Jesús dijo, —Te digo la verdad, a menos que nazcas de nuevo, no puedes ver el reino de Dios. [Juan 3:3 y Juan 3:7] Él estaba diciendo que todos los bebés nacen naturalmente, físicamente, pero para ser nacidos por el Espíritu de Dios, tenemos que nacer de nuevo, en una “nueva persona”. [Ver: 2 Corintios 5:17]
En el sistema legal de Dios, toda la humanidad está condenada al infierno porque naturalmente somos incapaces de ser santos [“santo” = sin pecado]. Dios no puede tener pecado en Su Reino. Tiene sentido: ¡Él es santo! Es Su decisión – debido a Su naturaleza. Sin embargo, nos amó tanto que le brindó perdón legal a cualquiera que eligiera seguirlo. En realidad, es bastante sencillo. Pero tienes que tomar personalmente esa decisión. Es bastante trascendental – esa decisión. Te afecta por la eternidad.
Así es como Dios obró el PERDÓN LEGAL, como lo veo en la Biblia:
Primero: Creado para amar. Dios tenía un deseo de crear criaturas que lo amaran. Ya tenía ángeles y quién sabe qué otro tipo de criaturas lo rodean, pero no tenían la capacidad de amar de verdad, ya que no tenían otra opción: fueron creados en un estado de lealtad permanente que no propicia el amor.
Entonces, en segundo lugar: Su plan a través de las Edades. Dios puso en acción Su plan a través de las edades: crear seres humanos, seres creados que tendrían la opción de amarlo o no. El libre albedrío era necesario para “amar” verdaderamente. Pero eso no fue suficiente. En Su omnisciencia, Él podía prever que los humanos no permanecerían sin pecado, incluso en el Huerto del Edén, que era perfecto. Le fallarían y se rebelarían contra Él. Dios previó eso incluso antes de la creación de la tierra.
Entonces, en tercer lugar: el Perdón Legal. Dios, en Su gran amor, en lugar de dejar que los humanos fracasaran, le proporcionó una solución legal al problema del pecado: Su propio Hijo sacrificaría Su vida en la tierra, permitiendo así que Dios proporcionara legalmente el perdón a través de Su posición como sustituto en nuestro lugar. Jesús planeó venir a la tierra y ser crucificado como un sacrificio de sustitución. Sin una solución legal, no habría salvación para la humanidad.
Jesús nos amó lo suficiente como para dejar Su trono en el Cielo, convertirse en un mero hombre, vivir en la tierra y permitir que los romanos lo maltrataran y azotaran, y luego lo crucificaran en una cruz. ¡ESO fue amor! Él vino a la tierra como un hombre específicamente con el objetivo de morir en esa cruz por nosotros, sufriendo por nosotros, a fin de proporcionar la opción legal de recibir el perdón eterno de Dios, y comenzar una nueva vida en Cristo.
Cuarto: La vida eterna, nueva, comienza en el momento preciso en que uno acepta a Cristo como Señor y Salvador. Volver a nacer sucede en un instante, al elegir seguir a Jesús. ¡No te salvas a ti mismo! Dios es quien salva.
Cuando llegamos a ese punto, Dios mismo acepta nuestro arrepentimiento sincero, y Dios mismo nos declara perdonados. Dios mismo nos cambia y nos hace nacer de nuevo en Su familia para siempre. Dios mismo declara que nunca más volveremos a estar bajo Su condenación. Cuando aceptamos Su don de gracia, el perdón en Cristo, Su gracia abunda para cubrir todos nuestros pecados.
No somos salvos por obras. No somos salvos al no pecar, ni al ir a la iglesia, ni al ser “mejores” … ¡no por nada, excepto Su gracia!
No somos salvos debido a que nos aferramos desesperadamente de Su mano: es Él quien sostiene nuestra mano.
No somos salvos porque nunca volvemos a pecar: Él nos da entrada legal a Su familia. Él nos libera de la pena, nos libera de cualquier condena en contra de nosotros, para siempre. Él mismo nos declara no condenados para siempre.
