Guía de Estudio: Desafíos en el Liderazgo Espiritual DownloadPDF
El Rey Como Siervo de Jehová
De ser siervo a manera de Jesucristo.
Lectura Adicional Modulo 2, Desafíos en el Liderazgo Espiritual
Profesor: Dr. Pedro Larson
El Rey Como Siervo de Jehová
Por Dr. Pedro Larson
Una de las paradojas de la vida de Jesucristo era precisamente el hecho de ser a la vez rey y siervo. Nos parece esto algo incomprensible o irreconciliable. El Rey expresa dominio, señorío y cumplimiento de su propia voluntad divina y real. A él pertenece la honra, la gloria y la victoria. Pero Jesús, en su ministerio terrenal en la gran mayoría de las ocasiones no apelaba a ser rey. Con toda autoridad y perfección nos mostró ser siervo. Además, enseñaba a sus discípulos a ser de la misma manera siervos del reino. En medio del contexto del reino donde él les habló diciendo: “Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí”, él les estaba enseñando de ese ejemplo de siervo.
“Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve (Lc. 22:27).
Esta palabra de Jesús, “yo estoy entre vosotros como el que sirve”, da una pauta fundamental en cuanto a su ministerio. Nos hace recordar los pasajes proféticos de Isaías que se cumplían en Jesús de Nazaret como gran Siervo de Jehová.(Is. 42:1-9; 49:1-7; 50:4-11; 52:13-53:12 y 61:1-5). La singularidad de su persona y obra contemplamos.
He aquí, el modelo dinámico de Jesús: el Rey como Siervo. Con ello él mismo nos ejemplifica lo que debería de ser nuestro discipulado. Al describir para su propia gente la clase de ministerio y el propósito de su vida, aquel día en la sinagoga de Nazaret él abrió Isaías y leyó
“El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
A predicar el año agradable del Señor (Lc. 4:18, 19).
Con el trasfondo de los pasajes proféticos de Isaías que tenían su cumplimiento tan hermoso en Cristo, notamos estas facetas en el modelo de Siervo de Jehová.
- ¡Qué tremendo contexto de crisis, lucha, necesidades y violencias!
¿Será diferente para aquel que le sigue a su Señor en el expansión del reino? ¡Pienso que no! En esta porción que Lucas narra de los labios de Jesús, vemos algo de ese contexto de ministerio. Pobreza con su dolor y aflicción, el quebranto de corazón, la cautividad y esclavitud, la tragedia de la ceguera y el gemir de la opresión son parte de este contexto de ministerio. Y, ¿qué podremos decir de la violencia, el odio y la intención para matar que vemos en aquellos nazarenos, queriendo después despeñarle? La hostilidad y la controversia eran parte de ese contexto. Si usamos algunas palabras de Isaías agregamos las densas “tinieblas”, “la lejanía”, la frustración de la tiranía, el lugar de ceniza, de luto, las ruinas antiguas o el desastre de la idolatría que conduce a la perdición.
Sin embargo, reflejado en la vida del Siervo en medio de ese contexto, había la estampa de victoria. La gente no podía menos que admirarse de él. Con esa nota de victoria Isaías inicia la porción de Is. 52:13 ‑ 53:12 sobre el sufrimiento del Siervo con:
“He aquí que mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado, y será puesto muy en alto” (Is. 52:13).
Hostilidad, violencia, y aun la muerte, pero todavía victoria. ¡Qué tremenda faceta en este modelo de ministerio.
- Tuvo que sufrir. Tuvo que soportar las pruebas. Tuvo que morir. Aquí opera el principio de la Expiación.
Sólo Cristo pudo hacer una perfecta expiación por nuestros pecados. Él llevó nuestras enfermedades. Él sufrió en nuestro lugar. Él fue herido por nuestras rebeliones. El justo por los injustos. Él cargó nuestro pecado tan perfectamente que la justicia divina quedó satisfecha con su sacrificio.
Sólo Jesucristo pagó la cuenta. Pero, ¡qué faceta tan poderosa de ministerio como siervo! Y ¿qué de nosotros? ¿No será que nos toca tomar parte en sus sufrimientos? (Fil. 3:10). Corresponde al siervo muchas veces soportar las inclemencias del contexto. El Rey sufría como siervo sobresaliente. Atormentado, castigado, desfigurado, dolorido, humillado, molido, azotado y despreciado son unas de las palabras gráficas que describieron aquel sufrimiento. Brota de nuestra vida una expresión asombrosa de gratitud.
