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Capítulo Cinco
PENTECOSTÉS
Dr. Pedro Larson
Viento y Fuego. Dos fenómenos que desde la antigüedad han creado una fascinación en el hombre. Asombro en su poder para transformar o destruir, y reverencia en su buen uso. Estos dos elementos son asociados no sólo con la venida del Espíritu Santo de Dios, sino también con la esencia de la Persona de Dios.
En el viento vemos que nadie podía atar, limitar o controlar al Espíritu Santo. Jesús comentó la obra del Espíritu con Nicodemo: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va;” (Jn. 3:8). Y ¿quién podría estar de pie ante nuestro Dios quien es el fuego consumidor? Juan el Bautista profetizó de Jesús diciendo: “él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mt. 3:11).
Con reverencia y maravillados, contemplamos el evento de Pentecostés, ligado estrechamente con la vida de Jesús de Nazaret en su ministerio, cruz y resurrección. Pentecostés señala una era nueva en el plan de redención. Pentecostés, como evento salvífico, se desprende de la exaltación y entronización de Jesucristo, quien rogó a su Padre que él enviara su Espíritu a morar con los suyos. Pentecostés significa que todo el beneficio de Jesús como Salvador, Señor y Rey se aplica a nuestras vidas. Si tomamos la idea integral de salvación de Jesús como expresada en los eventos magnos de su vida,
es Pentecostés el que permite su aplicación personal en el corazón.
HECHOS SALVIFICOS APLICADOS HOY
Pleno Siglo XX
Diagrama 8
Si bien la salvación se aplica individualmente, Pentecostés habla de una colectividad. El Espíritu se derramó sobre toda carne. Dios ha intervenido en los asuntos humanos y en el avance de su reino. La salvación de Jesús es aplicada a grupos diferentes de personas. Y esto se da no sólo en diferentes momentos históricos, sino también en las diferentes culturas de nuestro mundo.
Pentecostés señala una potencialidad y esperanza en cualquier grupo cultural para una iglesia local. La visión de Juan al ver la multitud delante del trono y en la presencia del Cordero es una realidad a través del cumplimiento de la venida del Espíritu. El que está presente y él que extiende el reino lo hace en “todas naciones y tribus y pueblos y lenguas,” (Ap. 7:9).
¡Aprendamos de Pentecostés en relación a plantar nuevas iglesias! La venida del Espíritu Santo, la universalidad de mensaje, el contenido de ese mensaje evangélico, la invitación y respuesta esperada son parte de ese patrimonio nuestro.
En Clima de Fiesta
La fiesta hebrea de Pentecostés se conoce por diferentes nombres (Vila y Santamaría:899). Es La Fiesta de las Semanas celebrada siete semanas o cincuenta días después de la Pascua. De ahí viene su nombre “pente” o sea 50. También, se utilizaba el nombre, La Fiesta de la Cosecha, porque se celebraba al final de la cosecha de la cebada y en medio de la cosecha del trigo. Era la Fiesta de la Presentación de las Primicias. El pueblo ofrecía delante de Dios los panes del nuevo trigo. El pueblo reconocía lo que Dios hace y esto habla de prioridad –la prioridad de ofrecer a Dios lo primero.
En el clima de una fiesta de gozo y cumplimiento de parte de Dios, en cuanto a la provisión y sustentación de vida, vino el Espíritu Santo. El gozo, el cumplimiento, el sentido de provisión divina y de cosecha es bien patente. Como era un tiempo de gratitud por la generosidad de Dios, Pentecostés enseña la naturaleza y origen de la Iglesia. La Iglesia en su institución y fundación depende del Dios bondadoso. Él cumple su palabra en medio de un ambiente de gozo. Existe un gran gusto en los tiempos de cosecha. Cuando no hay cosecha, ¡qué tristeza y aflicción se siente! Pero con Pentecostés la cosecha comienza en una forma nueva –la comunidad de creyentes en medio de la cual mora la Cabeza de la Iglesia.
El simbolismo de las “primicias” en esta fiesta también es interesante. ¿Será que el día de Pentecostés señala “la primicia” que se efectuará para todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas? ¡Qué contentos estamos al mirar en fe que aquel derramamiento del Espíritu sobre toda carne también auncia una cosecha plena, abundante y final! El valor de la primicia señala una seguridad del cumplimiento. Y sobre esto procede la extensión del reino. Dios ha cumplido, sigue cumpliendo y cumplirá. ¿No podremos trabajar en plantar iglesias con esta confianza? ¡Claro que sí!
El simbolismo de esa Fiesta de Cosecha también nos habla de nuestro Dios como el gran Dador. Era una fiesta de renovación del pacto para con Dios. El pacto dado sobre el Monte Sinaí hablaba de Dios el gran Dador. Ahora, en Pentecostés, el gran Dador se da a sí mismo. El Espíritu es enviado del Padre por parte del Hijo. Y este Espíritu es el precioso don divino que trae perdón de pecados, vida de salvación y la persona misma de Dios a todo aquel que se arrepiente y cree en Cristo.
Los Acontecimientos de Pentecostés
Los acontecimientos de Pentecostés están ligados íntimamente con Jesús. Su vida, cruz y resurrección componen el fundamento para la venida del Espíritu. En directa relación está la promesa de Jesús en Hechos 1:8: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”. La venida del Espíritu proporcionó a los discípulos el poder de ser testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra. ¡Qué bendición de privilegio y de poder! ¡El Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo, el Espíritu Santo activo en el mundo! ¡Dios con nosotros!
Miremos al grupo reunido ese día. Se deduce de Hechos 1:15 que su número era de 120. Conocemos los nombres de los apóstoles, María la madre de Jesús, José llamado Barsabás quien tenía el sobrenombre Justo y Matías nombrado como sucesor de Judas Iscariote. Los hermanos de Jesús estaban presentes. (1:14). De acuerdo con la lista de sus hermanos (Mt. 13:55), tenemos la indicación que Jacobo (o Santiago), José, Simón y otro Judas participaron. Suponemos que las hermanas de Jesús (sus nombres no conocemos) estaban también. En realidad, sin embargo, estaban más de 100 personas, quienes experimentaron la venida del Espíritu, a quienes no conocemos por nombre. Formaban parte de ese grupo valioso que comenzaría a extender la Palabra con nueva energía. ¡Dios incluye un grupo grande de personas no renombradas!
La postura de ese grupo es interesante porque da una pauta ideal de lo que debería ser la congregación cristiana: “todos unánimes juntos”. Estaban juntos en este caso en la espera de la promesa de Jesús (Hch. 1:4), en obediencia a su Palabra y seguramente ocupados en oración y ruego. (Hch. 1:14). Esta unanimidad persistía después de Pentecostés con el número más grande de hermanos “perseverando unánimes cada día en el templo…” (Hch. 2:46).
