- ¿Mi hijo?, ¡Es igual que el padre! ¡No cumplen con sus mínimas obligaciones…no recogen ni ordenan sus ropas. Mi hijo no realiza, por iniciativa propia, las tareas ni estudia lo mínimo que le exigen y no hablemos de responsabilidad, es una palabra que no existe en su vocabulario! ¿Mi marido? Hay que llamarlo diez veces durante cuarenta minutos para que se levante por la mañana. ¡Es un irresponsable!.. Con ese ejemplo que puedo esperar de mis hijos…-
- Al hermano A. no se le pude encomendar nada, acepta realizar una tarea, pero llegado el momento no cumple, ni avisa para que otro lo haga en su lugar. ¡Es un irresponsable! –
- ¡Este empleado jamás va a hacer algo con ganas o poniendo un poco de voluntad, para él todo es una pesada carga, no se que voy a hacer..! –
¿Le resultan familiares estos comentarios? En el lenguaje cotidiano, ambos términos parecen confundirse a veces como sinónimos. De allí la importancia de reflexionar sobre ambos en relación a la formación y educación de los niños. Normalmente se entiende por “obligación” la imposición o exigencia de cumplir o realizar algo. Se dice de alguien que es”responsable” cuando está asociado y comprometido con aquello que realiza, además lo hace disfrutándolo.
Algunas preguntas
- ¿El enseñar a un niño a cumplir con sus obligaciones no es educarlo para ser una persona responsable?
- ¿Cuál es la diferencia entre un miembro que cumple con sus obligaciones y un creyente responsable?
- ¿Un empleado responsable no cumple acaso con las obligaciones?
Los pensamientos discurrirán más en lo referente a los niños o hijos, pero se verá, que por lo amplio del tema, que son de fácil aplicación a miembros de la iglesia o empleados y obreros en una empresa o institución.
El cumplir con las obligaciones es una cualidad necesaria, pero no suficiente para el desarrollo de la responsabilidad. La obligación es una imposición externa, es algo con lo que no se está comprometido, es aquello que se debe hacer para obtener un premio y evitar un castigo. Se trata de un objetivo o meta impuesta por otros desde afuera.
Obligar: es presionar desde afuera. Responsabilizar: es comprometer desde dentro, está asociado con la motivación.
En la medida que esta característica “externa al sujeto” e “impuesta por otro” se mantiene, hablaremos de obligaciones para cumplir con alguien o algo extremo. De este modo, la obligación es ajena, extraña al sujeto y requiere de alguien que controle, obligue y asegure su cumplimiento.
Muchos adultos concurren puntualmente al trabajo; esta es su obligación. Allí está el reloj que controla cuando llegan y cuando se van, un supervisor que verifica la realización de la tarea. Formalmente el individuo cumple con su obligación de ir al trabajo y trabajar. Pero es necesaria la presencia de un control que verifique el cumplimiento de dicha obligación.
De la obligación a la responsabilidad
Si, por el contrario, aquello que comienza siendo una obligación se transforma en una necesidad, a través de la cual la persona se realiza, gratifica y reconoce, entonces ya no es externo a él, sino que es parte de sí mismo. No lo hace por imposición externa sino por necesidad interior, esto es la responsabilidad.
David sintió esa responsabilidad frente al desafío de Goliát, a él nadie le obligaba a luchar contra el gigante. No tenia edad, ni adiestramiento milita, pero la fe en su Dios, la experiencia como pastor defendiendo a su rebaño, le hizo identificarse con la realidad y sintió delante del Señor y su pueblo esa responsabilidad, haciéndole tomar el problema como suyo. -1a Samuel 17 –
Cuando una tarea es realizada por obligación se hace pesada, aburrida, mecánica y repetida. Un niño que cumple con la obligación de ir a la escuela y pasar de grado, necesita permanentemente el control externo para que cumpla con su obligación (¡No hablemos de algunos adolescentes! ). Dicho cumplimiento es formal; concurre al colegio, “deposita su cuerpo en el banco”, lo más desparramado posible y su imaginación comienza a volar por los más intrincados senderos de las fantasías, el más allá y sus alrededores. Estudia, (bueno, es un decir) estrictamente la media página que le marcan, repite de memoria, aprende porque para pasar de grado debe retener ciertos contenidos. Él sabe que si “cumple con la obligación” obtendrá un premio: pasar de grado o de año, sino lo hace tendrá un castigo ir a recuperatorio o repetir.
