Guía de Estudio: Cómo Interpretar la biblia
Tomás De la Fuente (1990)
Como Interpretar la Biblia, Lectura Módulo 5
Creador: Alejandro Romero; Editado por Roger Oliver
El espíritu correcto
Hace muchos años mientras que mi hermana y yo estábamos curioseando entre unas cajas viejas en una bodega, encontramos unas cartas de amor que un novio rechazado había escrito a nuestra madre. Nos divertían sus afirmaciones de amor y la forma anticuada en que se expresaban en aquel entonces, así como la idea de que nuestra madre se sintiera atraída por un hombre con apellido extranjero como el
suyo.
Nuestra falta de aprecio por aquellas cartas se basaba en una actitud equivocada y antipática. Para apreciarlas debidamente, hubiéramos tenido que conocer personalmente al escritor y comprender la relación que existía entre los dos.
Los que leen la Biblia sin tener una actitud correcta hacia ella, la iglesia, Dios y su Hijo Jesucristo, y un aprecio adecuado de sus expresiones de amor y preocupación por un mundo perdido, han de caer en semejante trampa. Un espíritu correcto es uno de los requisitos básicos para todo intérprete de la Escritura.
El espíritu correcto sigue a la presencia personal del Espíritu de Dios en el que piensa interpretar su Palabra. Sin él, el individuo no debe considerarse cristiano, según la enseñanza de Pablo en Rom_8:9. Los que quieren enseñar a otros sin tener al Espíritu de Dios, serán “ciegos guías de los ciegos”. Fue para que los seguidores de Cristo pudieran entender las cosas de Dios que él les dio su Espíritu (1Co_2:12). La lista de los textos bíblicos que apoyan estas verdades es larga; pero véanse especialmente los siguientes: Jua_14:17, Jua_14:26; Jua_20:22; Hch_2:38; 1Jn_2:20, 1Jn_2:27.
Como fruto de este primer don del Espíritu de Dios, el intérprete debe manifestar un espíritu de humildad y una mente lista para recibir las enseñanzas del Señor. Ya que lee la Palabra de Dios, el lector debe respetar a su Autor, y escuchar su voz como criatura delante de su Creador, como siervo ante su Amo o como vasallo en la presencia de su Rey.
El intérprete debe exhibir también la humildad delante de otras personas, en vista de que ellas también pueden tener la mente dotada por el mismo Espíritu. Con frecuencia otros lectores de la Biblia tendrán mejor comprensión de algún texto, y solamente la humildad permitirá al intérprete aceptar la verdad que Dios le ha revelado a otro. El intérprete nunca debe pensar de sí mismo como infalible, aun cuando esté seguro de que ha descubierto alguna verdad que el Señor le ha revelado.
El apóstol Pablo nos ha dado un hermoso ejemplo de este espíritu en Gál_1:11- 12. Pablo había recibido su evangelio directamente de Dios. Sin embargo, fue a Jerusalén, movido para hacerlo por el Espíritu mismo, para poner delante de los demás apóstoles el mensaje que predicaba. Esto lo hizo, dice, “para no correr o haber corrido en vano” (Gál_2:2). Tal actitud de humildad, aun delante de otras personas, es otro requisito básico para el intérprete de la Biblia. También le es requerida la reverencia ante la revelación divina. Muchas veces querríamos sujetar algunas enseñanzas a nuestro propio juicio, o buscar la manera de desvanecerlas, pretendiendo tener una comprensión intelectual del mundo. Pero ese intelectualismo muchas veces no es más que la incredulidad disfrazada como algo respetable.
A veces las doctrinas de otras denominaciones son el blanco de algún chiste, ridiculizadas en un espíritu irreverente. La forma de bautizar, la interpretación de la cena del Señor, de la predestinación, del pecado, o la conducta democrática de las sesiones de negocios son objeto de burla en algunos círculos. Aun cuando el intérprete no pueda estar de acuerdo con tales doctrinas, el espíritu reverente es el único adecuado para tales situaciones. Aun es posible que Dios no nos dé su luz sobre estos puntos mientras no tengamos la reverencia frente a las enseñanzas de otros creyentes.
En ciertos casos raros, el lenguaje anticuado de la Biblia puede ocasionar pensamientos irreverentes. Esto sería más posible en el caso del Cantar de los Cantares. Las versiones modernas han hecho mucho para eliminar tales expresiones. Pero solamente la lectura de los pecados cometidos por las personas bíblicas puede dar comienzo a algunos pensamientos contrarios al propósito para el cual fue escrita aquella historia. En todos los casos de este tipo, el lector de la Biblia debe esforzarse para leer, pensar y enseñar con la debida reverencia.
