¿Debería preocuparme por esta nube de desesperanza que parece estar fija sobre mí?
La desesperanza es un sentimiento que da miedo. La Biblia dice: “La esperanza que se tarda es tormento del corazón” (Proverbios 13:12). Mucha gente pasa por épocas en que saben que algo anda terriblemente mal, pero muchas veces no pueden identificar lo que es. Todo lo que pueden explicar es una fuerte sensación de que nada va a salir bien.
No es sabio ignorar los sentimientos crónicos de desesperanza. Nuestras almas no pueden vivir mucho tiempo en un estado de percibida falta de esperanza. La esperanza es el oxígeno del alma. Sin una perspectiva esperanzadora, nuestras almas a la larga se sofocan.
Nuestro dilema es que una perspectiva esperanzada es tan frágil como indispensable. Las situaciones que están más allá de nuestro control pueden retrasar la realización de la esperanza y dejarnos en una niebla de incertidumbre y desesperación. A medida que la esperanza parece derrumbarse a nuestro alrededor, existe el potencial de desanimarnos y caer en un estado de depresión.
La depresión es un estado perturbado de ánimo o del alma que tiene un efecto dramático en nuestro cuerpo. Perdemos la energía. Los patrones de dormir y comer se vuelven anormales. Y se nos hace difícil concentrarnos.
La depresión puede ser leve o fuerte. Mientras más interfiere con la capacidad de una persona de dormir, comer, trabajar, concentrarse y disfrutar la vida, mayor la severidad de la depresión, y mayor la necesidad de preocuparse.
A veces, un estado de ánimo depresivo desaparece sin razón aparente. Sin embargo, por lo general la depresión no se va sola con el tiempo. Si no se atiende, puede permanecer como una vieja herida que poco a poco agota a una persona. Con el tiempo, puede llegar a ser un problema severo y debilitante. Por eso es importante que los que están deprimidos busquen ayuda.
Una reflexión honesta en las siguientes afirmaciones puede poner en alerta a una persona ante un potencial problema de depresión:
Tengo poco interés, o ninguno, en hacer las cosas que solía disfrutar.
Me siento triste o apagado casi todos los días.
Estoy durmiendo muy poco o demasiado.
Estoy comiendo muy poco o demasiado.
Me siento cansado la mayor parte del tiempo.
Me resulta difícil mantener la concentración.
He perdido interés en la intimidad física con mi cónyuge.
Me siento abrumado por las cargas de la vida.
No tengo mucha esperanza de que mi vida vaya a mejorar en el futuro.
A veces me siento irremediable e indigno, y otras enojado y engañado.
Pienso en la muerte o en matarme.
Los que se identifican con dos a cuatro de las afirmaciones anteriores deben, al menos, considerar ver a un médico para hacerse un chequeo completo. Los que se identifican con cinco o más de las afirmaciones anteriores deben considerar buscar ayuda profesional inmediata.
Escrito por: Jeff Olson. Copyright © 2002 por Ministerios RBC