Te veo, Señor. . .
atormentado
castigado
desfigurado
dolorido
humillado
maltratado
Y me veo yo. . .
arrancándote
azotándote
despreciándote
enterrándote
sepultándose
Mas tú. . .
te callas
te sometes
te entregas
soportas
sufres
Y yo. . .
te cargo con
mi dolor
mi maldad
mi pecado
mi pena
mi transgresión
mi vergüenza
mi violencia
Sin embargo . . .
tú has sido puesto muy en alto,
asombraste a las naciones
tuviste éxito.
Y por mí. . .
intercediste,
llevaste mi pecado,
me libraste.
¡Aleluya! ¡Gloria a tí, Justo Siervo de Dios!
La identificación con Cristo es crucial. ¿No será nuestro el desafío de entrar plenamente con él, venga lo que venga de nuestro contexto? La enseñanza solemne queda cuando Jesús nos dice personalmente referente a nuestro discipulado:
“De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; (Jn. 12:24‑26a).
- Su profunda relación con y en el Espíritu Santo.
Sobre aquel que es Rey vino la unción del Espíritu Santo. Jesús inició su lectura con esa palabra: “El Espíritu del Señor está sobre mi, por cuanto me ha ungido…” (Lc. 4:18). En el mismo capítulo de Lucas el evangelista señalaba esa estrecha relación de Jesús con el Espíritu Santo. “Jesús, lleno del Espíritu Santo,” (4:1), y “Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea;” (4:14). Si bien desde su nacimiento Jesús tuvo una relación estrecha en y con el Espíritu Santo, fue en su bautismo que la manifestación del Espíritu estuvo más patente. Lucas comenta:
“y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (3:22).
En esta relación con el Espíritu de Dios, el Siervo recibe el apoyo y el sustento de su Dios. Esa frase, “yo le sostendré” (Is. 42:1), habla de una ayuda divina de profundo aprecio y afecto. El Espíritu Santo de Dios, su persona, su llenura, su participación con el Siervo es también para nosotros un reto grande.
- El ser escogido, llamado y enviado es un resultado tremendo en la vida del Siervo.
Junto con la presencia y la unción del Espíritu, esa selección divina, llamamiento y la fuerza de ser enviado forman la base de su ministerio. La selección divina no es al azar, sino el “desde el vientre para ser su siervo” (Is. 49:5). Es una demostración de fidelidad divina, porque “fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió” (Is. 49:7).
Brota del corazón de Dios, en virtud de su santa selección, un llamado fuerte. “Yo, Jehová te he llamado en justicia,” (Is. 42:6). “Jehová me llamó desde el vientre, desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria” (Is. 49:1). Este llamamiento se vincula en su base con la justicia. Resulta en la dinámica de Dios de enviar porque el Siervo es enviado con una misión de traer justicia a las naciones. Él impulsa, la iniciativa y el poder en ese “enviar” se desprende de Dios mismo, de su Espíritu. Otra vez, ¡qué desafío nuestro al contemplar esto en la vida de nuestro gran ejemplo y nuestro gran Maestro!
- El propósito de vida del Siervo es el cumplimiento de la voluntad divina.
Ese sometimiento a la voluntad de Dios en perfecta obediencia trae contentamiento, satisfacción y agrado. No sólo nos habla de un precioso comienzo, sino un hermoso cumplimiento. El Siervo cumple en fidelidad, lealtad y amor. ¡No se entrega a medias, sino con todo! ¡Qué gran palabra de agrado, cuando Dios dice del Siervo: “en quien mi alma tiene contentamiento”! Esta es la palabra que habla de deleite y de sumo placer. Seguramente, como el Dr. Young comentaba, este deleite tiene que ver con la llenura de su Persona y con la continuidad de ministerio que el Siervo ejercía (1972:110).
Las frases de Isaías en relación a este agrado son desafiantes para nuestra vida de discípulo.
“porque estimado seré en los ojos de Jehová, y el Dios mío será mi fuerza;” (Is. 49:5).
“Ver el fruto de la aflicción de su alma, y quedar satisfecho;” (Is. 53:11).
¡Estimado y satisfecho! ¡Dos palabras de agrado!
La idea de sometimiento por parte del Siervo (quien es Rey también) es notable. Isaías usa estas palabras:
“Jehová el Señor me abrió el oído, y yo no fuí rebelde, ni me volví atrás. Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos. . .por eso puse mi rostro como un pedernal, y sé que no seré avergonzado” (50:5‑7).
