Desde que edad un niño puede creer y aceptar a Cristo como salvador Personal, ha sido y sigue siendo para algunos un tema de no clara definición. Sin pretender ser dogmáticos analizaremos algunos elementos que podrán ser de ayuda.
Se conoce el caso de personas que recuerdan vivamente el haber tenido esa experiencia en los primeros años de su infancia. La mía ha sido, y la recuerdo claramente a los seis años, a través de un canal sumamente didáctico por las escenas que dejó grabadas en mi, fue la historia de Bernardo , el niño del barril, que a tantos maestros ayudó a llevar a innumerables niños a los pies de Jesús.
Me toca muy de cerca, la experiencia de una niña de cuatro años, a la que el padre notándola preocupada y triste se acercó preguntándole por su estado. La pequeña tuvo como única respuesta, el romper a llorar, a la vez que entre sollozos y palabras expresó su preocupación por su condición de pecadora y a la vez el deseo de perdón por parte de Dios. Juntos oraron y el milagro de la regeneración se produjo con el celestial gozo de los ángeles, por una pequeña alma salvada y la dicha indescriptible de un padre al vivir una de las emociones espirituales más hermosa.
Es probable que para muchos las experiencias personales de otros parezcan aisladas, tal vez lejanas o poco creíbles; o solo aceptables, puntualizando que se debe a que el niño fue criado en un ambiente propenso donde el mismo plan de salvación se expresa a través de distintas formas, maneras y métodos y que tal vez se une a ello una inteligencia algo superior. No podemos negar que estas razones son sin duda factores de aceleración del tiempo en vivir la experiencia de regeneración, pero:
¿Que se necesita en la persona para que la regeneración se produzca?
No se puede negar que el mensaje del evangelio primeramente apela a la mente de la persona, a su capacidad de entendimiento y razonamiento, pues es necesario un reconocimiento de su pecado y consecuente separación de Dios (Rom.3:23). De su condición de “pecador condenado a muerte” y de la necesidad de aceptar el regalo de Dios que consiste en la “vida eterna otorgada por Cristo Jesús” (Rom.6:23).
Este reconocimiento, consideración, arrepentimiento y aceptación son conductas mentales que sumadas a la acción de la voluntad, permiten que el espíritu Santo haga su obra de regeneración y produzca como consecuencia emocional, un estado de alivio y gozo indescriptible, expresado la mayoría de las veces, con las lágrimas más hermosas que un corazón pueda verter.
Por lo tanto, cualquiera sea la edad de la persona, esta tendrá que seguir los mismos pasos para alcanzar el perdón de sus pecados y la nueva vida en Cristo Jesús, inclusive los niños, pero:
¿Cuándo un niño comienza a razonar?
Si bien hay psicólogos seculares modernos que hablan de un psiquismo fetal, de una mente embrionaria, que reacciona frente a las emociones que pueda experimentar la madre, no es suficiente tal afirmación para nuestro tema. Pero otros estudios, observaciones y experiencias con niños, han demostrado que en los primeros cuatro años de vida aproximadamente, se forma y forja la personalidad del ser humano; personalidad que se manifiesta a través de las emociones, afectos y actos voluntarios, o sea a través de un “yo”. Capaz de pensar normalmente, de tener conciencia de sí mismo, de sus pensamientos, de sus actos, del mundo que le rodea, de haber aprendido ciertas leyes y las consecuencias de sus transgresiones, aunque no pueda explicar todos estos procesos intelectuales que desarrolla, no obstante esta en condiciones de escuchar, entender y decidir sobre temas o cuestiones tales como:
Pecado, transgresión. Culpa, castigo, perdón.
Todo niño normal, de edad preescolar, entre cuatro y cinco años, tiene una idea entre lo bueno y lo malo de algunas de sus conductas, aún aquellos que no han sido criados bajo un ambiente o normas cristianas o religiosas. Por lo tanto pueden entender que pecado es desobedecer un mandato justo, un acto a sabiendas malo, un alejamiento de lo bueno, algo que perjudique a otro, fallarle a Dios, una infracción a sus leyes. Este último ejemplo se pone claramente de manifiesto cuando los pequeños le señalan al padre “la trasgresión” de cruzar un semáforo en rojo, “algo que no debe hacerse”. Ampliando la ilustración podemos decir que el semáforo es la ley, cruzarlo en rojo es la desobediencia voluntaria o involuntaria y la multa es el castigo. Pero:
La Palabra habla por sí misma a un niño
El conocido pasaje de Juan 3:16, que se le ha dado en llamar la Biblia en miniatura, puede también ser conocido como la porción que lleva en sí misma el mensaje extractado y sencillo del evangelio, “de tal manera” que un niño puede entenderlo a pesar de su corta edad pues el versículo no habla de:
- Amor. “Porque de tal manera amó Dios al mundo…”¿qué niño no entiende y siente el verdadero amor?. Un adulto puede ser engañado con un falso amor pero un niño lo detectará. El ser humano desde que nace necesita vitalmente amor, el más puro, sincero y tierno amor. Si a un niño le decimos que Dios lo ama lo creerá sin dudar, no actúa así el adulto.
- Regalo. “..que ha dado a su Hijo…” ¿Qué niño no sabe y desea un regalo?. Jesucristo es el regalo de Dios a la humanidad y a cada uno de nosotros, Si ofrecemos al niño a Jesús como el mejor regalo de Dios, él extenderá los brazos de su corazón y lo recibirá.
- Confianza. “…para que todo aquel que en él cree…” ¿Qué niño no le creerá a un adulto que él conozca y que nunca le haya mentido?, es por eso que creerá en las palabras y promesas de Jesús. El niño pequeño es un ser sumamente confiado.
- Perdición. “…no se pierda…”¿Qué niño no valora la cercanía de sus seres queridos?. Cuando un niño conoce a un Dios Padre que le ama, y a un Dios Hijo que tiene moradas celestiales para los salvos de la perdición, no vacilará en aceptar su necesidad de ser salvado.
- Premio. “…mas tenga vida eterna” ¿Sabíamos que el niño tiene incorporado el concepto de eternidad, desde antes de aprender a caminar?. La idea de un presente que es continuo, que no cambia, está en él desde muy temprano. Esto se observa cuando desde su lugar de juego, percibe que su madre se aleja y sale de su vista y comienza a angustiarse y llorar, aunque la mama le hable desde otro lugar pretendiéndolo calmar. Para él si la mamá está esta para siempre y si la mamá no está no está para siempre, este siempre en el niño es sinónimo de eternidad.
No dudemos en predicar el sencillo mensaje del evangelio a los niños, “que a su debido tiempo Dios dará el fruto”.