MARTES 19/8/08
Tom Cruise y la Cienciología
Después de dos años de investigaciones, Andrew Morton desvela el perfil menos conocido de Tom Cruise y su “iglesia”. Una biografía del actor pone de actualidad el polémico poder de la Cienciología. Aunque su nueva sede fue inaugurada hace poco en Madrid por este artista norteamericano, en un impresionante edificio estilo art decó, en pleno barrio de las Letras, la organización es conocida en España desde 1981. Se inscribió entonces como Dianética en el Registro de Asociaciones Civiles, ya que el Tribunal Supremo denegó su condición religiosa en 1994. Tras un recurso administrativo, ha sido finalmente reconocida como “iglesia” en el Registro de Entidades Religiosas, a pesar de ser considerada una secta por muchos especialistas. Cienciología tiene una extraña atracción para muchos artistas y estrellas del espectáculo. ¿Es una religión, o un negocio?, ¿en qué consiste realmente la Cienciología?
Para comprender la Cienciología, es inevitable hablar de su fundador, L. Ron Hubbard (1911-1986), cuya figura es omnipresente en esta iglesia, que tiene su sede en Los Ángeles, aunque cuenta ya con siete millones de adeptos (7.000 ya en España), distribuidos a lo largo de los veintidós centros que tiene en todo el mundo. Su libro Dianética funciona como una biblia para la Cienciología, que busca en esta obra un método científico que pretende dar respuestas a los problemas del hombre. Pero ¿quién era Hubbard? Son ya varias las aproximaciones que se han hecho a este mediocre escritor de ciencia-ficción, que en los años cincuenta alcanzó un enorme éxito editorial por este manual de autoayuda, pero no hay ninguna tan documentada y meticulosa como la biografía de Russell Miller, Un Mesías a rostro descubierto, publicada por Henry Holt en 1988 (Bare-Faced Messiah: The True Story of L.Ron Hubbard).
¿QUIÉN ERA HUBBARD?
La impresión que uno saca de Hubbard en la obra de Miller es la de un hombre profundamente perturbado, que pasa de ser un sinvergüenza encantador a convertirse en un paranoico egomaníaco, “incapaz de distinguir entre los hechos y sus propias fantásticas ficciones”, o sea un mentiroso patológico. Según este libro, casi todo lo que Hubbard dijo de si mismo era falso. Ni fue un aventurero, ni un distinguido oficial de la Marina, ni mucho menos un físico, ya que sus conocimientos científicos eran insignificantes. Decía que había crecido en el enorme rancho ganadero de un abuelo rico, aunque en realidad no era más que un veterinario de pueblo. Su padre era un teniente de la Marina de los Estados Unidos, por lo que esperaba que su hijo siguiera su carrera, pero la miopía no le dejó otro camino que la escuela de ingenieros de la Universidad de Washington, que abandonó tras dos cursos desastrosos. Pero durante los diez años que precedieron a la segunda guerra mundial llegó a ser uno de los autores más prolíficos de la literatura de kiosco de misterio, de aventuras y del oeste.
Hubbard decía que había quedado inválido y ciego en la segunda guerra mundial. En realidad acabó en un hospital naval sin una sola herida de guerra. Había logrado el mando de una lancha antisubmarina, pero en una misión de rastreo confunde un sedimento magnético con un submarino, y su batalla contra un enemigo inexistente hizo que le trasladaran a una escuela de Princeton. Intentó entonces obtener una pensión de invalidez, alegando diferentes síntomas, pero no lo logró. Se pasó la vida reclamando diecisiete medallas, a las que creía tener derecho, pero la Marina no le concedió más que las cuatro que solían dar a cualquiera que estuvo en servicio.
Ron abandonó a su primera esposa, Polly Grubb y a sus dos hijos, para casarse con Sara Northrup, a la que conoce en un grupo que practica la magia negra. Este matrimonio fue declarado ilegitimo, ya que no se había divorciado todavía de Polly, que le acusó de bigamia. Sara era la amante de un experto californiano de propulsión química llamado Jack Parsons, que había llegado a ser discípulo del famoso satanista Aleister Crowley. Uno de los más desquiciados proyectos que tuvo Hubbard con Parsons, era el de lograr cumplir por magia negra una profecía de Crowley, por la que pretendían crear un hijo de la luna salmodiando encantos infernales mientras introducían una varita mágica en una mujer escarlata, o sea en una prostituta.
Cuando Hubbard se marcha con Sara, Parsons entra en una depresión que le llevará al suicidio pocos años después, en un supuesto accidente con una ampolla de nitroglicerina (tristemente, su madre también se mató con pastillas de dormir, cuando supo la noticia). Sara tuvo con Ron una hija llamada Alexis, pero ella se divorció de él cinco años después, alegando que estaba “irremediablemente loco”. En el tribunal asegura no saber nada de su esposa y le acusa de secuestrar a su hija. Los papeles del juicio hablan de “tortura sistemática, golpes, estrangulaciones y tortura con experimentos científicos”. Ya adulta, Alexis, intentó visitar a su padre, pero él se negó a verla. Ron le mandó entonces un mensaje diciendo que su verdadero padre era Parsons, como si él no estuviera realmente casado con Sara, sino que le había dado cobijo cuando estaba embarazada. Todo mentira, claro…
¿QUÉ ES LA DIANÉTICA?