La Manifestación Audiovisual
La venida con poder del Espíritu Santo producía una manifestación palpable. Se escuchó el estruendo. Se vió las lenguas de fuego repartidas sobre cada persona, y hablaron en otras lenguas el mensaje de Dios. Comentemos estas tres facetas de la manifestación.
Primeramente, el estruendo “como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;” (2:2). Se manifestó la parte audible en toda la casa donde se agruparon las 120 personas. El ruido se extendió a los alrededores para que una multitud escuchara el estruendo como de un viento recio. La palabra estruendo habla de un ruido profundo como el bramido del mar que uno resiste, que no puede llegar a tapar los oidos. Era “como de un viento recio”. Un viento que corría, como un huracán que lleva todo por delante y produce un profundo sonido. Esto nos hace pensar en algunos momentos en el Antiguo Testamento (2 S. 22:16; Job 37:10 y Ez. 13:13), cuando el viento era una señal de la presencia de Dios mismo. Como el profesor Knowling comenta: “Las palabras describen no un fenómeno natural sino sobrenatural. . . que es la descripción del poder tremendo del Espíritu que nadie puede resistir” (72). Estas palabras nos hacen pensar en la visión del profeta Ezequiel sobre los huesos secos (37:1-14) donde él dice: “yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. . . Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán” (37:5 y 9b).
La asociación con Espíritu y este viento se ahonda más al reconocer que la palabra PNEUMA se traduce tanto por espíritu como por viento. Afirmamos con el Dr. Bruce, “Diga lo que diga de la experiencia de los discípulos, …el Espíritu de Dios les vino con poder”(Bruce 1954:54).
La segunda parte de la manifestación era visual. “Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos” (Hch. 2:3). ¡Fue un cuadro dramático y visual para los asistentes! El Dr. Robertson comenta: “La apariencia de algo como fuego se presenta primeramente, y de repente se reparte hacia este lado y también hacia aquella dirección para que una porción de ello descanse sobre cada uno de los presentes” (1930:21).
Fuego, como también el viento, simboliza la presencia de Dios. Su Espíritu purifica y santifica. (Ex. 3:2; Ez. 1:13; Mal. 3:2, 3). Nos llama la atención que esto “como fuego” estaba repartido “asentándose sobre cada uno de ellos”. Cada uno en particular lo recibió. Ninguno fue exento de esta manifestación de Dios. Lucas subraya esa colectividad al decir que “fueron todos llenos del Espíritu Santo,” (Hch. 2:4). ¡Qué precioso nuestro Dios que permitió que estos hermanos vivieran una experiencia tanto visual como audible! El Dr. Trenchard resume asi:
“Pero no debe extrañarnos que, en este gran principio, Dios concediera manifestaciones visibles del hecho de haber tomado posesión de sus ‘tabernáculos’, que eran los cuerpos de creyentes plenamente consagrados a su servicio. Recordemos la manifestación de la gloria de Dios cuando Moisés inauguró el Tabernáculo y Salomón el Templo (Ex. 40:34-35; 1R. 8:10-11) (56-57).
La tercera parte de la manifestación divina era que “comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hch. 2:4). Todos los que fueron llenos del Espíritu Santo a la iniciativa y capacitación del Espíritu hablaron en lenguas. Eran diferentes de su propio idioma. No pasaron por ese proceso de adquirir el idioma, de aprendizaje y de mucha repetición, sino, el Espíritu Santo les daba una capacitación sobrenatural para que en diferentes idiomas hablaran “las maravillas de Dios”.
Hubo una verificación de esa capacitación por el pueblo. Eran nativos de otras tierras. Ellos confirmaron esa manifestación.
La manera de su hablar era con ánimo, entusiasmo, fuerza y pasión. No era un discurso monótono, no inteligible o sin ganas. ¡No! Todo lo contrario porque hablaron con el ánimo de la bendición. Era la manera de los profetas. Hablaban más para Dios que para las gentes que estaban escuchándoles.
Reconocemos que la interpretación de este hablar en “otras” lenguas ha sido motivo de mucho debate.[1]
La Reacción Emotiva
La manifestación audiovisual de Pentecostés producía una reacción emotiva en varios de los observadores. “Se juntó la multitud;”. Esto en sí es un resultado de la manifestación del Espíritu. El estruendo llamó la atención de la gente. Cada uno, también, se sentía impactado al oir que les hablaran en su propio dialecto. Ellos preguntaban: “¿No son galileos todos estos que hablan?”
Lucas utiliza palabras emotivas como “estaban confusos”, “estaban atónitos y maravillados” y “estaban atónitos y perplejos”. Esta confusión, perplejidad y sentido de asombro aumentaba en la gente al escuchar a la gente galilea. Seguramente no con mucha erudición o una manera de hablar culturalmente elevada, ellos magnificaron a Dios en los distintos idiomas. Esta situación provocó la pregunta: “¿Qué quiere decir esto?” También provocó una reacción de burla y mofa. Algunos dijeron: “Están llenos de mosto”.
Diversidad de Gentes
La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés no se hizo en un rincón o lugar de poca importancia. Había una representación amplia de personas de la diáspora judía. La Fiesta de Pentecostés atraía gente de muchos lugares que llegaban para la entrega de las primicias.
Algunos eran ya los moradores judíos de diferentes naciones que habían llegado para tomar residencia. Posiblemente eran residentes de Jerusalén con el propósito de estar cerca del templo o para estudiar la ley. Además de los residentes había peregrinos que venían a asistir a la fiesta. Hubo judíos de cuatro grupos de esta diáspora: los judíos del este o de Babilonia, los judíos de Siria, los de Egipto y los judíos romanos. La parte más grande era la de los judíos por nacimiento, pero incluía prosélitos, quienes se habían convertido al judaísmo de su paganismo. Lucas no quiso olvidar a otros. El agrega también “cretenses y árabes”.
Eran de un número considerable de lugares geográficos dispares –15. Eran de estas “naciones bajo el cielo” y de grupos étnicos (PANTOS, ETHNOUS) que formaban una parte de la comisión de Jesús de hacer discípulos. De esta manera llamativa, Pentecostés continúa la obra de Jesucristo a favor de las naciones.
