Citando erróneamente a Jesús: La historia detrás de quién cambió la Biblia y por qué lo hizo (en inglés)
01 de febrero de 2006 | Denver Journal, Nuevo Testamento, Craig L. Blomberg | por Bart D. Ehrman
Una reseña, por el Dr. Craig Blomberg, de la obra de Bart Ehrman, “Citando erróneamente a Jesús: La historia detrás de quién cambió la Biblia y por qué lo hizo”.
Bart D. Ehrman, Citando erróneamente a Jesús: La historia detrás de quién cambió la Biblia y por qué lo hizo. San Francisco: HarperSanFrancisco, 2005. 24,95 $. x + 242 pp. ISBN 0-06-073817-0.
De una reseña del Dr. Craig Blomberg sobre el libro de Bart Ehrman. Blomberg afirma:
“Ningún dogma central del cristianismo se basa en ningún pasaje textual incierto; esta observación por sí sola significa que los críticos textuales cristianos pueden examinar las variantes que existen de manera imparcial y sin preocuparse de que su fe se vea amenazada de alguna manera, como Ehrman llegó a creer”. – Citando erróneamente a Jesús: La historia detrás de quién cambió la Biblia y por qué lo hizo 01 de febrero de 2006 | Denver Journal, Nuevo Testamento, Craig L. Blomberg | por Bart D. Ehrman
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Citas textuales de Craig L. Blomberg (enlaces en inglés)
http://www.denverseminary.edu/resources/news-and-articles/misquoting-jesus-the-story-behind-who-changed-the-bible-and-why/ anteriormente disponible en: http://www.denverseminary.edu/dj/articles2006/0200/0206.php …citas textuales de> Craig L. Blomberg, distinguido profesor de Nuevo Testamento, Seminario de Denver, febrero de 2006 en el Denver Journal, una revista en línea de estudios bíblicos y teológicos actuales. *Véase la reseña completa más abajo, después de estas citas.
Citas de Blomberg sobre el trabajo de Ehrman (es decir, “Error-man”, u “Hombre del error”) en el libro de Ehrman:
Bart D. Ehrman, Citando erróneamente a Jesús: La historia detrás de quién cambió la Biblia y por qué lo hizo. San Francisco: HarperSanFrancisco, 2005. 24,95 $. x + 242 pp. ISBN 0-06-073817-0.
“Lo que más distingue la obra [de Ehrman] son los giros que Ehrman da a algunos de los datos en numerosos momentos y su propensión a centrarse en los cambios más drásticos de toda la historia del texto, lo que lleva a los no iniciados a pensar que hay numerosos ejemplos adicionales de los diversos fenómenos que discute, cuando en realidad no los hay. Así, sus primeros ejemplos extensos de problemas textuales en el Nuevo Testamento son la mujer sorprendida en adulterio y el final más largo de Marcos. Después de demostrar que es poco probable que ninguno de estos dos casos forme parte de los originales de ninguno de los dos Evangelios, Ehrman admite que ‘la mayoría de los cambios no son de esta magnitud’ (p. 69). Pero esto suena como si hubiera al menos algunos otros de similar magnitud, cuando en realidad no hay otras variantes textuales en ninguna parte que tengan ni siquiera una cuarta parte de la longitud de estas adiciones de trece y doce versículos”. – Craig L. Blomberg
“Pocos críticos textuales de cualquier tendencia teológica (incluido Fee) aceptan en otros lugares como probables las sugerencias de que los originales de cualquier libro del Nuevo Testamento se lean de forma diferente a todas las copias conocidas, debido al gran número y antigüedad de las copias que tenemos, hasta que un pasaje se vuelve demasiado incómodo para sus sistemas teológicos generales (e incluso entonces, la mayoría busca alguna otra resolución de la tensión que no sea la enmienda textual)”. – Craig L. Blomberg
“… lo más decepcionante del libro es que Ehrman parece no darse cuenta (o no quiere hablar) de la diferencia entre los enfoques inductivo y deductivo de las Escrituras. Las formulaciones evangélicas clásicas de la inspiración y la infalibilidad nunca han dicho que estas doctrinas vengan del análisis de los datos de los textos existentes. Son corolarios teológicos que se derivan naturalmente de la convicción de que Dios es el autor de los textos (lo que sugiere 2 Tim. 3:16, la alta consideración que Jesús tenía de las Escrituras y su convicción de que el Espíritu tenía aún más verdad con la cual inspirar a sus seguidores para que la registraran). Pero si los textos son ‘inspirados por Dios’ y si Dios no puede equivocarse, entonces deben ser inspirados e infalibles”. – Craig L. Blomberg