Junto con el espíritu de simpatía, humildad y reverencia, y una mente apta para aprender, el estudiante debe esforzarse por mantener el espíritu de obediencia a Dios cuando lee. Sin él, el intérprete no podrá comunicar justamente el mensaje de Dios a sus oyentes. Quizá la verdad no llegue a los oídos de ellos con la fuerza de la convicción; o acaso cambie el mensaje de acuerdo con su propia desobediencia.
En Jua_5:39-40 encontramos un caso de esto. Jesús se refirió a la costumbre de los judíos de “escudriñar las Escrituras” sin creer en Aquél de quien testificaban las Escrituras. Ya que no querían reconocerlo como el Mesías prometido, no podían tener fe en él, ni enseñar la verdad evidente acerca de él.
En una palabra, el espíritu de obediencia demanda que el lector esté preparado y dispuesto a poner en práctica lo que aprende por su estudio de la Biblia. Todo lo que aprende debe procurar aplicarlo a su propia vida.
En Romanos 15:4 leemos que “las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”.
En este texto se hace referencia a la aplicación personal de la enseñanza bíblica a nuestra vida. Debemos permitir que su mensaje penetre en el corazón y la mente para que nos conformemos con su propósito. Las verdades básicas que contiene— su historia, los ejemplos mencionados de los que fueron obedientes o desobedientes a Dios, sus instrucciones sobre la vida—todas deben ser aceptadas en completa sinceridad y con el propósito de seguir al Señor.
Cuando leemos que Dios obró poderosamente en favor de su pueblo antiguo, y en los milagros de Jesús, debemos entender que también es capaz y dispuesto a hacer cosas semejantes para nosotros en la actualidad; no precisamente en la misma forma, sino demostrando el mismo amor y poder para con nosotros, de alguna manera apropiada a nuestros tiempos.
Todo esto debe ser logrado por medio de la oración y la fe; estas actitudes forman parte del espíritu en que debemos manejar las Escrituras. Aun cuando el estudiante goce ya de los dones y el compañerismo del Espíritu, es la voluntad de Dios que obtenga por medio de la oración, todo lo que necesita. Con frecuencia no tenemos, sólo porque no pedimos (Stg_4:2). “Pero pida con fe, no dudando nada” (Stg. 1:6) para que no sea como las olas del mar, “inconstante” en su entendimiento y enseñanza del mensaje de Dios.
Desafortunadamente, muchas veces la necesidad sentida por el uso devocional de la Biblia, sustituye al estudio profundo de ella; esto no debe hacerse. Ni tampoco debe tomar el lugar del estudio el examen de ella para beneficio personal; las dos actividades son necesarias por sí solas. Junto con la búsqueda del significado bíblico, el lector debe sentarse también a los pies de Jesús como María, y aprender de él (Lc. 10:39), acompañando a la Palabra con fe para obtener algún provecho verdadero (Heb_4:2).
El método correcto
Debe ser evidente que la interpretación correcta depende de varios elementos. No basta tener el espíritu correcto al comenzar el estudio; será necesario también usar un método correcto.
Aunque el intérprete tenga la sinceridad, la humildad, la reverencia y el espíritu de oración, no podrá llegar a conclusiones adecuadas si no procede usando el método correcto. Conceptos equivocados respecto al propósito del escritor, la validez de sus declaraciones doctrinales, la exactitud de los hechos históricos que relata, y el origen divino del texto, llevarán muchas veces a conclusiones falsas.
Cuando afirmamos que existe un método correcto, no lo hacemos pretensiosamente. El método correcto se ha determinado eliminando los que son falsos, de acuerdo con la conciencia cristiana universal. Los métodos falsos fueron eliminados después de observar las conclusiones falsas que resultaron por el uso de ellos.
Hay tres métodos equivocados de uso común, y los hemos de examinar aquí. Cada uno tiene algo en su favor. Pero cuando se aplican rígidamente, el error de cada uno se hace evidente.
1. El método racionalista consiste en sujetar toda la Escritura al juicio humano para saber si son válidas o no sus declaraciones. Presupone que lo sobrenatural no existe, y que todo texto se puede entender por medio de la razón humana. Pretende ser el método científico porque elimina lo sobrenatural, según la llamada actitud científica que predomina en el laboratorio y en la mayor parte de los centros
educativos.
Pero al proceder así, este método viola el verdadero método científico, que no permite al investigador comenzar con prejuicios; no debe juzgar de antemano lo que investiga, antes de reunir todos los datos necesarios. Los que usan el método racionalista muchas veces comienzan rechazando una de las pretensiones fundamentales de la Biblia: que Dios interviene en los asuntos humanos. Los racionalistas entonces comienzan a interpretar la Biblia usando su prejuicio como punto de partida. El resultado es que sacan conclusiones satisfactorias para sí mismos, que son muy diferentes de lo que las Escrituras enseñan claramente.
