El Dios que te Oye y te Ve en Medio de tus Problemas
Génesis 16
Por Iñaki Colera Bernal
Introducción
Volvemos en esta mañana a nuestro estudio de acerca de la vida de Abraham, y lo hacemos para encontrarnos una vez más a un hombre de carne y hueso, que es el paradigma de la fe no porque tuviese un don sobrehumano que le capacitó para mantenerla sin titubear a lo largo de toda su vida, sino porque supo conservar su fe en el poder y la providencia divinas en medio de pruebas, caídas y circunstancias muy duras, madurando en su fe, hasta llegar a convertirse en el ejemplo que hoy es para todos nosotros.
Hoy veremos a Abraham meterse una vez más en líos, aunque el protagonismo esta vez lo tienen más bien las personas que le rodean. Vamos a aprender a través de todos ellos una lección que es totalmente válida y aplicable a nuestras vidas casi cuarenta siglos después ¿Cuál es? Creo que se os va a hacer evidente desde el principio pero prefiero que la vayáis descubriendo a medida que avancemos en el análisis del texto, así que empecemos:
Análisis del pasaje
Génesis 16:1
1 Sarai mujer de Abram no le daba hijos; y ella tenía una sierva egipcia, que se llamaba Agar.
Por el versículo 3 sabemos que habían pasado ya diez años desde que Abraham llegara a tierra de Canaán, y el caso es que todavía no había tenido ningún hijo. Peor aún, porque por el versículo 16 sabemos que Abraham tenía entre 85 y 86 años cuando ocurrieron estas cosas. Así que si no queremos perder de vista la plena comprensión de los sucesos que se describen en este capítulo, tenemos que tener muy presente la tremenda presión de amargura y desaliento, que el retraso en el cumplimiento de la promesa y la avanzada edad de Abraham y Sara, estarían en este momento provocando en ellos. Estamos ante una situación difícil, tensa, capaz de sumir en la perplejidad, en la confusión y en la duda a cualquier persona. Y más viendo como muchas decisiones graves e importantes de tu vida se han tomado pensando en la realización de una promesa que parece, humanamente hablando imposible, y que en cualquier caso cada vez exige más fe para pensar que en algún momento se vaya a cumplir.
Que el hijo prometido no viniera no era una dificultad o desilusión menor, era el sentido de la vida y las acciones de Abraham durante los últimos años, eran los cimientos de su fe lo que estaba temblando bajo sus pies, amenazando con derrumbarse. Situaciones menos complicadas que estas pueden llevar a una persona a un cuestionamiento muy profundo de toda su vida y a sumirse en una enorme depresión. Así que mantengamos el recuerdo de esta tensión en la lectura de los siguientes versículos.
2 Dijo entonces Sarai a Abram: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril; te ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizá tendré hijos de ella. Y atendió Abram al ruego de Sarai.
La petición de Sara respondía a una costumbre de la época que hoy conocemos bastante bien en base al hallazgo de ciertos textos antiguos que nos aclaran que según los usos socialmente aceptados de la época, una mujer estéril podía utilizar una esclava para darle a su marido un hijo que fuera su heredero. Así que, aunque la costumbre nos suene moralmente extraña, no tenía nada objetable para la cultura de la época. Sin embargo, hay ciertas cosas que debemos notar.
En primer lugar volvamos a leer: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril. ¿Todavía no se había dado cuenta Abraham? En una época en que la presunción de la esterilidad en caso de que el matrimonio no tuviera hijos era además atribuida en primer lugar a la mujer, era muy evidente desde hacía años para ambos que esto era así. Por lo tanto, en esta declaración, después de tanto tiempo, es inevitable no ver una cierta nota de frustración en las palabras de Sara a Abraham: “mira, no hay remedio, hemos esperado en vano, pensamos ambos que Dios aunque tardase, finalmente nos daría un hijo para cumplir la promesa de descendencia, pero he dejado de creerlo, Dios no me va a quitar la esterilidad, soy estéril y siempre lo seré, si queremos tener descendencia, tenemos que buscar un método alternativo”.