Miramos al Siervo y decimos: ¡qué clase de entrega y qué clase de sometimiento! Pero, ¿no somos también escogidos y llamados a esa clase de entrega?
- La misión del Siervo tiene muchos matices y es integral.
Aunque la misión del Siervo tiene diferentes facetas, existe una completa unidad. Las palabras textuales que Jesús leía ese día entre los de Nazaret, hablaban de esa naturaleza. “Dar buenas nuevas”, “a sanar”, “a pregonar libertad”, “y vista”, “a poner en libertad” y “a predicar” son esas expresiones que engloban una misión tanto material como profundamente espiritual. Es una misión de palabra, de anuncio, de proclamación, como también una misión de hechos, hechos concretos de servicio. Implícito en esa misión está la misericordia y el amplio amor de Dios.
Contemplando la misión del Siervo anunciada en Isaías, sabemos que es una misión de justicia. “Él traerá justicia a las naciones” y “por medio de la verdad traerá justicia”. (Is. 42:1b, 3b). La palabra “justicia” viene de la palabra “juzgar”. De acuerdo con una norma, el juez decide el asunto y dictamina un fallo. Estas decisiones, en este caso, son las que Dios mismo determina en relación a la conducta de los hombres para condenar o justificar. Esa clase de juicio perfecto es la que Cristo trae a los gentiles y a las naciones (Young:111).
Una parte precisamente de aquel que gobierna es juzgar. No es una acción negativa porque en este caso el Siervo extiende los medios de salvación hacia las naciones. Su misericordia se extiende para los oprimidos. Él está puesto como “pacto al pueblo, por luz de las naciones”. Su ayuda y su salvación les alcanza. Los oprimidos y pobres reciben la vindicación del Juez Justo, acoplando a la disposición de Dios para extender la misericordia. Toda la envergadura notamos en la frase, “para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra” (Is. 49:6b).
LA MISION DE JESUS
El diagrama de Waldron Scott enfatiza la misión del Siervo en el mundo relacionando el discipulado con la dinámica de traer justicia a las naciones. En esto existe una dimensión vertical; el hombre con Dios y también una relación horizontal con los hombres. Misión tiene que ver con discipulado, pero también tiene que ver con el establecimiento de la justicia entre los hombres (1980:viii y xv).
- Las actitudes y maneras del Siervo en su ministerio.
Parece ser que el Siervo tiene una opción especial en su ministerio hacia los pobres, enfermos, quebrantados, cautivos, ciegos y oprimidos. Con el enfoque hacia los necesitados y hacia las naciones existe una demostración divina de una actitud misionera.
Esta actitud y manera de ser del Siervo se ve reflejada en la frase: “No gritar, ni alzar su voz, ni la hará oir en las calles” (Is. 42:2).
Esta manera de comportarse se contrasta con aquel conquistador de este mundo quien proclama a todo el mundo sus hechos y hazañas. Al contrario, el Siervo no forza sus ideas en tono de propaganda. Esto demuestra la confianza que tiene en el triunfo de la verdad. Las palabras del Siervo no son palabras de contienda, sino con calma y con quietud plantea su mensaje.
La actitud del Siervo hacia nuestra debilidad sugiere en aquella palabra: “No quebrará la caña cascada, ni apagar el pábilo que humeare; (Is. 42:3).
Su misión no es para aplastar ni destruir, sino bendecir, levantar y restaurar. La caña cascada representa aquel hombre débil, abofeteado en medio del viento de la opresión que ha caído en medio de la tormenta. En vez de destruir o descartarlos, el Siervo los estima y los bendice.
Sigue el profeta Isaías describiendo la actitud y manera del Siervo. “No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra justicia; (Is. 42:4).
¡Qué hermoso en el sentido de firmeza, de continuidad y de cumplimiento! La idea del cierre está presente. El desmayo tan frecuente en nosotros se ausenta en el Siervo, y en vez del desánimo y desaliento está la esperanza.
Otra actitud hermosa en el Siervo es de no defenderse. “No abrió su boca . . . ni hubo engaño en su boca” (Is. 53:7a, 9b). ¡Qué presencia y qué autocontrol!
La bendición florece en el ministerio del Siervo. No se le conceptualiza como fracaso, aun cuando tenga que sufrir agonía aguda, sino vemos lo contrario. La esperanza y la victoria son suyas. Además, por otros resultados comentado por Isaías, vemos una actitud de consolación, gloria, gozo y alegría. El profeta comenta:
“. . . a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; (Is. 61:2b, 3a).