Este método estaba en boga especialmente durante el siglo XIX, y todavía está en uso. Sin embargo, ha perdido mucho terreno en tiempos recientes aun entre los teólogos más liberales.
El racionalista considera que los milagros de la Biblia—así como todos los eventos sobrenaturales—no eran sino sucesos naturales que se pueden explicar por las leyes naturales que ahora entendemos; o quizá con hechos que los escritores ignoraron o no mencionaron. Afirman que los evangelistas no pensaron engañar a sus lectores, sino que escribieron convencidos de que decían la verdad.
El racionalista resuelve el caso de la alimentación de los cinco mil, por ejemplo, y de los cuatro mil, suponiendo en el primer caso que la generosidad del muchacho estimuló a todos los demás a compartir su alimento con los que no tenían nada. En el segundo caso, suponen la generosidad de los discípulos del Señor. No ven en este suceso nada milagroso; bien que agregan este comentario: que hubo un milagro moral en la generosidad espontánea del pueblo.
En el caso cuando Jesús anduvo sobre el agua del mar de Galilea, los racionalistas ofrecen una resolución ingeniosa. Sugieren que después de remar toda la noche en la tormenta, los discípulos no se dieron cuenta de que estaban cerca de la orilla. Jesús llegó a ellos, no andando sobre el agua, sino sobre la orilla del mar. De noche esta aparición del Señor les pareció milagrosa. Los intérpretes racionalistas señalan la preposición “sobre” (epí) que puede traducirse “junto a”. Es decir, Jesús no andaba sobre el agua, sino por la orilla del mar, en la tierra. Y luego, cuando él entró en el barco, se encontraron en el lugar a donde querían llegar.
Siguiendo el mismo método, encuentran explicaciones para todos los eventos sobrenaturales de la Biblia. Y cuando esto no les es posible, dicen que el texto no es correcto, o que los escritores han engañado a sus lectores, contrario a su costumbre normal.
Debemos observar que estos intérpretes echan mano a cualquier detalle que les pueda servir y rechazan todo lo que milita contra sus conclusiones falsas.
Ha habido varias modificaciones del método racionalista que pueden ofrecernos algo de bueno para entender mejor la historia del evangelio y los textos de los evangelistas. A mediados del siglo XIX, J. C. K. von Hofman, de Erlangen, desarrolló la idea de la historia de la salvación (Heilsgeschichte) en las Escrituras.1 Para él, la cosa más importante no es el texto bíblico sino la historia misma. Según este método se le permite al intérprete criticar el texto sagrado siempre que no perjudique la historia. Aunque este método contribuye algo al estudio de la historia sagrada, el intérprete puede tomar muchas libertades con el texto, contrario a la convicción general de los intérpretes conservadores.
En 1919 apareció la obra de Martín Dibelius, “La Historia de Formas en los Evangelios” (Die Formesgeschichte des Evangeliums.)2 Esta clase de crítica literaria trata de determinar la forma oral de la tradición evangélica que existía detrás de la forma escrita de los Evangelios. Luego procura clasificar y examinar las varias formas que tienen las historias. Los que siguen este método clasifican las historias como declaraciones autoritarias, milagros, historias acerca de Jesús y varios dichos. Estos últimos se clasifican como sabiduría, proféticos y apocalípticos, leyes y reglas para la comunidad, dichos que comienzan con la palabra “Yo”, y parábolas.
Esta clase de análisis no afirma nada sobre la verdad original de la historia; solamente analiza su forma literaria. A veces las historias son llamadas “mitos” o “ ;leyendas”. Sin embargo, este método ayuda al estudio de los Evangelios en que nos da nuevas categorías para el material de los Evangelios. Además, ayuda a desmentir la teoría documental del origen de los Evangelios.
Rodolfo Bultmann fue mucho más allá en su crítica de la historia evangélica. En 1921 publicó su obra “La Historia de la Tradición Sinóptica” (Die Geschichte der Synoptischen Tradition). Entre otras cosas afirma Bultmann que no sabemos casi nada del Jesús histórico. Sin embargo, afirma que el acto de Dios en Cristo es el fundamento de la Iglesia y de la predicación (kçrugma). Para él, la historia evangélica está compuesta, en gran parte, de mitos que siguen las formas judías y griegas. La tarea del intérprete es localizar estos mitos y buscar la predicación original a través de ellos, el kçrugma. Este proceso lo llama “desmitologizar”; es decir, quitar del Nuevo Testamento sus mitos para descubrir la declaración evangélica original.3
Como se puede ver, todos estos métodos se deben considerar como variantes del método racionalista. Hay algo de valor en los métodos críticos de la historia de la salvación (Heilsgeschichte) y de formas literarias (Formesgeschichte). Pero en la desmitologización de Bultmann, no encontramos nada de utilidad.
