Revisitando una aberración doctrinal que plaga el mundo evangélico
– Pablo Santomauro (15 de noviembre, 2007).
Ministerios enteros han sido establecidos partiendo de la teoría de que los demonios pueden habitar en los cristianos y afectar su conducta. La acción que supuestamente soluciona este problema según estos ministerios, es echar fuera los demonios, o sea, practicar un procedimiento llamado “liberación de demonios”.
¿Es bíblica la idea que los cristianos pueden ser endemoniados? Si es cierto que los cristianos necesitamos una liberación de demonios, ¿por qué en la Biblia no tenemos ningún ejemplo de Jesús y los apóstoles echando demonios o espíritus inmundos de un cristiano? Si el tema fuera elemental para vivir la vida cristiana, ¿por qué Dios, en su Revelación, no nos dejó ningún ejemplo ni instrucción al respecto?
¿No es significativo en extremo el hecho de que en ningún pasaje del Nuevo Testamento donde se habla de la guerra espiritual y los cristianos, el tema de echar fuera demonios de los cristianos brilla por su ausencia? ¿Acaso en todos esos pasajes no se instruye al creyente a vestirse con la armadura de Dios (Ef. 6:10-18) y a resistir al diablo (1 P. 5:8-9; Stg. 4:7), no a expulsarlo? ¿Acaso decir que los demonios pueden habitar en un cristiano, no es una afrenta a Cristo, quien nos redimió con su sangre y nos trasladó del reino de las tinieblas al de la luz (Col. 1:13-14)? ¿Fue Su obra en la cruz incompleta (Jn. 19:30)?
¿Pueden Dios y el demonio habitar simultáneamente en un mismo cuerpo?
¿Es posible que el Espíritu Santo que habita en el creyente (Ro. 8:9-1) permita un espíritu inmundo habitar con él en el mismo cuerpo? Aunque parezca inverosímil, algunos dicen que sí es posible. Para apoyar su postura dicen que si Jesús mora con el pecado en el corazón del creyente, o sea en una persona con una naturaleza pecaminosa, ¿por qué no podría habitar en una persona endemoniada?
Este argumento es una falsa analogía, o sea, compara cosas que pertenecen a diferentes esferas o rangos. En lenguaje popular sería confundir peras con manzanas. En este caso en particular, no se pueden comparar la perversidad moral demoníaca con la perversidad de una humanidad caída. La relación de Dios con los demonios es diferente a la que él tiene con los creyentes. Los demonios son irreversiblemente corruptos, malignos, y definitivamente irredimibles (2 P. 2:4; Mt. 25:41; He. 2:16; Jud. 6; Ap. 12:7-9; 22:11). Los creyentes, por el contrario, hemos sido redimidos y a pesar de conservar una naturaleza pecaminosa (la carne), tenemos en nosotros una nueva naturaleza (la del Espíritu) que nos habilita para triunfar sobre las tentaciones (Ro. 6:11-12; 8:9; Gá. 5:18) y aún sobre la influencia demoníaca (1 Jn. 3:9).
El segundo argumento que usan para apoyar la idea de que los demonios pueden cohabitar con el Espíritu, básicamente expresa que los demonios moran en el alma, pero no en el espíritu del hombre, donde habita el Espíritu Santo. Esta tesis se apoya en 1 Tesalonicenses 5:23: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu (pneuma), alma (psuche) y cuerpo (soma).”
Se afirma que el Espíritu Santo reside en el espíritu del hombre y que por lo tanto, los demonios no pueden ganar acceso al espíritu de un cristiano. Sin embargo, dicen los que proponen esto, los demonios pueden habitar y crear caos en el cuerpo y el alma del cristiano. Es obvio que con este razonamiento han geométricamente concebido al hombre como una entidad tripartita.
Este tipo de interpretación puede conducir a abusos extremos; tomemos como ejemplo Marcos 12:30: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón (kardia) y con toda tu alma (psuche), y con toda tu mente (dianoia) y con todas tus fuerzas (ischus).” Si leemos este pasaje del mismo modo que ellos leen 1 Tesalonicenses 5:23, encontramos que el hombre no se compone de tres partes, sino de cuatro. Y si sumamos el cuerpo y el espíritu en 1 Tes. 5:23, la cuenta sube a seis partes.
