LA LUCHA ESPIRITUAL
(Efesios 6:10-18)
Vivimos en un ambiente de teatro que asusta, todo es apariencia y disimulo en nuestra sociedad, hay que “dar una imagen” de triunfador, de que uno “está por encima” de las situaciones, de los problemas, de los sentimientos y de las debilidades humanas, es una imagen que nos vende la televisión y se ve aun hasta en los presentadores de telediarios.
Y lo más triste es que esto se ha metido en las iglesias y en los creyentes y hay que decir: “Estoy bien” “En triunfo” “En victoria” porque si no, no encajas, te miran como a un bicho raro. Cuando estoy con creyentes y me preguntan, suelo decir “Muy mal” todos se asustan y enseguida miran para otro lado y se van corriendo a saludar a otro hermano. Una hermana a la que aprecio mucho por su trabajo en el Señor, se encaró conmigo enfadada y me dijo: “Un cristiano no puede decir eso” y se fue.
Sin embargo Efesios 6:10-13 nos dice:
…
“ Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”
Después de hablarnos de tantas bendiciones con las que Dios nos ha bendecido en Cristo, Pablo nos advierte de una lucha que tenemos los creyentes y por lo que explica no es una lucha cualquiera, sino tremenda, gigantesca, cósmica. Nuestros adversarios no son soldaditos de plomo o argamboys, sino enemigo extremadamente crueles que van a destrozarnos sin compasión. Así lo comenta Beth Moore en uno de sus libros:
“Amado, escúchame con atención: Satanás juega al béisbol. El salmista se refirió a su poderoso enemigo y a sus adversarios con estas palabras: “Me asaltaron en el día de mi quebranto, mas Dios fue mi apoyo” Salmo 18:18. Por alguna razón, albergamos la secreta esperanza, de que Satanás, aunque es tan ruin, tendrá suficientes escrúpulos para detenerse cuando la lucha no sea justa ¡Satanás no tiene escrúpulos! Cuando nos sobreviene algún desastre, podemos contar con que él se parará juntamente enfrente de nosotros para atacar nuestro punto más débil y vulnerable. ¿Se aprovecharía de un niño indefenso? ¡Sí! ¿Caería sobre la vida de una madre afligida? ¡Sin duda alguna! ¿Podría capitalizar ese pasado que tanto luchamos para dejar atrás? ¡Cuenta con eso! Simplemente no podemos dejar atrás nuestro pasado, debemos ponerlo delante de Dios. Satanás es increíblemente vil y va a aprovecharse de toda situación no resuelta”
¿Si estamos involucrados en una lucha de estas dimensiones podemos decir siempre que estamos bien? Este mundo y esta vida es un escenario de luchas a veces muy crueles, donde no ves la salida por ninguna parte y te cuesta apoyarte en el Señor, donde vamos a tientas y el enemigo te sacude por todas partes. ¿Exagero? Pregúntale a Job, pregúntale a Andrés. No tengo ninguna duda que Dios está ahí, pero muchas veces me cuesta verlo en medio del fragor de la batalla, pero cuando le veo respiro.
En el pasaje de Efesios mencionado arriba, se nos recomienda encarecidamente que nos pongamos TODA la armadura de Dios, algo que sin duda no necesitaremos cuando estemos en el Paraíso ¡Pero aquí sí! Si no nos ponemos la coraza de justicia el enemigo meterá su zarpa y nos desgarrará, si no nos ponemos el yelmo de la salvación, nos sacudirá duros golpes en la cabeza. Tú mismo conoces la importancia de llevar casco cuando vas en moto, ¡tantos se han dejado los sesos o las cervicales en la carretera y ahora están muertos o van en sillas de ruedas! No es una broma, lo mismo que es muy serio para subir en moto, es lo mismo en lo espiritual.
¿Y qué del escudo de la fe? Si lo dejas en casa el enemigo te lanzará sus dardos de fuego o sus flechas heladas que se clavarán en el corazón y costará sanar las heridas. ¿Y la espada del Espíritu? Seamos honestos y reconozcamos que muchas veces nos dejamos sin poner alguna de estas partes vitales de la armadura de Dios y ¡sufrimos las consecuencias! ¡Y estamos lastimados y heridos, pero no nos atrevemos a decirlo!