En fin, no quisiéramos negar el uso de la razón: Dios le ha dado al hombre su inteligencia y espera que la use responsablemente. La inteligencia del hombre no le fue dada para hacerle tropezar; se debe ocupar en el estudio correcto de la revelación divina, iluminada por el Espíritu Santo. La fe y la razón no se oponen la una a la otra, especialmente cuando la razón de la persona existe en una mente sana, obediente a la revelación divina.
2. El método alegórico-místico es otra manera de interpretar la Biblia. Este considera que toda la Biblia fue escrita como una serie de alegorías. Insiste en que no es el significado natural y evidente el que da a la Biblia su importancia, sino el sentido “místico”. Para ellos, “místico” significa oculto o espiritual.
Este método fue inventado por los griegos antiguos que procuraban explicar para sí mismos sus mitos y leyendas. Algunos creyentes cristianos de Alejandría, incapaces de explicar ciertas dificultades bíblicas, adoptaron este método para recomendar las Escritaras y la fe cristiana a sus amigos educados. Aunque los líderes cristianos de Antioquía se oponían, este método siguió afectando toda la historia de la interpretación bíblica, aun hasta el tiempo presente. Era usado especialmente durante la Edad Media. Hoy, la Iglesia Católica Romana apoya algunas doctrinas que tuvieron su origen en este método. Aun entre los evangélicos, hay algunas creencias basadas en el método alegórico-místico.
Parece que una de las razones del porqué algunas sectas modernas usan este método es la misma que le dio origen entre los griegos antiguos; ayudar a desvanecer todo aquello que ellos creen ser contradicciones científicas. Porque cuando se hace a un lado el sentido literal del texto, ya no hay necesidad de preocuparse por su exactitud histórica.
Un ejemplo de la forma en que el método alegórico-místico se emplea, se ve en el trato dado a la experiencia de Daniel en el foso de los leones. Para los intérpretes que usan este método, Daniel nunca estuvo en el foso de los leones, sino que se encontró “preso” por las tentaciones y debilidades comunes entre los hombres.
Estos son representados en la historia por los leones. Por medio de la fe Daniel salió ileso. Sus enemigos, sin embargo, cayeron víctimas de esas mismas tentaciones. La lección que encuentran en la historia es ésta: que sólo aquel que tiene fe en Dios puede salir triunfante sobre las dificultades de la vida.
Hay un sentido en que este y otros sucesos de la Biblia pueden ser alegorizados o espiritualizados correctamente. Los predicadores lo hacen con frecuencia en sus sermones que, en otros sentidos, son enteramente fieles al mensaje de la Biblia. Tales eventos pueden usarse como ejemplos o ilustraciones, pero solamente cuando el sentido literal e histórico del suceso es reconocido antes. De otra manera el resultado es una interpretación falsa del texto bíblico.
Otro ejemplo común es la historia de nuestros primeros padres en el Edén. El método alegórico-místico toma la parte de la historia que se refiere al árbol del conocimiento del bien y del mal, como una referencia a las relaciones sexuales. De ahí tenemos el uso popular de la manzana como símbolo del contacto sexual, aunque la Biblia misma no sugiere tal cosa. Para los que lo dudan se debe observar que la Biblia dice más tarde, cuando Adán tuvo contacto sexual con Eva, que “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín …” (Gén_4:1). Aquí no habla alegóricamente.
Hay, sin embargo, algunas alegorías en la Biblia; se pueden reconocer por sus características que veremos más adelante. Véase, por ejemplo, Gálatas 4:24, donde la historia de Abraham, Sara y Agar es explicada como una alegoría. Pero este sentido le es dado como algo adicional; su sentido histórico no está puesto en duda. Aquí el Espíritu Santo ha dado el sentido alegórico solamente para señalar la diferencia entre los dos Testamentos. Otras alegorías serán identificadas en el capítulo 17 donde se tratan como un tipo especial de lenguaje figurado.
El gran error de este método es que los intérpretes hacen a un lado los hechosimportantes de la historia bíblica y perjudican así el sentido claro de la Escritura.
3. El tercer método equivocado es el dogmático. Su nombre se deriva de la palabra griega dogma, que significa enseñanza. Propiamente hablando, toda doctrina cristiana es dogma, aunque desafortunadamente esta palabra lleva cierto sentido desagradable a la mente popular. Se debe a que las doctrinas cristianas se han enseñado muchas veces en un espíritu rígido o dogmático. Sin embargo, el método dogmático no se considera equivocado por ningún espíritu dogmático, sino porque interpreta de acuerdo con los dogmas de algún grupo. Sus enseñanzas son
consideradas correctas porque proceden de aquel grupo, y no porque tengan mérito basado en algunos principios aceptados de la hermenéutica.
