Guía: Semana 6 de Dones y Ministerios
Los aspectos fundamentales del tema de la semana son:
- Falsas escalas de valores
- Ministerios oficialmente reconocidos
La lectura de esta semana te orientará sobre estos aspectos. Deberás leerlos y luego, para la tarea, compararlos con la realidad de tu propia comunidad cristiana.
Luego, te propongo leer el artículo sobre La Unidad de la Iglesia, basado en Efesios 4.
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- Guía de lecturas de la semana 6
Presentación
La realidad de nuestras iglesias muestra que, por más que algunos lo traten de negar, todas presentan cierto tipo de organización. Esta organización es reflejado precisamente a través de sus diversos ministerios.
Kuen nos plantea el hecho de que las iglesias son “organismos” y “organizaciones”. La Biblia utiliza ejemplos de ambos para referirse a la misma (la viña, el cuerpo, la planta que crece, el edificio, el templo, etc.)
Es un organismo porque tiene vida en si misma. Vida que proviene de su fundador, Jesús. Pero a la vez, es también una organización pues tiene su estructura (unas más que otras).
Sería bueno que podamos lograr que cada iglesia tenga una estructura de ministerios y liderazgos lo suficientemente flexible al avance de la misma como organismo vivo.
- La vida es más importante que la organización.
- En la Biblia, lo que está vivo, está organizado.
- La vida engendra su propia organización.
- El Señor espera de su Iglesia que ordene su vida obedeciendo a los principios que le han sido transmitidos.
- La vida orgánica es el modelo de organización de la Iglesia
- La Biblia también saca analogías de las organizaciones humanas
- Lo que realmente importa es el objetivo de la vida orgánica y de la organización de la Iglesia.
Falsa escala de valores
Uno de los grandes inconvenientes es el superar la falsa distinción que se suele hacer entre “ministerios espirituales” y otros considerados como “ministerios prácticos” o de servicio práctico o material.
Esta distinción es falsa y no bíblica. La Biblia no hace diferencia entre carismas naturales o sobrenaturales, por esa razón mezcla dones de ayuda, de liberalidad, de misericordia con dones de profecía, milagros, sanidades. Los mejores dones son los que nos ayudan a manifestar mejor nuestro amor hacia los demás.
Cuando el apóstol Pablo utiliza el ejemplo de la Iglesia como un cuerpo (Ro. 12; 1 Co. 12) hace especial énfasis en la diferencia de responsabilidades, pero en la igualdad de importancia de cualquiera de los carismas, como de cualquiera de los miembros del cuerpo humano. En la Iglesia, cada servicio, por insignificante que parezca, contribuye a la buena marcha del conjunto y al buen crecimiento de toda la comunidad.
Este concepto dista bastante de los conceptos de gobiernos bien piramidales que se dan en muchas iglesias, donde algunos “iluminados” suelen arrogarse una autoridad que no condice con los conceptos que hablamos anteriormente del “sacerdocio universal de todos los creyentes”.
En algunos ambientes la palabra “Siervo” con la que se dirigen a ciertos dirigentes/líderes tiene un tinte de nobleza o superioridad, olvidando el verdadero significado de siervo: el que sirve, ministra.
Ministerios oficialmente reconocidos
Si bien es cierto que todos los dones son igualmente importantes, debemos reconocer que para una mejor organización de la Iglesia (dijimos que es un organismo y una organización a la vez), debemos darle su estructura y los órganos que van a dirigirla ajustándonos al modelo que encontramos en el Nuevo Testamento.
Teniendo en cuenta lo anterior, vemos que la Biblia nos presenta ministerios que son oficialmente reconocidos, cuyo objetivo es el de “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio y la edificación del Cuerpo de Cristo”. Esto significa que son los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros los responsables de capacitar a todo el cuerpo para que “todo el cuerpo” produzca el efecto de edificación del cual el apóstol Pablo estaba hablando. Son todos los santos los que lo hacen al ir realizando la obra de su ministerio, es decir, los servicios correspondientes a los carismas o dones que han recibido.
Alfed Kuen nos plantea la siguiente organización ministerial de la Iglesia según lo encontramos en las Escrituras:
- Ministerio de fundación de la Iglesia: Conformado por los “apóstoles y los evangelistas”.
- Ministerios de edificación para la Iglesia: Compuesto por los “profetas y maestros”.