Los acontecimientos el día de Pentecostés marcaban un avance del reino de Dios. Al decir que ese día marcaba la venida del Espíritu Santo, no queremos insinuar que era el comienzo de su ministerio en el mundo. Desde la creación de nuestro mundo, en el pueblo de Israel, con los profetas y especialmente en el ministerio de Jesús, el Espíritu Santo ha sido activo. Pero una nueva dimensión se vive desde Pentecostés. El escribir una ley y un nuevo pacto sobre las tablas del corazón de los creyentes en Cristo ya comenzó y prosigue hasta la fecha. En una forma más abierta, su dirección y su guía se hace más patente. A base del envío del Padre, el Espíritu de Cristo toma su morada con todos aquellos que forman parte del cuerpo de Cristo. ¡Qué bendición saber que el Consolador nos anime y nos vivifique!
La manifestación de su persona en clima de fiesta y cosecha, la promesa de sostenimiento y cumplimiento por parte de Dios, la conciencia de una reacción emotiva en medio de gentes diversas son patrimonio nuestro al ir a plantar iglesias nuevas.
El Mensaje de Pentecostés
El mensaje de Pedro es de sumo interés, no sólo en sus aspectos doctrinales, sino en su ejemplo de la entrega. Aquel que intenta ser usado por el Señor al iniciar obra nueva prestaría mucha atención. Esta atención estará tanto en el contenido del mensaje como en la forma de esa comunicación
El Dr. William Barclay llama esa porción de la Escritura como “uno de los pasajes más interesantes de todo el Nuevo Testamento”. Acordémonos de su comentario sobre las cuatro formas de predicar.
- KERYGMA – que literalmente es el anuncio de un heraldo y que es la explicación de los principales puntos del mensaje cristiano.
- DIDAQUE – es la enseñanza que aclara y busca el sentido, el significado y las implicaciones de los hechos proclamados.
- PARAKLESIS – la exhortación, llamando a las personas a tomar atención en los deberes y la obligación a entrar en cambios.
- HOMILIA – es el hablar de cualquier tema de la vida a la luz del mensaje cristiano.
El mayor énfasis en los mensajes de Hechos siguen el modelo de KERYGMA. El mismo Dr. Barclay detalla 5 características del KERYGMA.
- “Se prueba que Jesús, y todo lo que le sucedió, es el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento. Establece que la historia no lleva un camino sin rumbo. sino que en el universo operan un significado, un sentido y una ley moral.
- “El Mesías vino en Jesús, las profecías mesiánicas se cumplieron y nació una nueva era. La iglesia primitiva tenía la seguridad de que Jesús era la piedra angular de toda la historia, que con su venida la eternidad había invadido el tiempo y que Dios había entrado en el campo de acción humano, y por lo tanto, la vida y el mundo nunca podrían ser los mismos.
- “…Jesús había nacido del linaje de David, que había enseñado y realizado milagros, que había sido crucificado, que había resucitado de los muertos y que estaba ahora a la diestra de Dios. La iglesia primitiva estaba segura de que toda la religión cristiana tenía una base histórica que estaba basada en la vida terrenal de Cristo y que se debía contar la historia de esa vida. Pero también estaba segura de que esa vida y esa muerte terrenal no eran el fin, sino después de ello venía la resurrección. La base era los hechos históricos… (Jesús) era una presencia viviente. Viva para siempre.
- “Insistía además en que Jesús retornaría en gloria para establecer su reino sobre la tierra. La historia se dirige hacia algún fin…
- “La afirmación de que sólo en Jesús hay salvación, que aquél que cree en él recibirá el Espíritu Santo, y que aquél que no quiere creer está destinado a cosas terribles” (29,30).
Jesucristo es la persona central. Sí, el Hijo de Dios y también el Hijo del Hombre. El que viene. El que vino en una manera tan diferente. El Dios/Hombre que vino de parte de su Padre a morar, ministrar y cumplir por nosotros. Pero él que vendrá en su segunda venida es él que vino para lograr la cruz y la resurrección. Él está presente hoy.
Pentecostés afirma este tremendo hecho sobre el cual descansa el avance del reino en nuestro medio. Por lo tanto, nos hemos de esforzar en plantar nuevas iglesias donde todavía el nombre de Jesucristo no es reverenciado ni amado. ¡Jesús presente por su Santo Espíritu! Ahora bien, ¿Cuáles son los aspectos de este poderoso mensaje?
El Mensajero
“Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo:” (Hch. 2:14).
¿Qué pasó con Pedro que ahora con tanto denuedo y confianza se puso de pie de esta forma? Nos acordamos de él, pocos días antes, cuando una criada en la puerta del patio de la casa del sumo sacerdote le había preguntado: ¿”No eres tú también de los discípulos de este hombre”? Pedro en esa ocasión negó con las palabras, “No lo soy”. (Jn. 18:17).
Sí, bastante había pasado desde esa fecha vergonzosa. Jesús había mirado a Pedro. La cruz había sido levantada con Jesús y también bajada. Pedro corrió aquella mañana con Juan a mirar el lugar vacío donde supuestamente debería de estar el cuerpo inerte, muerto de Jesús. “No está aquí, ha resucitado” fue el mensaje de los ángeles que las mujeres les habían dicho. Después estaban esos momentos con el Señor resucitado. Pedro, con los demás, veía la marca de los clavos. Él vió cuando Tomás acercó su mano al costado de Jesús, atendiendo a su invitación. Pedro se acordaba muy bien de esa mañana en la playa, con una red que milagrosamente no se rompió con los 153 pescados grandes. El sabor del pescado asado y el pan todavía estaban presentes cuando Jesús le preguntó las tres veces, “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?” Y después de la tristeza, la pena y la vergüenza que sintió por esa pregunta, Pedro escuchó esa profecía: “mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras”. Sí, Pedro, tú sabías con qué muerte ibas a glori- ficar a Dios. Y esa palabra tajante de Jesús, “Sígueme”. Sígueme, Pedro, sin mirar a lo que podría pasar con otros de los discípulos.
Todo esto había pasado en tan poco tiempo. ¡Qué preciosas promesas de parte de Jesús –promesa de su Espíritu y de ser investido de poder desde lo alto! “Pero recibiréis poder… y me seréis testigos” tanto en Jerusalén como en muchas otras partes. Jesús dijo: “hasta lo último de la tierra”.
Hubo aquellos días de espera. Los tiempos de comunión con los otros discípulos y el nombramiento de Matías como sucesor de Judás Iscariote ya había pasado. Pentecostés llegó. La venida del Espíritu Santo se cumplió. Hubo la manifestación de su venida y aquella experiencia que Pedro compartía con los demás de ser lleno del Espíritu Santo. ¡Lleno de Dios, lleno de Jesús! ¡Qué bendición y qué normal hubiera parecido el hablar de “las maravillas de Dios”! Puede ser que nos parezca extraño que un hombre galileo, pescador, tan dispuesto pero con deficiencias humanas tan notables, un hombre sin letras y del vulgo fuese el instrumento en la mano del Espíritu Santo que entregara un mensaje tan claro y tan lleno de impacto. Sin embargo, así fue.
