lo material aquí y ahora? No, sino: para “ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu”.
El único que puede fortalecer nuestro hombre interior es el Espíritu de Dios. No hay manera humana de hacerlo.
Ese fortalecimiento del hombre interior es el que permite que el verdadero creyente pueda andar en victoria en medio de este mundo donde el pecado impera (véase Romanos 8: 35-37)
El mismo Pablo todavía lo explica con mayor claridad:
(Romanos 7: 21-23) “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”
A pesar del embate constante de la carne, el creyente se deleita en el hombre interior en lo que implica la voluntad de Dios. Esto sería imposible si no fuera salvo, y consecuentemente, fortalecido por el Espíritu.
Dicho de otro modo, en el hombre natural (sin Dios), su hombre interior es como el exterior; está vendido al pecado.
De ahí la importancia de ser fortalecidos en nuestro hombre interior por el Espíritu Santo, y de que así sea.
Cuando el hombre interior se deleita en Dios, es señal de que no somos de este mundo, aunque todavía estamos en él, y todo, a pesar de nuestra extrema debilidad natural, la “ley en mis miembros” que decía Pablo.
Usado con permiso.
© Miguel Rosell Carrillo,
Julio 2011,
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