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Capítulo 4
La Familia de la “Mujer Virtuosa”
Artículo por el Dr. Maldonado
Este es uno de los pasajes bíblicos más controversiales, en cuanto a la familia se refiere, especialmente en grupos más conscientes de los derechos de la mujer. En América Latina, por ejemplo, mujeres que no descansan desde el amanecer hasta el anochecer sienten que, al compararse con esta mujer en Proverbios, siempre se quedan cortas. Las mujeres de los sectores pobres, en particular, a pesar de lo mucho que hacen, tienen dificultad en identificarse con esta mujer legendaria de la Biblia que tiene dinero para comprar propiedades, que tiene servidumbre en casa, que viaja y que no tiene que luchar por sobrevivir.
En Norteamérica y Europa la imagen de esta supermujer es resistida por otras razones. Allí, aunque la mujer ha ganado un mejor reconocimiento público, todavía sus salarios, su estabilidad laboral y otras condiciones reflejan una insistente diferencia con el hombre. Tomar a la “mujer virtuosa” como un modelo para la mujer contemporánea, dicen ellas, equivaldría a hacer más grande la carga de obligaciones sobre la mujer, sin cuestionar el sistema social y político que auspicia esa desigualdad.
En ciertas regiones de Asia y de África muchas mujeres dejan pequeñas a la mujer de Proverbios 31; son verdaderas titanes en la administración de su familia –nuclear y extendida– y de su negocio, en el manejo de hijos y nietos, y …en la iglesia. Sin embargo, al igual que la “mujer virtuosa”, su papel no se proyecta más allá de la esfera doméstica, de la pequeña empresa, de las obras de beneficencia y de los cargos secundarios en la estructura de la iglesia.
Es su marido quien tiene el reconocimiento social, ejerce funciones públicas y, al igual que el esposo de la mujer virtuosa en Proverbios 31, “es conocido en las puertas, cuando se sienta con los ancianos de la tierra” (v.23). Hombres que han crecido en su solidaridad con las mujeres también suelen reaccionar negativamente; ven en el pasaje de Proverbios a un hombre que se aprovecha de las capacidades y diligencias de su esposa para no “carecer de ganancias” (v.11).
Lo atractivo de la historia
Comparto muy de cerca todas estas inquietudes. Estoy, además, consciente de la imposibilidad de tomar un pasaje poético de la sociedad patriarcal del Antiguo Testamento y transformarlo en norma para la mujer de hoy en día. Sin embargo, lo que me atrae de esta porción de la Escritura es el cuadro que pinta de esta mujer inusual; un cuadro podríamos, incluso, decir revolucionario para su tiempo.
Lo que hace la protagonista de esta historia –como veremos posteriormente– es una protesta al rol tradicional que desempeñaba la mujer en su época y un intento de proporcionar un modelo alternativo más igualitario. Por otro lado, ubica a esta genial mujer dentro de una familia que se muestra funcionando no solo normalmente, sino a lo máximo de su potencial; en donde sus miembros se expresan, se cuidan y se reconocen unos a otros con palabras de elogio (v.28,29,31b); y en donde la mujer, como esposa y madre, es la figura principal del relato y del reconocimiento de todo el pasaje.
Esa combinación de mujer que funciona fuera y dentro del hogar con soltura y acierto parece no ser cosa común en ninguna cultura ni en ninguna época. Hoy, por ejemplo, cuando el individualismo se ha levantado como el único punto de referencia del bienestar humano se priva a hombres y a mujeres de colaborar en la búsqueda de modelos de convivencia complementarios. Al descontar que hombres y mujeres vivimos en ineludible interacción hemos producido modelos de reinvindicación competitivos, antagónicos, alienantes y, otra vez, opresivos.
¿Qué hace esta mujer?