¿Hay algún tipo de reproche a Dios en las palabras de Sara? Jehová me ha hecho estéril, no es difícil pensar que en el fondo de su corazón, como le sucede a tantas personas ante una situación desgraciada, Sara estaba luchando con Dios, no pudiendo evitar hacer culpable a Dios de lo que estaba sucediendo y ya sabemos lo que ocurre cuando, olvidando la santidad de Dios, que le impide jamás hacer cualquier cosa injusta con cualquiera de sus criaturas, empezamos a abrigar dudas acerca de la bondad de Dios hacia nosotros en nuestro corazón. Se tambalea la fe y abrimos las puertas al pecado. La escena nos recuerda poderosamente a Eva dudando implícitamente en Génesis 3 de la bondad de Dios en el jardín del Edén y sugiriendo luego a Adán que tomasen un camino alternativo al de la confianza en Dios. Hay un paralelismo interesante que se pierde un poco en la traducción entre Génesis 3:17 en el que Dios reprocha a Adán el haber escuchado a su mujer y el final de Génesis 16:2 y atendió Abram al ruego de Sarai, no parece que sea coincidencia. Nos quedamos con la sensación de que Abraham hizo mal, de que se ha traspasado un límite, de que deberían haber escuchado a Dios y no a sus razonamientos humanos y de que si hubieran transitado por el camino de la fe las cosas habrían sido diferentes.
Tampoco podemos perder de vista, si queremos comprender bien este pasaje, que el motivo repetido de la mujer estéril que acaba dando a luz o del nacimiento milagroso, desde Sara, Rebeca o Raquel, pasando por Ana, Elisabet o la propia María, no es casual, sino que se utiliza siempre para poner de relieve la necesidad de la fe en Dios, de esperar en él, de confiar en su voluntad y sobre todo la soberanía divina en el drama de la redención, a lo largo de toda la historia humana. Es decir, el plan divino se desarrolla no en base a los esfuerzos, méritos o poder humanos, sino sólo en base a la misericordia y poder extraordinario de Dios obrando en la historia y en los hombres, haciendo posible, porque es Dios, lo que es imposible para los hombres, como el propio Jesús recordó en una ocasión a sus discípulos. Ser conscientes de este énfasis, del deseo del autor divino de recordarnos la necesidad de la fe y la soberanía divina en el curso de la historia, nos a comprender en qué se equivocaron Sara y Abraham, nos ayuda a recordar que cuando aparte de la fe en Dios intentamos introducir nuestras propias soluciones humanas en nuestra relación con él, lo que hacemos es complicar las cosas.
Génesis 16:3-4
3 Y Sarai mujer de Abram tomó a Agar su sierva egipcia, al cabo de diez años que había habitado Abram en la tierra de Canaán, y la dio por mujer a Abram su marido.4 Y él se llegó a Agar, la cual concibió; y cuando vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora.
La falta de fe abre la puerta al pecado, y el pecado no hace sino iniciar una cadena de causa y efecto que acaba complicándonos enormemente la existencia. Para empezar, podríamos decir que la presencia de la propia esclava egipcia Agar dentro de la familia ya era probablemente consecuencia del pecado de Abraham que vimos en el capítulo 12 de Génesis, en aquel m omento Abraham pudo pensar que su descenso a Egipto y sus mentiras allí no habían acabado tan mal, pues Dios lo había librado y había salido lleno de riquezas y siervos (Gén 12:16) pero aquel pecado puso en la vida de Abraham la semilla de más problemas, puso a una persona, Agar, que no debía haber estado allí. Ahora, además, lo que les parecía a ellos humanamente la solución, les trae el conflicto, el desprecio de Agar hacia Sara, una palabra fuerte en el original, que acentúa la situación complicada en la que habían metido.
5 Entonces Sarai dijo a Abram: Mi afrenta sea sobre ti; yo te di mi sierva por mujer, y viéndose encinta, me mira con desprecio; juzgue Jehová entre tú y yo.
Más problemas, en catarata, el pecado siempre produce alineación en vertical, entre el hombre y Dios, y en horizontal, entre los propios hombres. Ahora Sara culpa a su marido de lo sucedido, ¿está siendo injusta? Hasta cierto punto, sí y no, porque es verdad que el liderazgo de Abraham pone sobre él una carga adicional de responsabilidad, pero la armonía entre cónyuges se ha visto perturbada por apartarse de la senda de la fe.
6 Y respondió Abram a Sarai: He aquí, tu sierva está en tu mano; haz con ella lo que bien te parezca. Y como Sarai la afligía, ella huyó de su presencia.
