¿Hasta qué punto deben sufrir un pastor y su familia «a causa del ministerio»? ¿Es legítimo presionar al pastor por medio de su salario? ¿Cuándo puede y/o debe un pastor abandonar a las ovejas sin sentirse fracasado? ¿Debe haber un contrato entre el pastor y su iglesia, en el cual se describa el trabajo que se espera del pastor y la iglesia se comprometa a aumentarle periódicamente el salario? ¿Es mejor no tener pastores de tiempo completo, sino que cada uno debe trabajar y hacer lo que puede? Tras la consideración de la situación de estrechés que sufrió un pastor, autor analiza la situación ofreciendo respuesta a las preguntas arriba planteadas.
El niño que luchaba por su vida fue finalmente vencido. El segundo hijo del pastor estaba muerto y la congregación fue acusada por la tragedia, aunque ninguno de los miembros aceptaría la culpa ni consideraría que alguien tendría que sentirse mal por lo acontecido. Hubo algunas expresiones de consuelo hacia los padres, pero la mayoría lo atribuía a la voluntad de Dios.
A los de afuera les encubrieron los detalles y verdaderos problemas, los de fondo; es más fácil ocultar que explicar la falta de amor. Dentro de la congregación hubo muchas justificaciones y excusas, frases sagradas tales como: “Dios sabe”, “La condición actual es dura”, “Dios debe estar tratando de enseñarles cosas” y “¿No hay que dar gracias en todo?” Sin embargo, las expresiones no cambiaron los hechos, el hijo del pastor estaba muerto. Esto pasó en una iglesia evangélica. Ocurrió en nuestro continente. En una iglesia que era bien vista por los demás.
LOS DETALLES
Durante cuatro años, la iglesia había crecido mucho. Más de veinte familias nuevas habían entrado en comunión. Necesitaban un ministro que se dedicara completamente al pastorado, que dirigiera a la congregación y ayudara a “equipar a los santos para la obra del ministerio”. Encontraron un pastor, Mario, quien era un buen maestro de la Palabra y tenía un corazón misionero. Le ofrecieron un buen salario. Después de varios meses de oración, Mario y su esposa, Claudia, aceptaron el llamado.
En los años que siguieron se libraron muchas luchas, y la muerte de Felipe, el segundo hijo de Mario y Claudia fue sólo una consecuencia de ellas.
La primera batalla comenzó contra y sobre Claudia. Ella no acompañaba a Mario en las visitas de todos los días a las diferentes familias de la congregación. Las mujeres se quejaban diciendo que la esposa del pastor anterior las visitaba siempre, pero que esta «era perezosa y vaga». Al ser criticada, Claudia se resentía y trataba de explicarles que no podía salir mucho en invierno, porque tenía hijos pequeños, sobre todo por el bebé, el cual tenía menos de un año.
Cuando no aceptó ser presidente de la sociedad femenil, porque consideraba que algunas de ellas podrían hacer un mejor trabajo (y porque era más joven que la mayoría de las integrantes), se acrecentó la crítica. La gente se preguntaba: “¿Acaso no es responsabilidad de la esposa del pastor el hacer estas cosas?” “¿Qué clase de ejemplo es?” “Ella sólo quiere vivir una vida fácil, le falta espiritualidad”. Según doña María, “ella era mundana, materialista y sobreprotectora de sus niños” y sentía que era su ministerio perseverar en la corrección de la esposa del pastor.
Por su parte, Mario invertía la mayoría de las mañanas estudiando y preparando sus mensajes y los cursos para discipular y desarrollar otros ministerios de la iglesia. Concentraba su tiempo en las personas dispuestas a aprender y trabajar y así comenzó dos obras nuevas en pueblos cercanos donde no había testimonio. Sin embargo algunos pensaron: “¿No le estamos pagando al pastor para hacer la visitación, la evangelización y la enseñanza? ¿Para qué le pagamos? ¿Cómo es esto de que quiere que lo hagamos nosotros?” Y como no visitaba pastoralmente a las familias que andaban bien cada semana -o semana por medio, como lo hacía el pastor anterior- sino que se dedicaba al discipulado, a los apartados y a los perdidos, decían: “Nosotros también necesitamos un tiempo a solas con el pastor”. Algunos reclamaban: Dice que a la mañana estudia, y siempre está queriendo hacer que otros trabajen; debe ser que él también es perezoso y sólo se está aprovechando de nosotros para vivir una vida fácil.
