Tomato de: Gary R. Collins. Christian Counseling (Consejería Cristiana) Word Publishers, 1988, pp 17-20.
Varios años atrás dirigí un seminario para grupos de capellanes que confrontaban la idea de que la consejería cristiana es única. “No hay nada distintivamente cristiano acerca de la conserjería”, discutía uno de los miembros de clase. “No hay una forma distintiva de cirugía cristiana, mecánica automotriz cristiana, o de cocina cristina, y tampoco de consejería cristiana.”
Los consejeros cristianos usan muchas técnicas que han sido desarrolladas y usadas por no-creyentes, pero la consejería cristiana tiene por lo menos cuatros distintivos.
I. Suposiciones únicas. Ningún consejero es completamente libre o neutral en términos de suposiciones. Cada quien traemos nuestro punto de vista a la situación de consejería y estas influyen en nuestros juicios y comentarios, lo reconozcamos o no.
El psicoanalista Erich Fromm, por ejemplo dijo una vez, todos vivimos “en un universo indiferente a nuestro estado”. Un punto de vista tal no dejaría lugar a la creencia de un Dios compasivo y soberano. No habría lugar para la oración, la meditación en la “Palabra de Dios”, la experimentación del perdón divino, o mirar hacia la vida después de la muerte. Las suposiciones de Fromm debieron haber influenciado sus métodos de consejería.
A pesar de variaciones teológicas, la mayoría de los consejeros que se dicen cristianos tienen (o deben tener) creencias a cerca de los atributos de Dios, la naturaleza de los seres humanos, la autoridad de las Escrituras, la realidad del pecado, el perdón de Dios y la esperanza del futuro. Lee, por ejemplo los primeros cuatro versos de los hebreos. ¿No serán diferentes nuestras vidas y nuestro estilo de consejería si creemos que Dios ha hablado a la raza humana, ha creado el universo, ha provisto el perdón de pecados, y ahora sostiene todo unido a través del gran poder de su mano?
II. Metas únicas. Así como nuestros colegas seculares, el cristiano busca ayudar por medio de la consejería a aquellos que necesitan cambiar actitudes, valores, comportamientos y/o percepciones, intentando enseñar habilidades, incluyendo habilidades sociales, animando el reconocimiento y la expresión de emoción, dar apoyo en tiempo de necesidad, enseñar responsabilidad, guiar cuando se hacen decisiones, ayudarles a movilizar recursos internos y ambientales en tiempo de necesidad, enseñar habilidades de resolución de problemas, y también incrementar su competencia y auto-actualización.
Pero el cristiano va más lejos. Él o ella busca estimular el crecimiento espiritual en aquellos que son aconsejados; animar a la confección de pecados y la experimentación del perdón divino; modelar normas, actitudes, valores y un estilo de vida Cristiano; presentar el mensaje de salvación, animándoles a entregar su vida al Señor Jesucristo y a estimularles a desarrollar valores y una vida que este basada en enseñanzas bíblicas, en vez de vivir de acuerdo a las normas humanistas relativistas.
Algunos criticarán como traer esto “la religión a la consejería”. El ignorar temas teológicos, sin embargo, al construir nuestra consejería sobre la religión del naturalismo y humanismo, es paralelo a ahogar nuestras propias creencias, y dividir nuestras vidas en sectores santos y seculares. Ningún buen consejero fuerza sus creencias sobre quien aconseja. Tenemos una obligación de tratar a la gente con respeto y darles la libertad de hacer decisiones, pero los consejeros honestos y auténticos no apagan sus creencias aparentando algo que no son.
III. Métodos únicos. Todos los métodos de consejería por lo menos tienen cuatro características: buscan levantar la creencia de que la ayuda es posible, corregir creencias erróneas acerca del mundo, desarrollar competencia en el ámbito social, y ayudarles ha aceptarse como personas de valor. Para cumplir estas metas los consejeros usan consistentemente técnicas como: escuchar, mostrar interés, intentar entender y ocasionalmente dar dirección. Los cristianos y no cristianos usan generalmente los mismos métodos de ayuda.
Pero el cristiano no usa técnicas que puedan ser inmorales o inconsistentes con la enseñanza bíblica. Por ejemplo el animar a la gente a tener relaciones sexuales extramatrimoniales o prematrimoniales, a usar lenguaje inapropiado, o a desarrollar valores antibíblicos, serán totalmente evitados, a pesar de su uso por terapeutas seculares.
Otras técnicas distintivamente cristianas serían: la oración durante la sesión de consejería, el leer las escrituras, la confrontación dócil con las enseñanzas cristianas, o el animarles a integrarse a una iglesia local. Son ejemplos comunes.
IV. Características únicas del consejero. En cada situación de consejería, el consejero debe hacer por lo menos cuatro preguntas: ¿Cuál es el problema? ¿Debo intervenir y tratar de ayudar? ¿Hay alguna persona más calificada para ayudar? Es importante para los consejeros cristianos el tener entendimiento de problemas (como surgen y como pueden ser resueltos), un conocimiento de enseñanza bíblica acerca de los problemas, y estar familiarizado con habilidades de consejería.
Hay evidencias sin embargo, que las características personales del consejero son de significado aún mayor al ayudar. Después de escribir un libro a fondo de teorías de consejería, el psicólogo C.H. Patterson concluyó que el consejero efectivo debe ser una “persona real y humana”quien ofrece una “relación genuina” a quienes aconseja. “Es una relación caracterizada no tanto por las técnicas sino por lo que hace y cómo lo hace”.
Varios años atrás, encontraron que las técnicas de consejería son más efectivas cuando son impartidas por personas con un carácter cálido, sensitivo, entendidos, y dispuestos a confrontar a la gente en una actitud de amor. Los libros de consejería indican la importancia de características del consejero tales como: ser dignos de confianza, buena salud psicológica, honestidad, paciencia, competencia y conocimiento de si mismo. De acuerdo a investigaciones recientes, los consejeros son más efectivos cuando tienen estas características, junto con conocimiento acerca de problemas humanos y buenas técnicas de consejería. Las buenas intenciones, sugiere Jay Adams, no son sustituto de conocimientos y habilidades.
El enseñar lo que Cristo enseñó incluye la doctrina, pero también involucra ayudar a la gente a llevarse mejor con Dios, con los demás y con sí mismos. Estos son temas que conciernen a casi todos. Algunos aprenden de sermones o discursos, o de libros, otros aprenden de estudios bíblicos personales o de discusión; mientras que otros aprenden de consejería formal o informal; y tal vez la mayoría hemos aprendido de alguna combinación de estos acercamientos.
Al centro de toda ayuda verdaderamente cristiana, privada u pública está la guía del Espíritu Santo. Su presencia y guía hacen que la consejería cristiana sea única. Él es quien da las características más efectivas al consejero: amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad,
fidelidad, gentileza y auto-control. Él es el Consolador, quien nos enseña “todas las cosas” nos recuerda lo que dijo Cristo, convence a las personas de pecado, y nos guía hacia toda la verdad. A través de la oración, meditación en las escrituras, confesión continua de pecados, y un compromiso diario y deliberado a Cristo, el consejero-maestro viene a ser un instrumento a través del cual el Espíritu Santo puede trabajar para confrontar, ayudar, enseñar, convencer, o guiar a otro ser humano. Esta debería ser la meta de cada creyente, pastor o líder, consejero: el ser usado por el Espíritu Santo para tocar vidas, para cambiarlas, y traer a otros hacia una madurez espiritual y psicológica.
Tomato de:
Gary R. Collins
Christian Counseling
(Consejería Cristiana)
Word Publishers, 1988, pp 17-20
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