Vemos aquí muy resumida una escena doméstica cuya tensión psicológica nos resulta muy familiar a los casados, la esposa preocupada, Abraham, bajo de moral después de haber llevado a su mujer al quinto pimiento en base a promesas que parecen no cumplirse, aceptando la solución que le ofrece Sara, Agar y Sara picándose, Sara echándole la bronca a su marido y haciéndole culpable de lo sucedido, y finalmente Abraham, en una actitud típicamente masculina, buscando la paz ante todo, huyendo del conflicto, intentando librarse del problema dejando a Agar en manos de Sara para que esta haga con ella lo que quiera, momento en el que Sara a la que en el versículo 5 parecía importarle tanto la justicia, aprovecha para pasar a hacerle la vida imposible a Agar, ¡qué engañoso es el corazón humano!, finalmente, Agar un buen día no aguanta más, da el portazo y se vuelve a su tierra.
Queridos varones, me dirijo ahora especialmente a vosotros, por lo que ruego a las señoras que piensen durante unos segundos en otra cosa: hermanos hombres, si este relato no os hace desistir definitivamente de considerar siquiera en hipótesis la posibilidad de la poligamia, no sé que os haría desistir. Os aseguro que ya tenemos suficientes problemas con una sola… en fin, tras esta nota machista, volvamos al curso del relato.
¿Qué sensación le queda a uno después de todo esto? El camino de la fe puede ser y a menudo es difícil, pero aparte de la fe, las soluciones humanas que a menudo parecen tan apetecibles, finalmente acaban volviéndose contra uno mismo. La de dolores de cabeza que podrían haberse ahorrado todos si hubieran seguido confiando en Dios. Pero Dios es misericordioso, y tiene algo que decir en medio de toda esta desgraciada situación:
Génesis 16:7-9
7 Y la halló el ángel de Jehová junto a una fuente de agua en el desierto, junto a la fuente que está en el camino de Shur.8 Y le dijo: Agar, sierva de Sarai, ¿de dónde vienes tú, y a dónde vas? Y ella respondió: Huyo de delante de Sarai mi señora.9 Y le dijo el ángel de Jehová: Vuélvete a tu señora, y ponte sumisa bajo su mano.
Algunos se detienen aquí a especular con la identidad de este ángel de Jehová, puede ser la segunda persona de la trinidad antes de su encarnación, un examen más minucioso del texto en hebreo con ayuda de los que lo conocen bien me hace arrojar alguna duda, pero sinceramente ese asunto es lo de menos, carece de importancia para nuestro propósito, así que dejémoslo a un lado y sigamos adelante. Por el lugar donde el ángel encuentra Agar, en el camino de Sur, esta se estaba volviendo a Egipto, pero lo importante más bien, es como el mensajero de Dios se dirige a ella: sierva de Sarai. Luego la doble pregunta va destinada a hacer a Agar reflexionar: ¿de dónde vienes tú, y a dónde vas? La respuesta de Agar es prácticamente una confesión de culpa: Huyo de delante de Sarai mi señora. Así que la conclusión del ángel es obvia: Vuélvete a tu señora, y ponte sumisa bajo su mano. Y es que aquí tenemos, con menos culpa al tratarse sólo de una sierva egipcia cuyo exacto conocimiento de Dios por influencia de Abraham ignoramos, de un nuevo caso de alguien que huye de las dificultades, mediante el expediente de adoptar una solución basada en la sabiduría humana que supone un quebrantamiento del orden querido por Dios.
A veces, cuando tenemos problemas, queremos una solución de parte de Dios, y no queremos cualquier solución, queremos que la solución de Dios sea la nuestra, que los problemas cesen, que la dificultad sea removida, no solemos considerar o no nos es fácil considerar la posibilidad de que Dios quiera que pasemos por esa dificultad, que nos sometamos a ella y aprendamos de ella, y es duro oír del Señor: no, la solución no es el divorcio, vuelve y vive con tu cónyuge. No, la solución no es el fraude, vuelve y paga lo que debes. No, la solución no es la mentira, vuelve y reconoce el engaño y sufre las consecuencias y etcétera, etcétera. Lo que tú ves ahora como solución será fuente de mayores conflictos, de más angustias, de una pena más profunda, quizá no inmediatamente, pero sí después, y para siempre. Separarse de la voluntad de Dios nunca es la solución correcta.
Pero si vimos en el capítulo 15 la gran misericordia que Dios le mostró a Abraham dándole fantásticas promesas que alentaban su corazón, que le daban fuerzas para caminar por el camino de la obediencia, tampoco se olvida Dios de hacer lo mismo con Agar. Las promesas que le da no tienen que ver con bendiciones espirituales, no está tratando Dios con la línea de la promesa, pero le revela lo suficiente acerca del futuro para darle fuerzas para ser obediente:
Génesis 16:10-12
10 Le dijo también el ángel de Jehová: Multiplicaré tanto tu descendencia, que no podrá ser contada a causa de la multitud.11 Además le dijo el ángel de Jehová: He aquí que has concebido, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Ismael, porque Jehová ha oído tu aflicción.12 Y él será hombre fiero; su mano será contra todos, y la mano de todos contra él, y delante de todos sus hermanos habitará.