Esto nos puede alentar también, sabiendo que Dios utiliza a hombres y mujeres comunes en la poderosa comunicación de su mensaje.
Si Pedro fue el heraldo en esa ocasión, no estaba completamente solo. La frase, “poniéndose en pie con los once” es llamativa. No se escondieron los apóstoles ante la burla y la acusación, “están llenos de mosto”. Estaban dispuestos a ser expuestos a la prueba de la gente. Esto habla de la importancia de apoyo y de equipo en el nuevo avance.
Una Respuesta a una Inquietud
La inquietud y perplejidad produjeron el momento preciso para el discurso de Pedro. Entendemos que Dios preparó el momento. El estruendo y las lenguas provocaron la pregunta, “¿qué quiere decir esto?” Era una pregunta sincera, abierta y franca. Los otros, con la burla, dieron su opinión de ebriedad. Con esto, Pedro alzó la voz apelando a que pudieran poner toda su atención. Era una introducción de mucho respeto por los oyentes. Él abrió su discurso de manera solemne, sin reproche pero también con una nota de inspiración sobre su vida.
La respuesta de Pedro era de negar el estado ebrio. Fríamente él dijo: “no están ebrios… puesto que es la hora tercera del día” (Hch. 2:15). Generalmente, los judíos en tiempo de las fiestas se abstenían de comida y bebida por lo menos hasta la hora sexta (o sea medio día)(Knowling:78). Aparentemente, para Pedro, no era necesario ofrecer más pruebas, sino entrar en una afirmación positiva de lo que había pasado.
La afirmación llegó a los oídos de los judíos: “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel”. Es la primera parte del KERYGMA, o sea lo que sucede con Jesús está en relación estrecha con el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento.
Observemos esta profecía de Joel:
- -En los postreros tiempos sucedería el derramamiento del Santo Espíritu.
- -Este derramamiento (que Pedro está afirmando que ya había sucedido en ese mismo día) era sobre toda carne. No hubo exclusión.
- -Toda carne incluía personas jóvenes, ancianos y también mujeres, personas esclavas y personas libres. Llama la atención el énfasis en las mujeres porque señala tanto las hijas como las siervas como si Dios quisiera especificar, en una sociedad machista, la importancia de la venida del Espíritu para las mujeres.
- -La capacitación sobrenatural del Espíritu para la profecía, las visiones y los sueños.
- -Dios indicaba que daría prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra. “Sangre y fuego y vapor de humo” con el sol que “se convertirá en tinieblas y la luna en sangre”.
- -“El día del Señor”, su venida, su manifestación y grandeza. Esta frase del Antiguo Testamento que se refiere al día de Jehová, en el Nuevo Testamento es aplicada a la segunda venida de Jesucristo. (1 Ts. 5:2; 1 Co. 1:8; 2 Co. 1:14; Fil. 1:10)(Knowling:80). El día del Señor se refiere a la presencia final del Señor para juzgar y para restaurar todas las cosas (Rackham:27).
- -Todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo. Esta salvación con su antecedente en Jehová Dios se concentra ya en Jesucristo. Sí, hay una liberación individual de pecado del juicio venidero de condenación. Pero existe mucho más –una liberación a servir a Dios en calidad de hijo. Uno está libre a servir a su prójimo.
¡Qué tremenda profecía de Joel! Pedro afirma que los acontecimientos se debían precisamente al cumplimiento de esa profecía en el derramamiento del Espíritu Santo. Con ímpetu, con fuerza, con autoridad y con poder vino el Espíritu Santo. La capacitación para el KERYGMA se da por este derramamiento. El resultado de su presencia es tanto para la mujer como para el hombre.
En base al cumplimiento de esta profecía, Pedro liga la voz profética de Joel con la persona y ministerio de Jesucristo.
La Centralidad de Jesucristo
Con mucho respeto y solemnidad, Pedro invita nuevamente a los oyentes a prestar atención, a reflexionar sobre el contenido de su mensaje.
La Conducta y Ministerio de Jesucristo
“Jesús, nazareno” fue la identificación para Cristo que Pedro usaba. “Jesús”, aquel nombre común entre los hebreos que significa “salvador”. “Nazareno” era para especificar cuál Jesús. Pedro les habló sabiendo que muchos le habían conocido personalmente. Muchos lo habían visto. Habían visto el título “Jesús, nazareno” escrito a las órdenes de Pilato y fijado sobre la cabeza de Jesús en su cruz. Este Jesús, nazareno, es “el varón aprobado por Dios entre vosotros…”
¿Quién de los oyentes no quisiera tener el mismo testimonio? –“aprobado por Dios”. Escuchamos la voz del cielo en el tiempo del bautismo. “Este es mi amado hijo en quien tengo complacencia, a él oid.” Esta aprobación por Dios tenía que ver “con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él”. Como dijo el Dr Trenchard:
“Los milagros eran innegables, y formaban el tema de conversación en miles de hogares y puntos de reunión de los judíos. Pedro declara que estas obras eran las ‘credenciales’ que Dios dio a este Varón con el fin de que todos supiesen que su misión era divina” (70)
Pedro usó tres palabras de poder que hablan de resultados comprobados y manifiestos. 1) DUNAMESI (maravillas) son los hechos grandes de poder, un poder inherente en la persona de Jesús que es nuevo y que transforma. Es un poder encima de las leyes naturales. 2) TERATA (prodigios) son aquellas obras portentosas que llaman la atención a la gente. Nunca se utiliza esta palabra sola en el Nuevo Testamento para no confundir los prodigios con las manifestaciones paganas o de parte de la fuerza satánica. Los milagros de TERATA tienen un propósito ético. 3) La tercera palabra “señales” es la palabra SEMEIA, milagros que presentan una lección o que señala algo más allá que el propio milagro(Trenchard:70).
Lo enfático de este mensaje es afirmar que los milagros de Jesús son hechos a través de una energía que procede de Dios mismo. De esta manera nadie podría refutarlo ya que ellos mismos lo habían visto(Knowling:82).
La Pasión de Jesús
Pedro siguió la entrega del KERYGMA sobre los hechos históricos de la vida de Jesús. Eran palabras, quizás difíciles de entregar. Pero con gran valor dijo: “a éste… prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole”. El hecho de la crucifixión de Jesús todavía era una memoria reciente del pueblo. Las mujeres habían llorado y hecho lamentación por él. Estaban algunas de ellas presentes. La furia de los religiosos, para aun ir a refutar el título que Pilato había puesto, todavía tenía el eco en los oídos de algunos. El desdén de los soldados romanos, su brutalidad y escarnio, las palabras obscenas de los reos quienes también padecieron y el cuerpo roto de Jesús sobre la cruz estaban en la mente de muchos. ¡Qué terrible la crucifixión! ¡Qué agonía de sed, dolor y lucha por respirar! ¡Y qué palabras de los labios de Jesús –palabras de perdón, aliento, seguridad, salvación!