Por ejemplo, la Iglesia Católica Romana usa este método oficialmente aunque no lo llama por este nombre. Luis Macchi, que escribió con la aprobación eclesiástica, dice:
… el intérprete … debe tener siempre a la vista lo que la Iglesia determinó sobre la interpretación de los Sagrados Libros.4
Cita luego el señor Macchi el Concilio de Trento sobre este asunto:
… que ninguno … se atreva a interpretar … contra el sentido que le ha dado y da la Santa Madre Iglesia … Otra vez cita el Concilio Vaticano:
… se debe tener por verdadero sentido de la Sagrada Escritura aquel que cree y enseña la Santa Madre Iglesia, a la que toca juzgar del verdadero sentido y de la interpretación de la Sagrada Escritura, por lo que a ninguno es permitido interpretarla contra este sentido o contra el unánime consentimiento de los Padres. Así como la Iglesia Católica argumenta, parece ser razonable que no interpretemos nada sin darle el sentido que le da aquella iglesia. Pero en este caso será necesario que demuestren que aquella iglesia es la única y verdadera, la que fue encargada con la responsabilidad y capacitada para interpretar las Escrituras. Aún así, esta forma de entender la Biblia no es realmente un método de interpretarla, sino una prohibición de toda interpretación individual; impone la obligación de dejar su interpretación a los oficiales de aquella iglesia.
En una palabra, este método consiste en aceptar lo que la iglesia de uno haya declarado sobre alguna doctrina.
No es, sin embargo, solamente el católico romano el que usa este método; la gran mayoría de los creyentes evangélicos comúnmente interpretan ciertos pasajes bíblicos de acuerdo con las enseñanzas de sus propias iglesias sólo porque son enseñanzas oficiales, o porque son las enseñanzas más aceptadas. Pero de esta manera pueden llegar a ser fanáticos, porque quieren interpretar sin saber ni aplicar las reglas de la hermenéutica.
No es la intención de este escritor usar la Iglesia Católica Romana como “chivo expiatorio”. Sin embargo, algunas doctrinas de aquella iglesia ilustran los errores de que hablamos. Uno de los mejor conocidos es la manera de tratar el texto Mateo 16:18, 19. De allí sacan la enseñanza que afirma que Pedro fue el primer Papa y el fundador de la Iglesia.
Debe admitirse francamente que el pasaje es oscuro y que presenta dificultades para los que quieren interpretarla adecuadamente y sin prejuicios. Pero el examen imparcial no nos da ninguna base para enseñar que Jesús llamó a Pedro “la roca” sobre la que iba a edificar la iglesia. Pero esto no parece preocupar a los que lo creen; no están preparados para abandonar la enseñanza que les ha dado su iglesia. Lo han interpretado dogmáticamente.
Lo mismo sucede con otros textos, tales como Mat_26:26-28. “Esto es mi cuerpo … esto es mi sangre.” La misa se encuentra en el centro mismo de la teología católica romana. De la misa depende la doctrina de la transubstanciación, 5 y ésta depende del texto sobre “la roca”. Si entendieran el sentido figurado de las palabras, desaparecería la doctrina de la transubstanciación. También en este caso se ve que la forma de interpretar el texto es dogmática y no descansa sobre el método correcto de interpretar las Escrituras.
Entre los judíos es común entender el capítulo 53 de Isaías como refiriéndose a la nación de Israel y no al Mesías. Lo entienden así porque sus rabinos le han dado esta interpretación a través de los años.
Muchos evangélicos aceptan algún sistema escatológico6 sólo porque el doctor Fulano o Mengano así lo enseña, y no porque lo hayan estudiado ellos mismos.
Desgraciadamente muchos bautistas, miembros de la Iglesia de Cristo, los creyentes pentecostales, algunos metodistas y menonitas, y otros, creen que la inmersión es la manera correcta de bautizar porque “mi iglesia así lo enseña” y no porque lo hayan encontrado en la Biblia.
Todos estos son ejemplos de la interpretación dogmática. Pueden o no ser correctas tales interpretaciones. Pero la manera de llegar a la conclusión es incorrecta.
4. El método correcto se llama el gramático-histórico. Siempre requiere que el individuo interprete de acuerdo con las características del idioma, especialmente de aquel idioma en que la Biblia fue escrita, así como aquél a que fue traducida. Considera que la Biblia fue escrita como historia fidedigna; es decir, que su historia no es alegórica ni compuesta de fábulas, leyendas, mitos, tradiciones, engaños, etcétera, sino solamente donde las mismas Escrituras indiquen que algún pasaje debe entenderse en alguno de estos sentidos no literales.