El hijo del pastor no murió a causa de un ataque directo. Los ataques fueron dirigidos hacia su padre y su madre. Él era una de las víctimas inocentes, como ocurre en toda guerra donde sufren muchos la tragedia de pecados ajenos. A medida que pasaron los meses, Mario y Claudia no recibieron un aumento de sueldo. Al principio el sueldo era suficiente y bueno, pero por los conflictos y ciertas voces en la congregación se quedó fijo, nunca fue actualizado.
La inflación fue destruyendo su bienestar mes tras mes. Abandonaron la obra social por no poder pagar las cuotas y empezaron a comprar comidas cada vez más baratas, aunque ellos estaban cada vez más gordos. Esto último se debía a que comían pan y fideos para satisfacerse, porque no podían comprar otra cosa. Ellos se preguntaban que debían hacer. ¿Abandonar a las ovejas y trabajar afuera? ¿Cómo poder ayudar a la gente a comprender su situación? Oraban, pero no recibían respuesta concreta. En momentos críticos, les llegaba alguna ofrenda que les mandaban amigos de su iglesia anterior.
Finalmente su hijo se enfermó y murió. El médico lo atribuyó a la mala alimentación. El niño se había ido debilitando y al fin no tuvo resistencia para vencer una enfermedad. ¿Víctima de una mala nutrición o de una congregación que lo mató al no pagar al pastor un salario digno?
Esta historia es verídica. Los datos han sido cambiados para proteger la identificación de los inocentes.
ENFRENTANDO EL PROBLEMA
Hay muchas preguntas difíciles que surgen de esta situación. ¿Hasta qué punto deben sufrir un pastor y su familia “a causa del ministerio”? ¿Es legítimo presionar al pastor por medio de su salario? ¿Cuándo puede y/o debe un pastor abandonar a las ovejas sin sentirse fracasado? ¿Debe haber un contrato entre el pastor y su iglesia, en el cual se describa el trabajo que se espera del pastor y la iglesia se comprometa a aumentarle periódicamente el salario? ¿Es mejor no tener pastores de tiempo completo, sino que cada uno debe trabajar y hacer lo que puede?
La historia es más importante que las preguntas. Las respuestas teóricas que podemos dar estando fuera de la situación no resuelven el conflicto. Hubo personas reales que sufrieron porque se dejó de lado el amor práctico y humano. Alguien puede decir: “Está exagerando”, sin embargo no lo creo.
Yo he visto, en mis viajes, a muchos siervos del Señor, hombres de valor, sufriendo a causa de la irresponsabilidad de las iglesias locales. Hombres y mujeres dispuestos a sufrir por amor al Reino de los Cielos, sufriendo sin embargo por causa de la insensibilidad de los hermanos innecesariamente.
He visto ancianos, agotados física y emocionalmente, tratando de sostenerse por medio de su trabajo y a la vez cumplir con su ministerio. Algunos de ellos con grandes problemas de salud, otros con problemas familiares o conflictos internos debidos a la irresponsabilidad de sus prójimos.
Y he estado en la casa de los que, con gran dolor, han abandonado la iglesia, la obra y han quedado con cierto resentimiento en sus corazones. Los he escuchado decir a los jóvenes “que no se dediquen al ministerio, a menos que deseen morir de hambre”.
Conozco misioneros enviados por algunas iglesi
as a comenzar una nueva iglesia en otra parte de la nación que apenas tienen para vestir a sus niños; sin embargo, fueron enviados por iglesias que tenían recursos.
He compartido un sólo plato de arroz con huevo entre el pastor, su familia de cinco y yo. Estas son realidades de cientos de pastores, ancianos, misioneros y obreros del Señor en toda Latinoamérica.
¿Qué podemos hacer?
Los diferentes casos requieren diferentes soluciones. Debemos recordar que hay situaciones donde es necesario sufrir necesidad por amor al Reino. Aun Pablo tuvo períodos en que pasó hambre. Cuando una obra está comenzando o una región está pasando un tiempo de problemas, como sequía, inundación, etcétera, es lógico que el obrero padezca junto al pueblo.
Lo serio, lo pecaminoso son los casos donde no es necesario y sin embargo ocurre.
1. Ayudándonos unos a otros.
En algunos casos, la solución requiere la ayuda de otro anciano o pastor, ya que es muy difícil para la misma persona decirle a su congregación lo que es necesario. En cierta ocasión encontré un buen pastor que estaba sufriendo mucho con su familia. Estaban desanimados. Decidí hablar con otro pastor de la misma denominación. Le sugerí que, por amor a su pastor colega, hablara con los diáconos y los enfrentara con la realidad, con sus responsabilidades y con la Palabra de Dios y lo hizo. Gracias a Dios, ellos reconocieron sus faltas y duplicaron el salario. Otro caso, donde la razón era la construcción del templo nuevo, cuando se enteró un pastor vecino, habló con los diáconos y, gracias a Dios, también aumentaron significativamente el salario del pastor. Reconocieron que el cuidado pastoral es más importante que un edificio nuevo.