Si realmente nos arrepentimos y lo seguimos, no hay nada que pueda causar que perdamos nuestra salvación. El ladrón en la cruz [Lucas 23: 39-43] es un ejemplo de la declaración de Dios de vida nueva por su gracia: el ladrón en la cruz no hizo NADA excepto confesar su pecaminosidad, y aceptar a Jesús como el Señor de todo.
El ladrón no hizo nada religioso. Simplemente (1) confesó su pecaminosidad y (2) reconoció a Jesús como “el Cristo”. Y sobre la base de solo eso, Jesús mismo dijo: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.” En ese momento, ese ladrón llegó a ser totalmente aceptable para Dios y fue recibido en Su Reino. Él no “hizo” nada. Confesó y reconoció. – ese momento en el tiempo.
En ese momento de salvación, también estamos sellados por el Espíritu Santo. Primero escuchamos, luego creemos, luego se nos sella, y el Espíritu Santo entra en nuestro espíritu, para no volver a salir nunca más. Nada puede separarnos de Su Espíritu, nunca.
13 Y ahora ustedes, los gentiles, también han oído la verdad, la Buena Noticia de que Dios los salva. Además, cuando creyeron en Cristo, Dios los identificó como suyos al darles el Espíritu Santo, el cual había prometido tiempo atrás. 14 El Espíritu es la garantía que tenemos de parte de Dios de que nos dará la herencia que nos prometió y de que nos ha comprado para que seamos su pueblo. Dios hizo todo esto para que nosotros le diéramos gloria y alabanza. – Efesios 1:13-14
Quinto: Siguiendo a Cristo. A menudo tendemos a pensar que la salvación en Cristo es una cosa que “nosotros logramos”: tenemos que hacerlo bien; tenemos que hacerlo mejor, debemos hacer cosas piadosas y no pecar. Pensamos que tenemos que ser buenos, para ser aceptados por Dios en el Cielo. No hay nada más lejos de la verdad. Esa sería una religión “basada en obras”. Pero Jesús no requiere “religión”, ni “actos religiosos”, ni perfección. ¡Él no quiere tus obras! Él requiere que confesemos, que nos arrepintamos y lo sigamos.
Si somos verdaderamente salvos, verdaderamente nacemos de nuevo, Su Espíritu permanece en nosotros, entonces lo seguiremos. ¡Cuidado si no estás evidenciando una nueva vida en Cristo! Sembramos lo que cosechamos.
No somos salvos por “lo que hacemos”, pero sabemos, debido a nuestras obras, que somos cristianos … porque vemos evidencia del cambio que Él ha efectuado en nosotros, sabemos que Su Espíritu está obrando en nosotros y a través de nosotros.
Ejemplo: Sabemos lo que es un zorrillo hediondo porque … se ve, huele, camina como un zorrillo hediondo. Pero no puedes convertirte en un zorrillo hediondo por medio de hacerte parecer, oler y andar como … Tienes que nacer zorrillo para ser realmente un zorrillo. Y luego empiezas a vivir como un zorrillo. Comienzas a evidenciar que realmente eres un zorrillo.
Sabemos que NO es un zorrillo cuando se parece, huele y camina como … ¡un mapache! Un mapache le dará señales falsas a quien esté buscando un zorrillo.
Por lo tanto, si alguien que dice ser “cristiano” (un pequeño Cristo, como significa la palabra), o usted, está “dando señales falsas”, le aconsejamos a que se examine para ver si realmente es cristiano, o no. ¡De ninguna manera engañarás a Dios! Lo que hacemos, quiénes somos – realmente importa. La “parte de ser salvo” es separada de la “parte de hacer obras”.
Lo que hacemos revela quiénes somos realmente. Recuerda: esto no es algo que se logra de una sola vez. Una fotografía de cualquiera de nosotros en un día cualquiera muy bien puede hacer que nos “veamos” como un zorrillo.