Aun así, no era fácil para Pedro decir, “prendisteis y matasteis por manos de inicuos” con el significado de vosotros. Tal vez lo interpretaron por las manos de los soldados romanos. La palabra “inicuos” habla de una condición sin ley o fuera totalmente de esa ley. Son aquellos que oprimen a la gente. Pero es sorprendente la frase, “entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios”. Pedro afirma que en esa tremenda violencia, angustia y muerte de Jesús, Dios estaba en control. Es más, que toda la crucifixión resultó ser parte del plan de Dios para el sacrificio perfecto de pecado. Su consejo y anticipado conocimiento prevalecía a pesar de toda la iniquidad de los hombres. Pero no terminó Pedro allí.
La Resurrección – Joya sin Par
¡Qué tremenda noticia! Qué bello evento descrito por el apóstol con frases como:
“al cual Dios levantó,”
“sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.”
“que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.”
Pedro, con su rostro levantado y con denuedo insólito, proclamaba una tumba vacía, el sepulcro totalmente abierto, la piedra removida, un sello de las altas autoridades roto y las guardias turbadas, habiendo fracazado en su cometido de preservar intacto aquel lugar. Sí, Pedro tenía en mente aquellos momentos tan emocionantes y a la vez tan solemnes. No eran sueños o visiones. Eran hechos reales que él vivía con los otros discípulos. Por ello pudo decir: “A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos” (2:32).
Estos momentos, sí, eran bien patentes para Pedro. Se acordaba:
-cómo corría con Juan al sepulcro y entrando “vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte”. (Jn. 20:6b y 7).
-el momento a solas con Jesús cuando él se le apareció. En esa ocasión (Lc. 24:34; 1 Co. 15:5) no tenemos el detalle de lo tratado, pero Pedro sí estaba bien conciente.
-cuando Jesús se puso en medio de los discípulos, menos Tomás, diciendo: “paz a vosotros”. “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.” En esa ocasión él tomó una parte de un pez asado y un panal de miel y “comió delante de ellos” (Lc. 24:39, 42, 43).
-aquella vez una semana más tarde cuando Tomás estaba presente y acercó su dedo sobre la marca de los clavos y su mano en el costado. Jesús le dijo a Tomás: “no seas incrédulo sino creyente”. Pedro sabía que no era un fantasma, ni un espíritu con el cual hablaba –era Jesús resucitado.
En otras tres ocasiones Pedro estaba con el Maestro viéndolo y escuchándolo. Ya no había duda como aquel primer momento cuando las mujeres llegaron con la noticia que él había resucitado(Robertson 1922:239-252.)
Pedro no apelaba a la narración de estas experiencias en detalle en su mensaje. Para sus oyentes era más importante su apelación a las Escrituras mismas. La voz profética del Antiguo Testamento era más importante. Él citó a David para demostrar la veracidad de la resurrección con aquellas frases gráficas:
-“aun mi carne descansará en esperanza;”
-“no dejarás mi alma en el Hades,”
-“ni permitirás que tu Santo vea corrupción.”
-“me hiciste conocer los caminos de la vida;”
Pedro demostraba que esa profecía de David no podría interpretarse referente a David mismo. Esta gran figura del Antiguo Testamento “viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción” (2:31).
La fuerza de la verdad de la resurrección ha motivado a Barclay a decir:
“Hechos ha sido llamado el evangelio de la resurrección. . .sin la resurrección no existiría la iglesia cristiana. Cuando los discípulos predicaban sobre la importancia de la resurrección hablaban de su propia experiencia. Después de la cruz estaban anonadados, destrozados, con sus sueños rotos y sus vidas quebrantadas. La resurrección cambió todo esto y convirtió a hombres sin esperanza en personas plenas de confianza, a cobardes en héroes” (Barclay 1971b:34,35).
¡Dios lo levantó! ¡Dios lo resucitó! Lo más insólito y lo más espectacular de la historia con un resultado directo de salvación para nosotros. Con razón comenzaban a expresarse palabras excitantes de gozo en la comunidad cristiana que siguen vigentes hoy. ¡Aleluya! ¡Cristo ha resucitado!
Exaltación y Señorío
En base a la vida, ministerio, cruz y resurrección tenemos un gran “así que” en el mensaje de Pedro.
“Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Sepa, pues, ciertísimamente. . .que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hch. 2:33 y 36).
El lugar de honor, la diestra de Dios, es también lugar de dominio y de autoridad. Con la ascensión, Cristo es exaltado y toma su posición por todo lo que Dios mismo ha efectuado. Posteriormente Pablo escribiría a los filipenses: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,” (Fil. 2:9). La confesión de ese nombre y el humillarse al doblar la rodilla es para todos. Juntos podemos glorificar al Dios Padre.
En la visión profética Daniel veía como venía el Hijo del Hombre hasta el Anciano de días. A Aquél, el Hijo del Hombre,
“le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará y su reino uno que no será destruido” (Dn. 7:14).
Siguiendo los modelos orientales de entronización, vemos sus elementos. Estos son: la exaltación de Jesucristo, la presentación de su persona en la declaración divina que él es Señor, y la entronización cuando le confiere por parte del Padre una transferencia de dominio (DeRidder:171). “Le fue dado dominio, gloria y reino”, dijo Daniel. Pedro dice: “Dios le ha hecho Señor y Cristo”.
La significación de su exaltación y señorío tiene grandes alcances. Si unimos las ideas de la profecía de Daniel con el texto del mensaje de pentecostés tenemos los siguientes factores:
- Jesucristo recibe tanta gloria y reino como el dominio de su señorío.
- Una finalidad de ello es que “todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran” como Señor, como Rey.
- El dominio de Cristo es dominio eterno que “nunca pasará”.
- El reino de Cristo como Señor “no será destruido”.
- A la diestra del Padre y como una parte clave del dominio, Jesús toma del Padre “la promesa del Espíritu Santo” –promesa para efectuarse viviendo, morando, impulsando, dirigiendo y enseñando en la vida de todos los creyentes.
- El derramamiento del Espíritu es resultado de la exaltación de Cristo. Aquí Pedro afirma que es Jesús quien derramó el Espíritu Santo. Lo que habían visto y oído es por razón de su venida. Esta acción de Jesús en derramar el Espíritu Santo es de un verbo indicativo activo del tiempo pasado (aoristo). Sugiere esto – una vez para siempre.
