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La Soberanía de Dios y la Voluntad del Hombre
Capítulo 9, Lutero y la Voluntad
Estudios por el profesor Int. Delmar
Erasmo escribió la << Diatriba >> defendiendo el libre albedrío. Lutero le respondió a Erasmo escribiendo << La esclavitud de la voluntad >>. Con frecuencia, la gente en desacuerdo, discute su punto de vista sin tener en cuenta el argumento del oponente. Es como si hablase el otro al otro sin escuchar.
Erasmo, un humanista y contemporáneo de Lutero, discutió hábilmente el punto de la voluntad del hombre, pero erróneamente incluyó la necesidad del esfuerzo humano para obtener la salvación.
Lutero, el gran reformador, en su respuesta a la << Diatriba >> de Erasmo, repetidamente se refería a << libre albedrío >> cuando en muchos casos había sido más exacto llamado << buenas obras >>. Lutero tenía razón en negar las obras para obtener nuestra salvación. Pero creo que eso significa que Dios necesita todas las cosas o el mar que todas las cosas ocurren por necesidad. Lutero hubiera tenido una oportunidad más grande de convencer a Erasmo de las obras no era parte del plan de Dios para la salvación si no hubiera tenido en el concepto de todas las cosas por necesidad.
Lutero dice en la revisión que hace del prefacio de Erasmo:
Otro ítem en el resumen del cristianismo en saber si Dios tiene cualquier cosa pendiente, o si lo hacemos todas las cosas por necesidad … Es, entonces, la ciencia necesaria y provechosa para los cristianos conocer que Dios no tiene presciencia de nada contingentemente, sino que él prevee, propone y hace todas las cosas según su propia voluntad inmutable, eterna e infalible … ¿Supone usted que él no decide lo que él conoce de antemano, o que él conoce al antemano lo que él decide? Si él decide lo que conoce de antemano, su voluntad es eterna e inmutable, porque su naturaleza es así. [1]
Lutero supone que Dios decide lo que él conoce de antemano. Se trata de una asunción filosófica y no de algo que la Biblia enseña. Yo no acepto esa asunción porque conduzco a todas las conclusiones ilógicas del sistema calvinista que desesperadamente tratan de defender.
¿Puede existir la presciencia si Dios no ha logrado lo que debe suceder? Ésta es la eterna pregunta. L. Berkhof cree que sería imposible tener la presciencia.
Parecería imposible tener una presciencia de los hechos que dependa completamente de la decisión casual de una voluntad sin principios, que pueda tener en cualquier momento, sin consideración del estado del alma, de las condiciones existentes, y de los motivos que lo presentan a la mente, tomar Direcciones diferentes. Detras de todo se puede tener presciencia como meras posibilidades. [2]
La Biblia afirma con claridad que Dios conoce el futuro. También afirma con claridad que el hombre hace elecciones. Si el futuro ya está decidido porque Dios ha decidido lo que va a suceder, las elecciones del hombre no será verdaderas, sino sólo ilusiones. Yo prefiero aprender de la experiencia de Job. No podemos comprender a Dios, así que no nos llegaremos a conclusiones equivocadas acerca de él por causa de nuestra ignorancia. Tenemos conformados con lo que Dios revela y no entra en conjeturas filosóficas que no podemos comprobar.
Dados de Lutero:
¿Por qué tienes tantas ganas de creer, o es demasiado orgulloso para reconocer, que Dios tiene la conciencia y decide todas las cosas, no contingentemente, sino necesariamente e inmutablemente, ¿cómo puede creer, confiar y atenerse a sus promesas? … Si, pues , somos enseñados y creemos que debemos desconocer la presciencia necesaria de Dios y la necesidad de los acontecimientos, la fe cristiana se destruye totalmente, y las promesas de Dios y del evangelio completo caen al suelo por completo; porque el consuelo y el cristiano del mundo en la adversidad está en conocer que Dios no miente, sino que más bien lleva a cabo todas las cosas inmutablemente, y que a su voluntad no se puede resistir, alterar o impedir. [3]
La Biblia habla con frecuencia de gente que se resiste a Dios y al Espíritu Santo. Podemos confiar en las promesas de Dios sin aceptar las asunciones de Lutero. Por ejemplo, Dios prometió al pueblo de Israel que se bendiciones si le obedecían, pero la destrucción total y la ruina sí seguían a los ídolos. El pueblo de Israel se resistió a su voluntad y adoró a los ídolos. Dios cumplió su promesa llevándolos cautivos a Babilonia y destruyendo a Jerusalén, etc. Creo que Dios sabía que el pueblo de Israel siguió a los ídolos antes de que ocurriera. También creo que el pueblo de Israel escogió libremente seguir a los ídolos, que no fueron predestinados para hacerlo por la presciencia de Dios.