El niño o adolescente que es responsable de su tarea escolar, en cambio se gratifica en su realización, la disfruta, la goza, es curioso, inquieto, creativo e innovador. Es probable que cuestione la disciplina y la rigidez de las normas o código de convivencia establecido, pero aprende porque le interesa saber, no quiere en principio “aprobar como sea” o “zafar“, necesita conocer, responder sus interrogantes y formularse otros. El tiempo que le dedica a su tarea, hace que la misma sea importante y lo que para la persona es importante es deseable, disfrutable y hasta se hace necesario.
La tarea se realiza entonces desde dentro, desde la necesidad del sujeto. y la meta se busca como modo de satisfacción, de allí: el placer, la gratificación, la plenitud y el goce que se obtiene de este modo.
Para desarrollar la responsabilidad
En general, se pone el acento en “obligar a…”, en crear hábitos que aseguren “el cumplimiento de…” Los padres obligan a sus hijos a estudiar y obedecerlos. La obligación de un niño y de un adolescente es estudiar y obedecer; la de un adulto es trabajar y mantener a su familia. Nadie dice que la obligación del ser humano es ser feliz, dado que esto no es una obligación sino una necesidad que responsablemente se plantea el ser humano desde dentro. Poner el acento en la obligación es fomentar la dependencia, la insatisfacción, la repetición, el aburrimiento, la frustración y, por ende, la infelicidad.
Que sucede con las religiones y sus dogmas, donde la obligación de cumplir es el mensaje. Solo vasta un ejemplo: algunos interpretan a Dios en el Islam como el que pide la vida de los hijos de los hombres, mientras que el Dios de la Biblia da a Su Hijo por los hombres. Por eso cumplir con sus mandamientos no es nuestra obligación, sino nuestra responsabilidad.
Más preguntas:
- ¿Cómo ayudar entonces a desarrollar la responsabilidad?
- ¿Cómo contribuir a que la persona quiera lo que hace y entonces sea responsable de su hacer?
Las respuestas es “un estilo de vida”. Está en los valores imperantes en la casa, en el tipo de vínculos que se establecen y en cómo se afrontan y determinan las acciones. Analicemos, entonces, cual es el modelo que los adultos ofrecen:
- ¿Cumple en criar, educar, atender y mantener a los hijos como una obligación impuesta por la vida?
- ¿O se gratifican, realizan, gozan, se reconocen y trasciende en la función paterna disfrutando a los hijos como “una herencia de Jehová”? – Salmo 127:3 –
Signados por el deber o la necesidad
Según sea la respuesta, será el modelo que se le está proponiendo al niño. Así sea el tipo de vínculo, de lazos que se desarrollen, signados por el deber o relacionados con la gratitud a Dios, el gozo de la tarea y la realización personal.
El niño crecerá en la responsabilidad y la creatividad, si acompañarlo en el camino de la vida, ayudarlo, estimularlo, motivarlo, apoyarlo, contenerlo, es algo placentero, necesario, y gratificante para los padres; quienes lo toman como una responsabilidad delegada por Dios, “criándolos en disciplina y amonestación del Señor” – Efesios 6:4 –
Practiquemos estos principios con los hermanos en la fe a nuestro cuidado y con las personas bajo nuestra responsabilidad.
Responsabilizar es responsabilizarse
Ayudar a desarrollar la responsabilidad está relacionado con la posibilidad de responsabilizarse, es decir de reconocerse en la tarea, identificarse con ella.
Es responsable aquel que ama lo que hace. El que hace con amor, hace con responsabilidad. Poniendo en la tarea espiritual o secular, cualquiera sea la magnitud de la misma,(Efesios 6:5-9; Colosenses 3:17, 22-24) el amor que Dios derramó en nosotros, (Romanos 5:5) enseñaremos responsabilidad a quienes dependen de nosotros, y por sobre todas las cosas no estamos solos: “Porque Dios es el que en vosotros produce el querer como el hacer, por su buena voluntad.” – Filipenses 2:13