“Ehrman no ofrece argumentos que respalden sus afirmaciones de que, si Dios inspiró los originales, podría y debería haberlos conservado sin errores en todas las copias posteriores. Habría sido un milagro mucho mayor guiar sobrenaturalmente a todos los copistas y traductores a lo largo de la historia que inspirar a un grupo de autores originales, y en el proceso probablemente se habría violado el delicado equilibrio entre la humanidad y la divinidad de la Biblia, análogo al de la humanidad y la divinidad de Cristo. Todo lo que necesitamos es tener razones para creer que podemos reconstruir algo muy parecido a los originales, y tenemos pruebas de ello en abundancia. Ningún dogma central del cristianismo se basa en ningún pasaje textual incierto; esta observación por sí sola significa que los críticos textuales cristianos pueden examinar las variantes que existen de forma imparcial y sin preocuparse de que su fe se vea amenazada de alguna manera, como llegó a creer Ehrman”. – Craig L. Blomberg
-Citas de Craig L. Blomberg, distinguido profesor de Nuevo Testamento, Seminario de Denver, febrero de 2006. http://www.denverseminary.edu/dj/articles2006/0200/0206.php (en inglés)
Citando erróneamente a Jesús: La historia detrás de quién cambió la Biblia y por qué lo hizo
01 de febrero de 2006 | Denver Journal, Nuevo Testamento, Craig L. Blomberg | por Bart D. Ehrman
Una reseña, por el Dr. Craig Blomberg, de la obra de Bart Ehrman, Citando erróneamente a Jesús: La historia detrás de quién cambió la Biblia y por qué lo hizo.
Bart D. Ehrman, Citando erróneamente a Jesús: La historia detrás de quién cambió la Biblia y por qué lo hizo. San Francisco: HarperSanFrancisco, 2005. 24,95 $. x + 242 pp. ISBN 0-06-073817-0.
[Texto completo de la reseña de Blomberg, copiado de http://www.denverseminary.edu/resources/news-and-articles/misquoting-jesus-the-story-behind-who-changed-the-bible-and-why/ por si acaso cambia la URL del sitio web…]
La reseña completa del Dr. Craig Blomberg:
“Es sorprendente lo similares que son los antecedentes de Bart Ehrman y los míos. Había reunido algunos fragmentos de sus otros escritos, pero aquí dedica una introducción de quince páginas a contar su historia personal. Ambos crecimos en iglesias protestantes tradicionales del Medio Oeste de EEUU (él era episcopaliano y yo luterano). Ambos tuvimos una experiencia de conversión a través del ministerio de Campus Life / Youth for Christ en la escuela secundaria. Los dos nos graduamos en el instituto en 1973. Los dos fuimos a pequeñas universidades privadas relacionadas con la iglesia en Illinois (él al Moody Bible Institute; yo al Augustana College), luego a escuelas evangélicas de Chicago (él a Wheaton; yo a Trinity) y, finalmente, a universidades de prestigio internacional con prestigiosas facultades de teología para realizar el doctorado (él a Princeton; yo a Aberdeen) con el fin de seguir carreras como estudiosos y profesores del Nuevo Testamento. Ehrman ha enseñado durante mucho tiempo en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill y se ha convertido en un prolífico autor de muchos libros de gran éxito de ventas; yo he hecho lo mismo aquí, en el Seminario de Denver. ¡También puedo decir por sus escritos que Bart tiene un sentido del humor maravilloso, aunque un poco enfermizo, que sospecho que es muy similar al mío!
Hoy en día, sin embargo, Ehrman se ha distinguido como alguien a quien, tanto a nivel académico como popular, le encanta burlarse del cristianismo conservador. Ha rechazado su evangelismo y, ya sea escribiendo sobre la historia de la transmisión del texto bíblico, centrándose en todos los cambios que los escribas realizaron a lo largo de los siglos, o sobre los llamados ‘evangelios perdidos’ y ‘cristianismos perdidos’, tratando de rehabilitar nuestra apreciación del gnosticismo, está claro que tiene un interés personal en ello. Sin embargo, no es tan afilada como la del difunto Robert Funk, fundador del Seminario de Jesús y ex-fundamentalista sureño, o la de estudiosos vivos como Robert Price o Gerd Lüdemann. A veces, Ehrman lo maneja de forma aparentemente lúdica. Así, en su obra sobre el Jesús histórico, publicada nada menos que por Oxford University Press, mientras ilustra cómo las palabras cambian de significado con el tiempo, utiliza el ejemplo de ‘dude’, que antes significaba vaquero (o ‘chico guapo’), luego pasó a ser equivalente a ‘hombre’ y ahora es solo una exclamación al principio de una frase. ¡Pero añade a su discusión cómo disgustó a su hijo al explicarle que el término también se utilizaba antiguamente para referirse a los testículos de los camellos!