Este método es, además, el más antiguo de todos. Se puede verificar su uso antes del segundo siglo después de Cristo. Mientras que los teólogos de Alejandría usaban el método alegórico para defender las Escrituras, los de Antioquía de Siria seguían usando el método literal. Allí el obispo Teófilo insistía en seguir la práctica antigua de los judíos.7
Más tarde, en el siglo IV, Jerónimo abandonó su método alegórico a favor del método literal. Sin embargo, Agustín nunca pudo estar de acuerdo con Jerónimo aunque avanzó hacia el método literal.
Fueron los reformadores Lutero y Calvino los que dieron el impulso principal al método correcto, por medio de su énfasis en los idiomas originales. Demostraron que el justo entendimiento
El contexto
Se cuenta el caso de la mujer que gustaba especialmente la lectura de la Biblia, porque tenía “tantos textos bonitos”.
Parece que algunas personas la leen así, esperando encontrar algún “texto bonito”. A tales lectores, parece no importarles el lugar donde encuentran las palabras, ni la conexión que tengan con el resto del pasaje. Esa conexión puede ser para ellos palabras sin importancia, o difíciles de entender.
Naturalmente, este tipo de lectura conduce a mucho mal entendimiento; porque la conexión de los versículos con el pasaje donde ocurren, es lo que les da su significado verdadero.
Tales errores son de los más comunes en la interpretación bíblica, y acaso sean los más fáciles de corregir. Pero demanda una sinceridad mental dispuesta a rechazar por el momento, cualquiera interpretación que se le haya dado antes. Siempre es necesario tomar nota de las palabras que preceden y siguen al texto. Estas palabras se llaman el contexto, porque se encuentran en conexión estrecha
con el texto.
Sin embargo, el contexto puede ser inmediato o remoto, y de alguna manera afecta su interpretación.
Hay ocasiones cuando el predicador encuentra palabras que parecen, superficialmente, proporcionarle un texto excelente como base para su sermón. Y a pesar de su significado verdadero, sentirá la fuerte tentación de usarlo en un
sentido tergiversado.
En cierta ocasión un ateo me aseguró que la Biblia dice que “no hay Dios”. Es probable que nunca la hubiera leído, porque quedó confuso cuando le dije que la Biblia realmente dice que fue el necio quien dijo en su corazón: “No hay Dios” (Sal_14:1; Sal_53:1).
Un error más común es el uso de Jos_24:15 como texto evangelístico: precisamente las palabras “escogeos hoy a quien sirváis”. El oyente supone que con estas palabras Dios lo está llamando a servirle a él y no al mundo.
Pero el lector cuidadoso verá que Josué no presentaba esta alternativa al pueblo con estas palabras. Más bien decía: que si no querían escoger a Jehová, entonces no importaba a qué otro dios escogieran: los dioses falsos de sus padres, o los de los amorreos; todos eran igualmente inútiles.
Es el v. Jos_24:14 el que contiene el llamamiento del Señor: “Temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad.” Y el ejemplo personal de Josué en el v.Jos_24:15, señala el camino correcto: “Yo y mi casa serviremos a Jehová.”
Otro caso se ve en Gén_18:12, donde Sara se ríe y dice en su corazón: “¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?” Muchos entienden que el “deleite” a que Sara se refería era el acto sexual. Pero el v. Gén_18:13 aclara el sentido. Pregunta el Señor: “¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja?” El placer a que Sara se refería era el de tener un hijo, y no el de tener relaciones sexuales. Ecl_1:9 aparentemente afirma que “nada hay nuevo debajo del sol”, pasando por alto la realidad de que puede haber muchas cosas nuevas en los asuntos humanos. El contexto indica que el escritor hablaba del mundo natural y de la
naturaleza humana. (Véanse vv. Ecl_1:2-11.)
Con frecuencia 1Co_2:9 es citado para enseñar que Dios ha reservado en el cielo muchas cosas que ahora no podemos entender:
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,
Ni han subido en corazón de hombre,
Son las que Dios ha preparado para los que le aman.
No podemos dudar de que así será. Pero se debe entender que este texto, citado de Isa_64:4, se refiere al tiempo antes de la venida de Jesucristo y del evangelio. En el v. 1Co_2:8 dice Pablo que los príncipes de aquel tiempo no conocieron la gloria que corresponde al cristiano; de otra manera no hubieran crucificado al Señor. Luego en el v. 1Co_2:10 Pablo dice: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu.”
De manera que el v. 1Co_2:9 se refiere a los misterios del evangelio revelado a los
creyentes ahora; no al cielo que nos espera.
Muchas veces el contexto de algún versículo afecta mucho a la teología cristiana. Heb_7:12 declara que: “cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley”. Los teólogos católicos romanos usan este texto para comprobar que ha habido un cambio de sacerdocio para que otros, no judíos, puedan servir como sacerdotes.