- Ministerios de dirección de la Iglesia: Aquí encontramos a los “ancianos, obispos, pastores, guías, los que presiden”.
- Ministerio de servicios prácticos: Aquí menciona a “diáconos y diaconisas”.
El líder / siervo
Es necesario que el liderazgo de nuestras iglesias cumpla con ciertas reglas esenciales para que pueda ser sano, útil y efectivo en la obra del Reino de Cristo. Para lograrlo debemos ser cuidadosos en la elección de quienes serán los líderes de nuestras iglesias. Una iglesia con un liderazgo sano es una iglesia que crece.
Algunos aspectos que reflejan un liderazgo sano. Líderes dispuestos a servir y no servirse de los demás.
Llamados por Dios
Todo líder debe cumplir indiscutiblemente con este ítem. No se puede estar al frente de algún ministerio sin ser convocado por el dueño y Señor de la obra. Cuando nos encontramos con líderes no llamados por Dios, estos suelen actuar considerando a la iglesia como una empresa humana y no como realmente es. Suelen emplear métodos humanos o empresariales para llevar adelante sus proyectos, lo que es peligroso y perjudicial para la Iglesia de Jesucristo.
La Iglesia debe reconocer y apoyar a quienes son convocados y capacitados por Dios para los cargos de liderazgo. También el líder debe reconocer que quien lo llamó será quien le pedirá rendir cuentas de la manera en que ha cumplido con su responsabilidad. Reconocer que somos llamados por Dios para algún cargo específico nos hará má sensibles a oír la voz de Dios y las necesidades de la comunidad que servimos.
Unidad del cuerpo
Si el liderazgo está dividido no existirá consenso en el trabajo y no se logrará nada de lo propuesto. Estas divisiones suelen ocurrir cuando hay dentro del liderazgo personas muy individualistas y no dispuestas a aceptar las opiniones de los demás.
Los líderes deben aprender a trabajar en equipo, sabiendo delegar actividades también al resto de la congregación, involucrando mayor cantidad de personas en la misión de la iglesia.
Ánimo de trabajo
Realizar una tarea con desgano es realizarla mal. Seguramente habrá momentos en que todo líder se sienta desanimado en su tarea, sobre todo si no obtiene los resultados esperados, pero debemos entender que es el enemigo quien tratará de producir desanimo para que abandonemos el trabajo.
Los líderes deben estar capacitados para enfrentar cualquier tipo de críticas, variedad de problemas, y otras circunstancias.
Será el Señor de la obra quien capacitará constantemente a quienes están dispuestos y los animará a continuar en la obra.
Sumisión
Ningún líder debe pensar que por ser líder está por sobre todos los demás, que podrá manejar a los demás de acuerdo a su antojo, y no aceptar las críticas del resto del cuerpo.
El líder debe ser sumiso a Dios, quien lo llamó a la obra, y también sumiso a los demás, quienes lo han reconocido como tal.
El líder siervo es aquel que acepta que su ministerio tiene que ver con servir, poniéndose a disposición de todo el cuerpo.
La recomendación del apóstol Pedro (1 P. 5:2-3) es: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, siendo ejemplo de la grey”.
De la misma manera, el apóstol Pablo (1 Ti. 4:12) recomienda: “Se ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”.
La unidad, factor decisivo de una iglesia sana |
Basado en Efesios 4:1-16
Introducción
El apóstol Pablo traza la idea de “unidad” desde prácticamente inicio de su carta. Hace mención que de dos pueblos se ha hecho uno solo, se ha caído la pared divisoria, los que estaban lejos han sido acercados, etc.
De la misma manera deja claro que la base de esa unidad, expresada en la “nueva comunidad”, la iglesia, es Jesucristo (Vs. 15-16). Por lo tanto es una unidad del Espíritu Santo (Vs. 3).
La unidad es un requisito fundamental de nuestra vocación cristiana. No se puede concebir un cristiano que desprecie la unidad.
La iglesia no llega a cumplir con su finalidad (su misión) si entre sus miembros no hay unidad.
Por supuesto que, cuando el apóstol Pablo hablaba de unidad no estaba haciendo referencia a igualdad o uniformidad. Esto queda bien claro cuando, tanto aquí como en otras cartas, hace su exposición sobre los dones espirituales existentes en cada comunidad. Los mismos reflejan variedad y unidad.