La mayor parte de Citando erróneamente a Jesús es, en realidad, un resumen muy legible y preciso de muchos de los hechos más importantes sobre la naturaleza y la historia de la crítica textual, presentado en una narrativa viva e interesante que mantendrá el interés tanto de los eruditos como de los legos. En este sentido, el título parece estar diseñado para llamar la atención y vender ejemplares del libro, más que para representar con precisión su contenido. Los capítulos sucesivos tratan, en resumen, (1) la formación de los cánones hebreos y cristianos, (2) la mecánica de la copia de un texto en el mundo antiguo y en la transmisión temprana de las Escrituras cristianas, (3) los aspectos más destacados de la historia de la producción de ediciones cada vez más críticas de un Nuevo Testamento griego reconstruido, junto con los tipos de cambios, tanto accidentales como intencionados, que los escribas introdujeron en los miles de manuscritos que aún conservamos, lo que hizo necesarias esas reconstrucciones, (4) los críticos textuales clave posteriores a la Reforma que participaron en la producción de las reconstrucciones más conocidas, desde Simón hasta Westcott y Hort, (5) los métodos modernos de crítica textual, que combinan pruebas externas e internas, con varios de los ejemplos más interesantes de cambios significativos en el Nuevo Testamento, (6) ejemplos más tentadores de cambios motivados teológicamente, y (7) ejemplos similares en los que el mundo social de los escribas les llevó a introducir cambios en los significados de sus ejemplares. Una breve conclusión vuelve a su historia personal, reiterando cómo, a la luz de los numerosos cambios que nos impiden afirmar que tenemos los textos originales o que podemos reconstruirlos perfectamente, le resulta imposible mantener la infalibilidad o la inspiración bíblica (o incluso formas menos estrictas de la fe cristiana evangélica) e insinúa (sin decirlo abiertamente) que las personas razonables deberían llegar a conclusiones similares.
Por lo tanto, la mayor parte de este libro proporciona información ya conocida y fácilmente accesible en otras fuentes, como las obras de Bruce Metzger sobre el texto y la transmisión del Nuevo Testamento (incluida una que el propio Ehrman ayudó a revisar recientemente), pero en una forma un poco más popular que probablemente llegue a un público más amplio. Lo que más distingue la obra son los giros que Ehrman da a algunos de los datos en numerosos momentos y su propensión a centrarse en los cambios más drásticos de toda la historia del texto, lo que lleva a los no iniciados a pensar que hay numerosos ejemplos adicionales de los diversos fenómenos que discute, cuando en realidad no los hay. Así, sus primeros ejemplos extensos de problemas textuales en el Nuevo Testamento son la mujer sorprendida en adulterio y el final más largo de Marcos. Después de demostrar que es poco probable que ninguno de estos dos casos forme parte de los originales de ninguno de los dos Evangelios, Ehrman admite que ‘la mayoría de los cambios no son de esta magnitud’ (p. 69). Pero esto suena como si hubiera al menos algunos otros de similar magnitud, cuando en realidad no hay otras variantes textuales en ninguna parte que tengan ni siquiera una cuarta parte de la longitud de estas adiciones de trece y doce versículos.
Una segunda suposición necesaria para el argumento de Ehrman es que los escribas no profesionales que él postula hicieron la mayor parte de las copias de los documentos del Nuevo Testamento hasta el siglo IV, cuando Constantino se convirtió en el primer emperador en encargar nuevas copias de la Biblia, no hicieron un trabajo tan cuidadoso como los escribas profesionales que, según él, hicieron la mayor parte de las copias posteriores a Constantino. No solo son ambas postulaciones imposibles de demostrar (aunque ciertamente posibles), sino que las pruebas textuales reales de los siglos II y III, aunque notablemente más escasas que las de siglos posteriores, no demuestran la fluidez suficientemente mayor en la tradición textual que sería necesaria para apoyar realmente la hipótesis de que no podemos reconstruir los originales más probables con una probabilidad de exactitud extremadamente alta, incluso si esa probabilidad se mantiene en torno al 90 % en lugar del 100 % .