- Pedro indica que el señorío pertenece a Jesucristo y no a David el rey, porque fue Cristo quien ha subido al cielo y es Cristo quien recibió la palabra de Dios “siéntate a mi diestra”.
- Se asegura la victoria de Cristo como Señor. Él estará sentado a la diestra “hasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies”. La palabra “hasta que” (EWS) no implica que Cristo cesaría de reinar, sino que él seguirá reinando en su plenitud aun cuando todos sus enemigos sean sujetados (Knowling:89).
Jesucristo es el Señor. Esta frase llega a ser para la comunidad cristiana el lema de su vida y uno de los grandes temas de su predicación.
El Gran ¿Qué Haremos?
Hubo diálogo por parte de los oyentes. Sí, Pedro entregó el mensaje. Al oir todo esto soltó de más de una garganta la pregunta, ¿qué haremos? La pregunta fue dirigida a Pedro y también “a los otros apóstoles”. Hubo una retroalimentación, una respuesta y una indicación de apertura. La evidencia de este respeto y consideración se ve por las palabras “varones, hermanos”. Sí, respeto y una relación. No los consideraban como “extranjerizante”, sino parte de su propia cultura –hombres iguales como ellos.
Ya estaba funcionando la obra del Espíritu Santo que Cristo mencionó en Juan 16. “Y cuando él venga, convencerá al mundo…” Lucas narra: “se compungieron de corazón”. Es una palabra poco común que lleva la idea de picar o abofetear. Se sintieron conmovidos en su corazón. Hubo un convencimiento por parte del Espíritu sobre lo que habían escuchado. Relacionaron esto con sus hechos y las faltas que habían tenido. Hubo sentimiento de culpa.
Pero ese sentir no los aplastó, sino al contrario, buscaron un cambio. La pregunta que iniciaba ese cambio era “¿qué haremos?”
La Invitación con Promesa
Guiado por el Espíritu de Dios, Pedro tenía una respuesta para el ¿qué haremos? Era una invitación abierta y plural para cada uno que atendía. Seguramente no era algo fácil, sino implicaba una alianza y una sumisión al señorío de Jesucristo. Como llevaba una demanda, también llevaba una oferta. Pedro confiaba plenamente en esa promesa.
La demanda venía en dos palabras. . . “arrepentíos” y “bautícense”. Si bien, esta demanda es muy personal para cada uno y tiene su sentido de colectividad y comunidad. Tenía que hacerlo públicamente. Y, el arrepentimiento es ligado al bautismo y viceversa. Sin arrepentimiento el bautismo carece de sentido. Interpretamos que el arrepentimiento genuino y profundo es cambio de alianza y un seguimiento nuevo. Resultará en un testimonio público que es el bautismo en agua.
El significado de las palabras es conocido. “Arrepentimiento” significa un cambio de dirección en relación al pasado. Es cuando una persona que está marchando por su propio camino se detiene y considera su rebeldía y egoísmo frente a Dios. Toma la decisión de cambiarse de camino, de darse vuelta hacia Dios y en vez de seguir alejándose del Señor, se vuelve a él.
Sí, el arrepentimiento tiene que ver con un remordimiento en cuanto a haber errado. Tiene que ver con el sentimiento de culpa y de pecado delante de Dios. Pero es más que remordimiento y un sentido de culpa. Es una toma de conciencia que impulsa a la persona a llevar a cabo una acción moral para cambiar de ruta y volverse a Dios. No cabe la idea de que uno tiene que pagar de alguna manera su culpa o hacer penitencia. Más bien, el arrepentimiento significa dar la media vuelta, rectificando una disposición de corazón para creer en Jesucristo como Señor. Es un recapacitar para cambiar de idea en cuanto a su propia vida y todo lo que Cristo hizo por nosotros.
La segunda palabra es “bautícese”, con el énfasis en cada uno. A.T. Robertson nota los cambios entre “arrepentíos” y “bautícese”.
“El cambio de número del plural a singular y de la segunda persona (vosotros) a la tercera persona (usted)” (1930:34,35).
El cambio radical de vida para todos también se traduce en singular testimonio de cada uno. Entonces cada uno es bautizado en el nombre de Jesucristo.
Reconocemos que Lucas no utiliza todos los nombres de la trinidad. Algunos grupos (por ejemplo el denominado “Sólo Jesús” o apostólicos) niegan la veracidad del bautismo en agua si se usa
Mateo 28:19. Pensamos que no existe conflicto. Como el Dr. Robertson menciona, “El nombre de Jesucristo es el nombre distintivo en el bautismo cristiano y realmente involucra al Padre y al Espíritu” (Robertson 1930:35).
El llamado de Pedro para bautizarse no les extrañaría a las personas judías que estaban escuchando. Los rabinos, Juan el Bautista y el mismo Señor hicieron las invitaciones para ser bautizados. La comprensión de lo que esto significa era “ser separados totalmente de la parte rebelde de la nación, así como también su unión vital con el Mesías resucitado …(la salida) de la esfera que rechazaba a Cristo a la esfera de su NOMBRE, o sea, la de su Persona rodeada de toda su autoridad como el Mesías glorificado” (Trenchard:81,82)
Lucas no detalla ni el lugar específico en Jerusalén de los bautismos ni comenta sobre el modo de su realización. Quizás no fuese necesario por el valor mismo de la palabra bautizar, que quiere decir poner debajo o sumergir. El número grande de personas que fueron bautizadas no niega el modo de inmersión en agua porque Lucas no detalla cuantas ayudaron a los apóstoles, o cuanto tiempo se ocupó para efectuar los bautismos. Para Lucas lo importante era que tres mil personas se arrepentieron y fueron bautizadas. Ellas consideraban la invitación de Pedro como algo que podría cumplirse en su vida.
La demanda de ese arrepentimiento y bautismo se liga con el pasado y el futuro. El pasado de pecados pero un futuro con el don del Espíritu Santo. Pedro dijo:
“Arrepentíos, y bautícese… para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch. 2:38).
Todo lo que hizo Jesús a través de su cruz, su resurrección y su entronización tendrá su aplicación en la vida de personas arrepentidas y bautizadas en su nombre. La remisión o el perdón de pecados es una parte de esa promesa.
“El perdón de Dios para lo que queda atrás… El perdón no suprime las consecuencias de lo que hemos hecho, pero reestablece nuestra relación con Dios. El extrañamiento y el miedo desaparecen y estamos en paz con él”(Barclay 1971:36,37).
El futuro también es afectado. Somos “equipados para enfrentar las batallas del futuro” (Barclay 1971:37). Viene a nuestra vida el don del Espíritu Santo. En este caso no son los dones espirituales o XARISMATA lo que Lucas dice, sino DOREA. Es el don de su persona, la persona misma de Dios quien viene a nuestra vida. Esto es el cumplimiento de la promesa de Cristo: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”. (Jn. 14:18).