Sostenemos que la unidad es un factor decisivo en una iglesia sana, en el sentido de que solamente cuando existe unidad, es posible que en la iglesia se produzca todo el ciclo de reproducción: nacimiento, crecimiento, testimonio, y vuelta a lo mismo en nuevos creyentes.
- Unidad reflejada en el testimonio (Vs. 1-3)
Para que sea posible la unidad en una comunidad que suele ser muy dispar, se necesita de mucha hombría, ya que es necesario que entre los componentes de esa comunidad, la iglesia, pueda existir una relación en la que prime la humildad, mansedumbre, tolerancia, paciencia, etc.
Esto implicará que cada uno de sus miembros aprenda a “negarse a si mismo” a favor de la unidad. Dejar sus intereses personales a favor de los intereses de Cristo. Renunciar gustos y apetencias personales por los que puedan beneficiar a todo el cuerpo y honrar al jefe, Jesucristo.
Cuando leemos Hechos de los Apóstoles (Hch. 2:42-47) nos encontramos con la noticia de que esto era lo que identificaba a los primeros cristianos. Era esto lo que producía un gran impacto en la sociedad, los que veían que en este nuevo grupo (la iglesia) podían convivir personas tan distintas y
de tan diversas extracciones.
¿Qué dicen los que conocen nuestra iglesia? Los que nos conocen ¿ven que aunque pensamos y actuamos distintos estamos unidos por un mismo Espíritu?
La unidad reflejada por cada comunidad cristiana es el mejor testimonio que podemos dar a la sociedad tan dividida e individualista de la que somos parte aunque “no seamos del mundo”.
Es bien sabido que el enemigo de Cristo y el nuestro, constantemente se preocupa por levantar paredones divisorios entre los seres humanos y en particular entre los cristianos. Lamentablemente, ocurre que hay “cristianos” que colaboran en esta obra, alcanzándole los ladrillos para su construcción separadora.
Roguemos a Dios que nos ayude a fomentar en cada uno de nosotros la humildad, mansedumbre, tolerancia y paciencia; ya que con ello contribuiremos a reforzar nuestro testimonio de unidad en Cristo. Tal como lo dice Pablo: “Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Vs. 2-3).
- Unidad como resultado de la unidad de Dios (Vs. 4-6)
La unidad que se exige a la iglesia es nada más que imitar la unidad manifestada por Dios mismo. No se nos pide nada extraño.
Esa perfecta unidad de Dios la vemos reflejada en la doctrina de la Trinidad, donde muy bien se ve la unidad existente entre las tres personas que la componen, “un Espíritu… un Señor… un Dios y padre”. Creemos en “un Dios Tri-Uno”.
En la economía trinitaria cada uno cumple su rol, pero amén de ello, los tres se relacionan constantemente para llevar adelante la redención de la humanidad. Tal como lo expresa Nyenhuis: “Solamente un Dios trino puede efectuar la salvación que la Biblia nos ofrece”.[i][1]
Ese es el Dios que une lo que estaba separado, reconcilia lo que estaba enemistado. Sólo Él logra unir lo que históricamente ha permanecido distanciado.
Si pertenecemos a un Dios que actúa en unidad, también nosotros debemos hacer primar la unidad de todo el cuerpo, ya que “los cristianos están unidos porque son propiedad y están al servicio de un Dueño y Rey”[ii][2]
Así como nuestro Dios es uno, así también los cristianos debemos esforzarnos en mantener la unidad de la iglesia “en el vínculo de la paz” (Vs.3).
Resumiendo el comentario de John Stott podemos decir que:
- Hay un cuerpo porque hay sólo un Espíritu (Vs.4).
- Hay una esperanza, que pertenece a nuestra vocación cristiana, porque hay sólo un Señor (Vs. 5).
- Hay una sola familia cristiana, porque hay sólo un Dios y Padre (Vs. 6)[iii][3]
III. Unidad fortalecida por el conjunto (Vs. 7-11)
No hay aquí espacio para profundizar sobre los dones. Pero notamos que el apóstol utiliza algunos de estos dones (charismatas) para mostrar que ellos deben servir para mantener la unidad de la iglesia.
Cada integrante de la iglesia ha recibido el don de la gracia salvadora, y a cada uno le ha sido dado dones para beneficio del conjunto de esta nueva comunidad.