¿Sabes? En la iglesia se debería oír el sonido de gente con armaduras y espadas, personas en actitud de alerta continua, capaces de crear un ambiente de confianza entre unos y otros para dar libertad para expresar sus derrotas y entrenarse para la batalla y sanar las heridas y seguir la lucha.
¿Qué nos dice Pedro al respecto de esto mismo?
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.” 1ª Pedro 5:8-9
¡Qué cuadro nos pinta, un león rugiente alrededor nuestro! Creo que si fuera literal nos helaría la sangre un rugido de tal envergadura y además dispuesto a devorarnos. El león de las Crónicas de Narnia es el Señor y está muy bien, pero en este caso, en la realidad, es nuestro adversario y nos produce padecimientos, y estos padecimientos son el patrimonio de los hermanos en todo el mundo. Si a todos nos pasa lo mismo ¿Porqué nos empeñamos en disimular y aparentar que todo está bien cuando no lo está? Si no reconocemos la lucha y sus dimensiones ¿Cómo podremos ayudar a otros hermanos con menos experiencia, a los nuevos? Si no avisamos de esto, ¿Quién podrá prepararse? Y te lo aseguro, el diablo está muy contento con esto y él mismo es quien lo promueve. ¿Para qué? Pues para tener a los creyentes indefensos, desprevenidos y hacerles todo el daño posible.
¿Te imaginas un ejército que no tuviera un hospital de campaña? ¿Qué harían con los heridos? Pero en la iglesia si uno está herido por el diablo, y lo expresa, es marginado como si fuer
a un apestado, un leproso. Sin embargo la iglesia debiera ser un hospital donde se sanaran toda clase de heridas. Debiera ser el campamento de instrucción para preparar a los creyentes para la batalla que sin duda tienen que enfrentar.
PARA QUE HABITE CRISTO POR LA FE…
El corazón de Efesios, el objetivo primordial, a donde Dios quiere llevarnos, lo expresa el apóstol en el capítulo 3:16-19
“…. para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”
¿Te figuras un poco solamente lo que sería que Cristo habitara en nuestros corazones? ¡Qué fuente interior de bendiciones, de vida y paz en abundancia! Y nosotros echando raíces en esto y Cristo creciendo en nosotros, creciendo también en conocer su amor hasta estar tan llenos de Dios que tuviéramos toda su plenitud.
Y es contra este propósito de Dios, este plan maravilloso, que van todos los ataques de Satanás, no le importa tanto que estemos activos en la iglesia, que hagamos cosas para Dios o cualquier cosa, pero que dejemos a Cristo vivir en nuestros corazones es lo que más le enfurece y todos sus ataques van en contra de esto.
Yo se que Cristo vive en nosotros desde que le recibimos como nuestro Salvador, que vino a morar en nuestros corazones para darnos su vida, esa nueva vida celestial, ¡pero que poco se ve en mí! ¡le tengo arrinconado! Con mi actividad, mis planes para El, mis proyectos para su obra, mis ideas. Mientras, Dios trata de decirme que cuando Cristo murió yo morí con El, que todo mi “producto interior bruto” no vale para nada, que debo dejar vivir a Cristo en mí. Que sus planes son planes eternos, que su vida en mi producirá todo el fruto del Espíritu Santo.
…
¡Que torpe soy!
…
¿Y qué más diría? No digo más para no asustarte y que esta noche tengas pesadillas. Te diré, eso sí, que en medio de todo estoy muy agradecido a El que me está enseñando estas cosas y que aun ahora las veo ¡Más vale tarde que nunca! y que de alguna manera si estoy sintiendo más a Cristo en mí ahora que yo soy menos.
¡Qué lecciones! ¡Qué paciencia la de nuestro Dios! ¡Qué ternura en enseñarnos! Porque como lo dice en Filipenses 1:6, todo depende de El.
“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”
Feliciano Briones
CURSOS BIBLICOS
Apartado 2459
28080 MADRID
Correo-e: cursosbiblicos2000@yahoo.es
Deja un comentario