Examinando el propósito del escritor se aclara el significado de estas palabras. Aquí el escritor quiso demostrar que el sacerdocio judío fue sustituido por Jesucristo, el Sumo Sacerdote eterno según el orden de Melquisedec. La interpretación católica romana ignora el contexto general y el propósito del escritor. El “cambio de ley” a que se refiere el v.12, es el cambio mencionado en Sal_110:4, donde el Señor mismo establece al Mesías como sacerdote eterno, según el orden de Melquisedec, y no según el orden de Aarón. Véase especialmente
Heb_7:11.
Los mormones hacen semejante uso de Amó_3:7 para demostrar la necesidad de profetas en la actualidad, para que la gente sepa todo lo que Dios hace. Dice este texto:
Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.
Pero el contexto aclara el sentido verdadero. Sobre esto dice Marvin W. Cowan: “Significa que Dios traerá juicio sobre su pueblo por sus pecados. Allí (en los vv. Amó_3:2 y Amó_3:6) declara que no lo hará sin advertir primero a su profeta.”1
En algunos casos el contexto es más remoto. Ecl_9:5 se usa para apoyar las doctrinas del sueño del alma, y de la aniquilación de ella. Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben …
Leído separadamente, este versículo parece afirmar que nadie está consciente después de la muerte. Pero el contexto remoto del libro, y de toda la Biblia, indica que tal interpretación es contradictoria y falsa. Sin la clara revelación del Nuevo Testamento, el escritor de Eclesiastés no podría decir nada sobre este asunto. Lo que significa el texto es que los muertos no saben nada de esta vida. Esta verdad está de acuerdo con todo lo que sabía el escritor de Eclesiastés.
Muchos de los Proverbios son declaraciones aisladas sobre la sabiduría; no existe ningún contexto inmediato. Pero su verdad está de acuerdo con otras declaraciones de las Escrituras y con el mensaje entero de toda la Biblia. Este es el contexto remoto de tales Proverbios. Por otra parte, debemos observar que algunos Proverbios sí se encuentran en medio de un contexto inmediato. El estudiante se dará cuenta de esto en su lectura de este libro.
En general, los libros de la Biblia son historia, ley, poesía, tratados, cartas o profecías, y todos ellos tienen un hilo de pensamiento, o un argumento, que demuestra su unidad interna. Esto es lo que proporciona el contexto de sus varias partes. Siempre se debe tomar en cuenta este contexto al interpretar cualquier pasaje dudoso.
El mensaje de la Biblia entera
Hace algunos años cuando servía como editor de la revista Verbo, desafié a los lectores invitándoles a mostrar cualquiera base bíblica que justificara el uso de las imágenes en el culto cristiano. La única respuesta llegó de parte de un sacerdote.
Decía que Israel había adorado a las imágenes muchas veces, y que eso era suficiente base bíblica. También, como otros de su religión, sostenía que el segundo mandamiento del Decálogo no prohibía el uso de toda imagen, sino solamente de aquellas que no representan al verdadero Dios. Dijo, además, que los feligreses de su iglesia no adoraban a la imagen misma, sino a aquel que representaba.
Todas estas razones son falsas; porque al sostener que el uso de las imágenes está permitido en las Escrituras, aquel sacerdote pasaba por alto el testimonio abrumador en su contra. Los que usan las imágenes en el culto con frecuencia se refieren a Gén_47:31 que habla de la muerte de Jacob. En el texto hebreo es posible traducir el versículo así: “Israel adoró hacia la cabeza de su bordón.” Enseñan que había una imagen de Dios grabada en él, y que Israel adoró delante de ella. Pero como los otros argumentos que usan en favor de tal culto, la interpretación es forzada. Sobre todo, tal interpretación ignora el testimonio de las demás enseñanzas de la Biblia.
Así como es necesario examinar cualquier texto junto con su propio contexto, es necesario también compararlo con la enseñanza general de la Biblia.
Si alguna persona atenta sugiere que esta regla es solamente la extensión de la regla sobre el contexto—es decir, el contexto remoto—, bien podríamos estar de acuerdo. En verdad, muchas reglas de interpretación están relacionadas. Según Angus y Green, “todas las reglas de interpretación avanzan gradualmente la una hacia la otra.”1
Con frecuencia los que enseñan en las sectas falsas usan textos que, aisladamente, parecen afirmar cosas que contradicen el resto de la Biblia. Sus adeptos no entienden la enseñanza general de la Biblia, o no consideran cuán irrazonable es aceptar aquellas doctrinas especiales. No consideran que ese proceder sería como aceptar el testimonio de un solo testigo ante el jurado contra la voz unida de los demás testigos.