La misma participación de la persona del Espíritu Santo que tuvieron los 120 es ahora patrimonio de los que estaban escuchando en ese momento a Pedro.
“La bendición que cayó sobre los ciento veinte hermanos en el aposento alto se hacía extensiva a todo verdadero creyente por el hecho mismo de arrepentirse y creer, y no por la imposición de las manos de eclesiástico alguno ni tampoco por experiencia alguna posterior a la conversión, pues la recepción del Espíritu Santo está implícita con el hecho de unirse con Cristo por la fe” (Trenchard:80).
Me gustan mucho las palabras de Pedro al enfatizar la pluralidad de esto que es: “para vosotros. . . y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos”; (Hch. 2:39). Ellos que estaban escuchando eran las mismas personas que decían en la crucifixión de Jesús: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mt. 27:25). Y de parte del Señor ahora estaban escuchando que la promesa del Espíritu y la promesa del perdón de pecados les alcanzarán. La bendición seguiría para el linaje y las familias, tanto de los judíos como para “los que están lejos”. La referencia es para los gentiles. (Ef. 2:13, 17). Nos incluimos en “los que están lejos”. Se incluirán a otras personas que también están lejos. ¡Gloria a Dios!
La tarea que lo describe es “para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hch. 2:39), indistintamente judíos o gentiles. No importa que Pedro no hubiera entendido perfectamente, porque posteriormente (Hecho 10) Dios clarificaba todo esto. Él indicó que no podemos llamar inmundo a ningún hombre. Pedro dijo entonces: “En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hch. 10:34, 35).
Con la terminación formal de este mensaje de Pentecostés Lucas agregó: “con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación”. El impulso del Espíritu les animaba en su proclamación. No era una cosa así no más que no significara mucho. Al contrario, hubo una urgencia y una motivación grande para entrar en esa salvación. La misma palabra “exhortaba” habla de un llamado que advierte y amonesta pero también lo alienta, lo consuela y anima. Hay ánimo para que siguiese un nuevo camino.
Algunos podrían criticar que la apreciación sobre el mundo no fue muy positiva porque usó “perversa generación”. Lo mismo podría decirse de Juan el Bautista o Jesús mismo. La palabra “perversa” habla de haber salido de una senda de verdad y de rectitud. Hay desvío y rodeo. La exhortación es a volver del desvío y ponerse en el camino recto y verdadero. No podemos juzgar a los apóstoles por esa urgencia y su anhelo para la salvación de sus oyentes.
La entrega de este mensaje fue otro acontecimiento importante para la iglesia primitiva. Su impacto, los resultados de transformación de vida, y el alcance para la sociedad en Jerusalén se manifestarían. Se iniciaba una era nueva, una época diferente en la historia de salvación.
Persona y Obra del Espíritu de Dios
El día de Pentecostés no da inicio a la obra del Espíritu Santo en el mundo. Existe desde esa fecha una dimensión nueva de su obra con la congregación de creyentes en Jesucristo. Ahora no se limita a “personas especiales” como los profetas, sino mora con y habita en todo aquel que cree en Cristo.
El Espíritu Santo de Dios… no sólo es una influencia, una potencia, un viento y aliento de Dios, sino una Persona. Hay cincuenta y cuatro referencias al Espíritu Santo en este libro de los Hechos. Él superentiende los momentos de avance y está presente siempre en cada incidente. Él convence, santifica, transforma, y unifica. Con él viene el poder, sabiduría, santidad y amor. Él libera a la gente para que puedan vivir para Dios, y él crea una nueva comunidad que es la Iglesia.
Siguiendo la enseñanza bíblica, los creyentes en Cristo son regenerados por el Espíritu (Jn. 3:5 y Tit. 3:5), bautizados en el cuerpo de Cristo (1 Co. 12:13), sellados por el Espíritu (Ef. 4:30), reciben el testimonio de que son hijos de Dios y coherederos con Cristo (Ro. 8:16), reciben fortaleza de su intercesión (Ro. 8:26, 27), y el Espíritu permite que uno viva, ande y ore con su ayuda (Gá. 5:25; Ef. 6:18; Jud. 20).
El Dr. Peters comenta lo siguiente en relación al Espíritu Santo con la Iglesia.
- -Él dió nacimiento a la iglesia el día de Pentecostés. (Hch. 2: 1-4).
- -Él habita la iglesia como templo de Dios. (2 Co. 6:16).
- -Él capacita la iglesia para ser iglesia de Dios y dar fruto del Espíritu. (Gá. 5:22, 23; Ro. 5:5; Col. 1:10).
- -Él cuida la iglesia al levantar liderazgo capacitado para guiarla. (Hch. 20:28; 1 Co. 12:28; Ef. 4:11).
- -Él da poder a la iglesia en vida y ministerio para que pueda cumplir su tarea. (1 Co. 12:1-30).-Él guía a la iglesia en su empresa misionera. (Hch. 13:1-4).
- -Él da consejo en asuntos muy difíciles. (Hch. 15:28).
- -Él sostiene a la iglesia en época de sufrimiento y persecución. (Hch. 4:23-31).
- -Él continuará la edificación de la iglesia, la terminará, y la presentará a Dios como “una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”. (Ef. 5:27; 2 Co. 11:2; Col. 1:22). (Peters:55).
Los creyentes en las iglesias de Hechos reconocían que el Espíritu Santo les habitaba, les llenaba, les guíaba, les fortalecía, les daba poder y les sostenía. Él les llenaba de gozo y era suficiente en su vida de ministerio, testimonio, evangelización, sufrimiento y hasta en ser mártires (Peters:141). ¡Qué grande este ministerio del Espíritu de Dios! Y por medio de la grandeza de su ministerio, tendremos el gozo de ver nuevas congregaciones de creyentes.
Interpretando Pentecostés
Las Escrituras enseñan que el evento de Pentecostés es:
-la venida del Espíritu Santo,
-el cumplimiento de la promesa,
-la investidura de poder para los discípulos,
-el bautismo con el Espíritu Santo,
-el envío del otro Consolador,
-el cumplimiento de la profecía del derramamiento del Espíritu de Dios,
-la recepción y la llenura de su persona, el Espíritu de Cristo.