Considerando que en el resto de la Escritura los términos alma y espíritu se usan alternativamente con el mismo significado o a modo de sinónimos en forma abrumadora, concluimos que no existe una diferencia ontológica y cortante entre alma y espíritu en la Biblia. Ambos términos se usan en forma intercambiable o reemplazable. Cuando se trata de términos como alma, espíritu, mente, corazón, no existe una uniformidad universal en cuanto a su uso en la Biblia. El hombre es una unidad holística compuesta de una naturaleza inmaterial y otra inmaterial, pero ambas se integran para crear un solo ente; por lo tanto, dividir al hombre en varias partes es antibíblico.
El tema central sigue siendo la cuestión de si los demonios pueden habitar junto con el Espíritu Santo en la misma persona o cuerpo, por lo tanto el argumento carece de validez lógica. Para demostrar esto, 1 Corintios 6:15-20 es de crucial importancia: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Co. 6:19-20. El apóstol Pablo usa aquí la misma palabra para cuerpo (soma) que utiliza en 1 Tesalonicenses 5:23. Es determinante el hecho de que Pablo afirma que el lugar de residencia del Espíritu Santo es el cuerpo del creyente, no cierto componente de su ser. Además, debe notarse que todo el ser del creyente ha sido redimido, no cierta parte, es por ello que Pablo dice que nuestro cuerpo y espíritu son de Dios.
Lo anterior milita directamente contra el concepto de que Dios (Espíritu Santo) puede coexistir con un demonio en el cuerpo del cristiano, ya que el hombre es redimido en su totalidad. En otras palabras, la antropología bíblica enfatiza que el hombre es una unidad integral y que no posee partes autónomas. Sumado a esto, y quizá sin que ellos lo sepan, los adeptos a la liberación de demonios adhieren al concepto helénico del dualismo. Esta corriente filosófica separaba lo material de lo inmaterial, o sea el cuerpo del espíritu, siendo el cuerpo malo y el espíritu bueno.
El apóstol Pablo, por su parte, no tiene dudas en cuanto a que el creyente ha sido redimido totalmente, y por ende tiene la libertad y la capacidad de servir a Dios desde el momento de su conversión, sin necesidad alguna de ser liberado de demonios ya que la posibilidad de tal cosa es nula. Cuando Pablo afirma que nuestros cuerpos son miembros de Cristo (1 Co. 6:15) no se está refiriendo al cuerpo de Cristo como la Iglesia, sino a la relación individual de cada cristiano con Jesús mismo. La noción es ratificada en el verso siguiente, donde Pablo expresa que el que se une con una ramera es un cuerpo con ella (1 Co. 6:16). La unión del creyente con Cristo es total, integral, indisoluble e indivisible. No sólo somos parte del cuerpo del Señor sino que también somos un espíritu con él (1 Co. 6:17). Estamos unidos a él en cuerpo y espíritu. Reiteramos, el cuerpo físi
co de cada creyente se ha unido al cuerpo mismo de Cristo resucitado de la muerte. Esto significa que no sólo el espíritu del cristiano ha sido transformado, sino también todo su ser.
Conclusión: Así como es imposible que un demonio pueda invadir el cuerpo físico y glorificado de Jesucristo, es imposible que el cuerpo de un creyente pueda ser penetrado por los demonios, en virtud de su unión con Cristo. El apóstol Pablo entendió mejor que nadie la doctrina de la Unión con Cristo, la que en sí misma facilita una comprensión integral de la salvación del cristiano. Por ello el lema de Pablo en sus epístolas fue siempre EN CRISTO, consigna que usó más de cincuenta veces en sus epístolas.
Pasajes citados para “probar” que los cristianos pueden ser poseídos por demonios
Razones de espacio no nos permiten expandernos en cuanto a los pasajes esgrimidos con la intención de demostrar que los cristianos pueden ser invadidos por demonios. Por esta razón, sólo mencionaremos sólo dos pasajes sin proveer todo el texto y seguidamente ofreceremos una breve refutación.