Los cristianos que leen y aceptan la Biblia creen que el Autor de las Escrituras fue el Espíritu Santo y que realmente no contiene contradicciones verdaderas. Cada parte de la Biblia estará en completa armonía con el resto de la Biblia, siempre que se interprete correctamente.
Este punto de vista no es una forma maliciosa de evitar aparentes contradicciones o dificultades; tampoco es evidencia de tener la mente cerrada. Más bien, es la convicción de que los lectores de la Biblia no deben abandonar apresuradamente lo que la Iglesia ha creído a través de su historia. Cuando existen problemas genuinos, el lector debe exigir de sí mismo un estudio imparcial del caso antes de afirmar que algún texto difícil se equivoca.
Hay numerosos ejemplos de la necesidad de examinar la enseñanza de la Biblia entera.
El Sal_51:5 ha sido ocasión de una doctrina equivocada. Según las versiones antiguas, escribió David: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.” Si el lector no compara estas palabras con otras enseñanzas de la Biblia, bien puede pensar que el contacto sexual entre los padres de David, era pecado. Por esto, muchos creen y enseñan que el matrimonio no es un estado muy espiritual, y que la cohabitación es un “pecado venial” aun entre los casados.
La Biblia no enseña esto. En Gén_1:28 Dios le dice a Adán y Eva: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra.” Gén_2:24 dice: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” Y Heb_13:4 enseña que el matrimonio debe ser entre todos “honroso”, y “el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”. La enseñanza entera de la Biblia contradice la idea de que el uso del sexo en el matrimonio es pecado.
Entonces, ¿de qué manera hemos de entender el Sal_51:5? En primer lugar, nunca debemos usar algún texto difícil como la base de una doctrina, especialmente cuando la Biblia entera enseña algo diferente. Cuando leemos el Salmo 51, vemos que es una confesión de pecado. Los versículos Sal_51:1-4 hablan del pecado de David, y en el v. Sal_51:5 confiesa que su pecado existió desde su nacimiento, aun desde que fue concebido. Debe ser claro que el pecado al que se refiere no es el de sus padres, sino su propio pecado. La Versión Popular traduce el versículo con este sentido: “Soy malo desde que nací; soy pecador desde el seno de mi madre.”
Muchos piensan que había una pugna teológica entre la doctrina de Santiago y la de Pablo. Dicen que Santiago enseña que la justificación del pecador depende igualmente de la fe y de las obras, mientras que Pablo afirma que la fe es la única base de la justificación. Para apoyar esta interpretación, citan Stg_2:24: “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.”
Aquí no hay ninguna contradicción real. Santiago dice que la fe sola está muerta. Así exactamente dice en el v.Stg_2:26: “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras es muerta.” La fe en que Santiago insiste, es la fe como la de Abraham (v. Stg_2:23) y de Rahab (v. Stg_2:25); es aquella fe que le mueve a uno a hacer lo correcto y justo. No podemos decir que la fe más las obras justifican al individuo, sino que la fe que produce buenas obras es la fe que justifica. De esta manera vemos que no existe ninguna contradicción entre estos dos escritores bíblicos; es que se complementan el uno al otro.
Algunos se resisten a aceptar la enseñanza bíblica del castigo eterno por el pecado, después de la muerte. Para apoyar su creencia citan Ecl_6:6: “Porque si aquél viviere mil años dos veces, sin gustar el bien, ¿no van todos al mismo lugar?” Se refieren también a Ecl_9:5: “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido.”
Al lector superficial le suena como que todos los hombres van al mismo lugar después de su muerte, y que no hay diferencia entre ellos en cuanto al premio o castigo que reciben. Pero es claro que la Biblia enseña precisamente lo contrario; de otra manera no tendría ningún mensaje con respecto a la vida más allá de la muerte.
El problema está resuelto cuando se comprende que el escritor de Eclesiastés no hablaba del destino del alma, sino solamente del cuerpo. Todos mueren y tienen la fosa como su común destino. El escritor de estos textos sólo afirma que la vida actual termina en la muerte del cuerpo, muy aparte de lo que pueda haber hecho durante su vida.
Cuando leemos textos como 1Ti_4:16: “Te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren”; y Stg_5:20: “El que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma”, el lector puede pensar que la salvación depende mucho de las obras humanas. Por supuesto, tal idea contradice toda la enseñanza de la Biblia, especialmente la del Nuevo Testamento. Estos textos solamente toman en cuenta que al hombre le toca una parte lícita en la obra salvadora de Dios.
De la Fuente, Tomás. (1.990). “Claves de Interpretación Bíblica”. Casa Bautista de Publicaciones, U.S.A..
Guía de Estudio: Cómo Interpretar la biblia