El Uso de Ironía y Firmeza Tajante en Apologética
El punto principal es que Jesús ocasionalment ofendía a la gente, no siempre en forma burlona, pero nunca tuvo temor de ofenderlos como sucede con muchos cristianos en la actualidad. Jesús ni siquiera precedió sus dichos con un: “Te lo digo con amor.” Por el contrario, ofendió y permitió que la ofensa siguiera su curso o produjera su efecto ministerial en los corazones de los ofendidos.
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El amor bíblico es confrontacional en ocasiones y significa que tenemos que decirle la verdad a la gente aunque esto los puede convertir en nuestros enemigos (Ef. 4:25; Gá. 4:16). ¿Quiere decir esto que tenemos el derecho de ser groseros con la gente? ¡No! El uso de ironía y argumentos punzantes son reservados para la refutación de las falsas religiones, los falsos profetas y maestros, y la defensa del evangelio. NUNCA debe ser usado contra nuestros hermanos en Cristo. Tampoco debemos ser sarcásticos para con el incrédulo, el sectario, o el adherente de otra religión que es sincero y busca conocer de Cristo.
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Otro punto es que los apologistas vehementes son comúnmente llamados arrogantes. La acusación es hecha por hombres que impusieron sus definiciones antibíblicas sobre las palabras y conceptos. El apologista que sigue el ejemplo de los personajes bíblicos debe rechazar la acusación del mismo modo que lo hizo David (1 S. 17:26-29), por las siguientes razones:
a. Sólo la persona conoce en cierto sentido lo que hay en su corazón. Por lo tanto nadie puede juzgar nuestra motivación interna. Orgullo y humildad son asuntos entre la persona y Dios; nadie tiene derecho de juzgar nuestro corazón (1 Co. 4:1-5).
b. Es cierto que debemos humillarnos, pero en ningún lugar de la Biblia, ni los profetas ni los apóstoles demandaron que la gente se humillara delante de ellos. Sólo debemos hacerlo ante Dios, no ante los hombres (2 Cr. 34:27; Stg. 4:10; 1 P. 5:5). Nunca acepte la demanda de que debemos humillarnos delante de un ser humano. Tal demanda no es bíblica (Est. 3: 1-3).
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