¿Qué podemos decir de la presciencia de las cosas que no tienen que ver con nuestras decisiones? Los automóviles tienen cojinetes en las ruedas y después de 300,000 kilómetros pueden seguir funcionando bien. Pero a veces menos de 150,000 kilómetros los cojinetes se gastan y hacen ruido, se calientan y deben ser reemplazados. Ningún mecánico puede predecir el cojinete que se gastará o que sucederá esto. ¿Conoce Dios el momento preciso en que un cojinete se gastará? Tal conocimiento no depende de la decisión de una persona, así que no se puede hablar acerca de algo que no se ha puesto todavía. Nosotros, como seres humanos, no sabemos y no podremos predecir el futuro en cuanto a un cojinete. ¿Es esto algo que Dios no puede conocer? Creo que el conocimiento de Dios está en un plano más alto que el nuestro y que puede conocer el momento preciso en el que cada cojinete se gastará.
Si Dios no puede conocer el futuro que no decide, porque tal clase de conocimiento no existe, ¿cómo puede saberse cuándo gastarán los cojinetes de las ruedas? Según los calvinistas, Dios solo podía conocer el tiempo preciso cuando se gaste cada cojinete si lo hubiera decretado desde la eternidad. No creo que Dios haya decretado cuentos cosas. Creo que él tiene la habilidad de saber cosas que están fuera de nuestro conocimiento. Parecería muy extraño que Dios decretara, que algunos cojinetes, hechos del mismo material y en la misma fábrica, duren más tiempo que otros.
Lutero también escribió:
Dios ha prometido su gracia a los humildes: es decir, a los que lamentan su condición y abandonan su esperanza en sí mismos. Pero un hombre no puede ser totalmente humilde hasta que se haya dado cuenta de que está completamente fuera del alcance de su propia capacidad, consejos, esfuerzos, voluntad y obras, y depende absolutamente de la voluntad, consejo, placer y obra de Otro, de Dios solamente. Mientras se mantenga persuadido de que puede hacer aún la contribución más mínima a su salvación, sigue confiando en sí mismo y no abandona su esperanza en él, y por tanto no es humilde delante de Dios; sino que también planea para sí mismo (o por lo menos espera y anhela) una posición, ocasión, una obra, que finalmente le traerá la salvación. Pero el que no tiene ninguna duda de que su destino depende enteramente de la voluntad de Dios, abandona completamente su esperanza en sí mismo, no escoge nada por sí mismo, sino espera que Dios obre en él; y tal hombre está muy cerca de la gracia para su salvación.[4]
Nota que dados de Lutero: << hasta que se da cuenta de que su salvación está completamente fuera del alcance de su propia capacidad, consejos, esfuerzos, voluntad y obras>> y << mientras se mantiene persuadido de que puede hacer aún la contribución más mínima a su salvación >>. Si nos referimos a las obras, Lutero tiene razón. No es posible hacer y la contribución más mínima a la salvación. Si pensamos en la voluntad en el sentido de hacer un esfuerzo para ganar mérito, Lutero tiene razón. El problema es que Lutero no reconoce que se usa la voluntad para responder a Dios y que eso no es una obra que merezca algo delante de él. No puedo con la voluntad de crear las condiciones para la salvación; no puedo hacer nada para ganar el favor de Dios. La salvación depende de Dios. Dios ha mostrado misericordia. Dios ha puesto las condiciones, las cuales son el arrepentimiento y la fe. Yo no puedo hacer nada, excepto responder a su gracia y misericordia. La fe no es un esfuerzo para ganar mérito, pero la fe sí involucra la voluntad. No se puede divorciar la fe de la voluntad. ¿Cómo puede alguien tener fe aparte de su voluntad? No es posible.