No vamos a detenernos excesivamente a considerar el alcance de esta promesa para no desviarnos de la lección principal. Baste decir que muchos suponen que Ismael es el padre de la nación árabe, que efectivamente ha sido un azote para la línea de la promesa desde entonces. Pero aquí, lo que verdaderamente nos interesa en este momento es lo que se dice en el versículo 11. Jehová es el Dios que oye la aflicción, cuando Sara te afligía tú te sentías sola, abandonada, carente de protección y decidiste protegerte a ti misma abandonando tu sitio y poniéndote fuera del alcance de Sara, pero Dios te estaba escuchando, y tu hijo llevará en su nombre, Ismael, Dios oye, impreso para siempre el recuerdo de la verdad de que esto es así. En medio de las dificultades Dios no se ha olvidado de ti, aunque pueda parecértelo, aunque el enemigo te lo susurre al oído una y mil veces, ¿para qué? Para que olvidándote de Dios te apoyes en tu propia sabiduría y busques cualquier expediente para aliviar tu dificultad. Pues no, Dios te está viendo en tu aflicción, la tiene muy en cuenta, y si la permite es con un propósito bueno en última instancia, nunca olvides que Dios está presente, nunca abandones el camino de la fe. Agar comprendió esto, por eso lo que viene a continuación:
Génesis 16:13-14
13 Entonces llamó el nombre de Jehová que con ella hablaba: Tú eres Dios que ve; porque dijo: ¿No he visto también aquí al que me ve?14 Por lo cual llamó al pozo: Pozo del Viviente-que-me-ve. He aquí está entre Cades y Bered.
Aquí lo importante no es la disquisición con la que a menudo se pierde el tiempo de si Agar presenció o no una teofanía, lo importante es que Agar se dio cuenta de que Dios estaba vigilando sobre su vida, Dios es aquel que me ve, que nos ve, que está pendiente de las circunstancias de nuestra vida, que no se ha olvidado de nosotros.
Los dos siguientes versículos son una especie de conclusión de todo el relato:
Génesis 16:15-16
15 Y Agar dio a luz un hijo a Abram, y llamó Abram el nombre del hijo que le dio Agar, Ismael.16 Era Abram de edad de ochenta y seis años, cuando Agar dio a luz a Ismael.
Volvió evidentemente Agar junto con Sara y nada nos garantiza que se acabasen los problemas, es más, años más tarde veremos a Ismael burlándose de Isaac, y a Agar teniendo que marcharse con su hijo, esta vez sí dentro de la voluntad de Dios, pero a causa de los conflictos y los problemas de convivencia, y a Dios una vez más protegiendo, consolando y animando a Agar e Ismael en medio de la dificultad. Volver a la voluntad de Dios no significa que se acaban los problemas, a veces pueden incluso empeorar, pero es saber que todo tiene un sentido, que uno está dentro de un propósito, que las cosas se dirigen a donde se tienen que dirigir, con un buen fin. Durante años la presencia de Ismael entre Abraham y Sara fue un recordatorio: Dios oye, Dios escucha, cada vez que se dirigieran a él por su nombre Dios estaría recordando a esta pareja de ancianos que veían las promesas de Dios tambalearse por el paso del tiempo, una gran verdad, Dios no se ha olvidado de vosotros. ¿Continuaron pensando Abraham y Sara que con Ismael habían solucionado el problema de su descendencia? Probablemente sí, y la lectura del capítulo 17 nos convencerá definitivamente de ello, no hay nada en el texto que nos permita decir que aprendieron algún tipo de lección de estos sucesos, nosotros podemos aprenderla, al ver la vida de Abraham en conjunto por completo, pero ellos aprendieron a lo largo de muchos años, y muchos pesares, sufriendo las consecuencias de su error.
No necesitamos hacer lo mismo con nuestra vida, podemos observar la de Abraham y Sara y entender que el camino de la fe, de la confianza en Dios, de la obediencia, aún en medio de la angustia y de la desesperación, aún en medio de la oscuridad espiritual, es siempre el camino correcto, al final el Dios que oye, el Dios que nos ve, traerá luz a nuestra vida, podemos pasar a través de la prueba de nuestra fe confiando en Dios y salir triunfantes, o podemos buscar nuestras propias soluciones humanas, complicarlo todo y hacer nuestro camino mucho más difícil.