El análisis que Ehrman hace de Erasmo y la famosa coma joánica (1 Juan 5:7-8) es lúcido y entretenido. Pero, una vez más, lo que falta es reconocer que no hay ningún otro ejemplo conocido en toda la historia de la crítica textual de una inserción similar en un texto griego crítico basada únicamente en un manuscrito medieval tardío, muy probablemente alterado. Además, Ehrman escribe como si la doctrina de la Trinidad dependiera de esta adición espuria, lo que ignora las numerosas referencias trinitarias que hay en el Nuevo Testamento.
Una de las partes más valiosas y menos duplicadas del libro se encuentra en los capítulos que tratan sobre los cambios motivados por razones teológicas y sociológicas. La revisión de Ehrman al libro de texto estándar de Metzger también introduce varios de ellos, aunque de forma más breve, pero la mayoría de los manuales sobre la disciplina los ignoran en gran medida. Es muy útil comprender cómo la probable referencia de Marcos a la ira de Jesús en Marcos 1:41 (en lugar de a la compasión) encaja en su presentación general de Jesús, al igual que la ‘omisión’ original de Lucas del sudor de grandes gotas de sangre de Jesús en el huerto en Lucas 24:43-44 refleja su imagen de un Cristo más ‘imperturbable’. La sugerencia de Ehrman de que Hebreos 2:9 decía originalmente que Cristo probó la muerte ‘aparte de Dios’ en lugar de ‘por la gracia de Dios’ parece basarse en la escasez de pruebas externas que lo respalden. Pero si Orígenes tenía razón al afirmar que esa lectura figuraba en la mayoría de los manuscritos de su época, entonces tal vez fuera la original. No se deriva ninguna teología poco ortodoxa (recordemos el grito de abandono en los Evangelios), pero se puede entender por qué la gran mayoría de los escribas habrían adoptado la lectura que hoy en día es mucho más conocida.
Quizás el único ejemplo en estos capítulos que no resulta del todo convincente, a pesar de que el erudito evangélico Gordon Fee lo haya defendido, es la idea de que 1 Corintios 14: 34-35 no figuraba en el texto original de Pablo, simplemente porque algunos manuscritos muy tardíos han trasladado los versículos al final del capítulo (donde encajan de forma mucho más natural) y porque algunos manuscritos más antiguos incluyen signos marginales que podrían indicar algún tipo de cuestión textual (pero incluso esto podría explicarse adecuadamente por las dudas sobre la ubicación de los versículos). Pocos críticos textuales de cualquier tendencia teológica (incluido Fee) aceptan en otros lugares como probables las sugerencias de que los originales de cualquier libro del Nuevo Testamento se lean de forma diferente a todas las copias conocidas, debido al gran número y antigüedad de las copias que tenemos, hasta que un pasaje se vuelve demasiado incómodo para sus sistemas teológicos generales (e incluso entonces, la mayoría busca alguna otra resolución de la tensión que no sea la enmienda textual).
Un error factual sorprendente se produce cuando Ehrman insiste en que Hechos 4:13 significa que Pedro y Juan eran analfabetos (el término agrammatos ‘sin letras’ en este contexto significa que no tenían más educación que la primaria, accesible a la mayoría de los niños judíos del siglo I). Pero, por lo demás, lo más decepcionante del libro es que Ehrman parece no darse cuenta (o no quiere hablar) de la diferencia entre los enfoques inductivo y deductivo de las Escrituras. Las formulaciones evangélicas clásicas de la inspiración y la infalibilidad nunca han dicho que estas doctrinas vengan del análisis de los datos de los textos existentes. Son corolarios teológicos que se derivan naturalmente de la convicción de que Dios es el autor de los textos (lo que sugiere 2 Tim. 3:16, la alta consideración que Jesús tenía de las Escrituras y su convicción de que el Espíritu tenía aún más verdad con la cual inspirar a sus seguidores para que la registraran). Pero si los textos son ‘inspirados por Dios’ y si Dios no puede equivocarse, entonces deben ser inspirados e infalibles.
Ehrman no ofrece argumentos que respalden sus afirmaciones de que, si Dios inspiró los originales, podría y debería haberlos conservado sin errores en todas las copias posteriores. Habría sido un milagro mucho mayor guiar sobrenaturalmente a todos los copistas y traductores a lo largo de la historia que inspirar a un grupo de autores originales, y en el proceso probablemente se habría violado el delicado equilibrio entre la humanidad y la divinidad de la Biblia, análogo al de la humanidad y la divinidad de Cristo. Todo lo que necesitamos es tener razones para creer que podemos reconstruir algo muy parecido a los originales, y tenemos pruebas de ello en abundancia. Ningún dogma central del cristianismo se basa en ningún pasaje textual incierto; esta observación por sí sola significa que los críticos textuales cristianos pueden examinar las variantes que existen de forma imparcial y sin preocuparse de que su fe se vea amenazada de alguna manera, como llegó a creer Ehrman.