El caso del rey Saúl. 1 Samuel 18:10-11 y 19:9-10, ambos relatan que un espíritu malo se apoderó de Saúl en la ocasión que quiso matar a David con una lanza. El pasaje está lejos de demostrar que un hombre de Dios puede ser poseído. Si se considera el comportamiento de Saúl durante su reinado, es fácil apreciar que su conducta estuvo muy distante de ser la de un creyente verdadero. Notemos que el espíritu malo lo dejaba cuando David tocaba su música. Esta no es una característica de los demonios en las narraciones del NT. Sumado a esto, el texto hebreo dice que un espíritu malo venía sobre Saúl o se apartaba de él, no que entraba en él. Así que difícilmente se puede presentar este caso como un ejemplo de una posible posesión demoníaca en los cristianos, sobre todo si tenemos en cuenta que la historia toma lugar unos mil años antes de que Cristo fundara su iglesia.
El caso de la mujer encorvada. En Lucas 13:10-17 tenemos el caso de la mujer que había estado encorvada por dieciocho años y a quien Jesús sana. Los proponentes de la posesión demoníaca en los cristianos señalan que la mujer era una creyente, ya que 1) asistía a la sinagoga 2) luego de su sanidad ella “glorificaba a Dios” 3) Jesucristo la llama “hija de Abraham”. No obstante, una lectura cuidadosa del pasaje revela que:
1) Si bien la enfermedad fue instigada por Satanás, el texto no indica claramente que un demonio la poseía.
2) Jesucristo no realizó exactamente un exorcismo, sino que la declaró libre de su enfermedad.
3) Que ella asistía a la sinagoga no necesariamente indica que estamos ante una creyente. Muchos asisten regularmente a la iglesia hoy, pero sus vidas son mundanas.
4) “Hija de Abraham” era culturalmente una frase que indicaba origen étnico, no ciudadanía en el reino de Dios.
5) El pasaje no indica que la mujer tenía fe en Dios o en Cristo. El hecho de que glorificó a Dios luego de su sanidad podría indicar que ella llegó a tener fe debido a su sanidad, no antes.
Es obvio que el pasaje no puede probar con absoluta certeza de que los cristianos pueden ser poseídos, habitados o invadidos por demonios. Estos dos pasajes son los más “fuertes” que pueden presentar los que contestan la posibilidad en forma positiva. El resto de los pasajes presentados son aun más débiles, ej: 1 Co. 2:11; 2 Co. 4:34; 1 Tes. 2:18; 1 Ti. 4:1; 1 Jn. 4:1-4; 2 Pe. 2:1-22; etc. Una somera revisación de los anteriores pasajes demostrará al cristiano estudioso, que si bien se describe en ellos actividades en las que Satanás y sus demonios están involucrados, la demonización de los cristianos ni siquiera se menciona.
Conclusión
La doctrina de los cazadores de demonios no tiene base en la Escritura y los cristianos debemos rechazar tal tipo de falsedad. 1 Juan 4:4 dice que mayor es el que mora en los cristianos (el Espíritu Santo) que el que está en el mundo (Satanás y sus huestes). Recapitulando, estas son las razones por las que la enseñanza de la liberación de demonios en los cristianos no tiene base bíblica:
1. El Espíritu Santo mora en todo creyente (Jn. 14:17; Hch. 5:32; Ro. 8:11; 1 Co. 3:16; 6:19; 2 Co. 6:16; 1 Tes. 4:8; 2 Ti. 1:14).
2. El Espíritu Santo hace residencia en la vida del creyente en el momento que éste es salvo (regenerado o nacido de nuevo), no importando cuán imperfecto o inmaduro sea el nuevo creyente.
3. La luz no puede tener comunión con las tinieblas (2 Co. 5:14-16; 1 Tes. 5:5)
4. No existen instrucciones en las epístolas (cuyo objetivo fue instruir a los creyentes en todo aspecto de la vida cristiana), ni ejemplos en los Evangelios de cómo encarar la posesión demoníaca en los cristianos.
5. Los pasajes bíblicos citados para apoyar la teoría carecen totalmente de peso efectivo para afirmar lo contrario. <>
–Demonios en los Cristianos…Revisitando una aberración doctrinal que plaga el mundo evangélico
Por> Pablo Santomauro (15 de noviembre, 2007)
Ir a: El Aconsejar