En el día de Pentecostés, Pedro predicó y los que escucharon se sintieron profundamente conmovidos por sus pecados y preguntaron qué debían hacer. Pedro les contestó:
Hechos 2:38a —Arrepiéntanse y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados…
La pregunta << ¿qué debemos hacer?>> no implica << ¿qué obras podemos hacer para ser salvos?>>, pero la voluntad definitivamente está involucrada en el arrepentimiento y su decisión de ser bautizados.
El carcelero de Filipos, después del terremoto, les preguntó a Pablo y Silas:
Hechos 16:30b, 31 30b —Señores, ¿qué tengo que hacer para ser salvo?
31 —Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos —le contestaron.
No es posible decir: <<yo creo>> sin la participación de la voluntad. No obstante, eso es exactamente lo que Lutero dijo cuando le estaba explicando el significado de Juan 1:5, 10-13 a Erasmo.
Lutero comenta:
<<Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Estos no nacen de la sangre, ni por la voluntad de la carne, ni por voluntad humana (del hombre), sino que nacen de Dios (Juan 1:12-13)>>. Por esta división exhaustiva él rechaza del reino de Cristo <<sangre>>, <<la voluntad de la carne>> y <<la voluntad humana (del hombre)>>,… Así que el sentido es: los hijos de Dios llegan a ser tales, no por el nacimiento carnal, ni por celo por la ley, ni por algún otro esfuerzo humano, sino sólo por ser nacido de Dios. Ahora, si no son nacidos de la carne, ni instruidos por la ley, ni preparados por alguna disciplina humana, sino son nacidos de nuevo de Dios, es aparente que <<el libre albedrío>> no es de provecho aquí. <<El hombre>>, yo pienso, se usa a la manera hebrea, y significa <<cualquier hombre>>, o <<todos los hombres>>, tanto como <<carne>> se usa antitéticamente para referirse a <<la gente sin el Espíritu>>. <<Voluntad>>, creo, se usa para denotar el poder más alto del hombre, es decir, la parte principal, <<el libre albedrío>>. Pero aun suponiendo que yo no capto el significado preciso de las palabras individuales, la esencia del asunto es perfectamente clara: que Juan con esta división rechaza todo lo que no es <<nacido de Dios>>, lo cual él mismo explica, es el resultado de <<creer en su nombre>>. <<La voluntad del hombre>>, o <<el libre albedrío>>, lo cual no es ni el nuevo nacimiento de parte de Dios, ni aun fe, está, por tanto, necesariamente incluida en este rechazo.[5]
Aquí es donde Lutero llega a ser totalmente ilógico. Él separa la voluntad del hombre de la fe. Él dice que nacer de Dios es el resultado de creer, pero también dice que la voluntad del hombre no es nacer de nuevo de Dios, ni aun fe. La voluntad del hombre, sin embargo, debe estar involucrada en la fe (la fe es creer).
El pasaje que él está explicando es bastante claro. Nacer de Dios no es lo mismo que el nacimiento físico. En la primera parte del versículo Juan había dicho: <<Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios>> (Juan 1:12). Las palabras <<recibieron>> y <<creen>> significan que nuestra voluntad está involucrada. Así que el apóstol Juan no niega que la voluntad está involucrada. Los que reciben y creen son los que nacen de nuevo.
La segunda parte del versículo tiene el propósito de ser una ilustración. Una ilustración le ayuda a alguien a entender lo que fue dicho. <<La sangre, la voluntad de la carne y la voluntad del hombre>>, todas son expresiones acerca del nacimiento físico. Una traducción moderna del pasaje dice: <<hijos nacidos no por la descendencia natural, ni por una decisión humana o la voluntad de un marido, sino nacidos de Dios>>.
Así que Lutero confundió las expresiones <<la voluntad de la carne>> y <<la voluntad del hombre>> utilizadas para referirse al nacimiento físico y rechazó por completo la voluntad del hombre en el nacimiento espiritual. El apóstol Juan acepta que la voluntad está involucrada en recibir y creer en el nombre de Jesús.
[1] Lutero, La servidumbre de la voluntad 79, 80
[2] L. Berkhof, Teología sistemática 107
[3] Lutero, La esclavitud de la voluntad 84
[4] Ibid 100
[5] Ibid 303, 304
Enseñanzas Básicas de Nuestra Fe – Estudios por el profesor Int. Delmar
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