La cosmovisión de la novela
Tanto el autor, Dan Brown, como Robert Langdon y Leigh Teabing, los dos personajes “académicos” de la novela, comparten la misma cosmovisión, o sea, la forma de ver el mundo, la realidad, el porqué de la vida, y la explicación de todo lo que es. Esta cosmovisión es, nada más ni nada menos, la de una supuesta religión suprimida hace ya muchos siglos y que muchos tratan de revivir en el presente. Se trata de la adoración al sagrado femenino o a la Diosa. Esta diosa no se trata de un ser divino individual sino un poder y una presencia que impregna todo el universo. Por más que usen las referencias Ella y Madre, esta deidad no pasa de ser una fuerza impersonal, un principio, o un origen incorporado en la naturaleza, algo así como una idea poética o metafórica. El autor de la novela no trata de esconder en lo más mínimo dónde están sus preferencias cuando en la sección de los agradecimientos expresa:
Finalmente, en una novela que le debe tanto a la divinidad femenina, sería un olvido imperdonable que no mencionara a las extraordinarias mujeres que han iluminado mi vida.(CDV, p. 10)
Yo tuve que leer toda la novela por razones obvias, pero en lo personal, pienso que al instante de leer las palabras “divinidad femenina”, sería imperdonable para el lector instruido seguir leyendo e invertir tiempo en los 105 capítulos y 557 páginas del libro. Claro que si el lector/a es feminista, seguir leyendo el libro resultará en la reafirmación de sus creencias, por más absurdas que éstas sean. Cuando hablamos de feminismo en el contexto de la divinidad femenina, o el sagrado femenino, por supuesto que no hablamos del feminismo moderno. La mujer feminista moderna no tiene nada de femenino ni de sensual. Es una mujer con cualidades y actitudes masculinas, las mismas que ella dice aborrecer. Es una copia de un hombre y está radicalizada tratando de alcanzar poder y autoridad por medio de sus reclamos de igualdad con el hombre, es lo que se conoce por algunos con el nombre de femi-nazi.
El feminismo que la novela promueve es el mismo que supuestamente practicaban los antiguos como en el caso del culto a la diosa mayor de la religión egipcia. En esa religión, parecería que la mujer era considerada una mujer y no trataba de ser un hombre. La teología de esta religión pagana, puesta en práctica, terminaba en la prostitución ritual en los templos. Esta era racionalizada de modo que el acto sexual con las sacerdotisas conducía al hombre en el camino de lo divino. A través del acto sexual, se dice, el hombre era purificado y elevado a planos espirituales más elevados.
Las páginas 381 a 387 del CDV nos describen un rito sexual de una sociedad secreta y nos describen la teología detrás de éste. El principal personaje femenino de la novela, Sophie Neveu, sorprende a su abuelo en una ceremonia donde hombres y mujeres vestidos con atuendos largos y capuchas danzan, cantan y entran en trance alrededor de un altar sobre el cual un hombre y una mujer (los abuelos de Sophie) consuman el acto sexual. El ritual es descrito por Brown como una “ceremonia sagrada de dos mil años de antigüedad (CDV, p. 382)” llamada Hieros Gamos(“matrimonio sagrado”, en griego – en el sentido de unión sexual únicamente). Unas cuatro o cinco líneas más abajo en la página, Brown aumenta la antigüedad del rito en más 500 años (una pequeño descuido):
[Hieros Gamos] tiene más de dos mil quinientos años de antigüedad. Los sacerdotes y sacerdotisas egipcios la celebraban con frecuencia para honrar el poder reproductor de la mujer. (CDV, p. 382)
Robert Langdon, el experto en simbología de la novela, explica que el Hieros Gamos, aunque a primera vista parece un rito sexual, no tiene nada que ver con erotismo, “se trataba de un acto espiritual”:
Históricamente, el acto sexual era una representación a través de la que el hombre y la mujer experimentaban a Dios. En la antigüedad se creía que el hombre era espiritualmente incompleto hasta que tenía conocimiento carnal de la divinidad femenina. (CDV, p. 383)
Según Langdon, el hombre sólo podía llegar a la plenitud espiritual y alcanzar la gnosis, el conocimiento de lo divino. El rito sexual era el único puente entre el hombre y el cielo. Durante el orgasmo, el hombre dejaba su mente totalmente en blanco y veía a Dios. Este vacío mental durante el orgasmo era equivalente a la oración. Todo este disparate que para el hombre y la mujer normal se escucha como una excusa para revestir de dignidad la promiscuidad de los practicantes de esta supuesta religión, es llamado por Brown “una ceremonia profundamente sacrosanta.” Yo pienso que Brown en realidad cree esto. Al menos es lo que se desprende de las palabras expresadas por Brown en el principio del libro, donde él afirma que las descripciones de los rituales secretos en el libro son veraces. Suponemos, entonces, que la descripción del significado de estos ritos forma parte de las creencias de Brown, quien pone en boca de Robert Langdon las siguientes palabras dirigidas a sus alumnos varones de Harvard:
Desafíense a ustedes mismos para ver si son capaces de hallar esa chispa de divinidad que el hombre sólo alcanza a través de la unión con la divinidad sagrada. (CDV, p. 386)
Según Brown, la iglesia católica en particular, emperador Constantino mediante, logró transformar este mundo pagano matriarcal en un cristianismo patriarcal que demonizó lo sagrado femenino y erradicó definitivamente a la diosa de la religión moderna. “Los días de la diosa habían terminado”, se lamenta plañideramente Brown en la página 159, y continúa diciendo, “La Madre Tierra se había convertido en un mundo de hombres … el ego masculino llevaba dos milenios campando a sus anchas sin ningún contrapeso femenino.” Los rabinos judíos y los clérigos musulmanes también fueron culpables de seguir este patrón en sus respectivas religiones, según Brown (CDV, p. 159).