Dios mismo se encarga de capacitar con dones a los miembros de su iglesia para que entre ellos estos sean usados en la capacitación espiritual de cada uno de ellos.
Es precisamente la diversidad la que enriquece y fortalece a la comunidad cristiana. Todos estas capacidades son indispensables para que la unidad sea sustentada en la diversidad.
Si bien es cierto que en este pasaje en particular se hace referencia a dones que podríamos denominar “de liderazgo”. Dones que en forma muy especial Dios ha dado para fortalecer a todo el cuerpo. Aunque esto no quiere decir que sean los únicos que deben preocuparse por mantener la unidad del todo.
Cuando los cristianos comprenden la importancia del don que han recibido y estén dispuestos a ponerlos al servicio del Señor y de los demás, aprenderán que en realidad todos se necesitan para que la iglesia funcione equilibradamente en pro de su misión, la missio Dei.
Un motor funciona bien y sirve al propósito de su inventor, cuando cada una de sus piezas ocupa el lugar que debe ocupar y es funcional al todo. El refrán popular de que “la unión hace la fuerza” cobra importancia en una iglesia que pretende ser sana y fiel a su llamamiento.
- Unidad que produce crecimiento en sus miembros (Vs. 12-16)
Si es cierto que “la unión hace la fuerza” también es cierto que la unión ayuda al crecimiento espiritual de los miembros de la iglesia de Jesucristo.
La voluntad de Dios es que todos alcancen la medida de la estatura de Cristo, que los santos sean perfeccionados en ese vínculo de unidad.
Ese crecimiento debe ser cognitivo, afectivo y volitivo. Debe conducir a cambios integrales en el ser humano. No basta con lograr un cabal conocimiento de cuál sea la voluntad de Dios, sino que es en el vínculo de una iglesia sana donde, cada creyente, crece de tal manera que anhela y procura cambios en su manera de vivir la fe. Esa fe que es constantemente vapuleada por corrientes engañosas que la ponen a prueba.
Pablo sostiene que este crecimiento debe darse de tal manera que cada miembro comprenda que sirve a la extensión del mensaje de salvación. De esta manera el círculo vuelve a producirse: nacimiento, crecimiento y reproducción.
Suelo levantarme temprano en época de calor y tomar mate en el patio de mi casa. Observaba en cierta oportunidad como los pájaros enseñaban a sus pichones a volar. Primero el padre o la madre volaba hacia una rama próxima y esperaba que el pichón hiciese lo mismo. Esto lo iba repitiendo pero buscando cada vez una rama más lejos e incentivando al pequeño a que también lo hiciese, hasta que se animaba a volar mayores trayectos.
Mientras observaba esa mañana este episodio pensaba en que así debería actuarse en la iglesia de Jesucristo. Los más experimentados deberían ayudar a que los recién “nacidos de nuevo” aprendan a andar por su propia cuenta en medio de un universo lleno de dificultades. Y que pudiesen aprender a andar de tal manera que su fe siga creciendo y puedan sentir el gozo de la victoria.
Conclusión
¡Qué parecido a la enseñanza de Pablo tienen las palabras de Jesús en su famosa oración sacerdotal de San Juan capítulo 17!
Allí leemos: “
Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn 17:20-21)
Resumiendo… En una iglesia sana, donde reina la unidad en amor y paz, habrá crecimiento interno producido por la utilización de los dones. Pero también hacia fuera se podrá presentar esta unidad como elemento testimonial, “para que el mundo crea”.
La iglesia no pude prescindir de la unidad. Sin unidad la iglesia pierde su razón de ser, pues, recordemos, Jesucristo es la base de la unidad.
Tarea: Comparando la Realidad
Haz una lista de las varias actividades que se llevan a cabo en tu iglesia, marca cuales serían las responsabilidades del pastor, cuáles de los líderes y cuáles de todos los miembros.
Después, escribe brevemente tu reacción frente a esa realidad comparándola con lo estudiado hasta aquí. medita.
[i][1] Gerald Nyenhuis, El Dios que adoramos, Flet/Unilit, Miami, EE.UU., 1999, pp. 81-82
[ii][2] William Barclay, Comentario al Nuevo Testamento Vol. 10, Clie, Terrasa, España, 1995, pp. 177
[iii][3] John Stott, La nueva humanidad, Ediciones Certeza, Bs.As., Argentina, 1987, pp. 144
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