Entonces, ¿cuál fue la mayor diferencia entre las experiencias religiosas y educativas de Bart y las mías? Parecería que fue nuestra formación universitaria. Yo asistí a una universidad liberal luterana de artes liberales que estaba cambiando rápidamente su enfoque de los estudios religiosos para intentar ajustarse al modelo universitario secular, a pesar de su herencia cristiana, pero mis estudios me demostraron que estaba yendo demasiado rápido y demasiado lejos sin necesidad. Ehrman asistió a Moody, que uno de mis profesores de Augustana en la década de 1970 denominó el ‘grupo de control’ para un estudio longitudinal sobre la enseñanza de los estudios religiosos en las universidades de Illinois en el que participé como estudiante de último año. Con un ligero tono irónico, la calificó como la única escuela que no había cambiado ninguna de sus opiniones desde el siglo XIX. Ehrman reconoció las posiciones excesivamente conservadoras e insuficientemente precisas que a veces le enseñaban allí, y él también se rebeló contra los profesores innecesariamente estrechos de miras y dogmáticos, solo que en el lado derecho del espectro teológico en lugar de en el izquierdo. Sin embargo, todavía puedo oír a mi profesora de historia de octavo curso, que en su día fue política republicana local, repitiendo una y otra vez: ‘La extrema izquierda y la extrema derecha: ¡evítalas a ambas como si fueran la peste!’. Me gustaría pensar que lo he hecho un poco mejor que Ehrman.
Sin embargo, toda nuestra familia puede agradecer a Bart por una maravillosa ilustración del problema ocasional de la división de palabras al que se enfrentan los intérpretes de manuscritos que imprimen palabras juntas sin espacios: ‘anocheenlacenaviunbolillobailarsobrelamesa’ (p. 48). Esta ilustración pasará a formar parte de la tradición familiar de los Blomberg debido a ciertos bailes que nuestras hijas inventaron cuando les mostré el grupo de palabras. ¿Y quién sabe? ¡Quizás Bart solo estaba pensando en un trozo de pan!”.
Craig L. Blomberg
Distinguido profesor de Nuevo Testamento
Seminario de Denver
Febrero de 2006
Enlaces con respecto a el tema de la infalibilidad de Bart Ehrman (enlaces en inglés):
1.http://benwitherington.blogspot.com/2006/03/misanalyzing-text-criticism-bart.html
2. Reseña de Bart D. Ehrman, Misquoting Jesus: The Story Behind Who Changed the Bible and Why (San Francisco: HarperSanFrancisco, 2005) por Daniel B. Wallace, director ejecutivo del Centro para el Estudio de los Manuscritos del Nuevo Testamento (http://www.csntm.org)
3. http://www.bible.org/page.asp?page_id=3452 Reseña de Bart D. Ehrman, Misquoting Jesus: The Story Behind Who Changed the Bible and Why (San Francisco: HarperSanFrancisco, 2005)
4. Triablogue… http://triablogue.blogspot.com/ ¡Lleno de enlaces a cosas interesantes!
5. http://triablogue.blogspot.com/2006/06/misquoting-metzger.html
6. De una reseña del Dr. Craig Blomberg sobre el libro de Bart Ehrman. Blomberg afirma: “Ningún dogma central del cristianismo se basa en ningún pasaje textual incierto; esta observación por sí sola significa que los críticos textuales cristianos pueden examinar las variantes que existen de manera imparcial y sin preocuparse de que su fe se vea amenazada de alguna manera, como Ehrman llegó a creer”. – Citando erróneamente a Jesús: La historia detrás de quién cambió la Biblia y por qué lo hizo 01 de febrero de 2006 | Denver Journal, Nuevo Testamento, Craig L. Blomberg | por Bart D. Ehrman
Basado en el artículo Biblical Inerancy and Bart D. Ehrman,
publicado en inglés: 16 de noviembre de 2015.
Aunque hay muchos frentes de batalla y numerosas causas por las que debemos luchar (y en contra de las cuales debemos luchar) en estos tiempos peligrosos e impíos, lo que la Iglesia debe hacer es restaurar los cimientos de la autoridad bíblica.
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