Sin duda, es sabio y eficaz que pastores y líderes respetados ayuden a las iglesias a entender la importancia y urgencia de mantener a sus obreros correctamente. De acuerdo al Nuevo Testamento cuando los sacerdotes y levitas no recibían su sostén, tenían que volver a sus hogares dando como resultado el incumplimiento de sus ministerios. Sin esos ministerios la espiritualidad del pueblo de Israel se degeneró grandemente.
Las denominaciones pueden establecer pautas prácticas y modelos. Sin embargo, deben evitar la tendencia de establecer un salario mínimo porque suele terminar siendo un “salario de hambre”. Hay necesidad de enseñar la importancia del concepto bíblico de un salario digno o aun de “doble honor” para los que realmente trabajan o predican (1 Ti 5.17, 18).
2. Sólo un trabajo digno merece un salario digno.
De esos versículos surge también el segundo concepto importante, porque hay veces que el culpable es el mismo anciano o pastor. Eran las 11 de la mañana y allí estaba sentado, desarreglado, sin afeitar, leyendo el diario. Posiblemente debió estar levantado hasta muy tarde la noche anterior por alguna buena razón, sin embargo, me dio la impresión que así era su estilo de vida por el desorden que le rodeaba. Y lo que yo vi, pudo haberlo visto cualquiera de su iglesia. En tales casos, los pastores o ancianos que no trabajan con verdadero afán, predicando o enseñando (1 Ti 5.17), no deben recibir un salario que se aprecie como digno. Algunos no deben esperar un salario digno porque no están haciendo un trabajo digno; sin duda no es el caso de la mayoría de los pastores que trabajan por demás.
La diligencia de uno, su esfuerzo, debe ser evidente a todos como también servir de modelo a otros. Es fácil en el ministerio usar mal el tiempo, ya que no tenemos un patrón terrenal que nos esté mirando. Al comprender que el Dios que nos llamó es un patrón bueno pero que requiere el esfuerzo y diligencia, debemos trabajar con todo nuestro ser.
Una de las causas de depresión pastoral es, precisamente, el no vivir responsable y ordenadamente. Para sentirse digno en el ministerio hay que trabajar con diligencia en él. Muchas veces tenemos que arrepentirnos de nuestra falta de estudio de las Escrituras, falta de diligencia en la oración y en el trabajo ministerial. Es necesario que nos arrepintamos de no buscar al perdido, no fortalecer al débil, no curar al enfermo, de no volver al carril al descarriado (Ez 34). ¿Andan nuestras ovejas “errantes” por falta de pastor, mientras que le echamos la culpa al mundo, los engaños, etcétera, en vez de reconocer nuestra culpa?
Cierto pastor de una iglesia de más de 2.500 miembros comentó que su comprensión del ministerio era el siguiente: Él debía hacer lo mismo que pide a sus laicos. Si ellos trabajaban 44 horas por semana en un trabajo secular y después deben dedicar tiempo al servicio del Señor, él también debe trabajar 44 horas, más la cantidad de horas que él piensa que es la responsabilidad de ellos. De esta manera podría dar un buen ejemplo. Comentó que muchos pastores piensan que cuando han trabajado sus 44 horas han hecho ya lo debido.
Si vamos a esperar un salario digno, nuestro trabajo deberá ser digno y esforzado.
3. En la iglesia, el uso de los recursos debe ser determinado por prioridades correctas.
Hay iglesias que están equivocadas en sus prioridades. Invierten la mayor parte de su dinero en nuevos edificios y otros bienes materiales en vez de hacerlo en vidas humanas. Una encuesta realizada entre iglesias evangélicas latinas, demostró que 80% del dinero de las ofrendas era usado para edificios y bienes materiales, y que sólo 20% se destinaba al ministerio directo. La mayoría se ocupa de la construcción del edificio en primer lugar y después en la obra del ministerio. Como consecuencia, ocurre que sus edificios están ocupados hasta la mitad. Cuando las prioridades son correctas y se pone al ministerio y a las personas en primer lugar, el resultado es una iglesia que crece constantemente. Pastoralmente debemos guiar a las congregaciones a prioridades correctas.
Cierto pastor anciano me contó que en su iglesia había enseñado y peleado para que siempre 50% o más del total del dinero que entraba fuera invertido en ministerios y misiones. A muchos no les había gustado, pero el resultado es que la iglesia creció mucho y sostiene a varios misioneros. El pastor tiene la gran responsabilidad de enseñar correctas prioridades.