En los diversos grupos en donde he discutido este pasaje, comienzo formulando esta pregunta “¿Qué cosas hace esta mujer?”. Pido, entonces, que en una hoja de papel o en la pizarra, formen dos columnas. Les sugiero que en la columna de la izquierda coloquen las actividades que esta persona desarrolla en su papel de mujer de su época y en la columna de la derecha se anote lo que podría considerarse como actividades de un hombre. Las dos listas resultan más o menos así:
Papeles “femeninos”
Complace a su marido (v.11,12)
Confecciona ropa (v.13,19,21b)
Alimenta a su casa (v.15)
Hace obras de beneficencia (v.20)
Teje tapices, telas y cintas (v.22,24)
Viste a su familia (v.21b)
Administra bien su casa (v.27)
Teme a jehová (v.30b)
Papeles “masculinos”
Viaja lejos (v.14)
Invierte en propiedades (v.16a)
Cultiva la tierra (v.16b)
Demuestra fuerza (v.17)
Administra negocios (v.18)
Protege a su familia (v.21)
Planifica el futuro (v.25)
Enseña con sabiduría (v.26)
El ejercicio resulta revelador. Esta mujer de Proverbios está descrita de tal forma que sus actividades rompen los esquemas tradicionales establecidos para una mujer de su época… y aún de la nuestra. Desarrolla tantas actividades desde su papel tradicional femenino como desde su rol aparentemente “masculino”. Algunas de sus acciones son inconcebibles para su época, como la de viajar lejos “como nave de mercader” (v.14) –al igual que una ejecutiva de nuestros tiempos– o la de impartir “con sabiduría” la “ley de clemencia” (v.26), una expresión en el hebreo asociada directamente con las funciones religiosas y con la instrucción respecto al Pacto de Dios con su pueblo.
¿Y qué de su familia?
Esta es la siguiente pregunta que levanto. Con todo lo que esta mujer hace habrá anulado a su esposo o lo habrá desplazado a un lugar periférico en la familia y en la sociedad. “(No!” me responde la gente. Me señalan que su esposo parece estar contento y “confiado”(v.11), que ocupa un puesto importante en la comunidad ya que “es conocido en las puertas cuando se sienta con los ancianos de la tierra” (v.23), y que “la alaba” (v.28b). En efecto, en las puertas de la ciudad se sentaban los jueces, hombres que por cuya sabiduría, aplomo y vida familiar la comunidad les consideraban para cumplir con ese trabajo de suma importancia y delicadeza. La competencia de un juez no se ganaba por graduarse de la escuela de leyes, sino porque con su vida entera daba testimonio de ser idóneo, además porque su familia se desarrollaba con normalidad. Así la gente confiaba en su liderazgo.
Entonces, tal vez sus hijos han sufrido las consecuencias. Metida en tantas actividades, esta mujer habrá descuidado a sus hijos quienes, a lo mejor, se han vuelto drogadictos o pandilleros. “(No!” me dicen mis interlocutores y me muestran que su familia, incluyendo la servidumbre, está bien alimentada (v.15) y bien protegida del frío “con ropas dobles” (v.21). Los hijos de nuestra protagonista se levantan“y la llaman bienaventurada” (v,28a).
Esto nos da una idea de la edad de los hijos, posiblemente en la adolescencia o en la adultez temprana, cuando están en capacidad de articular una bendición a su madre. Sobre todo, refleja que sus hijos están orgullosos de tener una madre como ésta, que no se estancó en su papel de esposa y madre –papeles, por supuesto, de mucha importancia– sino que desarrolló también sus propios intereses; que no redujo su mundo a sólo cuidar del marido y de los hijos, sino que lo amplió más allá de los linderos domésticos; que la razón de su vida no se agotó en la familia, sino que se enriqueció con la comunidad, con el pueblo, con el mundo.
Los hijos la bendicen (v.28) no sólo porque lo que ella es y hace, sino por lo que a ellos también les permite ser y hacer. Una madre que no depende de los hijos para su felicidad los cria con seguridad para ejercitar sus alas y volar. Una madre que ha diversificado sus fuentes de gratificación permite que sus hijos no se queden atrapados en las lealtades invisibles a su familia de origen, sino que formen sus propios núcleos familiares sin culpa.
La literatura sobre terapia familiar hoy en día ha documentado en forma convincente el hecho de que hay padres que encuentran satisfacción en lo que son y en lo que hacen y, sobre todo, gratificación en su relación de pareja, lo cual contribuye en alto grado a la salud, bienestar, seguridad y autonomía de sus hijos. De modo que bienaventurados son también estos hijos que tienen una madre y un padre como los de Proverbios 31, con proyectos propios, con afirmación en sus roles sociales, con vínculos significativos fuera de las cuatro paredes del hogar.
