“Como me envió el Padre, así también yo os envío”. Comentando sobre la aplicación de estos versículos en los estudios bíblicos del congreso de Berlín, el pastor Jonh Stott dijo: “Me atrevo a asegurar que aunque estas palabras representan la forma mas simple de la gran comisión son al mismo tiempo las que expresan mayor profundidad, las que nos redarguyen mas poderosamente y también, por desgracia, las mas olvidadas.
En estas palabras, Jesús nos dio no solamente un mandato de evangelizar (“el Padre que me envió, yo os envió a vosotros”) sino también una forma de evangelización…. (“como el Padre me envió, así también yo os envió”). La misión de la iglesia en el mundo es ser como Cristo en todo. Jesucristo fue el primer misionero y toda nuestra misión se deriva de El”.
Esta es la verdad maravillosa de la encarnación. Dios se hizo hombre. El verbo se hizo carne y habito entre nosotros. Jesús no cumplió su misión desde lejos. Lo vemos como un niño que nace y crece. Como un hombre que vive las peripecias del miembro de una clase social desfavorecida en un país colonizado y explotado. No se trata de un dios disfrazado para hacernos creer que es hombre. El mismo Juan que pone énfasis en su deidad nos describe la realidad de su humanidad. No seria posible su tarea redentora sin esta identificación, este vivir como hombre en medio de los hombres. Amigo de publícanos y pecadores. Los recibe, como con ellos, sin intentar defenderse de las consiguientes acusaciones. Es este el Señor que nos envía. Y es ASI como nos envía.
Enviados por el somos también hombres en medio de hombres. Vivimos en una sociedad determinada, sometidos a las leyes humanas, a las contingencias y peripecias a que están sometidos todos nuestros ciudadanos terrenales. Aunque la verdad es que tenemos que admitir que hemos cedido muchas veces a la tentación de separarnos de nuestra sociedad y no identificarnos con ellas. Todavía no existe un monasterio protestante en América Latina, pero la mentalidad de monasterio si existe.
Hay quienes sueñan con formar “barrios evangélicos” o sistemas de educación en los que desde la cuna hasta la tumba el hijo de creyentes sea protegido del mundo. Decía el pastor Stott: “Yo creo personalmente que nuestro fracaso en obedecer las implicaciones del mandato “así también yo os envío”, constituye la mas trágica debilidad de los cristianos evangélicos en el campo de la evangelización hoy día. No nos identificamos.
Creemos tan fuerte en la proclamación (y muy justamente), que tendemos a proclamar nuestro mensaje a la distancia. A veces parecemos gente que da consejos sobre la seguridad de la playa a hombres que se están ahogando. No nos echamos al agua para salvarlos. Nos espanta tener que mojarnos, además ello implica muchos peligros. Olvidamos que Jesucristo no envió su salvación desde el cielo. Nos visito con gran humildad” Intentemos, por tanto, bosquejar algunas consecuencias del mandato del Señor relacionados con nuestra responsabilidad social.
El hecho de que es el pueblo de Dios no quita que sea un grupo compuesto de seres humanos. Que adopta formas de conducta social y estructuras de relación como las del medio en que vive. Las iglesias pueden por ello convertirse en iglesias de blancos con teología segregacionista, iglesia de clase media con mentalidad y hábitos burgueses. Por ello también pueden convertirse en grupos de presión dentro de la sociedad, manipulados por fines políticos. O también pueden convertirse en una especie de “quistes” extraños al cuerpo social en que viven, difundiendo una cultura, formas de vestir o de divertirse extraños al cuerpo social en que viven, difundiendo una cultura, formas de vestir o de divertirse extrañas a su medio ambiente.
Por las razones históricas ya mencionadas frecuentemente nuestras iglesias han vivido dentro de una subcultura anglosajonizada. Con que frecuencia hemos observado dentro de nuestros líderes y pastores un total desconocimiento de la literatura, el folklore y la historia de la América latina. Observadores agudos han señalado el fenómeno de imitación del misionero que lleva a muchos a hablar con los mismos defectos lingüísticos que este ó a opinar sobre economía ó política siguiendo servilmente la opinión del misionero.
Si miramos atentamente la estructura social latinoamericana, notamos e inmediato que hay algunas capas que no estamos tocando con el mensaje de Jesucristo: La aristocracia terrateniente o la alta burguesía industrial, lasa élites culturales, los obreros organizados, ciertos sectores amplios del estudiantado y las masas campesinas. Somos o nos volvemos rápidamente iglesias de clase media con mentalidad de clase media. Me atrevería afirmar que inclusive iglesias que sociologicamente no son de clase media, desarrollan una mentalidad de clase media.
Ello es loable en mi opinión. Pero sería bueno ver igual entusiasmo para combatir las otras causas del hambre. No lo vemos. Creo que la razón es simple.
No se trata, entiéndase bien, de que las iglesias evangélicas tienen que proponer a la América Latina un programa político. No es esa su misión. El mensaje de la salvación debe llegarle a cada uno en su circunstancia mostrando como el pecado afecta todas las esferas de la vida y las relaciones entre los hombres. El mensaje también debe demostrar como la entrega personal a Jesucristo transforma la vida de cada uno, de modo que los efectos de la conversión son visibles en la sociedad que el creyente vive. ¿De que quiere salvarme Jesucristo y para que? Esto si tiene que predicarlo bien claro los evangélicos, en buen castellano, en lenguaje asequible, no en la jerga propia de una jerga esotérica.
Santiago es muy preciso en sus indicaciones a esa incipiente clase media a la que dirigió su epístola. ¡Que abstractas suenan a veces nuestras versiones del evangelio!
He visto recientemente despertar la conciencia social y política en algunas misiones argentinas que fueron al norte de su país a vivir en medio de los indios para llevarles el mensaje de Cristo. No se han dedicado a hacer política en el sentido tradicional del término, por que han tenido que revisar sus conocimientos de educación cívica, hablar valientemente con las autoridades, predicar en contra de la discriminación, comenzar una pequeña industria.
Mi propia congregación –típicamente impermeable a la dimensión social de evangelio- ha vibrado al oír que esta pasando. Creo que también recientemente algunos entienden el por qué de la labor social de los misioneros británicos que desde hace tiempo trabajan en una zona cercana, el por que no es posible ir, abrir un local y ponerse a recitar textos conforme a las mejores reglas de la hermenéutica.
Así pues, si la iglesia lleva hasta las ultimas consecuencias el ejemplo de Cristo en la encarnación, no podrá menos que hacerse consciente del contexto social y político dentro de los que se mueven los que escuchan el mensaje, predicara un mensaje pertinente, dejara de ser un club de gente feliz de clase media, dejara de ser un monasterio o un quiste cultural extranjerizante.