4. La enseñanza clara debe moldear la mentalidad monetaria.
En mi ministerio he encontrado pocos temas que me cueste tanto enseñar como la responsabilidad de los creyentes a dar. No quiero ser identificado con los que hacen del ministerio una fuente de ganancia, y eso hace que me cueste hablar del tema. Sin embargo, un pastor con cariño me reprendió: “pecas contra tu gente al no enseñarle claramente sus responsabilidades, como también haces que pierdan la bendición que viene por cumplir esa responsabilidad”. Y es así, aunque me cueste, necesito hablar del tema para el bien de ellos.
En muchas ocasiones he escuchado a líderes nacionales criticando a los misioneros porque “no enseñaron a dar”, pero lamentablemente ellos tampoco lo hacen. En el fondo hay dos verdades: cuando somos honrados nos cuesta hablar del tema, y por otro lado, a la gente le cuesta aprender a dar.
5. El llamado al ministerio no implica necesariamente que debo vivir completamente de él.
Pablo hizo carpas cuando fue necesario, y no era porque faltó fe ni la bendición de Dios sobre su vida. Se dedicó completamente al ministerio cuando pudo y siguió igual cuando hizo carpas. La aplicación incorrecta del versículo de Lucas 9.62 que dice: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” ha afligido indebidamente a muchos. Pablo no miró atrás cuando trabajó haciendo carpas. El trabajo con sus manos hizo posible que él siguiera ministrando. Trabajar secularmente puede ser el medio más eficaz en ciertas situaciones para ministrar.
En
muchas ocasiones es recomendable que trabajen fuera del ministerio para poder cubrir las necesidades de sus familias, lo que es necesario para no traer descrédito sobre la obra. Si una iglesia no es suficientemente grande para sostener al pastor con una dedicación de tiempo completo, es posible que tampoco haya el trabajo pastoral que lo requiera. Como una iglesia muy grande puede necesitar varios pastores de tiempo completo, una iglesia chica puede no necesitar de un pastor de tiempo completo. En diversos lugares hay un pastor para varias iglesias chicas en pueblos cercanos, porque ninguna de ellas justifica el tiempo exclusivo de un hombre ni puede sostenerlo completamente.
6. Los documentos escritos ayudan a mantener la claridad de los acuerdos.
Las personas son expertas en olvidar, especialmente lo que no les conviene. Entre cristianos, muchos rechazan acuerdos escritos porque creen que no es necesario y están en contra del “Espíritu”. He encontrado en mi propia vida la importancia de escribir conclusiones y acuerdos aunque mi carne lo resista. He tenido muchos problemas que hubiera evitado si en el momento de hablar hubiéra puesto por escrito las conclusiones. Pasando el tiempo, las ideas, determinaciones y comentarios que completan la idea terminan siendo olvidados, hasta que uno mira el papel y tiene que decir: “Así era la cosa”.
Es sabio que una iglesia, cuando llama a un pastor, haga por escrito una descripción de las responsabilidades del pastor hacia la congregación y de la congregación hacia el pastor. Cuántos problemas se hubieran evitado en la historia de la cristiandad si esto se hubiera hecho.
Esta descripción debe incluir lo que realmente espera la congregación del pastor (objetivos, filosofía del ministerio, forma de trabajar, etcétera) como también, qué compromiso tomará la congregación con el pastor (salario, aumentos por inflación, obra social, jubilación, vacaciones, etcétera). Todo lo que no ha sido aclarado de antemano dejará lugar para problemas en el futuro. Por otra parte, la iglesia tendrá gente nueva más adelante que no participó del arreglo inicial. Ellos necesitan ser informados de cómo era lo hablado. Todo puede ser modificado y adaptado a las nuevas necesidades, pero debemos hacerlo de común acuerdo y teniendo en cuenta la palabra empeñada. Para ello, nada mejor que dejar por escrito lo que se habla.
7. En ocasiones es necesario salir de una iglesia para el bien de la familia y la iglesia.
Todos nosotros tenemos momentos en que deseamos largar todo y volver atrás; es común y parte del ser humano. Pero no por eso debemos hacerlo. En algunas ocasiones me he sentido desanimado y he considerado la posibilidad de retirarme. Sin embargo Dios me ha llamado y debo seguir. La historia muestra que la continuidad en un pastorado es muy importante para el crecimiento de una iglesia; algunos han observado que el pastor típico necesita estar en un lugar por más de 3 años para empezar a ver frutos significativos de su trabajo y es en esos primeros años donde hay más desaliento.