Conclusión
Esta es la lección de toda esta historia, esto es lo que el Señor quiere enseñarnos en esta mañana: Una vez que abandonamos el camino de la fe y nos metemos en cálculos y razonamientos humanos, nos vemos atrapados en una cadena de causas y efectos que pueden causarnos quebraderos de cabeza durante años, y cuyos efectos sólo pueden mitigarse volviendo humildemente al camino de la fe expresada mediante la obediencia, porque Dios oye, Dios conoce nuestra aflicción, tiene el control de nuestras circunstancias, no nos ha dejado solos para que tengamos que buscarnos nuestra propia solución, él es el Dios que me ve, que nos ve cuando tomamos el camino de la huída y que sale a nuestro encuentro para decirnos que volvamos al sendero de la fe. El problema no es el que no nos vea o nos oiga, es que nosotros, en esos momentos, cegados por nuestro miedo, no queremos verle ni escucharle a él.
Sara y Abraham juzgaron la situación por la que pasaban basándose más en su propia sabiduría que en la fe. Vieron la situación exclusivamente desde el punto de vista humano, cuando nunca deberían haber perdido de vista la perspectiva divina, y su trágico error fue retirar todo el asunto de las manos de Dios, y tomarlo en sus propias manos. Por otro lado, Agar, a la que no se le habían realizado promesas, de la que no esperábamos un acto de fe, también buscó su propia solución a los problemas que enfrentaba, pero después de tener un encuentro con Dios, después de recibir mandamientos y de ser exhortada con promesas, escogió el camino de la fe y de la obediencia.
Sea que hayas abandonado el camino de la fe para buscarte tus propias soluciones a tus problemas, o que tras haberte metido en líos siguiendo los consejos de tu propia sabiduría humana, hayas tenido un encuentro personal con Dios que te llama a la senda de la fe, recuerda, recordemos todos, el camino correcto es siempre el de la confianza y el de la obediencia, no significa que sea fácil, o que no vayamos a pagar las consecuencias de errores pasados, pero siempre es preferible y a larga menos costoso que el camino de la incredulidad.
¿Te ha hablado el Señor en esta mañana? ¿Hay alguna circunstancia de tu vida en que, habiendo abandonado el camino de la fe y la obediencia a Dios, hayas adoptado una solución humana para librarte de un problema, para conseguir lo que querías? Quizá ya vayas a tener que vivir para siempre con las consecuencias de haberte apartado del camino de la fe, pero eso no quiere decir que debas permanecer fuera de él, siempre estás a tiempo de volver a confiar en Dios y solucionar lo que sea solucionable, cargando con las consecuencias si es necesario.
Mientras escribía este Sermón, mientras estudiaba el texto el Señor me hablaba poderosamente, y me reprendía y me hacía consciente de que había una situación reciente en mi vida que necesitaba remediar, por alcanzar un fin que yo consideraba bueno y necesario, y aún lo considero, había hecho algo que quebrantaba la confianza de otra persona. Aunque esta persona ignoraba absolutamente lo sucedido tuve que ir, confesar, pedir perdón y explicar. Mis motivos eran buenos, y así lo comprendió esta persona pero el medio para alcanzarlos no era el correcto, no era el de la fe en Dios, sino se basaba en razonamientos de sabiduría humana. ¡Gracias a Dios que me he quitado ese peso de encima! Dios no me quita una medida de dolor y de prueba, pero el camino de la fe siempre es a larga más fácil que vivir andando en nuestra propia sabiduría. Sólo puedo por tanto aconsejarte que hagas lo mismo, que te esfuerces por ser santo, que no permitas que haya en tu vida nada que seas consciente de que perturba tu comunión con Dios.
Aunque te cueste algún tipo de sacrificio, vergüenza, coste, siempre será menor que el coste elevadísimo de perderte el gozo de andar en comunión con Dios.
Oremos.
Versículo de despedida.
Escúchame, familia de Jacob,
todo el resto de la familia de Israel,
a quienes he cargado desde el vientre,
y he llevado desde la cuna.
Aun en la vejez, cuando ya peinéis canas,
yo seré el mismo, yo os sostendré.
Yo os hice, y cuidaré de vosotros;
os sostendré y os libraré. (NVI)
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