La muerte no detiene la vida en tu cuerpo. La muerte detiene el cuerpo “muerto como un clavo”, pero no detiene tu alma dentro de ese cuerpo.
Perdiéndolo
Nuestra esperanza está siempre en Cristo, nunca en nuestras fuerzas, nunca en nuestras capacidades, nunca en nosotros mismos. Nuestra esperanza siempre está en Aquel que nos cambió para Sus propósitos. Y Él nunca nos abandonará. Por eso no tengo miedo. Mi salvación no depende de mí. Dios me tiene en Sus manos, y Sus manos son fuertes.