Coincidiendo con Brown, Sabrina Aset, autonombrada Suma Profetiza de la Iglesia de la Diosa Altísima, manifiesta en su página (goddess.org):
Las religiones machistas privaron a la mujer de sus ritos sexuales sagrados y les prohibieron hablar en las sinagogas, iglesias y mezquitas. Para las religiones patriarcales, el sexo era profano y vergonzante … El sexo sagrado de las sacerdotisas fue convertido en prostitución sagrada. Las mujeres fueron totalmente sumisas a sus maridos y mantenidas en la ignorancia.
Todo esto explica la cosmovisión desde la cual Brown escribe y la marcada hostilidad hacia el cristianismo ostentada por la obra. El cristianismo promueve la pureza sexual, la renunciación a la inmoralidad, la fidelidad en el matrimonio, condena la promiscuidad, el homosexualismo y otras relaciones de carácter sexual. Contrariamente a lo que Brown afirma, el cristianismo no reclama que el acto sexual es un “acto vergonzante” (CDV, p. 159). Cualquier maestro cristiano ortodoxo sostendrá que la Biblia afirma que el sexo es bueno siempre que se confine en el marco establecido por Dios dentro del matrimonio. El paganismo promovido por Dan Brown, por el contrario promueve las múltiples relaciones sexuales sin límites establecidos. La misma Sabrina Aset expresa:
Las verdaderas feministas – la feminista femenina o feminista sexual — reconoce que las raíces de la autoridad femenina yacen en la antigüedad y están despértandose a la realidad de la autoridad de la mujer está fundada en su sexualidad — su amor y deseo de tener sexo con hombres, el uso de los hombres como juguetes sexuales … Yo personalmente he experimentado 300 orgasmos en un solo día. Sí, alguien los contó, y podría haber gozado más pero los 16 hombres se agotaron.
Más allá
de cuanto hay de realidad en esta orgullosa confesión de la “sacerdotisa” Sabrina, una cosa queda en claro, y es la espiritualidad que el libro promueve. Brown, aparentemente, nos hace el tremendo favor de mostrarnos un camino hacia lo divino que nos ha sido ocultado por siglos, pero, ¿está pronto el lector para el shock intelectual que sigue? Todo este concepto acerca de una religión originalmente matriarcal dominada por la adoración a la femeneidad divina que luego es reemplazada por por una dictadura patriarcal patrocinada por la corriente judeo-cristiana, NO ES VERDAD. No existe la mínima evidencia o elementos de prueba de que en el pasado hayan existido movimientos religiosos donde las deidades dominantes fueran femeninas. Todas las deidades femeninas en la antigüedad siempre estuvieron conectadas con sus contrapartes masculinos, y en su gran mayoria cumplían una función subsirviente al dios masculino [Ver, por ejemplo, Tikva Frymer-Kensky’s, In the Wake of the Goddesses (New York: Ballantine Books, 1993) y Craig Hawkins, Goddess Worship, Witchcraft, and Neo-Paganism (Grand Rapids: Zondervan, 1998).]
Obviamente estamos frente a una invención, pero Brown lo presenta como verdad mientras que en otra declaración en la que ataca al cristianismo solapadamente, pone en boca de su personaje, Robert Langdon, lo siguiente:
…. todas las religiones del mundo están basadas en invenciones. Esa es la estricta definición de lo que es la fe, la aceptación de lo que imaginamos verdadero pero no podemos demostrar. (CDV, p. 422)
Analizar la legitimidad de esta declaración llevaría otro libro, pero por ahora digamos que el autor (Brown) se contradice a sí mismo. Si todas las religiones están basadas en invenciones, es lógico deducir que la que él promueve en su libro también está basada en invenciones. El absurdo de Brown es que por un lado pretende hacer pasar por verdad histórica el mito de la adoración al sagrado femenino, una invención de mayores proporciones en sí misma, y por el otro, trata de atacar otras religiones, principalmente el cristianismo, acusándolas de ser una invención. ¡Ridículo! <>
Pablo Santomauro se encuentra en http://www.calvarychapelamistad.org. Fue subdirector de CIR.