Después de volverse a casar en 1952, cuando tenía 41 años con una chica de 19, Mary Sue Whipp, con la que tuvo otros cuatro hijos más (aunque uno de ellos, Quentin, se suicidó), Ron se dedica a sus libros de ciencia-ficción. Hubbard concibe en esta época la Dianética. Se trata de una hilarante parodia del psicoanálisis, por la que se dice que las enfermedades provienen de engramas grabados en el cerebro de un embrión, que éste ha oído incluso antes de desarrollar sus oídos. Su propósito es borrar los engramas por una grotesca terapia que llaman auditoria. Estas son las “herramientas” que Tom Cruise dice
que “pueden resolver los problemas de la vida”. No se trata ni más ni menos que de un increíble cacharro descubierto por Hubbard, que llama el E-metro, que no es sino un burdo detector de mentiras, para que los prepuros no sólo recuerden sus traumas de nacimiento, sino también los de vidas pasadas.
La Cienciología combina así la idea de la bondad natural del hombre con una versión peculiar de la reencarnación. Mary Sue se enteró así que ella había sido el escritor D. H. Lawrence, y Ron que él era el autor de El Príncipe, aunque “Maquíavelo me lo robó”, dice. Durante una reencarnación en otro planeta, el autor de Dianética dice haberse encargado de una fábrica de humanoides de acero. Los E-metros le dan de hecho información tan interesante como que los tomates chillan cuando los cortas…
Sus chaladuras parece que no tienen fin, pero el libro más descacharrante de Cienciología que conozco es su Historia del Hombre, publicada en 1952. En él defiende la peregrina idea de que cada cuerpo está habitado por un alma inmortal llamada thetan y un ente genético que llama EG. Estos se remontan a los principios de la vida en la Tierra, pero los thetans entraron en nuestro cuerpo hace 35.000 años, pasando de un cuerpo a otro. El objetivo de Cienciología es devolverle a una persona los poderes originales de su thetan y elevarle al nivel de thetan operativo (TO), algo que ni siquiera Buda o Jesús alcanzaron.
Algunos engramas se remontan a los moluscos y al trauma debido a sus intentos de abrirse y cerrarse. A los preclaros, por eso se les pide que abran y cierren la boca, mientras visualizan un mejillón, que se abre y se cierra. Hay que tener cuidado sin embargo con excederse en este ejercicio, ya que Hubbard advierte que puede producir dolores de mandíbula. El autor recuerda de hecho a un preclaro que no pudo abrir su boca durante días. La incapacidad de llorar se debe, también por cierto a un engrama perturbador, que procede de un curioso molusco llamado plañidera o sollozo… Cuando los thetan abandonan un cuerpo, se personan entonces en una estación de implantación, para que se les asigne otro nuevo. Casi todas estas estaciones están en Marte, aunque hay una en los Pirineos. Un bonito sitio para cambiar de cuerpo, ¿verdad?…
PERO ¿FUNCIONA?…
Si piensa que todo esto es increíble, ¡recuerde que a Tom Cruise le ayudó a encontrar la paz! Así que no hay duda que para algunos “funciona”… Ese es por lo menos el razonamiento de Cienciología. Y ¿quiénes somos nosotros para decir que esas “herramientas” no “funcionan”?… Pero para mí, la cuestión no es si algo “funciona”, si no si es verdad. Y es evidente que este sistema de creencias es algo demencial, resultado de una mente delirante, aunque no hay duda que es un buen negocio. Pero al mismo tiempo no quiero caer en el simplismo de pensar que esto no es más que un montaje para ganar dinero. Yo no dudo de la sinceridad de muchos miembros de Dianética. La prueba está en el propio Hubbard, acosado por enemigos reales e imaginarios, errando en sus barcos por el Atlántico. Yo creo que él llegó a creerse su mitología. Lo mismo que muchos de su tripulación, supuestamente perseguidos, mientras viajaban durante meses buscando tesoros que decía haber enterrado en anteriores reencarnaciones…
Es por eso que no hay peor presentación del cristianismo que decir que es una fe que “funciona”. Esa mentalidad pragmática americana ha convertido la evangelización en una operación de marketing que presenta un mensaje comprensible, pero absurdo. Mi fe no se puede basar en una experiencia. Porque tú tienes una experiencia y yo tengo otra. La verdad no está en lo que yo siento o he experimentado, sino que está fuera de nosotros. No es algo que nosotros hayamos creado. Ya que en realidad, no es algo, sino Alguien con quien nos enfrentamos, nos guste o no. Es una realidad que debemos aceptar. La fe en definitiva no es un mecanismo a nuestro servicio, para conseguir lo que queramos, sino el reconocimiento de una realidad que viene a nosotros con la autoridad de Dios mismo, hablando por su Palabra eterna. Dar testimonio en la Biblia, por eso no es contar nuestra conversión, sino proclamar el mensaje único de lo que Cristo ha hecho por su muerte y resurrección, en el tiempo y en el espacio. Eso es lo que Schaeffer llamaba la verdadera verdad. Todo los demás son espejismos.
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