Por Ministerios RBC
La gente a menudo tiene la impresión de que la Biblia requiere que el perdón sea incondicional. Pero la Biblia no dice eso. Nos dice que debemos perdonar “de la manera que Cristo [nos] perdonó” (Colosenses 3:13). Aunque el perdón de Dios es inmerecido, no es incondicional. El perdón del Señor es ofrecido sólo a aquellos que confiesan su pecado y se arrepienten (2º Crónicas 7:14; Levítico 26; Lucas 13:3;1ª Juan 1:8-10).
Superficialmente, podría parecer noble perdonar incondicionalmente. Pero el perdón incondicional por lo general está motivado más por el temor que por el amor. Y por eso usualmente es destructivo. Si una esposa sigue perdonando incondicionalmente a un marido que tiene el hábito de ser infiel y abusador, su tolerancia probablemente dé como resultado más abuso y falta de respeto.
Esa clase de perdón “incondicional” expresa la determinación de aferrarse a las cosas como están. Por muy malas que estén las cosas, esta mujer teme que empeoren si hace a su esposo responsable. La pasiva aceptación de su conducta probablemente lo anime a seguir en su pecado. En lugar de que su perdón sea un acto de amor útil, en realidad es una violación al amor que obstaculizará el crecimiento de su esposo hacia la semejanza a Cristo.
La enseñanza específica de Jesús acerca del perdón en Lucas 17: 3 – 4 dice claramente que el perdón debe venir después del arrepentimiento:
Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.
El perdón inmerecido y el perdón incondicional son cosas radicalmente distintas. Se necesita valor y carácter para perdonar a aquellos que se arrepienten y nos piden perdón. Si los perdonamos, corremos el riesgo de que nos hieran de nuevo. Su arrepentimiento no se gana nuestro perdón de ninguna forma. Ellos siguen siendo responsables del daño que han hecho. Pero aunque su arrepentimiento no los hace merecedores de nuestro perdón, sí los hace elegibles. Podemos perdonarlos gracias al ejemplo de perdón que Dios nos ha dado en Cristo (Mateo 18: 21-35).
El perdón incondicional es una afrenta contra la justicia y una negación del significado del pecado y sus crueles efectos. El perdón inmerecido es una expresión de amor divino y la única base para nuestra esperanza de salvación.
En un mundo imperfecto, el perdón no debe darse incondicionalmente. Pero siempre debemos estar dispuestos a compartir el perdón inmerecido que hemos recibido a través de Cristo. Debemos ser realistas al confrontar a nuestros enemigos, pero también debemos procurar amarlos y responderles de una manera que a la larga sea para su bien.
Notas:
- En Mateo 5: 38-47, Jesús hizo tres afirmaciones radicales. Primero, dijo que una persona debe poner la otra mejilla cuando alguien lo golpea.
Segundo, declaró que sus seguidores deben dar a los que les ponen a pleito más de lo que piden. Y tercero, dijo que una persona que es obligada por un oficial romano a llevar una carga por una milla, debe ofrecer ir dos.
¿Significa esto que no debemos defendernos cuando alguien nos ataca? ¿Es nuestro deber dejar que otros se aprovechen de nosotros? Esa no puede haber sido la intención de Jesús. Después de todo, Él aconsejó a sus discípulos que fueran “astutos como las serpientes e inocentes como las palomas” (Mateo 10:16). Su bien conocida “regla de oro” (Mateo 7:12) contiene la clara implicación de que no debemos exhortar a la gente a que haga algo que pueda dañar su carácter (como abusar de los demás, robar, etc.)
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