UNA DECLARACION MISIONERA
1. Como cristianos sumergidos en nuestra cultura, Dios nos llama a una seria reflexión del contexto social en el cual nos encontramos. En medio de una tremenda diversidad y pluralidad con sus cambios sociales, Dios nos ha encomendado su palabra, su revelación y su verdad en Cristo que es absoluto. El desafío nuestro es poder compartir a manera contextualizada la revelación bíblica y eterna de Dios en un mundo cambiante.
2. En nuestro mundo y en nuestras culturas particulares existe una confrontación entre el reino de luz y el reino de las tinieblas. Esta confrontación es una guerra espiritual, pero no entre combatientes iguales. Satanás ha sido derrotado y la cruz de Cristo ha sellado su derrota. Sin embargo, con sus seguidores, el diablo batalla tenazmente en contra de todo avance del evangelio. Esta confrontación está en relación a la verdad, en relación a la alianza espiritual y al poder. Damos gracias a Dios por la victoria en Cristo.
3. A pesar de la terrible pecaminosidad del hombre y la perversidad de muchas de las estructuras humanas, Dios ha puesto su amor, su misericordia y su mirada en los seres humanos proveyéndoles una salvación totalmente adecuada en Cristo por su cruz, resurrección, ascensión y el derramamiento del Espíritu Santo. Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos lleguen dentro de su propia cultura al arrepentimiento y a la fe.
4. La actividad misionera divina continúa en nuestro mundo en este siglo. El Espíritu Santo de Dios actúa a favor de su reino, en medio de la iglesia y con un enfoque hacia nuestro mundo. Vivimos una sana tensión como siervos del rey en relación al reino, a la iglesia y al mundo.
5. Creemos que el crecimiento integral de la iglesia no es el resultado humano de metodología religiosa, sino de la dinámica y poder del Espíritu Santo de Dios quien actúa en nuestro mundo soberanamente.
6. La misión, a la cual todos somos llamados a participar, es una misión integral que traspasa las fronteras culturales. La misión que lleva el evangelio del reino abarca presencia, proclamación, persuasión, koinonía, y diaconía. Esta misión radical toca lo entero del hombre, su cuerpo, mente, alma y espíritu en reverente obediencia al señorío de Cristo. Somos llamados a ser adoradores, aprendices de Cristo, compañeros y hermanos, evangelistas y heraldos, y sobre todo siervos. Marcados por la cruz de Jesucristo, seguimos al Cordero por dondequiera que vaya.
7. En medio de jubilosa alabanza y el anuncio claro de la voluntad de Dios, el Espíritu Santo transforma a los que oyen en fe la palabra de Dios. Dios continúa el milagro de la transformación de vidas por medio de su gracia. Dios sigue obrando soberanamente milagros de su gracia en la salvación, la sanidad y la santificación de personas. ¡Aleluya!
8. Con gratitud de corazón entramos en la tarea misionera de intercesión por los que no han escuchado de Jesucristo, que el Señor de la mies envíe obreros a su mies. En reverente obediencia e impulsados por el Espíritu de Dios, procuramos ser responsables en apoyar o ir en cumplimiento de hacer discípulos a todas las naciones. El liderazgo ministerial y misionero es un liderazgo espiritual que ejerce una mayordomía santa de dones, talentos, tiempo y finanzas. Este liderazgo de verdaderos siervos del más alto Dios recibe su comisión, su tarea específica y su autoridad del Señor. Sin embargo, esta comisión, tarea y autoridad no se aisla del Cuerpo de Cristo, sino es confirmado e impulsado por las congregaciones de los hermanos de la fe.
9. Es apropiado tener una pasión por las almas. La ira de Dios existe, la condenación de aquél que rechaza el amor de Cristo, o que hace caso omiso a la invitación divina. El juicio justo y perfecto de Dios espera a toda persona. No podemos desmentir la realidad del infierno y la condición de perdición para el incrédulo. El tener una pasión por la salvación de las almas, sin embargo, no significa que todo lo importante es futuro, sino para nuestro discipulado y para nuestro mundo presente es menester vivir una ética del reino que nos impulsa a involucrarnos en la economía, la vida social y política de nuestra sociedad con la intencionalidad de mejorar la vida material de los pobres y de los más marginados.
10. Cristo viene otra vez. Todo ojo le verá. Viene en el momento exacto de la voluntad del Padre. Ningún ser humano sabe de la hora, pero con una santa expectativa anhelamos su venida. Esa venida nos alienta a vivir en santificación y a ocuparnos en la tarea más importante y más urgente, que es la misión integral de Dios en nuestro mundo. Participamos con el Espíritu de Dios como embajadores en el ministerio de reconciliación. Estamos dispuestos a entregar nuestra vida, a soportar pruebas y a sufrir oprobios para que Cristo sea glorificado en toda la tierra. Nos identificamos con las angustias y miserias humanas que nos rodean. Confesamos la iniquidad de nuestras gentes y confesaremos a Cristo por hechos y por palabras en medio de nuestro mundo tan violento. Cristo es el único Príncipe de Paz.
– Pedro A. Larson, Septiembre 1997.
Fragmento Tomado de: Modelo Supremo de Misión, Dr. Peter Larson, M8: Jesucristo y su Iglesia en Hechos 1 y 2. Septiembre 1997.
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