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La Soberanía de Dios y la Voluntad del Hombre
Capítulo 11, Jonathan Edwards y la voluntad
Estudios por el profesor Int. Delmar
Jonathan Edwards comienza su libro La libertad de la voluntad, con la asunción filosófica de que hay una relación de causa y efecto en todo lo que ocurre y en las primeras 238 páginas, da argumentos filosóficos y lógicos para probar que la voluntad no es libre (que no existe el libre albedrío) sin dar apoyo de las Escrituras para ellos. Afirma que la voluntad no puede arbitrariamente ir en una dirección u otra. Algo o alguna influencia causa que la voluntad vaya en una u otra dirección. Vuelve de una causa a la causa previa infinitamente.
El filósofo Platón enseñó el concepto de causalidad.
Platón considera este concepto como aplicable válidamente a todo lo que existe y ocurre en el dominio visible penetrado por el cambio… Interpreta la causalidad en un sentido distintivo, según el cual cada acontecimiento tiene su origen en una fuente creadora o principio determinante, responsable del hecho de que se alcance un tipo de resultado en lugar de otro.[1]
Por supuesto, reconocemos la relación entre causa y efecto. La causa final es Dios. Él es la causa de la existencia del universo y de nosotros y del hecho de que tengamos voluntad propia. La voluntad no es <<auto causada>>. Sin embargo, la voluntad no sería voluntad si no pudiera decidir algo. Dios nos dio voluntad y hacemos muchas clases de decisiones. Si lo que decidimos fueran en realidad las decisiones de Dios desde la eternidad, no podríamos correctamente llamar a la voluntad, voluntad. Estaríamos viviendo en un mundo ilusorio.
Aunque es una realidad que hay muchas cosas que influyen en la voluntad y tienen un efecto sobre la dirección que tomará, examinamos los pros y los contras de un asunto para llegar a una decisión racional y podemos resistir cosas que son muy tentadoras para nosotros. Si solamente pudiéramos ir en la dirección de la preferencia o influencia más fuerte, no podríamos llamarla voluntad. No obstante, eso es precisamente lo que Jonathan Edwards enseña en su libro. Así que no importa cuántos ejemplos Edwards dé de causas de causas hasta la eternidad, está atrapado en una idea filosófica que viene de los griegos y no parece comprender lo que es la voluntad.
El simple hecho de haber escrito este libro es una prueba de que su asunción filosófica acerca de la voluntad no es correcta puesto que expresa su punto de vista acerca del funcionamiento de la voluntad y afirma que su punto de vista es correcto. Si todas las cosas son fijas y necesarias, planeadas desde la eternidad, entonces Dios debe querer que los teólogos estén en desacuerdo, porque otros también escriben libros y expresan sus puntos de vista que difieren del de Edwards. Jesús enseñó que si el reino de Satanás está dividido contra sí mismo no puede permanecer en pie. Así que, ¿cómo puede Dios estar dividido contra sí mismo y ser fuerte? Los puntos de vista contrarios demuestran la independencia de la voluntad y no que Dios tiene tal manera torcida de gobernar el universo que ha causado que las ideas de todos estén en conflicto.
Dios es espiritual Dios está presente en todas partes Dios conoce todo Para Dios, el futuro es cierto y conocido
La revelación La realidad perfecta revelada por Dios
El calvinismo y Edwards Tienen ideas que vienen de la revelación de Dios |
El mundo del hombre El hombre es físico El hombre está en un lugar a la vez El hombre tiene conocimiento limitado Para el hombre, el futuro es incierto y desconocido
La filosofía La realidad imperfecta de la especulación acerca de Dios
El calvinismo y Edwards Tienen ideas que vienen de la filosofía |
Edwards, como Lutero y Calvino, no ve ninguna diferencia entre los decretos y la presciencia en cuanto a la voluntad. En ambos casos, decretos o presciencia, ve el futuro fijo y necesario. A primera vista, parece un argumento convincente, pero después de analizarlo mejor, se pueda ver la falla del argumento lógico.
Creo que el error en su lógica radica en que no compare cosas iguales. En el caso de los decretos, Dios es la causa del acontecimiento futuro. En el caso de la presciencia, la voluntad del hombre es la causa del acontecimiento futuro.
La decisión humana no se hace sino hasta el momento en que el futuro no es más futuro. Digamos que el 14 de mayo del 2008 (una fecha futura al tiempo de escribir este libro) un hombre decidirá ir a una cantina para tomar cerveza hasta emborracharse y luego manejará su automóvil y chocará con otro automóvil y matará al chofer de ese automóvil. Hoy, este hombre no ha hecho tal decisión, pero cuando llegue el 14 de mayo del 2008, hará esa decisión. La tragedia causada es el resultado de su decisión. No es algo que Dios desde la eternidad ha decretado que ocurra ni que se cerciorará que ocurra.
Dios ha conocido desde la eternidad que el hombre haría tal decisión el 14 de mayo del 2008, así que el acontecimiento ciertamente ocurrirá, pero Dios no es la causa de la decisión.
La certeza de todo acontecimiento futuro es parte del mundo real de Dios. La elección libre en cuanto a los acontecimientos futuros es parte del mundo real del hombre aunque no sepa los resultados finales de sus decisiones. Forzar el mundo de la realidad de Dios encima del mundo de la realidad del hombre es comparar dos cosas distintas.
Así que decir que el hecho de que Dios conozca la certeza de una realidad futura convierte a esto en un decreto, implica no mirar la misma cosa de la misma manera.
Si Dios decreta que algo debe suceder mañana, por ejemplo, que debo llevar puesta una camisa roja al trabajo, entonces yo no tendría ni voz ni voto en el asunto. No podría elegir llevar puesta una camisa azul. Si las cosas son predeterminadas y llevé puesta una camisa roja, sería una ilusión de parte mía pensar que yo hice la elección.
Por otro lado, si Dios tiene la presciencia que mañana yo llevaré puesta una camisa roja, sería igualmente cierto que llevaría puesta la camisa roja, pero no por la misma razón. La razón sería mi elección. La presciencia de Dios no determina mi elección, sino mi elección determina por qué Dios tuvo la presciencia. Ésta es una diferencia enorme. Edwards no reconoce la diferencia. Su enfoque está en la certidumbre del resultado y no en la causa del resultado.
El ejemplo siguiente puede clarificar lo que estoy diciendo. El eclipse del sol no ocurre porque los astrólogos predigan que ocurrirá, sino que lo predicen porque tienen la presciencia de que ocurrirá.
No tenemos un roble en el fondo de nuestra casa ni tenemos planes de plantar uno. No hay un árbol allí ahora que conocer. Dios sabe, no solamente todas las posibilidades acerca de cómo un día un roble podría crecer ahí, sino también, conoce como un hecho, si habrá un día un roble en el fondo de la casa. La presciencia tocante a un roble en el fondo de nuestra casa es el conocimiento de lo que será, no lo que ya es. Él sabe si será plantado o si crecerá de una bellota que caerá allí. No tiene que esperar a que ocurra para saberlo, ni tiene que decretarlo. Así es el conocimiento superior.
[1] Edwin A. Burtt Types of Religious Philosophy 48
Enseñanzas Básicas de Nuestra Fe – Estudios por el profesor Int. Delmar
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