No tienen que sacrificar su propio desarrollo por enfermarse, meterse en drogas, fracasar en los estudios, etc., para que su mamá siga teniendo un “bebé” en casa y no enfrente el “desempleo” cuando ellos salgan del hogar. Ya que papá y mamá se llevan bien, se cuidan, se apoyan, se reconocen, los hijos intuyen que no son “indispensables” para la felicidad de sus mayores, que no llevan esa pesada deuda sobre sus hombros y, por lo tanto, pueden transitar con libertad a la nueva etapa de su propia vida.
Pero… ¿cómo lo lograron?
Mi pregunta en plural conlleva la convicción de que no podemos subestimar el papel del esposo. Para que esta mujer logre desarrollarse al máximo de su potencial necesitaba, por cierto, de un compañero solidario, seguro de sí mismo, que no se viera amenazado por el despliegue de tanta capacidad de su compañera. En mis fantasías sobre esta familia, me imagino las siguientes escenas.
- Cuando la esposa viaja (v.14), él se queda en casa y atiende a los hijos.
- Cuando ella tiene que atender sus “negocios” (v.18) y tratar con los“mercaderes” (v.24) él cambia de pañales a los bebés y juega con ellos.
- Cuando ella tiene que invertir largas horas con los contadores en hacer cuentas de los bienes raíces que maneja (v.16a ), o de las tierras que cultiva (v.16b), o de cintas (v.24 ) que produce, él cena con los hijos, les baña y les lee sus historias favoritas. El descubre con agrado que no se pone celoso, que no pierde su virilidad y que no se le caen las manos.
- Cuando ella abre su boca para enseñar la Palabra con “sabiduría”, él abre el corazón, aprende y la aplaude. El puede mostrar su debilidad para que ella pueda mostrar su “fuerza” (v.17, 25).
Sinceramente lamento que al autor de Proverbios se le acabó el rollo de pergamino y no pudo escribir Proverbios 32 sobre este “Hombre Virtuoso”. Pero viene la pregunta: ¿Cómo lograron estos dos desarrollar una relación exitosa y en contra de la cultura patriarcal que no sólo permitía que el hombre redujera a la mujer a una posición de completa subordinación, sino que incluso le otorgaba ese derecho de superioridad? Intento responderme imaginando –otra vez– a esta pareja desarrollar una relación fundamentada en el respeto, la solidaridad, el diálogo, la transparencia y sobre todo, en el acuerdo sobre la distribución de roles y funciones tanto en el hogar como fuera de él.
Esto es posible cuando hay no sólo el deseo de hacerlo, sino también la madurez, la disposición y especialmente la valentía para recorrer ese camino poco usual y poco transitado. Esta opción no habrá dejado de provocar críticas
entre aquellos que sentían que su mundo era cuestionado en la base de sus “sagradas” tradiciones. Cuántas veces el esposo habrá tenido que enfrentar los comentarios de sus colegas. Cuántas vecinas se habrán acercado a la mujer para “aconsejarle” que no opaque a su marido. Cuántas veces en la Junta Directiva de la sinagoga se habrá levantado la pregunta si era conveniente dejar que siga el “mal ejemplo”. Al parecer, los dos supieron cómo manejar la situación en medio de los vientos contrarios y afirmar su derecho a definir sus roles, y pudieron dejar a las siguientes generaciones un hermoso ejemplo.
En conclusión
Hoy en día, cuando los proyectos de cambios globales, estructurales, parecen distantes e inalcanzables –al menos por ahora– urge trabajar con proyectos y modelos manejables, cercanos y concretos. En América Latina los científicos sociales están redescubriendo a la familia –la más pequeña comunidad de hombres, mujeres y niños– como el núcleo social que ha desarrollado en forma asombrosa estrategias de sobrevivencia en una región en crisis económica y social. frente a la epidemia mundial del SIDA y ante la carencia de recursos gubernamentales para atender las demandas de salud pública, la familia en África, como red de apoyo natural y efectiva, vuelve a ser el principal espacio comunitario de primeros auxilios y de cuidado de la salud.
La familia, como el núcleo más íntimo, como la intermediaria entre el individuo y la sociedad, tiene el potencial de transformar la vida de sus integrantes, mediante el ejercicio de los valores del Reino de Dios –igualdad, solidaridad, respeto, amor, justicia, para nombrar unos pocos– y convertirse en la levadura que leude toda la masa.
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