Por lo tanto, podemos agradecer a Dios diciendo:
Gracias, Señor, que tu has venido a darnos vida, a proveernos un lazo de salvación con tu cruz, tu resurrección y tu exaltación. Gracias porque tú vienes a estar con nosotros, a comunicarnos tu vida, tu dirección, tu guía y tu salud. Gracias por el poder que esto implica. Poder tuyo, poder de lo alto, poder que transforma y que nos limpia. Gracias por aquella autoridad, el bautismo de tu persona, y esa bendición de poder andar firme, lleno de tí. Al venir tu Santo Espíritu, viene tu reino. Al caer tu Espíritu sobre toda carne, nos alcanzaste, nuestro glorioso Dios. ¡Gracias, bendito Señor!
¡Qué hermoso todo esto del día de Pentecostés! ¡Y cuán importante para todo discípulo de Jesucristo! ¡Ya vino su Espíritu! ¡Ya toma su morada en los discípulos! Esto permite que el apóstol Pablo escribiese más tarde:
“…el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Ro. 8:11).
Dios morando en nosotros. ¡Qué maravilla! Pablo lo llama una riqueza de la gloria del misterio entre los gentiles, “que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. (Co. 1:27). La Iglesia del Señor participa de su Espíritu. Los beneficios de la cruz y de la resurrección se aplica a la vida de los creyentes porque ya aconteció la venida de su Espíritu.
Como vimos en el diagrama de los eventos salvíficos de Jesucristo, creemos que todos los resultados de esta salvación tan grande se aplican porque ya se efectuó Pentecostés. Consideramos los eventos de esta salvación en Cristo como eventos singulares, únicos e íntegros. Sin el sacrificio perfecto del Cordero de Dios, no tuvieramos la gloriosa resurrección. Sin la resurrección tampoco hubiera pasado su entronización ni el envío de su Espíritu. Todo esto es una unidad perfecta que facilita y permite una salvación completa para todo aquel que se entregue a Cristo.
No pensamos que deberíamos dividir demasiado los eventos salvíficos centrales. No podemos decir que “sí, yo acepto la cruz de Jesucristo”, sin entrar a todo lo que significa su resurrección. Tampoco podemos decir: “yo acepto todo lo que Cristo me hace, desde su encarnación hasta su exaltación, y espero que en el tiempo futuro él me bautizará con su Espíritu”. Es por la venida ya efectuada de su Espíritu que yo ahora puedo participar de su vida. Por él tengo vida, comunión, testimonio y poder.
La interpretación de Pentecostés históricamente, en relación a la obra misionera, tenía 4 facetas. El Dr. Boer los desarrolla (48-64).
- Una capacitación lingüística no permanente para propósitos evangelísticos.
- El simbolismo de la universalidad del evangelio.
- La investidura espiritual de poder para el testimonio misionero.
- Una tarea misionera sin par, en la cual está la intercesión directa escatológica de Dios mismo.
El Día del Señor y el fin de este siglo comenzaron con la primera venida de Cristo y terminarán con su segunda venida. La característica esencial que radicalmente deja su huella para toda esta época es la presencia del Espíritu (Boer:94,95).
¿Qué significa hoy el hecho de Pentecostés? Contestamos que Dios/Cristo/Espíritu está presente. Él es el gran dador de vida. El mismo Espíritu como las arras y las primicias (Ef. 1:13, 14; Ro. 8:23), apunta hacia el cumplimiento de su reino.
Creemos en la unicidad del evento de Pentecostés como evento del Espíritu de Cristo. Ligando el concepto del Dr. Boer con la centralidad de Jesucristo en la historia de salvación, presentamos el siguiente diagrama.
Pentecostés significó la llenura de la obra del Espíritu en el proceso de salvación. Sí, él estaba activo en nuestro mundo antes de Pentecostés, como si se desprendiese un arco dinámico de acción hacia atrás del evento de Pentecostés. Mirando adelante, su acción desde Pentecostés es como un arco extendiéndose cada vez con más alcance en nuestro mundo “hasta lo último de la tierra”.
Pentecostés era un evento único, histórico y en un contexto específico. Como acontecimiento histórico no se repitió totalmente, ni en Jerusalén, ni en Samaria, ni en Cesarea, ni en ningún otro lugar. Pero el resultado, los efectos, la transformación de vida, los milagros de la gracia de Dios sí se repitieron. Existía una aplicación a la vida de personas que creían en Cristo: en Samaria, en Cesarea, en Efeso y en otros lugares del libro de Hechos, el Espíritu Santo de Dios se derramaba o era recibido. Sucedía una equivalencia dinámica de Pentecostés. Y esto sigue en pie hasta la segunda venida de nuestro Señor Jesús.
Pentecostés no se repitió — no era necesario. Pero las equivalencias dinámicas de la gracia y poder de Cristo se repiten vez tras vez según su voluntad en la vida de personas que creen en Cristo. ¡Nos parece muy hermoso esto! Dios en medio, quien bautiza, llena y da plenitud a los discípulos. Como el Dr. VanEngen ha dicho: hubo una “explosión de amor, gozo y esperanza”.
Vemos en Hechos como Pentecostés se extiende como un arco de bendición y presencia divina. De Jerusalén rompe la barrera cultural en Samaria, en Cesarea y en Efeso. De Pentecostés se desprende el derramamiento del Espíritu a otros grupos culturales de personas. No existe contradicción entre el evento como único, singular y totalmente hecho, y su contra parte de resultados sorprendentes que se repiten. Hay equivalencias dinámicas por parte del Espíritu Santo en todo lugar donde él se manifestará en la vida de creyentes.
Para aquel que intenta plantar iglesias, Pentecostés como evento de salvación es imprescindible. Significa que el Espíritu de Dios está. Opera en nuestro ambiente una fiesta, el don de Dios, el poder y el contacto personal con Dios mismo. Dios cumple su promesa. Dios actúa en nuestro contexto. Dios rompe las barreras culturales, barreras de edad y de sexo. Dios capacita con el mensaje de resurrección. ¡Qué glorioso que el avance del reino desafíe las potestades de Satanás y cuente con el poder de lo alto! No estamos solos. No estamos sin Director ni Guía. Jesús está presente en su Espíritu y con nosotros.
[1]Tanto en Hechos como en 1ra a los Corintios 12 y 14, el hablar en lenguas se produce a la iniciativa del Espíritu de Dios. Sin embargo, existen marcadas diferencias entre Hechos y Corintios. Esa diferencia está evidente en relación a su propósito y uso.
El propósito en Hechos es manifestar la universalidad del evangelio y la comunicación de las maravillas de Dios a los que escuchaban en su propio idioma. Eran lenguas inteligibles por personas que hablaban el mismo idioma. La Escritura no nos dice que esto se repitió cuando la gente podría entender sin el don de interpretación de lenguas como sucedió el día de Pentecostés.
El hablar en lenguas, como uno de los dones (XARISMATA) de Corintios, era para la edificación personal, a menos que Dios diera en la congregación el don de interpretación para que los oyentes entendieran el mensaje.
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