¿Quién puede decir: «He limpiado mi corazón; soy puro y estoy libre de pecado»? – Proverbios 20:9
Aun el creyente nacido de nuevo peca a veces, a veces apesta como un zorrillo. Pero Dios conoce los pensamientos y las intenciones de nuestro corazón. Él sabe quiénes somos realmente.
Para mí, eso es algo bueno, saber que Él me conoce muy bien. Porque cada momento de cada día … ¡confío en Su gracia para que me ayude a salir adelante durante ese día! [Filipenses 1:6] Parafraseando el verso, me digo a menudo:
Porque estoy seguro de esto mismo,
que el que comenzó un buen trabajo en mí
continuará perfeccionándolo
constantemente
hasta que llegue el día de Cristo Jesús.
Recrear y renovar; restaurar y sostener [Salmo 51:10-12] Nunca me rindo. No me holgazaneo en mi pecado, contento como un cerdo en el lodo. Como alguien que está perdonado y seguro en Cristo, confieso y comienzo de nuevo, como lo hizo el salmista, el rey David. Salmo 51:1-4, 10-17
1 Ten misericordia de mí, oh Dios,
debido a tu amor inagotable;
a causa de tu gran compasión,
borra la mancha de mis pecados.
2 Lávame de la culpa hasta que quede limpio
y purifícame de mis pecados.
3 Pues reconozco mis rebeliones;
día y noche me persiguen.
4 Contra ti y solo contra ti he pecado;
he hecho lo que es malo ante tus ojos.
Quedará demostrado que tienes razón en lo que dices
y que tu juicio contra mí es justo.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio
y renueva un espíritu fiel dentro de mí.
11 No me expulses de tu presencia
y no me quites tu Espíritu Santo.
12 Restaura en mí la alegría de tu salvación
y haz que esté dispuesto a obedecerte.
13 Entonces enseñaré a los rebeldes tus caminos,
y ellos se volverán a ti.
14 Perdóname por derramar sangre, oh Dios que salva;
entonces con alegría cantaré de tu perdón.
15 Desata mis labios, oh Señor,
para que mi boca pueda alabarte.
16 Tú no deseas sacrificios; de lo contrario, te ofrecería uno.
Tampoco quieres una ofrenda quemada.
17 El sacrificio que sí deseas es un espíritu quebrantado;
tú no rechazarás un corazón arrepentido y quebrantado, oh Dios.
Confío en mi salvación porque sé que Su gracia es suficiente. Los que son verdaderamente nacidos de nuevo están seguros en Él, perdonados por los pecados pasados / presentes / futuros. Ahora nos corresponde a nosotros seguir adelante:
Queridos amigos, dado que tenemos estas promesas,
limpiémonos
de todo lo que pueda contaminar
nuestro cuerpo o espíritu.
Y procuremos alcanzar
una completa santidad porque tememos a Dios.
– 2 Corintios 7:1
Su gracia es enorme. (Aunque sólo “comienza” cuando nos acercamos a Él con sinceridad y verdad). No me preocupo, pensando que mis pecados me puedan condenar al infierno, porque sé que nací de nuevo en ese momento de mi vida y que Él me transformó en una nueva creación en ese momento.
12 No quiero decir que ya haya logrado estas cosas
ni que ya haya alcanzado la perfección;
pero sigo adelante a fin de hacer mía esa perfección
para la cual Cristo Jesús primeramente me hizo suyo.
13 No, amados hermanos, no lo he logrado,
pero me concentro únicamente en esto:
olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante,
y así 14 avanzo hasta llegar al final de la carrera
para recibir el premio celestial
al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús.
– Filipenses 3:12-14
Sigo adelante – para agradar a Dios, no para ser salvo. Ahora vivo para aprender más, para ser más de todo lo que puedo ser, para Él. ¿Y qué en cuanto a ti?
* Este artículo se basa en Getting Born Again publicado en inglés: 30 de septiembre de 2019.
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