- Introducción
- Dones del Espíritu
- Fruto del Espíritu
- Capacidades naturales
Introducción
“No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales” (1 Corintios 12:1)
“Él mismo constituyó a unos…, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11-12)
Muchos libros existen escritos sobre el tema de los dones espirituales. Muchas y diferentes opiniones existen al respecto de su vigencia actual, o no; sobre las cuales no quisiera polemizar.
A través de este curso estaremos dando un vistazo sobre lo que la Biblia y algunos autores cristianos nos dicen sobre los dones y su utilización en la vida de la iglesia a través de sus ministerios.
Todos los cristianos debemos conocer correctamente acerca de este asunto. Por ese motivo escogí el versículo de 1 Corintios 12:1 como texto introductorio, pues nos animará a continuar este viaje de aprendizaje para ser más eficientes servidores de nuestro Cristo.
Peter Wagner sostiene que: “La ignorancia de los dones espirituales puede ser la causa de retraso en el crecimiento de la iglesia de hoy. Puede estar también a la raíz de buena parte del desánimo, inseguridad, contrariedad y sentimiento de culpa que afecta a muchos cristianos y limita su total eficiencia para Dios” (Peter Wagner, Sus dones espirituales pueden ayudar a crecer a su iglesia, Clie, Terrasa, España, 1980, pp.28)
Es mi oración que cada uno de los alumnos pueda descubrir su don y su lugar en el cuerpo de Cristo, para honrar a Dios y bendecir a los hermanos.
Dones del Espíritu
No todos tienen claridad sobre la diferencia que existe entre “dones del Espíritu” y los “frutos del Espíritu” o incluso lo confunden con “capacidades naturales”. Por ello, trataremos de comenzar definiendo correctamente cada uno de ellos, para luego dedicarnos de lleno al tema que nos ocupa.
¿Qué son entonces los “dones del Espíritu”?
La palabra Charisma (don) da a entender que es algo que se recibe pura y exclusivamente por gracia. Un regalo.
Cuando hablamos de “dones del Espíritu” estamos haciendo referencia a aquellas capacidades dadas por el Espíritu Santo a los creyentes, para ser usados para el servicio en el Reino de Dios.
“Los dones espirituales son la riqueza de una iglesia: son dados tanto para la edificación de los cristianos como para la evangelización de los incrédulos. El ejeercicio armonioso de los diferentes dones haría que cada iglesia disfrutara de la vida abundante y creciera”.[1]
¿Quién es el dador de los dones?
Como mencionaba en el párrafo anterior, los “dones espirituales”, o “dones del Espíritu”, son dados a los cristianos por el Espíritu Santo. En este sentido se diferencian de las capacidades naturales que toda persona puede tener, y no exclusivamente los cristianos.
[1] Alfred Kuen, Dones para el servicio, Clie, Terrasa, España, 1993, pp.10
Fruto del Espíritu
Cuando el apóstol Pablo en Gálatas 5:22-23 usa esta frase “fruto del Espíritu” lo está haciendo en contraposición con las manifestaciones o “frutos de la carne”, y como una consecuencia de la nueva naturaleza de la nueva vida en Cristo que debían manifestar los ahora cristianos. Para reconocer un verdadero cristiano no basta ver como canta o como habla, sino que es necesario observar si se evidencian cambios. De estos cambios estamos hablando.
Leemos que dice: “el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio”.
En general, a los cristianos les agrada más hablar acerca de los dones espirituales que del fruto del Espíritu; debido a que los primeros son más espectaculares que los segundos ante los ojos de los hombres. A diferencia de los dones espirituales, el fruto del Espíritu se produce siempre en relación con los demás, nunca se lo puede practicar solamente entre Dios y nosotros.
Cuando pensamos en el fruto del Espíritu como consecuencia de la presencia de Cristo en nosotros llegamos a la conclusión que no podemos carecer del mismo. La presencia de Dios en nuestras vidas produce “inevitablemente” cambios visibles en nuestro carácter, en nuestras relaciones interpersonales. A estos cambios Pablo denomina “fruto del Espíritu”
Es interesante notar que la determinación se realiza en singular y no en plural. No se habla de “los frutos”, sino que usa “el fruto”. Esto no es un dato menor, pues es imposible que quien aduce ser un hijo de Dios pretenda tener solo algunas de las características que Pablo menciona y adolecer de otros. El Espíritu Santo en la vida de los cristianos produce el fruto en su totalidad, con todas sus manifestaciones, en mayor o menor grado. “Este fruto pone de manifiesto la abundancia de la savia que pone el Espíritu de Dios en la vida regenerada”[1]
Me agrada la paráfrasis que de este texto realiza Samuel Chadwick, escribiendo: “el fruto del Espíritu es una disposición afectuosa y cariñosa, un espíritu radiante y un temperamento gozoso, una mente serena y unas maneras tranquilas, una paciencia inagotable en circunstancias provocativas y con personas molestas, una visión compasiva y una asistencia atinada, un juicio misericordioso, lealtad y confiabilidad bajo cualquier circunstancia, humildad que se olvida de sí misma por el interés de otros, y en todas las cosas con dominio propio que es la obra final de la perfección”[2]
Los cristianos deberíamos preocuparnos más en que el Espíritu Santo pueda ir moldeándonos de tal forma que nuestras vidas manifiesten en abundancia el fruto de esa presencia.
[1] Fruto del Espíritu en Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado, Clie, Terrasa, España, 1985, pp. 401
[2] John Drescher, El Fruto del Espíritu, Mundo Hispano, El Paso, EEUU, 1992, pp.11
Capacidades naturales
Todos los seres humanos, cristianos y no cristianos, hemos sido dotados por el creador con capacidades naturales que nos permiten realizar distintas actividades. Son esas habilidades innatas o adquiridas que potencian nuestra creatividad.
Estas capacidades no deben ser confundidas con lo que la Biblia considera “dones espirituales”; si bien es cierto que “cuando una persona recibe un don del Espíritu puede ser que eso sea la transformación o profundización de una capacidad natural o bien puede ser algo muy distinto a sus capacidades naturales”.[1]
[1] Silvia Chaves y Juan Harrower, Dones, un cuerpo en misión, Certeza ABUA, Buenos Aires, Argentina, 1990, pp. 13
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