Sin embargo hay ocasiones en que es necesario dejar una iglesia. Una de ellas es cuando por razones de supervivencia de la familia es necesario ir a otro lugar. Es muy difícil que el pastor consienta en hacerlo, pero muchos han encontrado así nueva bendición en su vida y ministerio. Nunca debe ser una decisión rápida ni demorada.
Gustavo y su esposa ministraban en una ciudad chica. Dios los usó como instrumento en la salvación de muchos. La pobreza era grande y los hermanos daban poco. Gustavo, con su amor para con la gente, muchas veces terminaba dando de su comida a familias en peor situación que la de él.
Pasaron los años y la salud de la esposa y uno de sus hijos se fue deteriorando, terminando en problemas serios. Gustavo se sentía mal por “abandonar” sus ovejas, sin embargo vio cómo su esposa estaba cada vez más enferma y negativa. Ella sólo pedía que tuvieran lo que consideraba lo mínimo. La tensión crecía entre ellos al punto que amenazó abandonarlo si él no proveía razonablemente para las necesidades del hogar.
Un pastor le aconsejó la conveniencia de buscar otro lugar de servicio. Lo hizo, y Dios le abrió una puerta en otra ciudad, y de una manera especial está usando a los dos allí. Su ministerio ha crecido y, a la vez, Dios está bendiciendo a la iglesia que dejó. El Señor es el Gran Pastor.
8. La oración que funciona
El ministerio de la oración y los caminos de Dios son reservados sólo para él. Él nos ha invitado a orar y presentar todas nuestras necesidades en oración con gratitud. ¿Por qué contesta en algunas ocasiones y en otras no? Es un misterio para nuestra comprensión y no encontramos respuesta completa.
Todos hemos tenido las experiencias preciosas de estar sin un peso y, en una forma milagrosa, tener la respuesta de Dios al proveernos lo justo. En otras ocasiones hemos orado y orado, sin alivio alguno. Me viene la pregunta de Jesús a la mente: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” ¿Tengo yo respuestas a esto? No completas, pero he aprendido a confiar y seguir orando. ¿Cuántas veces hemos visto provisiones milagrosas? Innumerables veces y seguimos necesitándolas para sobrevivir. Cuando no han venido, hemos buscado la sabiduría del Señor para saber cómo él desea que resolvamos nuestras necesidades. ¡Algunos de los adelantos más grandes de nuestro trabajo han brotado de la búsqueda de soluciones a los problemas financieros! En vez de hundirnos, han sido instrumentos de Dios para el adelanto de Su obra.
En otras palabras, la contestación a la oración ha sido real, pero diferente a lo que nosotros buscábamos. Parte de la fe es saber que Dios da soluciones apropiadas a los problemas reales que pueden ser muy diferentes a las nuestras. Estas brotan de nuestra comprensión y visión limitada, las suyas de Su sabiduría y comprensión.
¡ADELANTE!
Parte de nuestro trabajo como líderes cristianos es buscar, por los medios que Dios ha aprobado, la forma para que su obra sea cumplida. En ocasiones por las ofrendas de mi iglesia; en otras, por la provisión milagrosa o por el ministerio de dar de una iglesia o hermano. También puede ser que Dios nos esté cortando un ministerio queriendo llevarnos a algo diferente. En toda ocasión nuestra responsabilidad es confiar, ser sensibles a él y obedecer.
Hace poco tuve el privilegio de escuchar a uno de los grandes pioneros de la obra evangélica del Ecuador. Pensé cuánto más fácil es nuestra obra hoy por el trabajo de estos hombres. Ellos pagaron un precio muy grande de sufrimiento, siguiendo el ejemplo de nuestro Señor. Ellos sí van a tener una corona grande por sus años de renunciación a causa del Reino. No debemos retroceder en la batalla de adelantar el Reino de los Cielos.
Algunas preguntas para guiarnos a las acciones correctas:
- Cómo anciano o pastor, ¿estoy cumpliendo con el ministerio de predicación y enseñanza de tal manera que merezca un salario digno?
- ¿Hay algún problema que debo resolver y que esté trabando mi relación correcta con la congregación?
- ¿Hay algún anciano o pastor que podría hablar acerca de esa situación en mi iglesia?
- ¿La iglesia necesita cambiar sus prioridades en su uso del dinero?
- ¿He cumplido con mi responsabilidad de enseñar y exhortar a la congregación en las enseñanzas bíblicas sobre el uso del dinero?
- ¿He hablado honestamente de mi situación con mis hermanos para que entiendan mi necesidad?
Gilbert Abels, Seminario Reina Valera, http://www.seminarioabierto.com/
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